martes, 28 de julio de 2015

El "mito" de la Fe y del Amor..

Seguramente por "causalidad" ya que dicen que la casualidad no existe, he topado -días atrás- con un escrito que vaya uno a saber de dónde provino... El título del mismo que me resultó por demás inquietante, hizo que decidiera dedicar unos minutos a su lectura. Operando a modo de relax, me sumergí por completo en tan encantadora actividad. ¡Qué gratamente sorprendida quedé al terminar de leer el texto!. ¡Una "Gran Verdad" develada con una Maestría propia de un Genio!. 

Para que ustedes puedan comprobar lo que acabo de relatarles, a continuación, voy a reproducir el susodicho texto, que lleva por título "¿Por qué existe el mal?":

"Un profesor universitario desafió a sus alumnos con esta pregunta.
-¿Dios creó todo lo que existe?
Un estudiante contestó valiente:
-Sí, lo hizo.
-¿Dios creó todo?
- Sí señor, respondió el joven.
El profesor contestó, -Si Dios creó todo, entonces Dios hizo el mal, pues el mal existe y bajo el precepto de que nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo. El estudiante se quedó callado ante tal respuesta y el profesor, feliz, se jactaba de haber probado una vez más que la fe era un mito.
Otro estudiante levantó su mano y dijo:
-¿Puedo hacer una pregunta, profesor?
-Por supuesto, respondió el profesor.
El joven se puso de pie y preguntó:
-¿Profesor, existe el frío?
-¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?
El muchacho respondió: - De hecho, señor, el frío no existe.
Según las leyes de la Física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor. Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor.
-Y, ¿existe la oscuridad?, continuó el estudiante.
El profesor respondió:
-Por supuesto.
-Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco existe.
La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar, la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz blancae en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes longitudes de onda. La oscuridad no. Un simple rayo de luz rasga las tinieblas e ilumina la superficie donde termina el haz de luz. ¿Cómo puede saber cuán oscuro está un espacio terminado? Con base en la cantidad de luz presente en ese espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para describir lo que sucede cuando no hay luz presente.
Finalmente, el joven preguntó al profesor:
-Señor, ¿existe el mal?
El profesor respondió:
-Por supuesto que existe, como lo mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo, esas cosas son del mal.
A lo que el estudiante respondió:
-El mal no existe, señor, o al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios, es, al igual que los casos anteriores un término que el hombre ha creado para describir esa ausencia de Dios. Dios no creó el mal. No es como la fe o el amor, que existen como existen el calor y la luz. El mal es el resultado de que la humanidad no tenga a Dios en sus corazones. Es como resulta el frío cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz.
Entonces el profesor, después de asentir con la cabeza, se quedó callado.
El nombre del joven era: Albert Einstein."

Sin lugar a duda y desde mi punto de vista, este texto deja boquiabierto a todo ser humano que se precie de tal. Una pregunta que me surge, luego de esta lectura es: ¿cuánto tiempo más tendrá que transcurrir en este bendito planeta Tierra, hasta que la Humanidad vuelva sus ojos a Dios? Particularmente, opino que ya es tiempo de que todos reconozcamos que la salvación está muy lejos de encontrarse en la vanalidad del mundo; más bien, la encontraremos en la sencillez y la humildad del Corazón. ¿Que les parece si empezamos hoy mismo?...


Bendiciones.



domingo, 19 de julio de 2015

Dime cuánto comes y te diré de qué tienes hambre ...



Atraída por el título del libro, lo compré sin dudarlo. Supongo que la curiosidad por la temática que aborda, tuvo un peso importante en la decisión. O, tal vez, el hecho de que su autor sea el genial Deepak Chopra (doctor en medicina especializado en endocrinología; considerado uno de los pioneros de la medicina holística, basada en el equilibrio entre el cuerpo y la mente) haya influido para que no tuviera dudas respecto a la excelencia de esta obra.

El libro en cuestión se titula ¿De qué tienes hambre? y da respuestas a una problemática que resulta de sumo interés para cualquier ser humano en búsqueda del bienestar. Afortunadamente, no es una cuestión de peso lo que me ha motivado a su adquisición.

Como bien dice en la contratapa: “… Si te sobran algunos kilos o te sientes pesado, si estás bajo de energía o te notas fatigado, si tu imagen corporal no te satisface y recuerdas lo bien que te sentías cuando eras más joven y delgado… este libro es para ti.” Seguramente, muchas personas podrán sentirse identificadas con ello.

Entendiendo la importancia de este tema y convencida de la inestimable ayuda que la lectura de este libro puede reportarle a cualquier ser humano, les acerco algunas consideraciones que podrán encontrar en las páginas 15 a 21:

“… Para  superar los obstáculos que nos han llevado a aumentar de peso, sea un poco o mucho, no voy a repetir el mismo consejo sobre comer sano que existe desde hace décadas. El consejo es, sin ninguna duda, bueno. Lo que se dice es cómo cambiar. La consciencia es la clave, porque a todos nos han adiestrado, por medio de un condicionamiento masivo, a dañar nuestro cuerpo de las siguientes maneras:

  Comer insconscientemente, sin importarnos lo que hay
  en nuestra comida.
       
  Perder el control de nuestro apetito.

  Optar por raciones cada vez mayores.

  Usar la comida por razones emocionales; por ejemplo, 
   para aliviar el estrés de la vida cotidiana.
      
  Recurrir a la comida más rápida que satisfaga nuestras
  ansias.

Todos estos obstáculos están en un único lugar: la mente. El cuerpo es un reflejo físico de las decisiones que tomamos a lo largo de la vida. La información es importante, pero añadir más buenos consejos no es la solución para comer sano. La solución es transformar nuestra consciencia.

Decidí mostrar cómo funciona la consciencia transformadora, cómo se puede alcanzar y por qué. De lo contrario, el mejor consejo, aunque lleve a una manera de comer mejor, seguirá dejándonos encerrados en una idea limitada de nuestro cuerpo. Ser alguien que come <bien>, rígidamente, que sigue un conjunto de reglas y no se desvía nunca no es, tampoco, una situación feliz. Pero con la conciencia transformada, es fácil cambiar todas nuestras conductas arraigadas y autodestructivas. No se puede controlar aquello de lo que no somos conscientes. Si tuviéramos una piedra en el zapato, la eliminaríamos rápidamente. El dolor nos diría al instante que algo va mal. Comer mal no es igual. Lo más frecuente es que no emita ninguna señal de dolor, y los efectos dañinos se producen, a menudo, de modo invisible y gradual, ocultos a la vista. Debemos alcanzar una nuevo nivel de consciencia para darnos cuenta de lo que va mal en nuestro interior. Sólo entonces podemos proceder a cambiarlo. […]

La comida, el peso y el hambre

Si quiere recuperar su peso ideal, tiene dos opciones. Puede ponerse a dieta o hacer algo diferente. Este libro trata de ese algo diferente. Ponerse a dieta supone la clase equivocada de motivación, razón por la cual raramente conduce a la meta deseada. Es tomar el camino del sacrificio y la renuncia. Cada día de dieta supone luchar contra el hambre y esforzarnos por conseguir autocontrol. ¿Hay algún modo más insatisfactorio de vivir?

Para tener éxito, la pérdida de peso tiene que satisfacernos; es ese <algo diferente> que da resultado después de que la dieta haya fracasado. Si conseguimos devolver el equilibrio a las señales de hambre que nos envía el cuerpo, el impulso para comer se convierte en nuestro aliado, en lugar de en nuestro enemigo. Si confiamos en nuestro cuerpo para saber qué necesita, él cuidará de nosotros, en lugar de luchar contra nosotros. Todo tiene que ver con entender bien los mensajes que conectan la mente y el cuerpo.

Desde un punto de vista médico, me preparé para relacionar el hambre con la subida o bajada de ciertas hormonas. El hambre es uno de los mensajes químicos más poderosos que el cuerpo envía al cerebro. No deberíamos sentir hambre justo después de comer o que comer algo por la tarde nos llevara a un segundo o un tercer bocado. Pero he experimentado estas cosas -igual que millones de personas- lo cual significa que la experiencia del hambre puede existir incluso cuando no existe la necesidad de comida.

Es esta experiencia del hambre lo que es preciso cambiar cuando descubrimos que estamos comiendo en exceso. Los antojos y la falsa hambre no son lo mismo que darle a nuestro cuerpo el alimento que necesita. El cuerpo no es como un coche que engulle gasolina. Es la expresión física de miles de mensajes enviados a y desde el cerebro. En el acto de comer, está involucrada nuestra autoimagen, junto con nuestros hábitos, condicionamiento y recuerdos. La mente es la clave para perder peso y, cuando la mente está satisfecha, el cuerpo deja de ansiar demasiada comida.

Un planteamiento mente-cuerpo nos dará resultado porque nos pide una única cosa: Encuentre su satisfacción. Estar satisfechos es algo que la comida sola no puede hacer. Debemos nutrir:

  • el cuerpo con comida sana
  • el corazón con alegría, compasión y amor
  • la mente con conocimientos
  • el espíritu con ecuanimidad y autoconciencia

Con consciencia, todas estas cosas son posibles. Pero si las descuidamos, se alejan cada vez más, hasta quedar fuera de nuestro alcance.

Parece una paradoja, pero para poder perder peso, tenemos que llenarnos. Si nos llenamos con otra clase de satisfacciones, la comida dejará de ser un problema. Nunca debió llegar a serlo. Comer es un modo natural de sentirse feliz. Comer en exceso no lo es. Durante siglos, se ha celebrado la vida en festines, y algunas de estas celebraciones, como banquetes de boda o cenas de jubilación, pueden ser puntos culminantes de la vida de una persona. ¿A qué niño no se le ilumina la cara cuando aparece el pastel de cumpleaños? Pero el deleite que aporta la comida hace que comer en exceso sea un problema peculiar y único. Sentirse feliz, que es bueno para nosotros, se transforma en algo que nos perjudica.

En este momento caemos en algún lugar de la escala móvil que conecta la comida con la felicidad:

Comer normalmente --> Comer en exceso --> Ansias de comer --> Adicción a la comida

Comer normalmente produce una buena sensación.
Comer en exceso produce una buena sensación en el momento pero lleva a malos resultados a la larga.
Ceder a las ansias de comer no es una buena sensación en absoluto: casi de inmediato aparecen los remordimientos, la culpa y la frustración.
Ser adicto a la comida trae sufrimiento, deterioro de la salud y una total falta de autoestima. […]

Por mucho que lo maltratemos, el cuerpo puede restablecer el equilibrio. La primer regla es dejar de interferir con la naturaleza. En su estado natural, el cerebro controla el hambre automáticamente. Cuando el azúcar en la sangre cae por debajo de un cierto nivel, se envían mensajes a una región del cerebro, del tamaño de una almendra, conocida como hipotálamo, que es responsable de regular el hambre. Cuando recibe mensajes de que ha disminuido el azúcar, el hipotálamo secreta hormonas para hacer que sintamos hambre y, cuando hemos comido lo suficiente, las hormonas retroceden, haciendo que ya no tengamos hambre. Este bucle de retroalimentación entre la sangre y el cerebro actúa por sí mismo, como lo ha hecho durante millones de años. Cualquier animal con médula espinal (vertebral) tiene un hipotálamo, lo cual tiene sentido porque el hambre es algo muy básico.

Pero en los humanos, es posible interferir en el hambre con mucha facilidad. El modo en que nos sentimos emocionalmente puede hacer que tengamos un hambre devoradora o que seamos incapaces de comer en absoluto. Podemos estar distraídos y olvidarnos de comer o podemos estar obsesionados y pensar en la comida todo el día. Sin embargo, siempre andamos a la busca de satisfacción. Hay montones de cosas que pueden llenarnos además de comida. El deseo viene de las necesidades, empezando por las más básicas:

    Todos necesitamos sentirnos seguros y a salvo.
    Todos necesitamos sentirnos nutridos.
    Todos necesitamos sentirnos queridos y valorados.
    Todos necesitamos sentir que nuestra vida tiene
    importancia y sentido.

Si hemos satisfecho estas necesidades, la comida será sólo un placer entre muchos. Pero son innumerables los que recurren a comer en exceso para sustituir lo que de verdad quieren. Es como una transmutación y, con frecuencia, esas personas ni siquiera ven lo que está pasando. ¿Es esta la situación en la que usted se encuentra? Veamos algunos indicadores comunes.

No se siente seguro a menos que esté aletargado por haber comido demasiado. El embotamiento trae consigo una especie de calma que dura un rato corto.

No se siente nutrido, excepto cuando sus pupilas gustativas están sobreestimuladas con azúcar, sal y grasa.

No se siente querido ni valorado, así que convierte comer en <dadme algo de amor>.

Su vida carece de sentido, pero por lo menos cuando come, puede ignorar el vacío interior durante un ratito. […]

Mi meta es llevarlo a un estado de satisfacción. Una vez que eso empiece a suceder, dejará de comer por las razones equivocadas. La solución es sencilla, pero profunda: para perder peso, cada paso del camino debe satisfacernos. No tiene que psicoanalizarse; puede dejar de obsesionarse con su cuerpo y de sumergirse en la decepción y la frustración. Sólo hay un principio aplicable: La vida gira en torno a la satisfacción. Si no tiene una vida plena, su estómago nunca podrá proveer lo que le falta. …”


Como habrán podido observar, un tema que podría parecer un tanto trivial como lo es el hambre, puede llegar a transformarse en un auténtico problema de salud, en un verdadero mal-estar. Desde mi punto de vista, este libro es un “manantial de salud”. Una lectura que nos propone un camino seguro hacia el bien-estar. Con lenguaje sencillo y claro, nos anima a transitar los senderos de la conexión mente-cuerpo; es decir, nos garantiza una “Vida plena de sentido”.

 Bendiciones.