Hace
unos días, retomé la lectura del libro titulado “ Por siempre joven, por
siempre sano”, cuya autoría corresponde a Indra Devi (nació en Rusia, se
radicó luego en la India para finalmente establecerse en la Argentina, donde se
dedicó a la enseñanza del yoga y a su difusión a través de sus libros). La
temática que -desde mi punto de vista- esta magnífica obra abarca, posee un
conocimiento, una experiencia de vida y una visión absolutamente sanadores.
Como bien dice en la contratapa: “Este libro nos advierte sobre la
posibilidad de pasar de la ancianidad a la juventud, del insomnio al sueño
profundo, del asma, la artritis, los resfriados y las enfermedades en general a
la salud y al bienestar espiritual. ...”. Creo que nada más apropiado para
los tiempos actuales, donde el Ser Humano enfrenta -en mi opinión- una crisis
de identidad como nunca antes.
Debido
a ello, me vi motivada a compartir con todos ustedes, un texto que pueden leer
en las páginas 187 a 191 y que lleva por título:
“...
¡HERMOSA MUJER!
¿Es
usted verdaderamente hermosa? ¿Cómo puede llegar a averiguar la verdad sobre
usted misma, si alguien no se lo dice de manera franca y sincera? Este
“alguien” puede ser usted misma, si es que realmente quiere dedicar algún
tiempo a conversar consigo mismo a solas. Haga una verdadera cita consigo
misma, un vis à vis sin mentiras. Yo le aconsejo que se ponga en pie ante un
gran espejo. Mírese de la misma manera con que examinaría usted a un extraño.
Observe con detenimiento su apariencia general: su sombrero, su vestido, sus
zapatos. ¿Responden de verdad a su cometido? ¿Son bonitos, sencillos y cómodos,
o la hacen parecer a usted grotesca y exagerada? Tome un espejo de mano y
examine cuidadosamente toda su figura por la espalda. ¿Revela algo su postura?
Lástima que no pueda usted verse cuando anda, cuando se sienta, cuando se
levanta, o cuando entabla conversación con otra persona. Le diré que yo,
personalmente, descarté para siempre mis tacones “estratosféricos”, cuando me
vi en un filme que tomaron, sin darme cuenta, durante una recepción oficial a
la que asistí.
-¿Pero,
es que yo me veo así? –pregunté a mi marido.
-Pues,
sí. Pareces como una chinita, que anda casi en puntas de pie sobre sus
diminutos pies vendados. También ellas creían que así estaban muy bonitas, ya
sabes –me contestó con intención.
A
propósito de esto, diré que los zapatos de tacón excesivamente altos son
contraproducentes, puesto que la empujan a una hacia delante sobre la punta de
los pies y la colocan en una postura forzada, andando casi en puntas de pie, lo
cual afecta de manera perjudicial a los órganos femeninos.
Ahora,
después de haberse examinado minuciosamente por todos los lados y desde todos
los ángulos, quítese la ropa y empiece a observar detalladamente todo su
cuerpo. ¿Hay alguna cosa que no le gusta de él? ¿Acaso las caderas? ¿O quizás
el vientre? Si no le gusta la apariencia de su cuerpo, sea franca consigo misma
y pregúntese por qué no le gusta. ¿Por qué está desproporcionado? ¿Será a lo
mejor porque bebe demasiado, o come con exceso, o fuma exageradamente? Puede
ocurrir que usted sea en exceso aficionada a las dulces. O, tal vez, sea muy
perezosa y no haga suficiente ejercicio físico. Por favor, sea ingenua y
sincera y no trate de engañarse. Si es
ejercicio físico lo que le hace falta, no diga que no tiene tiempo para ello.
Si una mujer como Elizabeth Arden, por ejemplo, que es la mujer más activa que
he conocido en mi vida, tiene tiempo para hacer ejercicio físico, no hay motivo
para que alguien diga que le falta tiempo para hacer algo para sí mismo.
Pero,
continúe examinándose y observándose con detenimiento. Cuando termine, tendrá
sin duda una imagen bastante exacta de sí misma y de la condición en que está.
Cuando
en su cuerpo vea, por ejemplo, una cicatriz, pregúntese si es que realmente
necesitó aquella operación. ¿Cuál fue la causa de esa condición mórbida? En la
mayoría de los casos se trata de una autointoxicación. Su salud, su disposición
corporal y psicológica, su apariencia y su figura mejorarían mucho si
practicase más ejercicio físico y comiese, bebiese y fumase menos. Estoy
totalmente segura.
Si
es de verdad sincera consigo misma, sabrá usted, sin duda alguna, a qué se debe
el que esté tan gorda o tan delgada; por qué su piel está marchita y su color
es pálido; de dónde provienen sus arrugas, su estreñimiento, la imposibilidad o
limitación física a que la tiene condenada su artritis, o de dónde proviene esa
enfermedad que la aqueja. Y si es de carácter impetuoso, a lo mejor hasta termina
dándose una sonora bofetada. Tengo un amigo que lo hizo. Me encontraba ausente
porque había ido a una asamblea importante, cuando oí que estaba enfermo; me
detuvo en su hotel al ir a casa, para averiguar qué podía hacer por él. Lo
encontré sentado delante de un gran espejo, hablando consigo mismo en voz alta.
-¿Con
que estás borracho otra vez? ¿Es que no prometiste dejar de beber? Ni siquiera
puedes andar. Eres un cerdo... ¡Peor que un cerdo!
Terminó
de decir esas palabras y se sacudió un bofetón, primero en una mejilla y luego
en la otra. Me alejé sigilosamente, sin que se enterase, porque no quería
avergonzarlo. Después de este dramático monólogo, no volvió a beber más en
su vida. Esta entrevista consigo mismo
le valió más que todos los ruegos y todos los argumentos que pudieran
presentarle su familia o sus amigos.
Después
que haya terminado con su examen físico, póngase algunas prendas de vestir,
recuéstese sobre la cama o sobre un diván cómodamente y póngase a considerar
con cuidado todas las causas posibles de sus trastornos: la tensión, el miedo,
la irritación, la decepción, la ansiedad, las represiones, etcétera, y los
remedios que usted cree que pueden ponerse a la situación.
Según
la medicina psicosomática, cerca de un centenar de distintas dolencias y
enfermedades pueden atribuirse, en determinadas circunstancias, a un estado
mental de depresión o de exasperación. Esto se refiere a padecimientos que
abarca, incluso, la colitis, el asma, la gripe, la apendicitis, los cálculos
biliares, las dolencias cardíacas, los desarreglos ováricos, la fiebre de heno,
etcétera.
De
ahí que la paz de la mente represente un factor esencial para la salud física.
La relajación elimina el miedo, la tensión y la irritación, y deja entrar al
equilibrio y al encanto, que son dos valores importantes de la belleza
femenina. Haya elegido la mujer ser ama de casa, o alguna carrera, siempre
deberá conservarse fundamentalmente femenina, y así será mucho más hermosa y
tendrá mucho más éxito que la mujer tensa, violenta e impulsiva. Además, existe
una razón más profunda de por qué la mujer debe expresar siempre el principio
del “eterno femenino”, si no quiere fracasar y extraviarse.
En
los días que corren, la mujer está pasando por un período crítico de
transición. Como vive en un ambiente de libertad nueva, y desconocida para
ella, puede llegar a sufrir más ahora, que la mujer de la generación anterior,
que carecía de dicha libertad. Claude Bragdon lo expresa con gran delicadeza en
su excelente libro <La mujer délfica>: <Por el momento, la mujer está
siendo víctima de su propia victoria: la sombra oscura de su nueva libertad es
su nueva soledad. Después de haber escapado de la opresión y de haber buscado
toda clase de experiencias y de saber, por el momento apartó, ética y culturalmente,
a su compañero, el hombre, a quien le presentó una batalla de competencia
industrial. No es comprendida por él en estos nuevos aspectos, porque no le
gusta; y la consecuencia es que, aunque las cosas suceden sin que nadie tenga
la culpa, la mujer está atormentada y crucificada en el fondo de su ser>.
Así
es como se ha establecido un serio antagonismo entre ambos sexos. Y continuarán
así las cosas, hasta que el hombre conceda a la mujer la igualdad como ser
humano. Por otra parte, la mujer, aunque en competencia con el hombre en el
mundo económico, tiene que ser siempre consciente de su esencial femineidad.
Tiene que dejar de imitarlo de una vez, de copiar sus actitudes y sus maneras,
y volver a ser ella misma. En eso radica su encanto y su fuerza.
Y
ahora vayamos a la conclusión de la entrevista que usted tuvo consigo misma.
Mírese por dentro y a fondo, y conteste a unas cuantas preguntas referentes a
sus cualidades invisibles. ¿Es usted una persona afectuosa o resentida,
bondadosa o perversa? ¿Tiene usted buen temperamento, es comprensiva y
generosa, o bien, avara, celosa y envidiosa?
Ser
hermosa de verdad supone ser hermosa por dentro y no sólo por fuera. No hay
maquillaje capaz de disimular una línea dura en las comisuras de la boca, una
expresión egoísta en el rostro, o una terrible mirada en los ojos.
Ahora,
permanezca absolutamente quieta un rato, y hágase después esta última pregunta:
-¿Soy
tan hermosa como podría ser? ...”
Una
excelente pregunta para toda mujer que se precie de tal...
Bendiciones.