En este nuevo compartir, he querido acercarles
algunas de las enseñanzas contenidas en el libro titulado “La Segunda Venida de Cristo”; La resurrección del Cristo que mora en
tu interior - Un revelador comentario sobre las enseñanzas originales de Jesús
(volumen I); el cual se hace eco del vasto legado espiritual del yogui
Paramahansa Yogananda. Clara, concisa y cautivante lectura que aporta Sabiduría
en tiempos de crisis. Imperdible para quienes deseen profundizar en su
“auto-conocimiento” y para todos aquellos que hayan emprendido el maravilloso
camino de sentirse “UNO” con el Universo, con “DIOS” mismo.
(página 541 a 545) “… De acuerdo con las leyes humanas, a menos que exista adulterio
físico, no hay motivo de censura. La ley de los hombres no condena el
comportamiento mentalmente lascivo. En cambio, la Ley Divina condena también el
adulterio mental, ya que sin su presencia no se produciría el adulterio físico.
Las
escrituras hindúes hacen referencia a las siguientes maneras de cometer
adulterio (aplicables por igual a hombres y mujeres):
- Pensar con lascivia acerca de una mujer (tanto si la mujer está presente como si no se halla ante los ojos de quien la imagina).
- Hablar acerca de una mujer con deseo lascivo.
- Tocar a una mujer con deseo lascivo.
- Mirar a una mujer con deseo lascivo.
- Mantener conversaciones íntimas con una mujer con el propósito fundamental de lograr la unión física.
- La unión física sin la consagración del matrimonio.
La
noción de <pecado> requiere una definición compleja. No se trata de la
transgresión contra un código arbitrario de conducta decretado por un Dios
caprichoso. El Creador hizo al hombre un ser espiritual, un alma dotada de una
individualización de la propia naturaleza divina de Dios. Le concedió al alma,
que desarrolló a partir de su propio Ser, un cuerpo y una mente como
instrumentos mediante los cuales pudiese percibir los objetos de un universo de
naturaleza ilusoria (creado por maya) e interactuar con ellos. Los instrumentos mentales y
físicos del alma nacen y mantienen su existencia merced a procesos específicos
del poder creativo de Dios que se desarrollan de acuerdo con las leyes divinas.
Si el ser humano vive en perfecta armonía con la esencia de estos principios,
continúa siendo un ser espiritual que se encuentra a cargo de su cuerpo y de su
mente. El pecado es todo aquello que pone en peligro el perfecto autodominio
del hombre; y posee un efecto negativo automático que es proporcional a la
magnitud en que haya sido influido por el engaño -sin que ello implique la
condenación por parte de un Dios airado-. Las acciones que el hombre realiza
utilizando su libre albedrío armonizan y fortalecen la esencia manifiesta de la
perfección de su alma o, por el contrario, debilitan y degradan la esencia y la
hacen caer en la esclavitud de la mortalidad.
Así
pues, no hay mortal que sepa de cuán diversas maneras se puede pecar contra la
ley natural. En especial, el tema del sexo suele provocar desconcierto. El ser
humano no podría sentir el impulso sexual a menos que le hubiera sido dado
desde su interior mediante el proceso de evolución que siguió a su caída del
Edén. Ya que la unión física constituye la ley de propagación de la especie ha
de ser considerada teniendo en cuenta este principio.
Los
animales no pueden cometer adulterio -aún cuando desde el punto de vista humano
sean promiscuos-, pues sus uniones sexuales obedecen meramente al instinto de
procreación de la especie, que es impulsado por la naturaleza. Los animales no
tienen la opción de complacerse en abrigar pensamientos sexuales que ellos
mismos hayan creado.
Al estar
dotado de raciocinio y de libre albedrío, el hombre comete pecado porque al
instinto de procreación le agrega sus pensamientos lascivos, insaciables y
lujuriosos. Por lo tanto, de acuerdo con la ley espiritual, el uso del instinto
sexual con el único fin de gratificar el deseo sensual se considera pecaminoso
y perjudicial para la imagen divina del hombre. Un hombre casado también comete
pecado, tal como lo señaló Jesús, si piensa lascivamente en su mujer, cuya
naturaleza femenina debería ser amada y apreciada con todo respeto por
constituir el aspecto maternal de Dios.
Se puede
calmar la sensación saludable de hambre utilizando el sentido del gusto para
seleccionar los alimentos apropiados; pero es imposible satisfacer la gula, y
sus efectos perjudiciales se agravan por la elección de una dieta poco
saludable. De modo similar, la unión física para la procreación es lo que la
naturaleza ha dispuesto; en cambio, la lujuria jamás
se apacigua y es destructiva para la salud y para el sistema nervioso, ya que
perturba todas las facultades mentales, neurales y espirituales.
La mente se vuelve
obsesiva cuando permanece fija en un determinado impulso. Una vez que se
acostumbra a los hábitos sexuales, resulta muy difícil lograr que se eleve a
los inspiradores caminos de la meditación. Las personas adictas al sexo son
sumamente nerviosas e inquietas, sus mentes vagan constantemente por el plano
de los sentidos, lo cual les hace difícil
concentrarse en la paz interior que conduce la conciencia hacia el
supremamente embriagador y siempre renovado gozo de la comunión con Dios.
La esencia vital que se
pierde durante la unión física contiene incontables unidades atómicas de
inteligencia y energía vitratónicas; la pérdida de estos elementos como
consecuencia de los excesos indiscriminados es extremadamente nociva para el
desarrollo espiritual. Tales excesos exacerban el flujo de la energía vital
hacia el exterior a través del centro sutil inferior, situado en la base de la
espina dorsal, y concentran la conciencia en la identificación con el cuerpo y
con las percepciones sensoriales externas. Cuando una persona se habitúa a ese
estado, resulta imposible el ascenso de la conciencia a los centros más elevados
de percepción espiritual y de comunión con Dios.
Quienes viven en el
plano sexual, con su fascinación y excitación física momentáneas, no pueden
siquiera imaginar, y mucho menos desear alcanzar, la incomparable
bienaventuranza del Espíritu que se encuentra en el recogimiento de la
meditación. Los yoguis aumentan su inmenso poder y su realización espiritual
mediante la conservación natural y no represiva de la esencia vital, la cual
transmutan durante la meditación en vibraciones divinas que despiertan los
centros superiores de la espina dorsal y sus elevados estados de conciencia. …
… ¡Cuán insensatamente
renuncia la gente al reino de la bienaventuranza inmortal a cambio de sus
deseos materiales de tener nombre, fama, gratificación sensual, posesiones y
dinero! Cristo censuraba esta manera imprudente de emplear la vida: <más te
conviene> desprenderte de todo aquello que arroja la felicidad de tu ser al
<infierno> del engañoso olvido del alma. …
<También se dijo: El que repudie a su mujer,
que le dé acta de divorcio. Pero yo os digo que todo aquel que repudia a su
mujer -excepto en caso de fornicación- la hace ser adúltera; y el que se case
con una repudiada comete adulterio> (Mateo 5:31-32)
Esa parece ser una ley
drástica para aquel que se separa de su pareja por incompatibilidad de
caracteres y luego decide casarse con otra persona.
El pecado reside en
casarse con la persona equivocada, influido por las costumbres sociales o por
el instinto físico. Uno debe casarse únicamente cuando siente la unidad del
alma con la pareja adecuada. Y estas dos personas así unidas mediante votos
sagrados deben permanecer juntas, profesándose inquebrantable lealtad la una a
la otra. El matrimonio apropiado alimenta el amor verdadero -la unión en el
plano superior- y sublima el deseo incontrolado de vivir en el plano sexual.
Quienes se casan y se
divorcian una y otra vez no permiten que las semillas del amor divino tengan la
oportunidad de crecer en el suelo de un compromiso fiel. La mente de tales
personas, concentrada en el sexo y en la atracción física, se mantiene en
estado de desuso espiritual. Por lo tanto, el divorcio por razones triviales es
un comportamiento adúltero, ya que se concentra principalmente en la
gratificación sexual como fin en sí mismo. Es fundamental que esposo y esposa
honren el matrimonio como una oportunidad de alimentar el crecimiento y la
comprensión a través del intercambio mutuo de las mejores cualidades de ambos.
Y la unión conyugal debe respetarse como medio de procreación en el plano físico
(invitando así a las almas a nacer en un ambiente familiar apropiado). El
perfeccionamiento de la relación matrimonial culmina en la procreación de esos
sublimes <hijos> que son el amor incondicional y la emancipación
definitiva en el plano espiritual. …”
Espero que ustedes hayan disfrutado de esta lectura tanto como yo lo he
hecho al leer el libro. Todo un sinónimo de regocijo para el Alma, deleite para
el Espíritu y serenidad para el Pensamiento…
Bendiciones.