GRATITUD
Si la única oración que dijera
en toda su vida fuera
¡Gracias!, bastaría
Maestro Eckhart
Dicen los mahatmas que si se practica el dar
gracias tras todo aquello que nos suceda, sea del signo que fuese, se
alcanza la paz profunda de nuestra alma. Una fórmula que, al parecer, drena
bloqueos internos y disuelve los temores más hondos que habitan en el sótano de
la conciencia. Afirman también que cuando nos visita la Gracia, se vive en gratitud sostenida, un estado elevado en
el que se tornan posibles las grandes elevaciones del alma.
Cuando decimos <Gracias>,
la mente subconsciente elimina, de manera sutil, el virus de las quejas. Sin
duda, un programa mental de víctima
por el que entregamos nuestro poder y perdemos la fuerza. Cuando pronunciamos <Gracias>
se activa la fuerza mágica del Ser y aportamos seguridad a nuestra íntima
realidad interna. Cuando decimos <Gracias>, se confirma que recibimos
algo que nos ha llegado dentro, algo que ha gratificado nuestra vida y ha
disuelto penas atrasadas. Cuando damos las gracias, reforzamos el buen fluir de
las cosas y, además, generamos emociones plenamente sanas.
Si uno da las gracias en todo
momento y a toda persona, sucederá que, poco a poco, se sentirá merecedor de realizar sus sueños y observará
que la vida le devuelve la gratitud que regala. De pronto, sentirá corrientes
de esperanza, anunciando posibilidades de todo lo que uno anhela. Si a menudo
decimos <Gracias>, sucederá que todo aquello que nos crispa, junto con
los rechazos acumulados de la jornada, se verán transmutados por una mirada más
amplia. Cuando decimos <Gracias>, algo muy íntimo se ofrece y confía,
algo muy grande que late dentro y ama. Mientras tanto, uno sigue adelante,
viviendo el presente mientras aprende y avanza.
Cada noche, antes de despedir a
la consciencia, ¿qué mejor que dar las gracias por tal regalo? Al fin y al
cabo, al llegar la mañana, tal facultad activa el <darse cuenta>. Y ello
es tanto como hablar de la llegada de la propia existencia. ¿Qué sucedería si
al despertar nos dijesen que hemos dormido, por ejemplo, diez mil horas?
Seguramente, titubeando uno incrédulo, no sabría qué decir al no poder tener
certeza. En realidad, el estado de sueño es de inadvertencia. Es por ello que
cuando despertamos, ¿qué mejor que dar las gracias por el privilegio de una vida atenta?.
En cada momento del día, cuando
enfrentemos el error y su consecuente aprendizaje, ¡Gracias! En cada beso y en
cada lágrima, en cada tropiezo y en cada dicha, o simplemente al encontrarnos
con los ojos de las personas, ¡Gracias! Al llegar a casa, al abrir la puerta y
al descubrir la verdad en la pupila ajena, ¡Gracias! Al sentir algo nuevo y por
el arrobamiento ante la belleza, ¡Gracias! Ante el temor al fracaso, ante la
incertidumbre futura, al constante renacer, ¡Gracias! Si alguna vez sentimos
que llega a nuestra vida la suerte
inesperada y más tarde uno desea compartir su alegría con el cielo y con la
tierra, ¡Gracias! Gratitud cada día, cada hora, cada instante y sentiremos
abierta una gran puerta, un camino que los lúcidos precedentes nombraron como yoga del alma.
Si algún día experimentamos el sentimiento sostenido de amor y sentimos
que el milagro ha llegado a nuestra vida, ¡Gracias! Si percibimos que en
nuestra cabeza y en nuestro pecho arde la llama, entornemos los ojos,
respiremos profundo y al exhalar el aire, digamos a la Vida: ¡Gracias!
¿Gracias? Sí. Gracias.
Extraído del libro
Inteligencia del Alma – 144 Avenidas neuronales hacia el Yo Profundo de José
María Doria – (páginas 175-176) Gaia
Ediciones – Colección Serendipity
Bendiciones.