viernes, 13 de septiembre de 2013

Matrimonios y algo más ...


Habiéndome adentrado en la lectura del libro “Volver al amor” cuya autoría corresponde a Marianne Williamson (auténtica celebridad en Estados Unidos, donde expone sus ideas sobre espiritualidad y enseña los principios básicos de Un curso de milagros. Es fundadora de organizaciones sin ánimo de lucro que proporcionan servicios no médicos a personas con enfermedades graves) y del cual ya les he acercado algunas reflexiones en un compartir anterior, nuevamente me siento motivada para citarles otro texto que -a mi entender- contiene una sabiduría y una riqueza de Vida absolutamente imperdible. En un tema tan fundamental como lo es el de las “relaciones matrimoniales”, el aporte que Marianne nos acerca en las páginas 177 a 186 -desde mi punto de vista- resulta de capital importancia a los efectos de realizar un profundo análisis de nuestros sentimientos, conceptos y/o vivencias habidas con respecto al “matrimonio”.

Comienza el texto con el título de “El matrimonio” y, seguidamente, nos dice que:

“<Juntos asumisteis la empresa de invitar al Espíritu Santo a formar parte de nuestra relación.>

Al matrimonio, como a todo lo demás, tanto lo puede usar el ego como el Espíritu Santo. Su contenido no está nunca predeterminado. Es un organismo viviente que continuamente refleja las opciones de los individuos que lo forman.

Muy poco hay en este mundo que siga siendo sagrado, pero hay algo que debe ser tratado con reverencia para que la trama moral del mundo no se desintegre: un acuerdo entre dos personas. Un matrimonio iluminado es un compromiso para participar en el proceso de recíproco crecimiento y mutuo respeto, compartiendo el objetivo común de servir a Dios.

Un hombre me contó una vez que su relación con su ex mujer funcionó estupendamente durante el primer año que vivieron juntos. En aquella época ambos participaban activamente en una organización dedicada al crecimiento personal, pero cuando la abandonaron, el matrimonio se fue a pique. De todos modos, esto no significa que el matrimonio no tuviera nada a su favor, sino que más bien revela la importancia de un contexto mayor que las preocupaciones personales de uno de los miembros de la pareja e incluso de los dos.

¿Por qué el matrimonio es un compromiso más profundo que otras formas de relación, como la de una pareja que simplemente convive? Porque es un acuerdo en el sentido de que, por más que pueda haber una buena cantidad de sacudidas y gritos, nadie se irá dando un portazo. Ambos tenemos la seguridad de que podemos expresar cualquier emoción que brote de nuestras profundidades -y si somos honestos-, de que hacerlo en este ámbito es seguro. Nadie se irá.

El compromiso del matrimonio se declara públicamente. Cuando hay invitados a la boda y la ceremonia es religiosa, se cumple con un ritual en el que las plegarias colectivas forman un círculo de luz y de protección en torno de la relación.

Un matrimonio es un regalo de Dios para un hombre y una mujer, un regalo que después Le ha devuelto. La esposa de un hombre es literalmente un regalo que le hace Dios. El esposo de una mujer es el regalo que le hace Dios. Pero los regalos de Dios siempre son para todos. Por lo tanto, se supone que un matrimonio ha de ser una bendición para el mundo, porque es un contexto en el que dos personas pueden llegar a ser más de lo que habrían sido solas. Para el mundo entero es una bendición la presencia de gente sanada. Uno de los ejercicios del Libro de ejercicios reza así: <Cuando me curo, no soy el único que se cura>.

El apoyo y el perdón de nuestra pareja nos permiten situarnos más magníficamente en el mundo. Un curso de milagros nos dice que el amor no ha de ser exclusivo, sino inclusivo. Hace varios años se popularizó una canción cuyo estribillo decía: <Tú y yo contra el mundo>. Si alguna vez un hombre me dijera eso, yo le diría que me cambio de lado. No nos casamos para escapar del mundo, sino para sanarlo y unirlo.

Bajo la guía del Espíritu Santo, un matrimonio se compromete a crear un contexto en el que los recursos individuales de cada uno, tanto materiales como emocionales y espirituales, estén puestos al servicio del otro. Lo que demos recibiremos. Servicio no significa sacrificio de uno mismo, sino dar a las necesidades de otra persona la misma importancia que a las nuestras. El ego insiste en que una persona gane a expensas de la otra. El Espíritu Santo entra en cualquier situación llevando el triunfo a cada uno de los que participan en ella. En el matrimonio tenemos una maravillosa oportunidad de ver a través del espejismo de las necesidades separadas. La pareja no ha de pensar solamente en lo que es bueno para él o ella, sino en lo que es bueno para los dos. Esta es una de las muchas maneras en que el matrimonio puede colaborar en la sanación del Hijo de Dios.

Como sucede con todo, la clave del éxito de un matrimonio es la percepción consciente de Dios. El matrimonio Le es ofrecido para que lo use para Sus propios fines.

Es verdad el refrán que dice que la familia que reza unida se mantiene unida. El matrimonio iluminado incluye la presencia de un tercero místico. Se pide al Espíritu Santo que guíe las percepciones, los pensamientos, los sentimientos y las acciones para que en esto, como en todas las cosas, se haga la voluntad de Dios así en la tierra como en el Cielo. ...”


Espero que hayan ustedes disfrutado de esta lectura tanto como yo lo he hecho. Poco y nada quedaría por agregar; aunque sería oportuno -tal vez- recordar unas célebres palabras que dicen: “no separe el hombre lo que Dios ha unido”. TODOS SOMOS UNO. TODO ES UNO.


Bendiciones.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

La Ley del Exito ...


En esta oportunidad, les acerco un texto que me parece de suma importancia para toda persona deseosa de “... lograr prosperidad, salud y felicidad mediante el poder del Espíritu”, según puede leerse en la portada del libro titulado “La Ley del Éxito” y cuya autoría corresponde a Paramahansa Yogananda (1983-1952; mundialmente conocido como una de las personalidades más ilustres de nuestro tiempo, habiendo dado a conocer a millones de lectores la perenne sabiduría de Oriente a través de la célebre historia de su vida).

Coincido con lo expresado en la solapa delantera del mismo cuando dice que “Mientras más rápidamente se mueve el mundo, más importante se torna la necesidad de disminuir nuestro propio ritmo y mirar hacia el interior de nosotros mismos, a fin de descubrir qué es lo que nos hace verdaderamente feliz. Este libro de extraordinaria visión constituye una guía, profundamente motivadora y de extraordinario sentido práctico, para el desarrollo de los atributos innatos que nos permitirán alcanzar las más altas metas y el éxito perdurable. Obra plena de sabiduría práctica y perceptible, La ley del éxito examina los orígenes espirituales de la creatividad, el pensamiento positivo y la voluntad dinámica, así como también el poder que tienen el autoanálisis y la meditación para conducirnos al éxito. La ley del éxito nos muestra cómo cada uno de nosotros puede atraer en forma natural la armonía y la felicidad -lo cual es la medida de la eficacia real con que vivimos cada fase de nuestra existencia-, desarrollando los potenciales ilimitados que provienen de las fuerzas más recónditas de nuestro ser.”

En mi búsqueda permanente de lograr una unión plena con Dios, siento que esta clase de lecturas me ayudan a transitar el extenso camino de regreso a nuestro verdadero hogar: nuestro Yo Superior. Ese Yo que se hace uno con Dios y que se simboliza con la palabra “AMOR”.

A mi criterio, resulta por demás interesante reflexionar sobre un tema que para todos los seres humanos, es origen de vaivenes emocionales de diversa índole. En las páginas 40 a 49, encontramos una referencia más que válida -en mi opinión- a los efectos de dirigir nuestro accionar hacia metas viables de ser alcanzadas:

“... La vía de la meditación ...

... A través del poder de la concentración y de la meditación, es posible encauzar el inagotable potencial de tu mente en tal forma que te conduzca hacia la materialización de tus deseos, protegiendo a la vez todas las puertas contra la entrada del fracaso. Todos los hombres y mujeres de éxito dedican un tiempo considerable a la concentración profunda. Ellos son capaces de sumergirse hondamente en el océano de sus propias mentes, descubriendo allí las perlas de las soluciones correctas para los problemas que les preocupan. Si aprendes cómo retirar tu atención de todos los objetos de distracción, concentrándola por entero en un solo objeto, aprenderás también cómo atraer a voluntad todo cuanto necesites.

Antes de comprometerte en cualquier asunto de trascendencia, siéntate serenamente, aquieta tus sentidos y tus pensamientos, y medita profundamente; serás guiado entonces por el gran poder creador del Espíritu. A continuación, deberás emplear todos los medios materiales necesarios para conquistar tu meta.

No necesitas en tu vida sino solamente aquellos objetos que te servirán de ayuda en la realización de tu propósito fundamental. Todo aquello que tal vez deseas, mas no necesitas, puede desviarte de tal propósito. Sólo se alcanza el éxito cuando se subordina todo lo demás en función de su objetivo primordial.

El éxito se mide por la felicidad

Piensa detenidamente si acaso la conquista de la meta que has elegido te significará o no el éxito. ¿Qué es lo que constituye el éxito? Si dispones, por ejemplo, de salud y de riquezas, mas tienes conflictos con todo el mundo -incluso contigo mismo- entonces tu vida no es ciertamente exitosa. Vana se vuelve tu existencia cuando no puedes encontrar en ella la felicidad. Cuando pierdes tu fortuna, has perdido poco; cuando pierdes la salud, has perdido algo de mayor trascendencia; mas cuando pierdes tu paz mental, entonces has perdido, en verdad, el mayor tesoro.

El éxito, por lo tanto, debería medirse por el criterio de la felicidad, es decir, por tu capacidad para permanecer en serena armonía con las leyes del cosmos. No es posible medir correctamente el éxito aplicando los barómetros mundanos de la riqueza, el prestigio y el poder, ya que ninguno de ellos garantiza la felicidad, salvo que sean empleados en forma correcta. Y para poder hacer un uso correcto de tales dones, debemos poseer sabiduría, y amar a Dios y a los hombres.

Dios no te premia ni te castiga. El te ha dotado del poder de autopremiarte o de autocastigarte, por medio del uso o abuso que hagas de tu propia razón y de tu fuerza de voluntad. Cuando se transgreden las leyes de la salud, la prosperidad y la sabiduría, inevitablemente se debe sufrir la enfermedad, la pobreza y la ignorancia. Así pues, deberías fortalecer tu mente, y rehusar continuar soportando la carga de tus propias debilidades psicológicas o morales, adquiridas en el pasado: quémalas en el fuego de tus divinas resoluciones presentes y de tus buenas obras actuales; a través de esta constructiva actitud, alcanzarás la libertad.

La felicidad depende en cierto grado de las condiciones externas, pero, fundamentalmente, de nuestras actitudes mentales. Para ser felices deberíamos poseer buena salud, una mente equilibrada, una vida próspera, un trabajo adecuado, un corazón agradecido y, sobre todo, sabiduría o conocimiento de Dios.

Si adoptas la firme resolución de ser feliz, ello te ayudará. No esperes que las circunstancias se modifiquen, pensando erróneamente que es en ellas en donde yace el problema. No hagas de la infelicidad un hábito crónico, afligiendo así a quienes te rodean y a ti mismo. El hecho de que seas feliz constituye una verdadera bendición, tanto para ti mismo como para los demás. Si posees la felicidad, lo posees todo; ser feliz es estar en armonía con Dios. Tal capacidad de ser feliz viene a través de la meditación.

Permite que el poder de Dios guíe tus esfuerzos

Pon en acción el poder que ya tienes, empleándolo en propósitos constructivos, y desarrollarás así mayor poder. Avanza en tu sendero con una actitud de inquebrantable determinación, empleando todos los atributos del éxito en tu empresa. Sintonízate con el poder creador del Espíritu. Estarás entonces en contacto con la Inteligencia Infinita, capaz de guiarte y de resolver todos los problemas. Así, desde la dinámica Fuente de tu ser, manará un ininterrumpido flujo de poder que te capacitará para desempeñarte en forma creativa en cualquier esfera de actividad.

Antes de decidir cualquier asunto de trascendencia, siéntate en silencio, pidiéndole al Padre su bendición. Si obras así, en el fondo de tu poder, actuará el poder de Dios; en el fondo de tu mente, estará su mente; y en el fondo de tu voluntad, su voluntad. No puedes fracasar si Dios trabaja contigo; y cuando así sucede, todas tus facultades aumentan su poder. Cada vez que realizas tu trabajo con la idea de servir a Dios, recibes sus bendiciones.

Aun cuando tu trabajo en esta vida sea humilde, no te sientas obligado a justificarte por ello; siéntete más bien orgulloso de estar cumpliendo con la tarea que el Padre te ha dado. El te necesita en tu lugar particular; no todos pueden desempeñar el mismo papel. Mientras trabajes con el objeto de complacer a Dios, todas las fuerzas cósmicas colaborarán armoniosamente contigo.

Cuando convenzas a Dios de que le deseas a El por encima de todo, estarás en armonía con su voluntad. Cuando continúas buscándole, a pesar de todos los obstáculos que surgen a tu paso para alejarte de El, estás empleando la voluntad humana en su forma más altamente constructiva. Y es en esa forma como pondrás en acción la ley del éxito, conocida por los sabios de la antigüedad, y comprendida por todo ser humano que haya alcanzado el verdadero éxito. El poder Divino está en tus manos, si realizas un decidido esfuerzo por hacer uso de él para alcanzar la salud, la felicidad y la paz. En la medida en que abarques estas metas en tu vida, avanzarás ciertamente por el camino de la autorrealización (o realización de tu Ser espiritual), hacia tu verdadera morada en el Señor.

Afirmación

Padre Celestial, yo razonaré, ejerceré mi voluntad y actuaré, mas te pido que seas Tú, Padre Celestial, quien guíe siempre mi razón, mi voluntad y mi acción, hacia la meta correcta.” (*)

(*) resaltar es de mi autoría


Bendiciones.


martes, 10 de septiembre de 2013

El Perdón en Los Milagros ...

A poco de comenzar a leer el libro titulado “Volver al amor” me sentí inspirada a compartir, con ustedes, algunas reflexiones contenidas en el mismo. La autoría de tan magnífica obra -cuya lectura recomiendo- corresponde a Marianne Williamson (auténtica celebridad en Estados Unidos, donde expone sus ideas sobre espiritualidad y enseña los principios básicos de Un curso de milagros. Es fundadora de organizaciones sin ánimo de lucro que proporcionan servicios no médicos a personas con enfermedades graves). Su genuino talento para trasmitir las efusiones que el Espíritu infunde en todos los Seres Humanos (sin distinción alguna) y su expresión abierta a la hora de relatar experiencias de su propia existencia, invitan a aquietar nuestra Mente y a re-conectarnos con nuestro Corazón, dejando una estela de Paz a medida que vamos adentrándonos en la naturaleza de nuestro verdadero SER.

Como bien dice en la contratapa del libro: “Con los años hemos ido perdiendo la enorme capacidad de amar, nos alejamos del poder de la imaginación y de la fe en los milagros de que disfrutan los niños. Lo hemos ido sustituyendo por normas, obligaciones y obsesiones que nos impiden ser felices. Volver al amor es una guía espiritual para recuperar esa capacidad perdida, para regresar al prodigio de nuestro nacimiento, para aceptar el amor que nos hemos estado negando. A partir de su experiencia en Un curso de milagros, Marianne Williamson da un nuevo sentido a la terminología religiosa y busca su esencia, su significado más íntimo y profundo. Con su guía, podremos acercar lo milagroso a los problemas de cada día, el trabajo, la salud, las relaciones personales...”


“Tu santidad invierte todas las leyes del mundo. Está más allá de cualquier restricción de tiempo, espacio, distancia, así como de cualquier clase de límite”.

Esta expresión puede leerse en la introducción que se encuentra en el capítulo 5, titulado Los milagros; precediendo al texto que bajo la denominación El perdón, nos acerca otra expresión tan cierta como la anterior:

“Ante el glorioso Resplandor del Reino, la culpabilidad se desvanece, y habiéndose transformado en bondad, ya nunca volverá a ser lo que fue.”

En las páginas 79 a 84, descubrimos que:

“<Los milagros ocurren naturalmente como expresiones de amor>. Reflejan un cambio en nuestra manera de pensar, un cambio que libera el poder de la mente hacia los procesos de sanación y rectificación.

Esta sanación asume muchas formas. A veces, un milagro es un cambio en las condiciones materiales, como puede ser una cura física. Otras veces es un cambio psicológico o emocional. Y no tanto un cambio en una situación objetiva -aunque con frecuencia también eso ocurra- como en la forma en que nosotros la percibimos. Lo que cambia es, principalmente, la manera como se nos aparece en la mente una experiencia, es decir, la vivencia que tenemos de ella.

El mundo humano, con nuestra absoluta concentración en el comportamiento y en todo lo que acontece fuera de nosotros, es un mundo engañoso. Es un velo que nos separa de un mundo más real, un sueño colectivo. El milagro no consiste en disponer de otra manera las imágenes del sueño. El milagro es despertarnos.

Al pedir milagros, lo que buscamos es un objetivo práctico: un retorno a la paz interior. No pedimos que cambie nada externo a nosotros, sino algo que está en nuestro interior. Vamos en busca de una perspectiva vital más suave, más tierna.

La vieja física newtoniana sostenía que las cosas tienen una realidad objetiva independientemente de cómo las percibimos. La física cuántica, y más especialmente el principio de incertidumbre de Heisenberg, nos revela que a medida que nuestra percepción de un objeto cambia, el objeto mismo, literalmente, también cambia. La ciencia de la religión es la ciencia de la conciencia, porque en última instancia toda creación se expresa por mediación de la mente. Así pues, tal como se afirma en Un curso de milagros, nuestra herramienta más eficaz para cambiar el mundo es nuestra capacidad para <cambiar de mentalidad con respecto al mundo>.

Como el pensamiento es el nivel creativo de las cosas, cambiar la mente es la potenciación personal fundamental. Aunque escoger el amor en vez del miedo sea una decisión humana, el cambio radical que ésta produce en todas las dimensiones de nuestra vida es un regalo de Dios. Los milagros son unas <intercesiones en nombre de nuestra santidad>, procedentes de un sistema de pensamiento que se encuentra más allá del nuestro. Es la presencia del amor, las leyes que rigen el estado normal de las cosas quedan superadas. El pensamiento que ya no tiene ningún límite nos aporta una experiencia que ya no tiene ningún límite.

Nuestra herencia son las leyes que rigen el mundo en que creemos. Si nos consideramos seres de este mundo, entonces nos regirán las leyes que lo rigen: las de la escasez y la muerte. Si nos consideramos hijos de Dios, cuyo verdadero hogar se encuentra en un nivel de conciencia allende este mundo, nos percataremos entonces de que <no nos gobiernan otras leyes que las de Dios>.

Nuestra percepción de nosotros mismos determina nuestro comportamiento. Si creemos que somos criaturas pequeñas, limitadas, inadecuadas, tenderemos a comportarnos de esa manera, y la energía que irradiaremos reflejará esa creencia, no importa lo que hagamos. Si pensamos que somos criaturas magníficas, con una abundancia infinita de amor y de capacidad de dar, entonces tenderemos a conducirnos de esa manera, y la energía que nos rodee reflejará nuestro estado de conciencia.

<Los milagros, como tales, no se han de dirigir conscientemente>. Se producen como efectos involuntarios de una personalidad amorosa, de una fuerza invisible que emana de alguien cuya intención consciente es dar y recibir amor. A medida que nos liberamos de los miedos que bloquean el amor que llevamos dentro, nos convertimos en instrumentos de Dios, en Sus obradores de milagros.

Dios, en cuanto amor, se expande constantemente, floreciendo y creando nuevas pautas para la expresión y el logro del júbilo. Cuando a nuestra mente, centrada en el amor, se le permite que sea un canal abierto por el que Dios se expresa, nuestra vida se convierte en el medio de expresión de ese júbilo. Este es el significado de nuestra vida. Estamos aquí como representaciones físicas de un principio divino. Decir que estamos en la tierra para servir a Dios significa que estamos en la tierra para amar. ...”

“... El Curso habla del plan de Dios para la salvación del mundo, lo llama <el plan de los maestros de Dios>. El plan llama a los maestros de Dios a sanar el mundo valiéndose del poder del amor. Esta enseñanza tiene muy poco que ver con la comunicación verbal, y todo que ver con una cualidad de la energía humana. <Enseñar es demostrar>. Un maestro de Dios es cualquiera que opte por serlo. <Los maestros de Dios proceden de todas partes del mundo, y de todas las religiones, aunque algunos no pertenecen a ninguna religión. Los maestros de Dios son los que han respondido>. La frase <Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos> significa que <a todos se los llama, pero pocos se preocupan por escuchar>. La llamada de Dios es universal, se emite para todas las mentes en todo momento. Sin embargo, no todos optan por atender a la llamada de su propio corazón. Como demasiado bien lo sabemos todos, poco les cuesta a las voces chillonas y frenéticas del mundo exterior sofocar la tímida vocecita interior del amor.

Nuestro trabajo como maestros de Dios, si decidimos aceptarlo, consiste en buscar constantemente, en nuestro interior, una mayor capacidad de amor y de perdón. Hacemos esto mediante una <forma selectiva de recordar>, mediante una decisión consciente de recordar únicamente los pensamientos amorosos y de desaferrarnos de cualesquiera pensamientos atemorizantes. Este es el significado del perdón, una importante piedra angular de la filosofía de Un curso de milagros. Como muchos de los términos tradicionales usados en el Curso, también éste se utiliza de una manera nada tradicional.

Tradicionalmente, pensamos que perdonar es algo que debemos hacer cuando creemos que alguien es culpable de algo. En el Curso, sin embargo, se nos enseña que nadie es culpable, que no hay culpa, porque sólo el amor es real. Nuestra función consiste en ver, a través de la falsa idea de la culpa, la inocencia que está más allá. <Perdonar no es otra cosa que recordar únicamente los pensamientos amorosos que diste en el pasado, y aquellos que se te dieron a ti. Todo lo demás debe olvidarse>. Lo que se nos pide es que extendamos nuestra percepción más allá de los errores que nuestras percepciones físicas nos revelan -lo que alguien hizo, lo que alguien dijo-, para captar la santidad en ellos que sólo el corazón nos revela. Entonces, de hecho, no hay nada que perdonar. Lo que tradicionalmente se ha entendido por perdón -lo que en el Canto de la oración se llama <perdón para destruir>- es, por lo tanto, un acto de enjuiciamiento. Es la arrogancia de alguien que se ve a sí mismo como mejor que otra persona, o quizá como igualmente pecador, lo que sigue siendo una percepción errónea y una expresión de la arrogancia del ego.

Como todas las mentes están conectadas, que alguien rectifique su percepción es, en algún nivel, una sanación de la mente de la raza humana como tal. La práctica del perdón es la contribución más importante que podemos hacer a la sanación del mundo. De personas enfadadas no se puede esperar que creen un planeta pacífico. A mí  me divierte recordar cómo me enojaba cuando la gente no quería firmar mis escritos en petición de paz.

El perdón es un trabajo de dedicación completa, y a veces muy difícil. No conseguimos perdonar siempre, pero hacer el esfuerzo es nuestra vocación más noble. Es la única probabilidad real que podemos ofrecer al mundo de volver a empezar. Un perdón radical es una liberación completa del pasado, tanto respecto a las relaciones personales como respecto a las tragedias colectivas. ...”

¡Cuánto bien nos haría que nuestros semejantes Barack Obama y Bashar al-Assad entendieran esto y lo pusieran en práctica!. ¡Cuánto bien nos haría como “Humanidad” (recordemos que TODO ES UNO y que TODOS SOMOS UNO) que estas palabras calaran hondo en el Corazón de estas dos personas que ocupan un lugar tan destacado en este bendito planeta Tierra!.

En sentida unidad con todos aquellos que eleven plegarias y/o alcen sus voces -en todas partes del Universo- abogando por la Paz Mundial, los invito a reflexionar sobre todo lo que acaban de leer y a interceder, los unos por los otros, a fin de contribuir en la gestación de un nuevo orden mundial basado en el AMOR.


Bendiciones.