Continuando
la temática del compartir anterior, quiero acercarles otro cuento que podrán
leer en el libro titulado “Madera Verde”. Este -al igual que “Cuentos
Rodados”- lleva el sello
indiscutible de la autoría de Mamerto Menapace. Lectura recomendada tanto para todo
tiempo y lugar como para cualquier edad. Profundidad, sencillez, humildad,
calidez y tantos otros sentimientos y emociones que nos suscitan estos cuentos ...
inundan el Alma de gozo ... deleitan los sentidos ... hacen latir el Corazón
con una fuerza vivificadora ...
Siendo
así, entonces, nada mejor que ir directo al grano:
“LA
OSTRA PERLIFERA
Era una ostra marina.
No un caracol. Marina era un bicho de profundidad y, como todas las de su raza,
había buscado la roca del fondo para agarrarse firmemente a ella. Una vez que
lo consiguió, creyó haber dado con el destino claro que le permitiría vivir sin
contratiempos su ser de ostra.
Pero el Señor había puesto su mirada en Marina. Y todo lo que en su vida sucedería,
tendría como gran responsable al mismo Señor Dios. Porque el Señor Dios en su
misterioso plan para ella, había decidido que Marina fuera valiosa. Ella
simplemente había deseado ser feliz.
Y
un día el Señor Dios colocó en Marina su granito de arena. Literalmente: un
granito de arena. Fue durante una tormenta de profundidad. De ésas que casi no
provocan oleaje de superficie, pero que remueven el fondo de los océanos.
Cuando
el granito de arena entró en su existencia. Marina se cerró violentamente. Así
lo hacía siempre que algo entraba en su vida. Porque es la manera de
alimentarse que tienen las ostras. Todo lo que entra en su vida es atrapado,
desintegrado y asimilado. Si esto no es posible, se expulsa hacia el exterior
el objeto extraño.
Pero
con el granito de arena, la Ostra Marina no pudo hacer lo de siempre. Bien
pronto constató que aquello era sumamente doloroso. La hería por dentro. Lejos
de desintegrarse, más bien la lastimaba a ella. Quiso entonces expulsar ese
cuerpo extraño. Pero no pudo.
Ahí
comenzó el drama de Marina. Lo que Dios le había mandado pertenecía a aquellas
realidades que no se dejan integrar, y que tampoco se pueden suprimir. El
granito de arena era indigerible e inexpulsable. Y cuando trató de olvidarlo,
tampoco lo pudo. Porque las realidades dolorosas que Dios envía son imposibles
de olvidar o de ignorar. Están siempre presentes.
Frente
a esta situación, se hubiera pensado que a Marina no le quedaba más que un
camino: luchar contra su dolor, rodeándolo con el pus de su amargura, generando
un tumor que terminaría por explotarle envenenando su vida y la de todos los
que la rodeaban.
Pero
en su vida había una hermosa cualidad. Era capaz de producir sustancias
sólidas. Normalmente las ostras dedican esta cualidad a su tarea de fabricarse
un caparazón defensivo, rugoso por fuera y terso por dentro. Pero también
pueden dedicarlo a la construcción de una perla. Y eso fue lo que realizó
Marina. Poco a poco, y con lo mejor de sí misma, fue rodeando el granito de
arena del dolor que Dios le había mandado, y a su alrededor comenzó a nuclear
una hermosa perla.
Me
han comentado que normalmente las ostras no tienen perlas. Que éstas son
producidas sólo por aquellas que se deciden a rodear, con lo mejor de sí
mismas, el dolor de un cuerpo extraño que las ha herido.
Muchos
años después de la muerte de Marina, unos buzos bajaron hasta el fondo del mar.
Cuando la sacaron a la superficie, se encontró en ella la hermosa perla de su
vida. Al verla brillar con todos los colores del cielo y del mar, nadie se
preguntó si Marina había sido feliz. Simplemente supieron que había sido
valiosa.”
La primera vez que leí este maravilloso
cuento, una catarata de lágrimas de emoción rodó por mis mejillas. Y cada
vez que vuelvo a leer este relato, mi Corazón se estremece de ternura. ¡Qué
bendición tan grande es contar con este “Ser de Luz” llamado Mamerto Menapace!.
¡Mi eterno agradecimiento a él, por compartir con sus semejantes tanto “Amor de
Dios” y a nuestro "Creador", por haberlo gestado en su seno y haberlo enviado aquí a la
Tierra! ...
Bendiciones.
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