Teniendo
en cuenta la cercanía de los festejos por la Navidad y el Año Nuevo (para
aquellos cuya creencia así lo contempla), me pareció propicia la ocasión para
manifestar mi deseo, mi anhelo de poder vivirlos con un Corazón abierto a las
inspiraciones que la Alegría de estas celebraciones nos suscite. Todos tenemos
aspiraciones, proyectos, metas, deseos, sueños, anhelos que operan a modo de
estrellas que guían nuestro camino, nuestro paso por este bendito planeta
Tierra. Y en tal sentido, he rescatado algunos párrafos extraídos del libro del
Padre Anselm Grün (OSB, monje y sacerdote benedictino,
doctor en Psicología, Teología y Ciencias empresariales; consejero espiritual y
director de cursos de oración y meditación. Vive en la abadía de
Münsterschwarzach, de la cual es prior), titulado “Para experimentar
a Dios abre tus sentidos” (páginas 50 a 53) con la intención de unirme, en
festejo unánime, con todos aquellos que sientan el deseo de “vivir en armonía
con el Universo (Dios o como cada uno desee llamarlo) convirtiendo este
tránsito terrenal, en una experiencia gozosa y plena de sentido”.
“Deseo
es el puente
entre tú
y yo.
Silencio
es el sonido,
que
tu oído percibe.
Amor
es la fuente de la que bebemos.
Unidad es
la raíz que
nos sostiene. Recuerdo
es el secreto de
nuestra vida cotidiana. El anhelo
es el reflejo de Dios en nuestra alma. Mientras nosotros
contemplamos
la imagen reflejada de Dios en
nuestra alma, va creciendo en nosotros
la intuición de
quién es este Dios
que
es el único q ue
puede
calmar
nuestro
deseo.”
“... Mucha de la gente que está en la
búsqueda siente que la sociedad moderna, que exige eficiencia, no es capaz de
satisfacer el deseo. Pero también experimentan que la Iglesia quizá no es el
lugar donde su deseo pueda encontrar una respuesta. La Iglesia está tan ocupada
consigo misma <que no percibe más el llamado del deseo de la gente>. ...
San Agustín nunca se cansó de demostrar a los hombres cuál era la verdadera
meta del deseo: <A ti, alma, sólo te basta con Aquel que te ha creado. Todo
lo otro a lo que te vuelques te será miserable, porque a ti sólo te alcanza con
Aquel que te ha creado según su imagen>. Todo aquello a lo que pretendamos
aferrarnos y que no se corresponda con la voluntad de Dios se transformará en
algo sin sentido. Nuestro corazón no se calmará hasta que encuentre paz en
Dios. ... Al igual que San Agustín, San Bernardo descubrió en el afán de deseo
la incesante búsqueda de Dios: <Cada ser que dispone de entendimiento tiende
afanosamente por naturaleza a querer más de aquello que considere valioso o
necesario. No logra saciarse con nada, pues siempre descubre algo que le
resulta superior e imprescindible... Puedes ver personas colmadas de bienes y
posesiones y, a pesar de ello, siguen sumando día a día un trozo más de tierra
a sus bienes en incontenible codicia que no encuentra freno alguno. También
puedes ver personas que moran en regias mansiones y amplios palacios y, sin
embargo, continúan construyendo casas sin cesar, para luego demolerlas y
reemplazar una residencia cuadrada por una redonda o una redonda por una
cuadrada>. Las observaciones que realiza San Bernardo se pueden aplicar hoy
a muchas personas que siempre están a la búsqueda de algo más y que nunca se
sienten satisfechas. Esta situación también se da en forma incontenible en
aquellos que persiguen un desmesurado afán de reputación y que siempre
pretenden obtener posiciones cada vez más prestigiosas que, en vez de
producirles satisfacción, terminan agotándolos con tanto ajetreo. Los seres
humanos nunca podremos calmar nuestros deseos, pues siempre iremos tras nuevas
sensaciones. Por ello debemos intentar contemplar nuestros deseos a través del Espíritu.
Es necesario que dejemos de pensar en nuestros deseos, para así poder reconocer
que Dios es la meta de todos nuestros anhelos. De esta manera, nuestro espíritu
atribulado llega a encontrar paz. Ernesto Cardenal, contemporáneo nuestro, ha
tomado muy en serio la cuestión del deseo y lo ha escrito de forma conmovedora.
Su famoso libro Vida en el amor
comienza con la siguiente oración: <Y en los ojos de todo ser humano hay un
anhelo insaciable: En las pupilas de los hombres de todas las razas; en las miradas
de los niños y de los ancianos y de las madres y de la mujer enamorada, del
policía y del empleado y el aventurero y el asesino y
el revolucionario y el dictador y el santo: existe en todos la misma chispa de
deseo insaciable, el mismo secreto fuego, el mismo abismo sin fondo, la misma
ambición infinita de felicidad y de gozo y de posesión sin fin>. Para Ernesto
Cardenal, cada persona anhela un amor incondicional, un amor que le dé valor a
la vida y que le transmita que es única y valiosa como persona. ... <El
deseo es el origen de todo>, dice Nelly Sachs. Con el deseo, el ser humano
transita el camino para llegar a ser él mismo. Sin este deseo no sería persona;
sin el deseo, se entumece y pierde su capacidad de vivir. Para Joachim Ernst
Berendt, la meta de todo deseo es la entrega: <El que anhela busca
entregarse, y el deseo es el comienzo. Sin el deseo nada funciona.> El ser
humano llega a serlo plenamente cuando se entrega a lo sublime, cuando -según
Berendt- se entrega a sí mismo, cuando entrega a su verdadero ser que es más
grande que su propio yo. ... Dios ha introducido el deseo en el corazón humano
para que la persona salga al mundo a descubrir su belleza, y en esta belleza
-como en todas las demás cosas- buscar a Dios mismo. ...”
Bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario