Alguien
dijo alguna vez que “hace falta vicio para que la virtud resulte agradable”. Ciertamente, cuando traspasamos nuestros
límites y miramos hacia atrás, es cuando nos encontramos con “nuestra
sombra”, esa parte de todo ser humano que tanto y tan bien nos encargamos
de negar, reprimir y que intentamos -por todos los medios- alejar de nosotros;
tarea que resulta absolutamente imposible. ¿Qué es la “sombra”?. La “sombra”
es el término con el cual -en el ámbito
de la psicología- se conoce a todos los aspectos de nuestra personalidad que
nos resultan indeseables y que -por tanto- intentamos ocultar a la vista de los
demás. En nuestro vano accionar para que solamente aquellos aspectos que
consideramos aceptables por nuestro entorno o por la sociedad sean los que
salgan a la luz, la “sombra” va ejecutando, en secreto, el proceso que
deja al descubierto nuestro lado más temido, menos explorado y más negado. El “santo”
y el “pecador” conviven en cada uno de nosotros, en un ensamble perfecto
que nos permite evolucionar de acuerdo a nuestro camino de integración de ambos
aspectos. Es la “unidad” o “compleción” que estamos llamados a
descubrir en cada uno de nosotros. Las dos caras de una misma moneda. Los polos
opuestos que se complementan. A medida que vamos transitando el camino del
“auto-conocimiento” nos encontrarnos con una poderosa herramienta de trabajo: “las
proyecciones”. Amante del juego de las escondidas, la “sombra” se
vuelve camaleónica y encuentra su hábitat preferido en ellas. ¿Qué son las “proyecciones”?.
Pues bien, simplemente son los aspectos que -a nuestro entender- son
indeseables y que adjudicamos a nuestros semejantes. Por ejemplo, si yo creo
que “ser distraída” es un defecto mal visto por la sociedad o por mi entorno,
extremaré los recaudos a tomar a fin de mantener siempre el control en todo, al
tiempo que tendré la mirada siempre puesta hacia quienes se “distraen”. Tal
vez, alguna experiencia de mi niñez me haya llevado a semejante creencia y ella
haya quedado tan arraigada en mi inconsciente, que ya la he perdido de vista y
-por ende- ha pasado a incrementar el caudal de mi sombra. Pero resulta que
-tanto para este caso como para cualquier otro- “yo no soy mis estados de
ánimo ni mis emociones”, “yo no
puedo ser distraída” sino “estar distraída” y como estado, mi
distracción puede aparecer o desaparecer conforme se vayan suscitando diversas
circunstancias en mi Vida. Todos los seres humanos tenemos posibilidades de
generar las mismas emociones, los mismos sentimientos, todo está en cada uno de
nosotros, desde lo que consideramos vicio hasta lo que consideramos virtud. El
conflicto se inicia cuando nos identificamos con la emoción o con el
sentimiento en lugar de experimentarlo en toda su plenitud y -por ende- dejar
que fluya, que siga su curso natural y así nos informe acerca de una situación
que nos invita a evolucionar. Para saber si estamos proyectando o no, deberemos
analizar si la persona o hecho en que nos enfocamos “nos informa”, es
decir si lo que recibimos nos sirve como información o si “nos afecta”.
Si nos informa, es muy probable que no haya proyección; por el contrario, si
nos afecta, es altamente probable que la proyección exista. Creo que, después
de leer estas líneas, es un buen momento para preguntarte:
- ¿Cómo te llevás con tu sombra?
- ¿Sos consciente de su existencia?
- ¿Has logrado ya integrar unos pocos, unos cuantos o todos los aspectos que alberga el alma humana?
- ¿Has estado o estás tratando de escaparle a tu sombra?
- ¿Cuáles te parecen que pueden ser tus virtudes y tus vicios más arraigados?
- ¿Alguna vez te has planteado realizar algún cambio y el intento ha sido infructuoso?
- ¿Qué tal si te planteas hacer un nuevo intento comenzando por iluminar “tus sombras” y por reconocer “tus proyecciones”?
Bendiciones.
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