martes, 18 de diciembre de 2012

Felíz Navidad, Felíz Año Nuevo y un deseo, un anhelo ...


Teniendo en cuenta la cercanía de los festejos por la Navidad y el Año Nuevo (para aquellos cuya creencia así lo contempla), me pareció propicia la ocasión para manifestar mi deseo, mi anhelo de poder vivirlos con un Corazón abierto a las inspiraciones que la Alegría de estas celebraciones nos suscite. Todos tenemos aspiraciones, proyectos, metas, deseos, sueños, anhelos que operan a modo de estrellas que guían nuestro camino, nuestro paso por este bendito planeta Tierra. Y en tal sentido, he rescatado algunos párrafos extraídos del libro del Padre Anselm Grün (OSB, monje y sacerdote benedictino, doctor en Psicología, Teología y Ciencias empresariales; consejero espiritual y director de cursos de oración y meditación. Vive en la abadía de Münsterschwarzach, de la cual es prior), titulado “Para experimentar a Dios abre tus sentidos” (páginas 50 a 53) con la intención de unirme, en festejo unánime, con todos aquellos que sientan el deseo de “vivir en armonía con el Universo (Dios o como cada uno desee llamarlo) convirtiendo este tránsito terrenal, en una experiencia gozosa y plena de sentido”. 

“Deseo
 es el puente
entre    y  yo.
Silencio es el sonido,
 que    tu    oído    percibe.
Amor es la fuente de la que bebemos.
Unidad es la raíz que nos sostiene. Recuerdo
es  el  secreto  de  nuestra  vida  cotidiana. El anhelo
es el reflejo de Dios en nuestra alma. Mientras nosotros
contemplamos la imagen reflejada de Dios en 
nuestra alma, va creciendo en nosotros
 la intuición de quién es este Dios
que es el único q ue
 puede
calmar
nuestro
deseo.”

“... Mucha de la gente que está en la búsqueda siente que la sociedad moderna, que exige eficiencia, no es capaz de satisfacer el deseo. Pero también experimentan que la Iglesia quizá no es el lugar donde su deseo pueda encontrar una respuesta. La Iglesia está tan ocupada consigo misma <que no percibe más el llamado del deseo de la gente>. ... San Agustín nunca se cansó de demostrar a los hombres cuál era la verdadera meta del deseo: <A ti, alma, sólo te basta con Aquel que te ha creado. Todo lo otro a lo que te vuelques te será miserable, porque a ti sólo te alcanza con Aquel que te ha creado según su imagen>. Todo aquello a lo que pretendamos aferrarnos y que no se corresponda con la voluntad de Dios se transformará en algo sin sentido. Nuestro corazón no se calmará hasta que encuentre paz en Dios. ... Al igual que San Agustín, San Bernardo descubrió en el afán de deseo la incesante búsqueda de Dios: <Cada ser que dispone de entendimiento tiende afanosamente por naturaleza a querer más de aquello que considere valioso o necesario. No logra saciarse con nada, pues siempre descubre algo que le resulta superior e imprescindible... Puedes ver personas colmadas de bienes y posesiones y, a pesar de ello, siguen sumando día a día un trozo más de tierra a sus bienes en incontenible codicia que no encuentra freno alguno. También puedes ver personas que moran en regias mansiones y amplios palacios y, sin embargo, continúan construyendo casas sin cesar, para luego demolerlas y reemplazar una residencia cuadrada por una redonda o una redonda por una cuadrada>. Las observaciones que realiza San Bernardo se pueden aplicar hoy a muchas personas que siempre están a la búsqueda de algo más y que nunca se sienten satisfechas. Esta situación también se da en forma incontenible en aquellos que persiguen un desmesurado afán de reputación y que siempre pretenden obtener posiciones cada vez más prestigiosas que, en vez de producirles satisfacción, terminan agotándolos con tanto ajetreo. Los seres humanos nunca podremos calmar nuestros deseos, pues siempre iremos tras nuevas sensaciones. Por ello debemos intentar contemplar nuestros deseos a través del Espíritu. Es necesario que dejemos de pensar en nuestros deseos, para así poder reconocer que Dios es la meta de todos nuestros anhelos. De esta manera, nuestro espíritu atribulado llega a encontrar paz. Ernesto Cardenal, contemporáneo nuestro, ha tomado muy en serio la cuestión del deseo y lo ha escrito de forma conmovedora. Su famoso libro Vida en el amor comienza con la siguiente oración: <Y en los ojos de todo ser humano hay un anhelo insaciable: En las pupilas de los hombres de todas las razas; en las miradas de los niños y de los ancianos y de las madres y de la mujer enamorada, del policía y del empleado y el aventurero y el asesino y el revolucionario y el dictador y el santo: existe en todos la misma chispa de deseo insaciable, el mismo secreto fuego, el mismo abismo sin fondo, la misma ambición infinita de felicidad y de gozo y de posesión sin fin>. Para Ernesto Cardenal, cada persona anhela un amor incondicional, un amor que le dé valor a la vida y que le transmita que es única y valiosa como persona. ... <El deseo es el origen de todo>, dice Nelly Sachs. Con el deseo, el ser humano transita el camino para llegar a ser él mismo. Sin este deseo no sería persona; sin el deseo, se entumece y pierde su capacidad de vivir. Para Joachim Ernst Berendt, la meta de todo deseo es la entrega: <El que anhela busca entregarse, y el deseo es el comienzo. Sin el deseo nada funciona.> El ser humano llega a serlo plenamente cuando se entrega a lo sublime, cuando -según Berendt- se entrega a sí mismo, cuando entrega a su verdadero ser que es más grande que su propio yo. ... Dios ha introducido el deseo en el corazón humano para que la persona salga al mundo a descubrir su belleza, y en esta belleza -como en todas las demás cosas- buscar a Dios mismo. ...” 



Bendiciones.