En esta oportunidad quiero compartir con todos
ustedes, algunos párrafos extraídos del libro titulado “Educar, elegir la vida” – Propuestas para tiempos difíciles cuya
autoría corresponde al Cardenal Jorge M. Bergoglio (en la actualidad Papa
Francisco I). Como bien dice en la contratapa del libro: “¿Cuánto podemos caminar sin un rumbo definido? ¿A dónde llegar si una
meta no orienta nuestros pasos? Son los tiempos de crisis los que revelan con
veracidad de qué madera estamos hechos. Son ellos los que despiertan con
urgencia las voces que devuelven el sentido. Por eso, estos mensajes del
Cardenal Bergoglio a las comunidades educativas porteñas adquieren una singular
relevancia en estos tiempos difíciles que atraviesa la Argentina. Los mismos están acompañados
de propuestas para su trabajo a nivel personal y grupal. Educar, elegir la vida descubre
a un hombre de Dios profundamente comprometido con la suerte de sus hermanos, a
la vez que alienta a los educadores en la tarea de formar hombres nuevos para nuestra patria”.
Sin
lugar a dudas, una lectura altamente recomendada para todos aquellos educadores
que sientan el anhelo de seguir evolucionando, merced -en esta oportunidad- al
valioso aporte de Sabiduría que -en mi opinión- conllevan las reflexiones y
referencias contenidas en el libro; recomendación que también hago extensiva -incluso-
a quienes no se desempeñan en la educación. El libro contiene, además, “claves de lectura para trabajar a solas o en
grupo” que invitan a una reflexión
“madura y adulta”.
(página
14 a 20) “… La creencia de que el mundo
es perfectible y de que la persona humana tiene recursos para alcanzar una vida
más plena alimenta toda construcción utópica. Pero dicha creencia va de la mano
con una búsqueda concreta de mediaciones para que ese ideal sea realizable.
Porque si bien el término utopía literalmente remite a
algo que está “en ningún lugar”, algo que no existe de un modo localizable, no
por eso apunta a una completa alienación respecto de la realidad histórica. Por
el contrario, se plantea como un desarrollo posible, aunque por el momento
imaginado. Anotemos este punto: algo que no existe aún, algo nuevo, pero hacia lo cual hay que dirigirse a partir de lo que
hay. De ese modo, todas las utopías incluyen
una descripción de una sociedad ideal, pero también un análisis de los
mecanismos o estrategias que la podrían hacer posible. Diríamos que es una
proyección hacia el futuro que tiende a volver al presente buscando sus caminos
de posibilidad, en este orden: primero, el ideal, delineado vívidamente, luego,
ciertas mediaciones que hipotéticamente lo harían viable.
Pero
además, en su ida y vuelta a partir del presente, se apoya fundamentalmente en la negación de los aspectos no deseados de la realidad actual. Brota del rechazo (no
visceral sino inteligente) de una situación considerada como mala, injusta,
deshumanizadora, alienante, etc. En este sentido, hay que señalar que la utopía
propone lo nuevo… pero sin liberarse nunca de lo actual. Perfila la expectativa
de la novedad desde la percepción actual de lo que sería deseable si pudiéramos
liberarnos de los factores que nos oprimen, de las tendencias que nos impiden
acceder a algo superior. Por dos lados distintos, entonces, vemos la indisoluble ligazón entre lo futuro deseado y lo presente soportado. La utopía no es pura
fantasía: también es crítica de la realidad y búsqueda de nuevos caminos.
En ese
rechazo de lo actual en pos de otro mundo posible, articulado como un salto al
futuro que debe después hallar sus caminos para hacerse viable, tiene dos serios límites: primero, cierta cualidad <loca>, propia de su carácter fantástico o imaginario que, al
poner el acento en esa dimensión y no en los aspectos pragmáticos de su
construcción, puede convertirla en un mero sueño, un deseo imposible. Algo de
eso resuena en cierto uso actual, realista, del término. El segundo límite: en su rechazo de lo actual y deseo de instalar
algo nuevo, puede recaer en un autoritarismo más feroz e intransigente que aquello que se quería
superar. ¿Cuántos ideales utópicos no han dado lugar, en la historia de la
humanidad, a todo tipo de injusticias, intolerancias, persecuciones, atropellos
y dictaduras de diversos signos?
Pues bien: justamente son estos dos límites del
pensamiento utópico los que han provocado su descrédito en la actualidad; ya sea por un pretendido realismo que se ata a lo posible, entendiendo eso posible como el solo juego de las
fuerzas dominantes descartando la capacidad humana de crear realidad a partir
de una aspiración ética; ya sea por el hartazgo ante las promesas de ciertos
mundos nuevos que, en el último siglo, sólo han traído más sufrimiento a los
pueblos.
Y aquí podemos volver a leer La Ciudad de Dios. La utopía, tal como la conocemos, es una construcción típicamente moderna
(si bien hunde sus raíces en los movimientos milenaristas que atravesaron la
segunda mitad de la Edad Media). Pero San Agustín, al plantear su esquema de
las “dos ciudades” (la ciudad de Dios, regida por el amor, y la ciudad terrena,
por el egoísmo) inextricablemente yuxtapuesta en la historia secular, nos
ofrece algunas claves
para ubicar la relación entre novedad y continuidad, que es justamente el punto crítico del pensamiento utópico y la clave de toda creatividad
histórica. En efecto: la Ciudad de Dios es, en primer lugar, una crítica a la concepción que sacralizaba el poder
político y el statu quo. Todo imperio de la antigüedad se apoyaba en este
tipo de creencia. La religión formaba parte esencial de toda construcción
simbólica e imaginaria que sostenía la sociedad desde un poder sacralizado. Y
esto no era sólo cuestión de los paganos: una vez que el cristianismo fue adoptado como religión
del Imperio Romano, se fue conformando una teología oficial que sostenía esa realidad política como si fuera ya el Reino de Dios
consumado en la tierra. …
… La creatividad histórica, entonces, desde una
perspectiva cristiana, se rige por la parábola del trigo y la cizaña. Es necesario proyectar utopías, y al mismo tiempo es necesario hacerse cargo de lo que hay. No existe el “borrón y cuenta nueva”. Ser creativos no es tirar por la
borda todo lo que constituye la realidad actual, por más limitada, corrupta y
desgastada que ésta se presente. No hay futuro sin presente y sin pasado: la
creatividad implica también memoria y discernimiento, ecuanimidad y justicia,
prudencia y fortaleza. Si vamos a tratar de aportar algo a nuestra Patria desde
el lugar de la educación, no podemos perder de vista ambos polos: el utópico y
el realista, porque ambos son parte integrante de la creatividad histórica.
Debemos animarnos a lo nuevo, pero sin tirar a la basura lo que otros (e
incluso nosotros mismos) han construido con esfuerzo. …"
(página 33 a 34) "… Si se acepta que algunos sí y otros no, queda la puerta abierta para
todas las aberraciones que vengan después. Y esto es, también, un punto central
de la creatividad que buscamos. La capacidad de mirar siempre qué pasa con el
lado que no se tuvo en cuenta en los cálculos. Volver a mirar, a ver si no quedó nadie afuera, nadie olvidado. Por muchos motivos.
Primero, porque en la lógica cristiana, todo hombre debe tener su lugar y cada uno es imprescindible. Segundo, porque una sociedad excluyente es, en
realidad, una sociedad potencialmente enemiga de todos. Y tercero, porque aquel
que fue olvidado no se va a resignar tan fácilmente. Si no pudo entrar por la
puerta, tratará de hacerlo por la ventana. Resultado: la bella sociedad
excluyente y amnésica tendrá que volverse más y más represiva, para evitar que los
Lázaros que dejó afuera puedan meterse a manotear algo de la mesa de Epulón.
Pues bien, una imprescindible misión de todo educador
cristiano es apostar
a la inclusión, trabajar por la inclusión. ¿No ha sido una práctica antiquísima de la
Iglesia llevar la educación a los más olvidados? ¿No han sido creadas con ese
objetivo muchas congregaciones y obras educativas? ¿Hemos sido siempre
consecuentes con esta vocación de servicio e inclusión? ¿Qué vientos nos
hicieron perder este norte evangélico? Porque la Iglesia también sueña con
brindar educación gratuita a todos los que deseen recibir sus servicios,
especialmente los más pobres. Pero ¿dónde nos deja eso a nosotros?. …”
Preguntas en busca de
respuestas. Interrogantes que invitan a replanteos y a cambiar la mirada. Caminos
que aún esperan ser transitados. Hay mucho por hacer. Hoy es un buen día para
animarnos…
Bendiciones.
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