Hace un par de días, y debido a que mi mascota
-un caniche toy llamado Tony- fue diagnosticado como diabético (¡jamás había
escuchado que la diabetes también fuera patrimonio canino!), me enteré -gracias
a las sendas explicaciones de la veterinaria que lo atendió- de cuán peligroso
puede ser el hecho de que los riñones no funcionen como la Madre Naturaleza les
ha indicado que sí lo hagan. Según fui informada, este par de órganos -tanto en
humanos como en los animales- cumplen la función de limpiar la sangre de las
impurezas del cuerpo (son filtros sumamente selectivos), procediendo a su
eliminación a través de la orina. Y no sólo se encargan de tan saludable tarea
sino de otras muchas, tan importantes como ésta; pero ¿saben ustedes qué sucede
cuando no funcionan correctamente?. Pues resulta que realizan la tarea inversa:
desechan todo lo que sirve y se quedan con todo lo que no sirve. En pocas
palabras: las toxinas no son eliminadas y comienzan a intoxicar a todo el
organismo. ¡Un verdadero desastre!.
Esto me llevó a reflexionar acerca de un tema que
nos atañe a todos los Seres Humanos. Como tales, contamos con un cuerpo físico -el
cual puede enfermarse producto del mal funcionamiento de un órgano- pero también contamos con un cuerpo psíquico,
uno mental y uno espiritual. Entonces me pregunto: ¿Dónde se encuentra ese
“sosias” del “riñon” que debería filtrar los pensamientos, los sentimientos y
las emociones tóxicas para luego proceder a eliminarlas? ¿Qué pasará cuando
aquello que pensamos o sentimos está “intoxicado”? ¿Qué pasará cuando nuestras
emociones están “intoxicadas”?. Tal vez, sea la cultura del “ego” aquella que
sin darnos cuenta, va introduciendo -lenta pero certeramente- hábitos y
costumbres que van intoxicando -poco a poco- nuestros pensamientos, emociones y
sentimientos.
Al parecer, la Humanidad está transitando una
época que se podría definir como caótica y muy convulsionada por una serie de
sucesos, tantos naturales como gestados por la mano del hombre. Y en este proceso,
todas nuestras vivencias se ven afectadas por todo tipo de vibraciones que
impactan en nuestros distintos cuerpos: físico, mental, psíquico y espiritual.
De todos ellos, sólo uno permanece invariable: nuestro cuerpo espiritual.
Nuestra verdadera naturaleza se halla en el Espíritu. Como bien dijo alguna vez
Teilhard de Chardin: “Somos seres espirituales
viviendo una experiencia humana y no seres humanos viviendo una experiencia espiritual”.
¿Por dónde empezar entonces a “desintoxicarnos”? ¿Cómo es el proceso de
“Sanación” que nos lleva a purificar nuestras emociones, sentimientos y
pensamientos?. Al respecto, algunas religiones o creencias ofrecen herramientas
tales como la “meditación” o la “oración” (entendida esta última como plegaria)
para ayudarnos en nuestro camino de regreso a casa, de retorno a nuestra
verdadera morada, a nuestro verdadero hogar: el Espíritu que todo lo anima. Nos
ayudan a “filtrar”, a “eliminar” todo lo que no sirve -y que por ende nos
“intoxica”- y a rescatar todo aquello que nos hace sentir plenos, felices.
A propósito de ello, en el libro “Poder Gracia Libertad” – La fuente de la
felicidad permanente, cuya autoría corresponde al talentoso Deepak Chopra, en las páginas 155 a 158, contamos con
una excelente reflexión acerca de un tema muy afín como lo es el de las
“adicciones”. Al respecto nos dice que:
“… La
adicción es la enfermedad número uno de la civilización, y está directa e
indirectamente relacionada con todas las demás enfermedades. Además de las
adicciones físicas, como la adicción a la comida, el tabaco, el alcohol y las
drogas, hay adicciones psicológicas, como la adicción al trabajo, al sexo, a la
televisión, a comprar, a parecer joven, a controlar, a sufrir, a la ansiedad,
al melodrama, a la perfección.
¿Por qué
somos adictos a todas estas cosas? Somos adictos porque no estamos viviendo
desde nuestra fuente; hemos perdido la conexión con nuestra alma. Usar la
comida, el alcohol o las drogas es esencialmente una respuesta material a lo
que no es realmente físico en su base. La embriaguez, por ejemplo, es en
realidad un olvido de la memoria personal para poder experimentar la alegría de
lo no personal, lo universal. Lo que buscamos es alegría pura en vez de la mera
sensación, o incluso el olvido de la sensación. El comportamiento
autodestructivo es un anhelo espiritual no reconocido. Todas las adicciones son
en realidad una búsqueda del júbilo del espíritu, y esta búsqueda tiene que ver
con la expansión de la consciencia, la intoxicación del amor, que es
consciencia pura.
Una y
otra vez, la gente ha intentado superar sus adicciones con métodos psicológicos
y conductistas. Ninguno de ellos ofrece una cura permanente. La única cura para
la adicción es espiritual. Anhelamos la experiencia extática, que es una
necesidad tan básica como la necesidad de comida, agua o cobijo. Extasis, o ekstasis, significa
literalmente salirse. El verdadero éxtasis es salirse de la esclavitud del mundo del
materialismo, sujeto al tiempo y sujeto al espacio. Ansiamos salirnos de las
limitaciones del cuerpo. Ansiamos ser libres del miedo y la limitación.
Anhelamos el olvido de nuestro ego para poder experimentar nuestro Ser
infinito.
Empieza hoy a trascender tus comportamientos adictivos
observándolos sin juzgar. Despierta cada día con una oración: <Gracias,
Dios, por hacerme tal como soy>, y luego obsérvate a ti mismo. Sé un testigo
de tus pensamientos, tus estados de ánimo, tus reacciones, tus comportamientos.
Representan tus recuerdos del pasado, y al observarlos en el presente te liberas
del pasado. Al observar tus comportamientos adictivos observas tu
condicionamiento. Y cuando observas tu condicionamiento te liberas de él,
porque no eres tu condicionamiento; eres el observador de tu condicionamiento.
Observa el silencio entre tus pensamientos, tus
acciones, tus reacciones, y sentirás la presencia del espíritu en la quietud de
esos espacios. Con la mera observación de ti mismo das comienzo al proceso de
curación y transformación. Y si continúas practicando la conciencia siempre
presente de tu propio ser, comenzarán a florecer el entendimiento, la
intuición, la imaginación y la intención. …
… No importa lo histérico que parezca tu entorno,
permanece alerta y sobrio en tu conciencia observadora siempre presente. Toma
la determinación de no involucrarte en el melodrama que te rodea. Recuérdate a
ti mismo: no
soy ni superior ni inferior a nadie que existe. Santo o pecador, el espíritu
que reside en mí, es el espíritu divino. …
… Ninguno de nosotros somos los papeles que
desempeñamos. Una vez que reconocemos esta verdad resulta fácil perdonar todo
lo que percibimos como ofensas. No sentimos el deseo apremiante de poner
etiquetas, evaluar, analizar o juzgar, ni a nosotros mismos ni a los demás.
Cuando no necesitamos poner etiquetas o juzgar es más fácil abandonar el deseo
de controlar y manipular a los demás.
Conociendo la verdadera naturaleza de la realidad es
posible trascender el sufrimiento. Cuando trasciendes el sufrimiento, ayudas a
los demás a trascender el sufrimiento. Según prosigues en tu viaje de curación,
ayudas a los demás a curarse. Y puedes empezar a curarte observando sin juzgar
tus comportamientos adictivos. Cuando encuentras tu verdadero ser, cuando te
vuelves total, la única intoxicación que tienes es la intoxicación de la
consciencia pura, el Ser puro. …”
Luego de tan magnífica
explicación, creo que muy poco queda por agregar. Tal vez, sencillamente baste
con recordar -una vez más- que TODO es UNO. TODOS SOMOS UNO.
Bendiciones.