En esta oportunidad, les acerco un texto
que me parece de suma importancia para toda persona deseosa de “... lograr
prosperidad, salud y felicidad mediante el poder del Espíritu”, según
puede leerse en la portada del libro titulado “La Ley del Éxito” y cuya
autoría corresponde a Paramahansa Yogananda (1983-1952; mundialmente conocido como una de las
personalidades más ilustres de nuestro tiempo, habiendo dado a conocer a
millones de lectores la perenne sabiduría de Oriente a través de la célebre
historia de su vida).
Coincido con lo expresado en la solapa
delantera del mismo cuando dice que “Mientras más rápidamente se mueve el
mundo, más importante se torna la necesidad de disminuir nuestro propio ritmo y
mirar hacia el interior de nosotros mismos, a fin de descubrir qué es lo que
nos hace verdaderamente feliz. Este libro de extraordinaria visión constituye
una guía, profundamente motivadora y de extraordinario sentido práctico, para
el desarrollo de los atributos innatos que nos permitirán alcanzar las más
altas metas y el éxito perdurable. Obra plena de sabiduría práctica y
perceptible, La
ley del éxito examina los orígenes espirituales de la
creatividad, el pensamiento positivo y la voluntad dinámica, así como también
el poder que tienen el autoanálisis y la meditación para conducirnos al éxito. La ley del éxito nos muestra cómo cada uno de nosotros puede atraer en forma natural
la armonía y la felicidad -lo cual es la medida de la eficacia real con que
vivimos cada fase de nuestra existencia-, desarrollando los potenciales
ilimitados que provienen de las fuerzas más recónditas de nuestro ser.”
En mi búsqueda permanente de lograr una
unión plena con Dios, siento que esta clase de lecturas me ayudan a transitar
el extenso camino de regreso a nuestro verdadero hogar: nuestro Yo Superior.
Ese Yo que se hace uno con Dios y que se simboliza con la palabra “AMOR”.
A mi criterio, resulta por demás
interesante reflexionar sobre un tema que para todos los seres humanos, es
origen de vaivenes emocionales de diversa índole. En las páginas 40 a 49,
encontramos una referencia más que válida -en mi opinión- a los efectos de
dirigir nuestro accionar hacia metas viables de ser alcanzadas:
“... La vía de la meditación ...
... A través del poder de la
concentración y de la meditación, es posible encauzar el inagotable potencial
de tu mente en tal forma que te conduzca hacia la materialización de tus
deseos, protegiendo a la vez todas las puertas contra la entrada del fracaso.
Todos los hombres y mujeres de éxito dedican un tiempo considerable a la
concentración profunda. Ellos son capaces de sumergirse hondamente en el océano
de sus propias mentes, descubriendo allí las perlas de las soluciones correctas
para los problemas que les preocupan. Si aprendes cómo retirar tu atención de
todos los objetos de distracción, concentrándola por entero en un solo objeto,
aprenderás también cómo atraer a voluntad todo cuanto necesites.
Antes de comprometerte en cualquier
asunto de trascendencia, siéntate serenamente, aquieta tus sentidos y tus
pensamientos, y medita profundamente; serás guiado entonces por el gran poder
creador del Espíritu. A continuación, deberás emplear todos los medios
materiales necesarios para conquistar tu meta.
No necesitas en tu vida sino solamente
aquellos objetos que te servirán de ayuda en la realización de tu propósito
fundamental. Todo aquello que tal vez deseas, mas no necesitas,
puede desviarte de tal propósito. Sólo se alcanza el éxito cuando se subordina
todo lo demás en función de su objetivo primordial.
El éxito se mide por la felicidad
Piensa detenidamente si acaso la
conquista de la meta que has elegido te significará o no el éxito. ¿Qué es lo
que constituye el éxito? Si dispones, por ejemplo, de salud y de riquezas, mas
tienes conflictos con todo el mundo -incluso contigo mismo- entonces tu vida no
es ciertamente exitosa. Vana se vuelve tu existencia cuando no puedes encontrar
en ella la felicidad. Cuando
pierdes tu fortuna, has perdido poco; cuando pierdes la salud, has perdido algo
de mayor trascendencia; mas cuando pierdes tu paz mental, entonces has perdido,
en verdad, el mayor tesoro.
El éxito, por lo tanto, debería
medirse por el criterio de la felicidad, es decir, por tu capacidad para
permanecer en serena armonía con las leyes del cosmos. No es posible medir
correctamente el éxito aplicando los barómetros mundanos de la riqueza, el
prestigio y el poder, ya que ninguno de ellos garantiza la felicidad, salvo que
sean empleados en forma correcta. Y para poder hacer un uso correcto de tales
dones, debemos poseer sabiduría, y amar a Dios y a los hombres.
Dios no te premia ni te castiga. El te
ha dotado del poder de autopremiarte o de autocastigarte, por medio del uso o
abuso que hagas de tu propia razón y de tu fuerza de voluntad. Cuando se
transgreden las leyes de la salud, la prosperidad y la sabiduría,
inevitablemente se debe sufrir la enfermedad, la pobreza y la ignorancia. Así
pues, deberías fortalecer tu mente, y rehusar continuar soportando la carga de
tus propias debilidades psicológicas o morales, adquiridas en el pasado:
quémalas en el fuego de tus divinas resoluciones presentes y de tus buenas
obras actuales; a través de esta constructiva actitud, alcanzarás la libertad.
La felicidad depende en cierto grado
de las condiciones externas, pero, fundamentalmente, de nuestras actitudes
mentales. Para ser felices deberíamos poseer buena salud, una mente
equilibrada, una vida próspera, un trabajo adecuado, un corazón agradecido y,
sobre todo, sabiduría o conocimiento de Dios.
Si adoptas la firme resolución de ser
feliz, ello te ayudará. No esperes que las circunstancias se modifiquen,
pensando erróneamente que es en ellas en donde yace el problema. No hagas de la
infelicidad un hábito crónico, afligiendo así a quienes te rodean y a ti mismo.
El hecho de que seas feliz constituye una verdadera bendición, tanto para ti
mismo como para los demás. Si posees la felicidad, lo posees todo; ser feliz es
estar en armonía con Dios. Tal capacidad de ser feliz viene a través de la meditación.
Permite que el poder de Dios guíe tus esfuerzos
Pon en acción el poder que ya tienes,
empleándolo en propósitos constructivos, y desarrollarás así mayor poder.
Avanza en tu sendero con una actitud de inquebrantable determinación, empleando
todos los atributos del éxito en tu empresa. Sintonízate con el poder creador
del Espíritu. Estarás entonces en contacto con la Inteligencia Infinita, capaz
de guiarte y de resolver todos los problemas. Así, desde la dinámica Fuente de
tu ser, manará un ininterrumpido flujo de poder que te capacitará para
desempeñarte en forma creativa en cualquier esfera de actividad.
Antes de decidir cualquier asunto de
trascendencia, siéntate en silencio, pidiéndole al Padre su bendición. Si obras
así, en el fondo de tu poder, actuará el poder de Dios; en el fondo de tu
mente, estará su mente; y en el fondo de tu voluntad, su voluntad. No puedes
fracasar si Dios trabaja contigo; y cuando así sucede, todas tus facultades
aumentan su poder. Cada vez que realizas tu trabajo con la idea de servir a
Dios, recibes sus bendiciones.
Aun cuando tu trabajo en esta vida sea
humilde, no te sientas obligado a justificarte por ello; siéntete más bien
orgulloso de estar cumpliendo con la tarea que el Padre te ha dado. El te
necesita en tu lugar particular; no todos pueden desempeñar el mismo papel.
Mientras trabajes con el objeto de complacer a Dios, todas las fuerzas cósmicas
colaborarán armoniosamente contigo.
Cuando convenzas a Dios de que le
deseas a El por encima de todo, estarás en armonía con su voluntad. Cuando
continúas buscándole, a pesar de todos los obstáculos que surgen a tu paso para
alejarte de El, estás empleando la voluntad humana en su forma más altamente
constructiva. Y es en esa forma como pondrás en acción la ley del éxito,
conocida por los sabios de la antigüedad, y comprendida por todo ser humano que
haya alcanzado el verdadero éxito. El poder Divino está en tus manos, si
realizas un decidido esfuerzo por hacer uso de él para alcanzar la salud, la
felicidad y la paz. En la medida en que abarques estas metas en tu vida,
avanzarás ciertamente por el camino de la autorrealización (o realización de tu
Ser espiritual), hacia tu verdadera morada en el Señor.
Afirmación
Padre Celestial, yo razonaré,
ejerceré mi voluntad y actuaré, mas te pido que seas Tú, Padre Celestial, quien
guíe siempre mi razón, mi voluntad y mi acción, hacia la meta correcta.” (*)
(*) resaltar es de mi autoría
Bendiciones.
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