Gracias a mi querido amigo, Rubens, tengo la fortuna de estar leyendo el libro titulado "El ojo del Yo" - del que nada está oculto, cuya autoría corresponde al Dr. David R. Hawkins (pionero de la medicina y de la investigación de la conciencia; maestro espiritual y conocedor profundo de las tradiciones que ha recibido -por esta obra- elogios de numerosos científicos, premios Nobel y otras personalidades destacadas como Madre Teresa de Calcuta).
Entiendo que resulta bien cierto que: "Este libro tiene la virtud de presentar y contextualizar las experiencias espirituales de tal modo que se hacen comprensibles para la razón" (como -en mi opinión- muy acertadamente dice en la contratapa del libro).
En esta oportunidad quiero compartir, con todos ustedes, algunas reflexiones que -desde mi punto de vista- resultan sumamente interesantes. Tal vez, sirvan para invitarnos a dedicar algunos minutos del día, a contemplar nuestra vida desde una óptica absolutamente diferente y ello nos conduzca a efectuar los cambios de rumbo que sean necearios.
Opino que tiene tanta importancia y relevancia este tema, que amerita ponerlos inmediatamente al corriente sobre:
(páginas 85 a 92)
"La vida cotidana
La intención se define por el contexto que determina el motivo. Es el motivo el que establece el valor espiritual. Consagrar las propias acciones como un servicio de amor a la vida es santificarlas y transformarlas, desde motivos autogratificantes en dones desinteresados. Definimos, la excelencia como una consagración a los más altos valores. Así, cada acción se puede entender como una oportunidad para glorificar a Dios mediante la pureza del esfuerzo. Cualquier trabajo físico puede ser una parte de nuestra contribución al mundo. Hasta el trabajo más sencillo se puede ver como algo que sirve al bien común; y, visto bajo esta luz, el trabajo se ennoblece.
En función del modo en que se contextualice la vida, encontraremos alegría o resentimiento. Lo que hacemos a regañadientes pasamos a hecerlo con generosidad. Si los demás se benefician de los esfuerzos de uno, tanto mejor. Todos tienen la oportunidad de contribuir a la armonía y a la belleza favoreciendo a los demás y dando apoyo así al espíritu humano. Todo aquello que damos gratuitamente a la vida termina por volver a nosotros, porque nosotros somos también parte de la vida. Como las ondas en el agua, cada cosa que se da regresa a aquel que lo ofreció. Lo que afirmamos en los demás, lo afirmamos en nostoros mismos.
La vida espiritual
Para ser realistas, hemos de tener en cuenta que, en nuestra sociedad, consagrar la vida a alcanzar la iluminación es poco habitual y relativamente raro. El objetivo de la sociedad en su conjunto es tener éxito en el mundo, mientras que el objetivo de la iluminación es trascenderlo. Conviene recordar que el mundo funciona dentro del limitado paradigma newtoniano de causalidad lineal, que tiene sus percepciones imperantes de lo que es <real>.
Por otra parte, la espiritualidad se basa en realidades invisibles y esferas de no dualidad y, por tanto, puede parecer poco real o, en el mejor de los casos, una rareza para el mundo ordinario.
Para el realista duro de mollera, que opera a partir del reduccionismo material y de <resultados> mensurables y concretos, los valores del que se compromete en la búsqueda espiritual parecen vagos, efímeros y sospechosos. [...]
Normalmente, la mayoría de las personas entienden la espiritualidad o la religión (que, por cierto, confunden entre sí) como algo que tiene que ver con <lo correcto y lo erróneo>. La sociedad, en su conjunto, está sumida en los opuestos moralistas del bien y del mal, que trae como consecuencia todo un panorama de instituciones sociales de leyes, prisiones, reglamentos gubernamentales, impuestos, contabilidad, tribunales, policía, ejército, política y guerra.
En cambio, las organizaciones puramente espirituales carecen de estructuras autoritarias, no poseen inmuebles ni edificios, no tienen oficinas, tesorerías, bienes o dinero, evitan manifestar punto de vista alguno y no se implican en los asuntos exteriores. Intrínsicamente, las organizacioens espirituales no hacen declaraciones públicas, y operan únicamente a partir de la adherencia voluntaria a los principios espirituales. No hacen proselitismo y, aunque no tengan empleados, funcionan gracias al servicio. No tienen deudas, obligaciones o inversiones, y así, el que es verdaderamente espiritual puede decir que está <en el mundo, pero no es de él>. La espiritualidad no busca reconocimientos, pero tampoco acepta culpabilidades.
Los mejores ejemplos de tales grupos en la sociedad actual son los llamados grupos de <12 pasos>, cuyo único poder deriva de su pureza espiritual, y que han evolucionado hasta el punto de ocuparse de gran número de sufrimeintos humanos. [...]
La vida se hace excepcional en virtud del contexto y de la intención, gracias a los cuales se opta por una jerarquía de valores que motiva toda las actividades. La diferencia entre la vida ordinaria y la vida excepcional es principalmente de contexto. Valorar el amor por encima de las ganancias constituye ya un cambio de actitud tal que transforma la vida.
Cuando la gente se inspira en lo espiritual y se consagra a ello, su vida puede sufrir importantes trastornos. Muchas de estas personas dejan de pronto empleos, carreras, familia, amigos y posiciones, y con frecuencia parten hacia lugares remotos. Toda esta mudanza suele verse con alarma entre familiares y allegados, que buscan explicaciones psicológicas plausibles. En el mundo ordinario, la gente sana no echa el cerrojo de pronto y lo deja todo con el fin de encontrar a Dios. Los aspirantes espirituales confunden lo mundanal con su disposición a dejarlo todo para seguir una llamado interior invisible. Y dado que los objetivos de una persona de orientación espiritual son invisibles, para el mundo ordinario puede parecer que la persona se ha vuelto loca, o que está intentando <escapar de la realidad>.
También puede suceder que los familiares o los amigos se sientan molestos o resentidos por la aparente deserción y por el rechazo a los objetivos por los que el resto del mundo se esfuerza. Dejar privilegios, dinero, poder y posición puede parecerles un ultraje o, incluso, un insulto. Muchos devotos adoptan un estilo de vida sencillo, no material, algo que a los antiguos allegados se les antoja una <deserción de responsabilidades>.
Los grupos espirituales
Unirse a un grupo o a una organización espiritual es una decisión personal que viene determinada por muchos factores, tanto del presente como del pasado. [...]
El entusiasmo y el celo no sustituyen a la verdad, así como tampoco la creencia en la fe de miles o millones de seguidores. El discernimiento espiritual es un raro don e, históricamente hablando, no se da hasta que el <tercer ojo> se abre con la visión espiritual. Hasta que esto sucede, cualquier buscador espiritual, por serio que sea, puede llevarse a engaño. Si el impostor espiritual no impresionara, si no fuera carismático y convincente, no tendría seguidores. Para descubrir la diferencia, hace falta un experto, o una persona con una consciencia avanzada. El motivo de este error espiritual es que el error del falso gurú es un error de contexto, y el contexto se halla más allá de la limitada percepción del iniciado.
La erudición tampoco es una garantía de verdad. Hay maestros de gran brillantez pero, si se investiga, uno puede descubrir que el chakra del corazón está desequilibrado. En cambio, maestros sumamente amorosos que son <todo corazón>, pero en los cuales el tercer ojo o el chakra corona está <fuera de servicio>, llevan a sus seguidores por un sendero errante que puede llegar a convertirse en la más dolorosa de las experiencias humanas, en la cual la desilusión espiritual lleva a la depresión e, incluso, al suicidio.
Las principales religiones tradicionales
La admonición, caveat emptor, se aplica sin excepción. Muchas de las grandes religiones del mundo tuvieron su origen en primitivas tribus y culturas nómadas. Y la ignorancia en aquellas épocas era mucho mayor. A las personas ignorantes se las suele convencer e impresionar con facilidad, en especial mediante el miedo y la superstición, y suelen pensar en términos antropomórficos. En aquellos días, los cultos eran desenfrenados. La ciencia no existía y, por tanto, muchos conocimientos de la naturaleza se atribuían a poderes sobrenaturales. De ahí que, para influir en estos poderes, se utilizara multitud de amuletos, trozos de animales, huesos, piedras, figuras talladas, sonidos mágicos y símbolos. También se hacía uso de lugares de la tierra y fenómenos de la naturaleza, montañas y volcanes, junto con tierras sagradas o lugares y ruinas <santos>.
Los <dioses> eran los reponsables de los grandes desastres de la Tierra y de sus cualidades. Hambrunas, inundaciones, terremotos, eclipses de Sol y posiciones de las estrellas se envolvían con un significado sobrenatural y con poderes mágicos. La gente adoraba a los animales y a los espíritus de los animales. El animismo imperaba. Y en torno a todo esto estaban los <espíritus>. De ahí que la manipulación de espíritus también se impusiera. Drogas sagradas, encantamientos, hechizos, trances, conjuros y sacrificios se consideraban de gran valor. Había que aplacar a los dioses iracundos mediante la inanición, la flagelación, el sacrificio de animales, la mutilación, jugando con animales peligrosos y cobras, yaciendo en lechos de clavos, mortificando la carne, llevando una vida de <santa> pobreza que traía enfermedades, con rituales dolorosos y con la matanza de animales, aves de corral y vírgenes.
La cultura de la cual emergieron las religiones fue, en muchas ocasiones, un cenagal de salvajismo e ignorancia. Resulta incomprensible el motivo por el cual se pudo llegar a pensar que a Dios le complacía el derramamiento de sangre de los animales o la muerte de una doncella, a menos que uno se de cuenta de que estas culturas habían generado dicha creencia y habían deificado aquello que era el opuesto exacto de Dios. Estas graves distorsiones de la verdad surgen como proyecciones del lado oscuro del ego, y estos <dioses> negativos eran en realidad los dioses de la cólera, dados a la venganza, los celos, la envidia, el rencor, la represalia, la condena, la ira, la destrucción, el castigo, la condena a las penas del infierno y la destrucción de civilizaciones enteras mediante pestes, hambrunas, inundaciones, incendios y tempestades.
Las religiones que emergieron de cenagales así cargados de negatividad solían enfatizar y concentrarse en cosas negativas como el pecado, el infierno, el castigo y la justicia, y las utilizaban como excusa para todo tipo de crueldades, guerras, mutilaciones, persecuciones, condenas, ejecuciones en la hoguera, destierros, encarcelamientos y desmembramientos. Y se creía que todo esto era santo porque se había deificado el sufrimiento en todas sus formas. De ahí que fuera loado el matar infieles, y que se viera justificado el conflicto. Esto se podía racionalizar en todo momento invocando pasadas injusticias culturales, que parecían justificar la retribución a lo largo de siglos y de generaciones.
Dominada por esta negatividad, la religión se convirtió en la peor opresora de la sociedad, perpetradora de las más flagrantes injusticias y crueldades. Una cultura que viva por el veneno de la cólera, esperará y proyectará un dios amenazador, cruel y violento. Pero identificar a los <dioses del infierno> con el Dios del Cielo constituye un error espiritual tan imponente y asombroso que resulta casi incomprensible la extensión y la gravedad de las consecuencias que este error ha llegado a tener para la humanidad.
A esta consciencia se le reveló el sufrimiento humano en toda su extensión en un momento temprano de la vida, y la revelación fue tremendamente impactante. En aquel instante, la religión se vio reemplazada por el ateísmo. No resultaba comprensible la creencia en un dios que había creado tanto horror y tanto sufrimiento. Años más tarde, se tomó conciencia de que el error había estado en atribuirle a Dios las cualidades del ego.
Retrospectivamente, es evidente que el ateísmo no era más que el rechazo a los falsos dioses de la humanidad, porque había una intuición espiritual dominante que sostenía que un dios verdadero sería lo opuesto de lo que se predicaba en la religión. Esa intuición vino confirmada más tarde, cuando la aparición del resplandor de la Divinidad dentro de esta consciencia echó abajo lo que quedaba de tan absurdas creencias. [...]
Sin duda, la historia de la civilización de los últimos cinco mil años ha sido una historia de horrores ininterrumpidos, que culminaron en el último siglo con la matanza de millones de personas. La identificación de los dioses con los demonios ha tenido consecuencias vastas y de enorme gravedad para la humanidad.
En este escenario histórico, hubo no obstante personas de gran altura espiritual que protestaron contra la destrucción, pero la sociedad no tardó en etiquetarlos como enemigos que había que silenciar. En una sociedad ciega, a aquel que protesta porque aún puede ver la luz se le ve como a un antipatriota, un iconoclasta, un psicótico o un cobarde, una amenaza para el sistema establecido. El no condescender con los espejismos socialmente imperantes se contempla como peligrosos y subversivo.
A lo largo de la historia, los raros devotos del espíritu que experimentaron elevados estados de consciencia, o que experimentaron la iluminación, recibieron el nombre de místicos y se les marcó como herejes, siendo perseguidos, excomulgados y quemados en la hoguera. Sus enseñanzas eran una amenaza para las estructuras de poder que se basaban en el error espiritual. La regla de la culpa, el pecado y el miedo se veía amenazada por un Dios de infinita misericordia, compasión y amor incondicional.
Hasta ahora, el discernimiento del ser humano no ha llegado a ver que la verdad trae la paz, mientras que la falsedad trae el miedo. . Es así como se puede discernir la diferencia. [...]
El anterior Papa Juan Pablo II, se manifestaba en contra de las matanzas, las ejecuciones y la Inquisición, y hablaba del fracaso en la defensa de los inocentes y los oprimidos.
Como una primavera, surge la promesa de una nueva era en la forma con la que el hombre entiende a Dios. Ahora, el nivel de consciencia de la humanidad es lo suficientemente alto como para reconocer la verdad de un Dios del AAmor, en vez de dar culto al dios de la culpabilidad y del odio.
La humanidad se encuentra ahora en el gran umbral de un verdadero despertar; que puede ser la verdadera naturaleza de la Segunda Venida de Cristo que se anticipa en las escrituras. La civilización casi alcanzó el punto del autoexterminio nuclear, antes de tocar fondo y volver de nuevo a la Luz. [...]
Ha sido en los últimos años cuando la humanidad ha aceptado la gracia del discernimiento entre verdad y error. La guillotina ya no es un símbolo de igualdad, libertad y fraternidad. Ahora, la sociedad se encuentra con nuevos dilemas morales en la interacción de los residuos del viejo dios y el nuevo paradigna de la realidad. Ahora, nos encontramos con paradojas como la de los ateos, que van a los tribunales para establecer su derecho a la libertad, concedido por Dios, tal como dice la Constitución y la Carta de Derechos, que afirman que tales libertades y derechos provienen del hecho de que Dios creara a todos los hombres iguales. [...]
Ahora se antoja como una realidad plausible que se pueda alcanzar de verdad ese Cielo, cuando una nueva esperanza emerge de la sombría desesperación de generaciones y generaciones de seres humanos. La humanidad está en vías de renacer, y el Dios de la Alegría está reemplazando al dios del terror y del miedo. [...]"
Entiendo que la "Humanidad" se encuentra en un punto sumamente crítico de su existencia: un punto de inflexión que aguarda a la espera de que los "Seres Humanos" optemos por construir nuestroo devenir cotidiano desde la perspectiva de un "Mundo Mejor" donde la Paz, la Alegría y el Amor sean los pilares fundamentales de nuestra Vida...
Entiendo que resulta bien cierto que: "Este libro tiene la virtud de presentar y contextualizar las experiencias espirituales de tal modo que se hacen comprensibles para la razón" (como -en mi opinión- muy acertadamente dice en la contratapa del libro).
En esta oportunidad quiero compartir, con todos ustedes, algunas reflexiones que -desde mi punto de vista- resultan sumamente interesantes. Tal vez, sirvan para invitarnos a dedicar algunos minutos del día, a contemplar nuestra vida desde una óptica absolutamente diferente y ello nos conduzca a efectuar los cambios de rumbo que sean necearios.
Opino que tiene tanta importancia y relevancia este tema, que amerita ponerlos inmediatamente al corriente sobre:
(páginas 85 a 92)
"La vida cotidana
La intención se define por el contexto que determina el motivo. Es el motivo el que establece el valor espiritual. Consagrar las propias acciones como un servicio de amor a la vida es santificarlas y transformarlas, desde motivos autogratificantes en dones desinteresados. Definimos, la excelencia como una consagración a los más altos valores. Así, cada acción se puede entender como una oportunidad para glorificar a Dios mediante la pureza del esfuerzo. Cualquier trabajo físico puede ser una parte de nuestra contribución al mundo. Hasta el trabajo más sencillo se puede ver como algo que sirve al bien común; y, visto bajo esta luz, el trabajo se ennoblece.
En función del modo en que se contextualice la vida, encontraremos alegría o resentimiento. Lo que hacemos a regañadientes pasamos a hecerlo con generosidad. Si los demás se benefician de los esfuerzos de uno, tanto mejor. Todos tienen la oportunidad de contribuir a la armonía y a la belleza favoreciendo a los demás y dando apoyo así al espíritu humano. Todo aquello que damos gratuitamente a la vida termina por volver a nosotros, porque nosotros somos también parte de la vida. Como las ondas en el agua, cada cosa que se da regresa a aquel que lo ofreció. Lo que afirmamos en los demás, lo afirmamos en nostoros mismos.
La vida espiritual
Para ser realistas, hemos de tener en cuenta que, en nuestra sociedad, consagrar la vida a alcanzar la iluminación es poco habitual y relativamente raro. El objetivo de la sociedad en su conjunto es tener éxito en el mundo, mientras que el objetivo de la iluminación es trascenderlo. Conviene recordar que el mundo funciona dentro del limitado paradigma newtoniano de causalidad lineal, que tiene sus percepciones imperantes de lo que es <real>.
Por otra parte, la espiritualidad se basa en realidades invisibles y esferas de no dualidad y, por tanto, puede parecer poco real o, en el mejor de los casos, una rareza para el mundo ordinario.
Para el realista duro de mollera, que opera a partir del reduccionismo material y de <resultados> mensurables y concretos, los valores del que se compromete en la búsqueda espiritual parecen vagos, efímeros y sospechosos. [...]
Normalmente, la mayoría de las personas entienden la espiritualidad o la religión (que, por cierto, confunden entre sí) como algo que tiene que ver con <lo correcto y lo erróneo>. La sociedad, en su conjunto, está sumida en los opuestos moralistas del bien y del mal, que trae como consecuencia todo un panorama de instituciones sociales de leyes, prisiones, reglamentos gubernamentales, impuestos, contabilidad, tribunales, policía, ejército, política y guerra.
En cambio, las organizaciones puramente espirituales carecen de estructuras autoritarias, no poseen inmuebles ni edificios, no tienen oficinas, tesorerías, bienes o dinero, evitan manifestar punto de vista alguno y no se implican en los asuntos exteriores. Intrínsicamente, las organizacioens espirituales no hacen declaraciones públicas, y operan únicamente a partir de la adherencia voluntaria a los principios espirituales. No hacen proselitismo y, aunque no tengan empleados, funcionan gracias al servicio. No tienen deudas, obligaciones o inversiones, y así, el que es verdaderamente espiritual puede decir que está <en el mundo, pero no es de él>. La espiritualidad no busca reconocimientos, pero tampoco acepta culpabilidades.
Los mejores ejemplos de tales grupos en la sociedad actual son los llamados grupos de <12 pasos>, cuyo único poder deriva de su pureza espiritual, y que han evolucionado hasta el punto de ocuparse de gran número de sufrimeintos humanos. [...]
La vida se hace excepcional en virtud del contexto y de la intención, gracias a los cuales se opta por una jerarquía de valores que motiva toda las actividades. La diferencia entre la vida ordinaria y la vida excepcional es principalmente de contexto. Valorar el amor por encima de las ganancias constituye ya un cambio de actitud tal que transforma la vida.
Cuando la gente se inspira en lo espiritual y se consagra a ello, su vida puede sufrir importantes trastornos. Muchas de estas personas dejan de pronto empleos, carreras, familia, amigos y posiciones, y con frecuencia parten hacia lugares remotos. Toda esta mudanza suele verse con alarma entre familiares y allegados, que buscan explicaciones psicológicas plausibles. En el mundo ordinario, la gente sana no echa el cerrojo de pronto y lo deja todo con el fin de encontrar a Dios. Los aspirantes espirituales confunden lo mundanal con su disposición a dejarlo todo para seguir una llamado interior invisible. Y dado que los objetivos de una persona de orientación espiritual son invisibles, para el mundo ordinario puede parecer que la persona se ha vuelto loca, o que está intentando <escapar de la realidad>.
También puede suceder que los familiares o los amigos se sientan molestos o resentidos por la aparente deserción y por el rechazo a los objetivos por los que el resto del mundo se esfuerza. Dejar privilegios, dinero, poder y posición puede parecerles un ultraje o, incluso, un insulto. Muchos devotos adoptan un estilo de vida sencillo, no material, algo que a los antiguos allegados se les antoja una <deserción de responsabilidades>.
Los grupos espirituales
Unirse a un grupo o a una organización espiritual es una decisión personal que viene determinada por muchos factores, tanto del presente como del pasado. [...]
El entusiasmo y el celo no sustituyen a la verdad, así como tampoco la creencia en la fe de miles o millones de seguidores. El discernimiento espiritual es un raro don e, históricamente hablando, no se da hasta que el <tercer ojo> se abre con la visión espiritual. Hasta que esto sucede, cualquier buscador espiritual, por serio que sea, puede llevarse a engaño. Si el impostor espiritual no impresionara, si no fuera carismático y convincente, no tendría seguidores. Para descubrir la diferencia, hace falta un experto, o una persona con una consciencia avanzada. El motivo de este error espiritual es que el error del falso gurú es un error de contexto, y el contexto se halla más allá de la limitada percepción del iniciado.
La erudición tampoco es una garantía de verdad. Hay maestros de gran brillantez pero, si se investiga, uno puede descubrir que el chakra del corazón está desequilibrado. En cambio, maestros sumamente amorosos que son <todo corazón>, pero en los cuales el tercer ojo o el chakra corona está <fuera de servicio>, llevan a sus seguidores por un sendero errante que puede llegar a convertirse en la más dolorosa de las experiencias humanas, en la cual la desilusión espiritual lleva a la depresión e, incluso, al suicidio.
Las principales religiones tradicionales
La admonición, caveat emptor, se aplica sin excepción. Muchas de las grandes religiones del mundo tuvieron su origen en primitivas tribus y culturas nómadas. Y la ignorancia en aquellas épocas era mucho mayor. A las personas ignorantes se las suele convencer e impresionar con facilidad, en especial mediante el miedo y la superstición, y suelen pensar en términos antropomórficos. En aquellos días, los cultos eran desenfrenados. La ciencia no existía y, por tanto, muchos conocimientos de la naturaleza se atribuían a poderes sobrenaturales. De ahí que, para influir en estos poderes, se utilizara multitud de amuletos, trozos de animales, huesos, piedras, figuras talladas, sonidos mágicos y símbolos. También se hacía uso de lugares de la tierra y fenómenos de la naturaleza, montañas y volcanes, junto con tierras sagradas o lugares y ruinas <santos>.
Los <dioses> eran los reponsables de los grandes desastres de la Tierra y de sus cualidades. Hambrunas, inundaciones, terremotos, eclipses de Sol y posiciones de las estrellas se envolvían con un significado sobrenatural y con poderes mágicos. La gente adoraba a los animales y a los espíritus de los animales. El animismo imperaba. Y en torno a todo esto estaban los <espíritus>. De ahí que la manipulación de espíritus también se impusiera. Drogas sagradas, encantamientos, hechizos, trances, conjuros y sacrificios se consideraban de gran valor. Había que aplacar a los dioses iracundos mediante la inanición, la flagelación, el sacrificio de animales, la mutilación, jugando con animales peligrosos y cobras, yaciendo en lechos de clavos, mortificando la carne, llevando una vida de <santa> pobreza que traía enfermedades, con rituales dolorosos y con la matanza de animales, aves de corral y vírgenes.
La cultura de la cual emergieron las religiones fue, en muchas ocasiones, un cenagal de salvajismo e ignorancia. Resulta incomprensible el motivo por el cual se pudo llegar a pensar que a Dios le complacía el derramamiento de sangre de los animales o la muerte de una doncella, a menos que uno se de cuenta de que estas culturas habían generado dicha creencia y habían deificado aquello que era el opuesto exacto de Dios. Estas graves distorsiones de la verdad surgen como proyecciones del lado oscuro del ego, y estos <dioses> negativos eran en realidad los dioses de la cólera, dados a la venganza, los celos, la envidia, el rencor, la represalia, la condena, la ira, la destrucción, el castigo, la condena a las penas del infierno y la destrucción de civilizaciones enteras mediante pestes, hambrunas, inundaciones, incendios y tempestades.
Las religiones que emergieron de cenagales así cargados de negatividad solían enfatizar y concentrarse en cosas negativas como el pecado, el infierno, el castigo y la justicia, y las utilizaban como excusa para todo tipo de crueldades, guerras, mutilaciones, persecuciones, condenas, ejecuciones en la hoguera, destierros, encarcelamientos y desmembramientos. Y se creía que todo esto era santo porque se había deificado el sufrimiento en todas sus formas. De ahí que fuera loado el matar infieles, y que se viera justificado el conflicto. Esto se podía racionalizar en todo momento invocando pasadas injusticias culturales, que parecían justificar la retribución a lo largo de siglos y de generaciones.
Dominada por esta negatividad, la religión se convirtió en la peor opresora de la sociedad, perpetradora de las más flagrantes injusticias y crueldades. Una cultura que viva por el veneno de la cólera, esperará y proyectará un dios amenazador, cruel y violento. Pero identificar a los <dioses del infierno> con el Dios del Cielo constituye un error espiritual tan imponente y asombroso que resulta casi incomprensible la extensión y la gravedad de las consecuencias que este error ha llegado a tener para la humanidad.
A esta consciencia se le reveló el sufrimiento humano en toda su extensión en un momento temprano de la vida, y la revelación fue tremendamente impactante. En aquel instante, la religión se vio reemplazada por el ateísmo. No resultaba comprensible la creencia en un dios que había creado tanto horror y tanto sufrimiento. Años más tarde, se tomó conciencia de que el error había estado en atribuirle a Dios las cualidades del ego.
Retrospectivamente, es evidente que el ateísmo no era más que el rechazo a los falsos dioses de la humanidad, porque había una intuición espiritual dominante que sostenía que un dios verdadero sería lo opuesto de lo que se predicaba en la religión. Esa intuición vino confirmada más tarde, cuando la aparición del resplandor de la Divinidad dentro de esta consciencia echó abajo lo que quedaba de tan absurdas creencias. [...]
Sin duda, la historia de la civilización de los últimos cinco mil años ha sido una historia de horrores ininterrumpidos, que culminaron en el último siglo con la matanza de millones de personas. La identificación de los dioses con los demonios ha tenido consecuencias vastas y de enorme gravedad para la humanidad.
En este escenario histórico, hubo no obstante personas de gran altura espiritual que protestaron contra la destrucción, pero la sociedad no tardó en etiquetarlos como enemigos que había que silenciar. En una sociedad ciega, a aquel que protesta porque aún puede ver la luz se le ve como a un antipatriota, un iconoclasta, un psicótico o un cobarde, una amenaza para el sistema establecido. El no condescender con los espejismos socialmente imperantes se contempla como peligrosos y subversivo.
A lo largo de la historia, los raros devotos del espíritu que experimentaron elevados estados de consciencia, o que experimentaron la iluminación, recibieron el nombre de místicos y se les marcó como herejes, siendo perseguidos, excomulgados y quemados en la hoguera. Sus enseñanzas eran una amenaza para las estructuras de poder que se basaban en el error espiritual. La regla de la culpa, el pecado y el miedo se veía amenazada por un Dios de infinita misericordia, compasión y amor incondicional.
Hasta ahora, el discernimiento del ser humano no ha llegado a ver que la verdad trae la paz, mientras que la falsedad trae el miedo. . Es así como se puede discernir la diferencia. [...]
El anterior Papa Juan Pablo II, se manifestaba en contra de las matanzas, las ejecuciones y la Inquisición, y hablaba del fracaso en la defensa de los inocentes y los oprimidos.
Como una primavera, surge la promesa de una nueva era en la forma con la que el hombre entiende a Dios. Ahora, el nivel de consciencia de la humanidad es lo suficientemente alto como para reconocer la verdad de un Dios del AAmor, en vez de dar culto al dios de la culpabilidad y del odio.
La humanidad se encuentra ahora en el gran umbral de un verdadero despertar; que puede ser la verdadera naturaleza de la Segunda Venida de Cristo que se anticipa en las escrituras. La civilización casi alcanzó el punto del autoexterminio nuclear, antes de tocar fondo y volver de nuevo a la Luz. [...]
Ha sido en los últimos años cuando la humanidad ha aceptado la gracia del discernimiento entre verdad y error. La guillotina ya no es un símbolo de igualdad, libertad y fraternidad. Ahora, la sociedad se encuentra con nuevos dilemas morales en la interacción de los residuos del viejo dios y el nuevo paradigna de la realidad. Ahora, nos encontramos con paradojas como la de los ateos, que van a los tribunales para establecer su derecho a la libertad, concedido por Dios, tal como dice la Constitución y la Carta de Derechos, que afirman que tales libertades y derechos provienen del hecho de que Dios creara a todos los hombres iguales. [...]
Ahora se antoja como una realidad plausible que se pueda alcanzar de verdad ese Cielo, cuando una nueva esperanza emerge de la sombría desesperación de generaciones y generaciones de seres humanos. La humanidad está en vías de renacer, y el Dios de la Alegría está reemplazando al dios del terror y del miedo. [...]"
Entiendo que la "Humanidad" se encuentra en un punto sumamente crítico de su existencia: un punto de inflexión que aguarda a la espera de que los "Seres Humanos" optemos por construir nuestroo devenir cotidiano desde la perspectiva de un "Mundo Mejor" donde la Paz, la Alegría y el Amor sean los pilares fundamentales de nuestra Vida...
Bendiciones.