En su libro “Amar o depender”, Walter Riso (cursó estudios universitarios de psicología, se especializó en terapia cognitiva y obtuvo una maestría en bioética; alterna el ejercicio de la cátedra universitaria con la publicación de textos científicos y de divulgación de diversos medios) nos invita a “superar el apego afectivo y hacer del amor una experiencia plena y saludable”. En mi opinión, es una lectura sumamente recomendada tanto para hombres y mujeres que se atreven a vivir la VIDA, como para aquellos que necesitan del impulso adecuado para decidirse a vivirla.
En las páginas 118 a 121, Walter nos habla de la transcendencia y responde a la pregunta ¿porqué el principio del sentido de vida genera inmunidad al apego afectivo?. Nos dice que “el hecho de creer que estamos participando en un proyecto universal -aceptando la importancia de ello- nos coloca, automáticamente, en el plano espiritual”. Nos dice, también, “que la vida evoluciona en un sentido de complejidad creciente, donde posiblemente seamos la punta de lanza de una transformación que no percibimos aún”. Cita al gran maestro Teilhard de Chardin, quien ha dicho alguna vez que “La creación no se ha terminado: se está llevando a cabo en este instante”. Nos aclara que “trascender significa “tomar conciencia” (darse cuenta) de que soy, posiblemente, mucho más de lo que creo ser. Sentir que se está participando en un proyecto universal nos hace fuertes, nos aleja de lo mundano y cuestiona nuestra presencia en el planeta. Los animales no saben que van a morir, nosotros sí. No cabe duda: los ideales, cualquiera que sea su origen, nos hacen crecer”. Y cita a Voltaire, quien ha dicho: “Si Dios no existiera, habría que inventarlo”. Continúa sus reflexiones diciéndonos que “el más allá no es incompatible con el más acá. Dios no exige tanto. Crecer espiritualmente no es discrepante con el amor terreno, pícaro y cariñosamente contagioso que sentimos por la pareja. Exaltar la vida interior ayuda a desprenderse de los lastres del apego, pero nada tiene que ver con desamor”. Magníficamente, Walter nos alecciona respecto al porqué el sentido de vida produce -lo que denomina- esquemas antiapego y promueve maneras más sanas de relacionarse afectivamente, al menos en cuatro áreas básicas:
· “Las personas que adquieren un sentido de vida logran distanciarse de las cosas mundanas, y adquieren una visión más completa y profunda de su vida. En general, no se apegan tanto a las cosas terrenales, incluido el afecto. No es que no les interese lo material, sino que logran ubicarlo en el sitio que se merece.”
· “De manera similar a lo que ocurre con el principio de exploración, el desarrollo de los talentos naturales permite una expansión de la conciencia afectiva. Al haber otras fuentes de satisfacción, la preferencia motivacional deja de existir. Se debilita el esquema de exclusividad placentera por la pareja y se promueve la independencia psicoafectiva. El gusto por la vida también empieza a incluir la propia autorrealización.”
· “La trascendencia permite redimensionar la experiencia del sufrimiento. No es que se soporte más el dolor, sino que se diluye, se reubica en otro contexto y se le otorga un nuevo significado. Las personas con una vida espiritual intensa son más fuertes ante la adversidad, y emocionalmente más maduras. Aprenden a renunciar y a darse por vencidas cuando deben hacerlo.”
· “Participar en la idea de un proyecto universal me otorga un sentido de pertenencia especial. Un punto de referencia interior con la esencia misma de la vida, que elimina la necesidad de protección y disminuye la vulnerabilidad al daño. La idea de una misión personal nos exonera de inmediato de cualquier apego.”
Bendiciones.
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