miércoles, 15 de febrero de 2012

Modelando nuestra Mente


En su libro “Modelar tu mente”, capítulo 1, Ian Robertson (prestigioso especialista en rehabilitación cerebral) nos acerca sus reflexiones bajo el título “El eléctrico” y “Fuga de las cadenas de la biología”. Aquí expongo algunos de los conceptos extraídos del mismo:

  • Al oír el ladrido de un perro, el canto de un ave o el sonido de una bocina -por ejemplo-, en el acto mismo de oír estamos enviando una corriente eléctrica a través de millones de células cerebrales. Al hacer esto, hemos cambiado nuestro cerebro pues las células de un lado de la cabeza han descargado sus impulsos justo encima de nuestro ojo derecho.
  • Al leer estas palabras -por ejemplo- activamos con electricidad una parte muy distinta del cerebro. En ese preciso instante, nuestro cerebro bombea sangre extra al costado izquierdo y al fondo. Se trata de una clase distinta de esfuerzo mental respecto del punto anterior: en este caso la acción está dada por la transformación en pensamientos de las palabras impresas.
  • Nuestro cerebro consume una quinta parte de toda la energía que genera nuestro cuerpo con el descanso. Equivale a una lamparita de 20 voltios que brilla sin parar. Esta energía es necesaria para la vasta actividad de nuestras células cerebrales. Sólo nosotros somos el capitán de este asombroso navío.
  • Este hecho nos coloca frente a la posibilidad de “administrar” la electricidad de nuestras conexiones cerebrales a nuestro gusto, aún cuando padres y maestros hayan esculpido físicamente nuestro cerebro con lo que nos enseñaron. Si nos han enseñado a leer es porque la mente naturalmente no lo hace. De no haber sido así, “tú” o “yo” no seríamos lo que somos porque el “tú” o el “yo” surge de los incesantes murmullos e invocaciones del mundo en el umbral de nuestros sentidos.
  • A través de nuestros sentidos y en la red de nuestro cerebro, esta energía es transmutada en electricidad. “Tu” y “Yo” devolvemos esa energía al Universo mediante lo que elegimos hacer y decir. De esta manera, logramos mantener un íntimo contacto con el Universo: nosotros lo transformamos y el Universo nos transforma.
  • Las conversaciones que mantenemos, los hechos que presenciamos y el Amor que recibimos cambian físicamente nuestro cerebro. Esto es así durante toda la Vida, no sólo en la infancia.
  • Los asombrosos avances de la genética han llevado a aceptar que lo que “tú” eres como ser humano está predeterminado en tus genes. Esto es así en gran medida, pero no tanto cuando se trata de determinar en qué puedes “convertirte”.
  • La última parte del cerebro en desarrollarse en los seres humanos está constituida por los lóbulos frontales, detrás de la frente y encima de los ojos. Es la última zona cerebral en conectarse, hecho que se completa a los veinte años de edad. Esta es la parte del cerebro que nos hace verdaderamente humanos.
  • En los lóbulos frontales se forja la imagen de nosotros mismos y es en correspondencia con esta imagen que salimos a interactuar con el mundo. En los lóbulos, nos proyectamos al futuro y nos abrimos paso por la Vida mediante planes y objetivos. El “tú” eléctrico, nacido del Amor y la experiencia, tranquiliza nuestra biología heredada desplegando sus alas en los suaves vientos de las relaciones humanas y la civilización.
  • En los lóbulos frontales, nosotros concebimos lo que nos transmiten otras personas con todo lo que eso representa en cuanto a moral, confianza, fe y Amor. Sin los lóbulos frontales, no puede existir la consciencia, la voluntad ni la humanidad civilizada. De todas las zonas del cerebro, los lóbulos frontales son las más adaptables a los incesantes jaleos y murmullos que el mundo envía a los sentidos. Los lóbulos frontales son el regalo que nos ha hecho la evolución. Allí residen la consciencia de nosotros mismos y la pérdida de la inocencia.
  • Somos únicos porque la evolución nos ha dotado de la capacidad de decidir nuestro destino y de formar nuestro cerebro. Si bien gran parte de nuestro comportamiento está influenciado genéticamente, por medio de la civilización y la cultura podemos moldear el cerebro humano. Y al hacerlo, escapamos de las cadenas de la bilogoía.
 

Bendiciones.

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