miércoles, 15 de abril de 2015

Testigos "solidarios" y testigos "silenciosos": partícipes indispensables en el mobbing ...



En esta oportunidad, abordaré un tema que -a mi criterio- merece una especial atención y que, en los tiempos actuales, se viene observando cada vez con mayor frecuencia: me refiero al denominado “mobbing”. Bajo el título “Los sujetos intervinientes en el mobbing, Daniel E. Stortini se explaya sobre este tema tan complejo. Merced a la edición de la Revista Doctrina Laboral y Previsional Nº 355 – Marzo 2015 de Editorial Errepar, he tenido la oportunidad de tomar contacto con este -en mi opinión- magnífico trabajo de doctrina.

Como trabajadora en relación de dependencia que ha sido y sigue siendo objeto de “mobbing” en su ámbito laboral, tanto de parte de personas que ocupan puestos jerárquicos como de compañeros/as de trabajo, me siento motivada a compartir con todos ustedes, algunos de los conceptos vertidos en este excelente trabajo de editorial, en el convencimiento de que muchas personas se sentirán plenamente identificadas con el rol de “blancos de ataque”. Es sabido que tomar consciencia de una situación, es empezar a cambiarla. Gracias a Dios, el hecho de profesar la religión Católica Apostólica Romana y de ser una asidua practicante de la oración, reflexión, meditación y contemplación, me ha servido de inestimable ayuda para poder comprender, compadecer y -fundamentalmente- perdonarlo todo: las agresiones, a los/as agresores/as y a los testigos ya sea solidarios como silenciosos. En definitiva, me he dado cuenta de que si fueran personas Felices, nunca actuarían de ese modo. Si fueran personas cuyos Corazones se encuentran en Paz, jamás recurrirían a semejante forma de manifestarse en la Vida. Si fueran personas Libres, nunca se conducirían de esa manera pues ello significa esclavizar y esclavizarse, porque no caben dudas de que todos ellos terminan absolutamente esclavizados. Si fueran personas Mentalmente Sanas, elegirían comportarse como lo hacen las personas Sabias … ¡Qué pena tan grande derrochar toda una Vida en actitudes y comportamientos tan vanos, tan vacíos de contenido, tan sin sentido! ¡Dios se apiade de sus Almas! …

Me parece, entonces, que ha llegado el momento de remitirlos a las páginas 259 a 266, donde podrán tomar nota de que:


“El acoso psicológico o mobbing está conformado por actitudes sistemáticas y reiteradas de una persona o grupo de ellas a través de distintas exteriorizaciones (palabras, gestos, escritos), capaces de ocasionar una lesión a la dignidad e integridad psicofísica de otra persona, con la finalidad última de que esta se aleje o abandone el lugar de trabajo.

Se trata de un proceder que no se agota en un acto aislado sino que debe repetirse sistemáticamente con cierta duración y finalidad en el autor (recaudo subjetivo). Esto se desprende del propio Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia en cuanto indica que <acosar> significa <perseguir a una persona, sin dar tregua ni reposo> 19a ed. – Ed. Espasa-Calpe – Madrid – 1970).

Adelantamos que en el universo laboral los casos más frecuentes suceden a partir del jefe respecto de un subordinado, pero también se da entre pares de un mismo nivel jerárquico (compañeros de trabajo) e incluso desde los subordinados respecto de un empleado jerarquizado. […]

EL SUJETO ACTIVO

Generalmente el acosador es una persona con ansias desmedidas de poder y gustoso de ser reconocido y elogiado, presentando asimismo una tendencia a acosar, pero con la particularidad de que no lo hace respecto de personas débiles de carácter, sino paradójicamente sobre aquellas que le pueden hacer <sombra> en su quehacer en la empresa, sea por la fuerza de trabajo o la inteligencia o capacidad de gestión. Es decir, personas que puedan llegar a superar la reputación del agresor en el mismo lugar de trabajo.

Suele ser una persona que tiene un notable poder de convencimiento y se relaciona y se exhibe de una manera muy agradable en público, pero en privado adopta de manera antojadiza y caprichosa comportamientos violentos. Desprecia a los demás como también envidia al exitoso o al que tiene méritos propios e idoneidad para el respectivo trabajo. Y ello debido al temor que le suscita perder la ubicación de preponderancia que tiene en el ámbito laboral donde cumple su función.

Pareciera que su perfil sería embestir contra el débil. Pero todo lo contrario, pues se dirige contra el individuo que lo puede desmerecer en su entorno laboral y por ende materializa su voluntad a través de actos agresivos en procura de que esa persona se retire del lugar de trabajo, en lo posible impulsándola para que sea ella misma la que tome la decisión.

Puede advertirse entonces que la persona del agresor presenta características muy definidas. Las más salientes son las siguientes: egocéntrico, egoísta, inseguro, intolerante a las críticas, celoso del éxito de los demás, absolutamente necesitado de que lo admiren por creerse <único>, anhelo de que lo vean como un triunfador, poco o nulo aprecio hacia los demás aunque se muestre amistoso y simpático, etc. Generalmente el acosador ocupa un nivel jerárquico en la empresa (gerente, jefe), no obstante que también pueden ocupar el rol de acosadores -según se dijo al inicio- los compañeros de trabajo e incluso los subordinados.

El ataque siempre va a ser, además de incesante y repetitivo, dirigido en concreto a una sola persona y siempre a la misma (o a un mismo grupo). Recordemos que hay dos elementos que necesariamente deben estar presentes para dar lugar al mobbing: a) la existencia de actos de hostigamiento permanentes durante una cierta secuencia temporal; y b) la finalidad del acosador de que la víctima, al resultar dañada psíquica o moralmente, <se vaya> del concreto ámbito laboral. Este proceder, desarrollado de manera continua y reiterada, puede llegar a afectar la salud del individuo: ansiedad, estrés, depresión, trastornos psicosomáticos, etc. […]

EL SUJETO PASIVO

¿Quién puede ser víctima de mobbing? Es difícil la respuesta, pues puede ser cualquier persona que sea visualizada por el acosador al constituir para él una amenaza en el ejercicio de su tarea en la empresa. A partir de ese momento comenzará a soportar la violencia psicológica del agresor.

Pero intentaremos acercarnos a clarificar, al menos, las características más salientes de la potencial víctima. En una primera aproximación podríamos creer equivocadamente que el agredido es un individuo que carece de personalidad o de méritos para trabajar en la empresa. Sin embargo, esto es un absoluto error.

Llamativamente la víctima es una persona de elevada personalidad, autoestima, confianza en sí misma y llena de energía y aptitudes en el ámbito laboral. Estas cualidades, entre otras, son las que empiezan a motivar la envidia del acosador. Ello se origina porque la potencial víctima comienza a destacarse en la comunidad empresaria por su idoneidad y además por su carisma, su trato agradable y su capacidad para relacionarse con el grupo e imponer el trabajo <en equipo>.

Es común que el perfil de la víctima esté colmado de ideas renovadoras e iniciativas personales en orden a mejorar la organización del establecimiento y la calidad de gestión del grupo, colaborando asimismo con sus integrantes y motivándolos a través del diálogo para elevar el autoestima de ellos y haciéndose cargo de los inconvenientes suscitados (tanto los de él como los de sus compañeros) durante la jornada de trabajo.

Lo que no advierte la víctima es que está siendo seducida por la actitud embrolladora del acosador y así empieza a tener confianza en él. De esta manera comienza, poco a poco, a caer en sus redes sin sospechar para nada esa finalidad destructora que moviliza al agresor. […]

Suele ser la víctima una persona con prestigio en su oficio o profesión, para nada sumiso, con capacidad de decisión propia y de gestión en su labor. Estas condiciones no son bien vistas por el acosador en tanto que -como antes se dijo- puede ensombrecer su papel en el establecimiento.

Como bien sostiene la psiquiatra Marie-France Hirigoyen (especialista en acoso moral), las víctimas, contrariamente a lo que los agresores pretender hacer creer, no son personas afectadas de alguna patología ni presentan una personalidad débil. Al contrario, el acoso empieza cuando el individuo reacciona contra el autoritarismo de un superior y no se deja avasallar. Su capacidad de resistir a la autoridad, a pesar de las presiones, es lo que lo señala como <blanco>. Por ende, las víctimas no son <holgazanas> sino que son muy centradas en su trabajo, desean ser impecables. Se quedan hasta muy tarde en la oficina, no dudan en ir a trabajar durante el fin de semana y no faltan siquiera cuando están enfermos pues tienen, en palabras de la autora, un <presentismo patológico> (Hirigoyen, Marie-France: <El acoso moral> - 13a ed. - Ed. Paidós - Bs. As. - 2008 - pág. 50). […]

LOS TESTIGOS <SOLIDARIOS> Y LOS TESTIGOS <SILENCIOSOS>

Es necesario remarcar -aunque parezca extraño- que en el mobbing intervienen, además del agresor y la víctima, otras personas a las que vamos a integrar en dos grupos que denominaremos, por un lado, los testigos <solidarios> y, por el otro, los testigos <silenciosos>, a los cuales hemos detectado en nuestra investigación sobre esta problemática social.

Aunque no se crea, es difícil que exista mobbing sin la presencia de estos individuos aparentemente ajenos a la relación entre el sujeto activo y el sujeto pasivo.

En el primer grupo encontramos a los testigos <solidarios> que, de una u otra manera, avalan la actitud del agresor porque, luego de la reiteración de actos peyorativos durante un tiempo, los compañeros de trabajo llegan a creer en los dichos del acosador. Por ende, estas personas <acompañan> -por así decirlo- la gestión permanente y perversa del agresor, suscitando en el lugar de trabajo una situación sumamente engorrosa y crítica en la medida en que la víctima se convierte en <punto> de todo el personal que así se <solidariza> con el acosador.

Los testigos <silenciosos>, en cambio, son los que permanecen callados no obstante que ven el reiterado proceder arbitrario del acosador; es decir que nada dicen, pero así lo hacen en su propio beneficio por temor a ser perjudicados en su empleo e incluso despedidos.

En otras palabras, el agresor comienza el procedimiento con un cuestionamiento perverso acerca del modo de trabajar o el carácter o la personalidad de la víctima. El resto del personal, en un principio, se ve confundido acerca de la certeza o no de los asertos maliciosos del acosador, pero  luego paulatinamente, ante la reiteración sistemática de esos actos hostiles, empieza a creer que esas manifestaciones desmerecedoras son verdaderas.

Al mismo tiempo, el panorama negativo se va profundizando respecto de la conducta laboral de la propia persona acosada. Ella misma va a ir perdiendo su autoestima y confianza e incluso va a dudar de sus aptitudes, lo cual la lleva a incurrir en equívocos en orden a su desempeño laboral (es decir, errores que antes no cometía). Ya no tendrá un rendimiento laboral óptimo porque ha perdido poco a poco su autoestima como también su capacidad de concentración en la tarea. Todo esto favorecerá el objetivo final del agresor.

A partir de dicho momento, los compañeros de trabajo comenzarán a criticarla en razón del escaso rendimiento o eficacia de su labor y se olvidarán de cómo era la víctima antes de que empezaran los actos hostiles. El acosador, en definitiva, la ha convertido en lo que pretendía y ha obtenido su propósito.

Los propios compañeros de tareas finalmente darán crédito a las aseveraciones infundadas del agresor y de esa manera todo el personal pensará que la acosada es incompetente e incumplidora o que no presta atención o que tiene un pésimo carácter o que no recepta o no entiende las <amables> órdenes e instrucciones de trabajo dadas por el jefe. Es decir que los comentarios adversos de los compañeros de tareas aumentarán la pérdida de autoestima del afectado y finalmente él terminará por creer que es merecedor de esos ataques.

En suma, el entorno laboral adquiere cierta solidaridad con el acosador al justificar las críticas efectuadas a la víctima y consecuentemente complementan la persistente actividad hostil del agresor. Paralelamente, otro sector del personal adopta un temperamento silencioso o <mudo> (no ven ni oyen nada) y asumen esa actitud por temor a las represalias del acosador y, en definitiva, a perder ellos el empleo.

Los integrantes de la comunidad de trabajo que en un primer momento valoraban y justipreciaban las cualidades personales y laborales de la acosada, finalmente comparten el proceder del agresor, ya sea por convertirse en solidarios o por silenciar y no inmiscuirse en esa actividad hostil (empezarán a decir que <por algo será> o <algo habrá hecho>).

CONCLUSION

Una conclusión a la que hemos arribado es que el proceder del agresor está dirigido, en un comienzo, a ir eliminando la posibilidad de comunicación de la víctima con sus compañeros por cuanto ella se irá aislando cada vez más y, al no mantener contacto verbal con los restantes miembros de la empresa e incluso con los clientes y proveedores, se irá deteriorando en su aspecto psicológico a punto tal de creer ella misma que el acosador tiene razón.

También hemos extraído de nuestra investigación sobre esta temática que, como consecuencia de esas agresiones, pueden originarse diversas dolencias y trastornos físicos o psicológicos que pueden encontrar nexo causal con el trabajo debido al acoso y conformar así una enfermedad profesional dentro del marco normativo, sea de la ley especial y tarifada (L. 24567 de riesgos del trabajo) o mediante una reparación integral y plena con fundamento en las disposiciones del Código Civil que determinarán la responsabilidad del acosador y/o el empleador, haya o no actuado como ejecutor del acoso psicológico. […]


Llegados a este punto, sólo me resta decirle a la Editorial Errepar y al Señor Daniel E. Stornini: ¡chapeau!, simple y sencillamente ¡chapeau!.


Bendiciones.

domingo, 12 de abril de 2015

Sabotaje: habilidad para negar nuestra verdadera naturaleza...



Tiempo atrás, he compartido con todos ustedes algunas consideraciones vertidas en el libro titulado “Perdón radical”, cuya autoría corresponde a Colin Tipping. Antes de continuar, me parece apropiado recordar (a quien ya lo conoce) o informar (a quién aún no sabe de él) que Colin Tipping (como se explica en la contratapa del libro): “es un reconocido autor, docente y conferenciante de fama internacional. Nacido en Inglaterra, emigró a Estados Unidos y allí fundó junto a su esposa el Instituto para la Terapia del Perdón Radical y Coaching. Tipping es una autoridad en la aplicación de la terapia del Perdón Radical y de la Manifestación Radical, métodos enfocados a sanar y potenciar a las personas, las empresas, los pueblos y las comunidades.”
Hoy, es mi deseo volver a compartir con todos ustedes, más reflexiones -de este autor- que podrán encontrar en otra de sus obras titulada “Manifestación radical” – El arte de crear la vida que quieres. Llegué al conocimiento de esta última, cuando “causalmente” me topé con ella al entrar en una librería con la intención de comprar un libro para regalar. Sin duda alguna -en mi opinión- se trata de una "verdadera joya bajo la forma de texto". Dicen que nada es casualidad: coincido plenamente.


Es tiempo entonces de pasar vista al capítulo 10, titulado “EL SABOTAJE” (Páginas 79 a 83) para tomar nota de que:

“Tenemos que recordarnos a menudo a nosotros mismos que el universo es un lugar de abundancia infinita y que ser capaz de manifestar no es nada extraordinario. Podemos estar seguros de ello sabiendo que la física cuántica demuestra que es un fenómeno perfectamente natural.

Lo único que bloquea nuestra capacidad de manifestar libremente es nuestro compromiso con un sistema de creencias que duda de que sea así.

Para demostrarnos a nosotros mismos que tenemos razón, nos las arreglamos subconscientemente para sabotear nuestra habilidad para manifestar. A continuación encontraras variantes de cómo lo hacemos a las que te interesa prestar atención.

1. Obsesionarse con B y perderse C

Como hemos tratado en el capítulo anterior, el propósito real de ponernos una meta (B) es la ocasión de avanzar desde A y estar en movimiento el tiempo suficiente para encontrarse con C. Sin embargo, podemos empeñarnos tanto en llegar a B que no percibamos C. Mientras B es energía bruta y quizás ya tiene forma tangible, C es normalmente más sutil, latente y a veces tan sólo un potencial. Si nos obsesionamos con B, no veremos las sutiles señales y los mensajes que C utiliza para llamar nuestra atención y entonces nos perderemos la oportunidad que entraña, o fallaremos en generar la intención y en darle forma.

Por lo tanto, mantente alerta a las sutiles señales y a los mensajes que parecen llegar desde un ángulo aproximado de 90º y verifícalos para ver si tienen sentido. Por supuesto, hazlo con discernimiento e incluso escepticismo para no acabar viendo señales hasta en las cosas más insignificantes. Un buen indicio es cuando algo ocurre tres veces y sientes que tu conexión con esos acontecimientos es demasiado evidente como para ser ignorada. Entonces te conviene prestarles mayor atención.

2. Ir en la dirección de B con tibieza

El lado opuesto de la moneda es ser tibio en el deseo de alcanzar (B). Si invertimos poca energía en este recorrido, entonces no habrá mucha energía disponible para crear (C). Tenemos que proporcionar materia al Espíritu con la que pueda trabajar. Dedica el 100 por 100 de intención en crear (B) y al mismo tiempo permanece abierto a lo que podría abrirse camino desde un lateral.

3. Acobardarse

El hecho de haber vivido toda tu vida creyendo en un paradigma que no sólo funcionó sino que además parecía obviamente cierto, hace que te sea muy difícil confiar en un paradigma totalmente distinto que por el momento tu propia experiencia no avala. Ni qué decir del hecho que desde la mente parece a todas luces descabellado y ridículo. Por eso no sorprende que en el momento de la verdad, volvamos a lo seguro y familiar y a la vieja manera de pensar. Seamos honestos, nuestra confianza en la idea de que exista un universo pletórico es muy frágil y, como vimos al final del anterior capítulo, no somos capaces de soltar nuestro apego a recibir las cosas de cierta manera.

Jerry Stocking es un mentor espiritual y el autor de un libro titulado How to Win by Quinting (<Cómo ganar soltando> - N. de la T. -) donde afirma que si tienes el trabajo equivocado y no eres feliz, entonces déjalo. Y su mensaje esencial es <déjalo antes de tener otro>. Su idea es que si buscas un nuevo trabajo sin antes dejar el antiguo, no estás dando a la Vida (al Espíritu) la oportunidad de concederte todo lo que tu imaginación no alcanza a concebir. En otras palabras, suelta todo apego a cómo se va a presentar y suelta la necesidad de controlar tu vida. Esto requiere un tremendo acto de fe, de confianza y mucho valor espiritual.

Frente a este tipo de desafío, damos a continuación ejemplos del tipo de cosas que hacemos para volver a la seguridad y la familiaridad del viejo paradigma y así saboteamos cualquier posibilidad de manifestar nada.

a) Reducir las expectativas

Haciendo esto reduzco mi apuesta. Si mantengo unas débiles expectativas sobre la probabilidad de que se manifieste lo que he pedido, entonces reduzco mi decepción y no me sentiré molesto si no ocurre. Esto se confunde a menudo con el desapego, sin embargo es bastante diferente. Es más acorde con resignarse o intentarlo tibiamente. Esto en lugar de atraer lo que pedimos lo repele. Resignarnos a la posibilidad de no lograrlo destruye completamente cualquier intención.

b) Perder la paciencia y recuperar el control

A causa de nuestra falta de confianza, tenemos tendencia a mantener la entrega un corto período de tiempo. Si no conseguimos lo que queremos dentro del margen de tiempo que hemos previsto al expresar nuestra intención, tenemos tendencia a asumir que el universo no estaba escuchando, que no oyó bien o se ha equivocado.

El peor escenario es retomar el control y asumir la responsabilidad de hacerlo ocurrir. Pero incluso si no hacemos esto, tan sólo el hecho de tener esa duda pone la zancadilla al proceso. La entrega es entrega. No hay vuelta atrás.

c) Crear escenarios basados en el miedo del tipo <¿Y si…?>

<¿Y si dimito y nada aparece?> <¿Y si consigo algo y no me gusta?> <¿Y si con el desapego pierdo mi voluntad, me vuelvo perezoso y apático con la vida?> <¿Y si no percibo las señales?>

Todas esas historias <¿Y si…?> están enraizadas en el miedo de perder el control, un tema grave para muchas personas. Asimilan desapego con perder el control. El hecho es que nunca han estado conscientemente al control en primera línea. Su Yo Superior siempre ha sido quien ha orquestado las cosas. El caso es que si nos quitamos de en medio y dejamos a nuestro Yo Superior hacer el trabajo, todo funciona mucho mejor.

Abraham y Hicks, en su libro Ask and It Is Given: Learning to Manifest Your Desires (<Pide y se te dará: aprendiendo a manifestar tus deseos> - N. de la T. -), recomienda un sistema muy útil de uso diario a fin de desarrollar la actitud correcta en esta materia. Lo llaman el place-mat (es lenguaje urbano, entre otras cosas significa posavasos, un lugar donde poner cosas - N. de la T. -) y es esencialmente una lista de cosas por hacer.

Sin embargo, no es la línea de siempre al estar dividido en dos columnas. En un lado está lo que quieres que Dios haga y en el otro es lo que tienes que hacer tú. Das a Dios (tu Yo Superior) todas las tareas importantes mientras tú te encargas de lo que tienes delante.



Lista de tareas

      Tareas mías                                            Tareas de Dios



1. Sacar la basura.                                        1. Encuéntrame mi socio ideal.

2. Hacer la lista de lo que quiero en un         2. Haz las conexiones pertinentes

    nuevo socio.                                                   para que resulte útil a los demás.

3. Leer y contestar e-mails.                           3. Gestiona los detalles importantes

4. Planificar mi reunión de junta para              de la reunión de junta para que el

    mañana que se prevé tormentosa.                resultado sea el óptimo y el mejor

                                                                         para cada uno.    
                 


De esta manera solucionas lo que toca en términos de vida humana diaria en el mundo, pero lo haces todo sabiendo que los detalles importantes son cosa del universo. Tu parte es relativamente pequeña, pero como de ahora en adelante dejas todo lo importante e imposible de conocer en manos de tu Yo Superior, tu contribución a la posibilidad de un buen resultado se vuelve enorme, a menudo muchas veces mayor que si hubieses intentado gestionarlo todo tú sólo. En este sentido, tu verdadero poder es directamente proporcional a tu disposición a entregar el control al universo y confiar en el proceso.

d) Bajar tus vibraciones

Cuando tus vibraciones son altas, tienes el poder de atraer todo lo que quieras a voluntad desde el orden implícito. Cuando tu campo energético se encuentra contaminado por patrones tóxicos que reducen tu vibración, es mucho más difícil, si no imposible, hacer lo mismo. A continuación indicamos cómo estarías inconscientemente bajando tu vibración a fin de sabotearte a ti mismo.

I. Hablando con las personas equivocadas

Si compartes tus sueños con escépticos y personas que aún están comprometidas con el viejo paradigma, no te extrañe que tus sueños no se manifiesten. Su incredulidad es muy contagiosa. Incluso si no están diciendo nada negativo, su energía dañará seriamente tu intencionalidad.

En este sentido, incluso tus mejores amigos pueden llegar a ser tus peores enemigos. Esto lo descubrí a principios de los noventa, cuando me encontraba batallando con serios temas económicos. En aquella época frecuentaba gente maravillosa tan interesada como yo en crear su propia realidad, pero igualmente trabada en relación con la prosperidad.

Un día caímos en la cuenta de que quizás estábamos apoyándonos unos a otros en seguir trabados. Observándonos nos dimos cuenta de que si cualquiera de nosotros parecía progresar, sentíamos un pellizco de celos o envidia. Entonces emergía un pensamiento: <Si él sale adelante, esto significa que yo me quedo atrás y aislado con mi falta de éxito>. Aunque decíamos que estábamos contentos por él y que apoyábamos sus progresos, nuestra energía indicaba lo contrario. Lo que realmente queríamos era que todos los del grupo siguieran donde estaban para poder lamentarnos indefinidamente de nuestra mala suerte. Nos volvimos expertos en eso.

Al final nuestra solución fue organizar un retiro en las montañas con todo el grupo. La intención era encontrar la forma de superar los miedos y los temas que nos llevaban a querer seguir limitados. El primer día y medio fue difícil y surgieron muchas cosas desagradables hasta que finalmente alguien se volvió auténtico y empezó a compartir desde el corazón. Esto llevó a todos a la entrega y a soltar. Después de este retiro, todos los integrantes del grupo empezaron a manifestar grandes oportunidades y progresaron en sus vidas. El sabotaje de grupo por fin se había acabado.

II. Negando tus emociones

En la historia anterior, el avance se produjo en dos puntos importantes. El primero fue cuando tomamos conciencia de nuestros auténticos sentimientos de celos, envidia y miedo en cuanto uno de nosotros parecía generar éxito. El segundo vino cuando empezamos a compartir esos sentimientos y exploramos qué encubrían.

Sigue tus sentimientos. Te proporcionan una excelente retroalimentación y te llevarán a detectar creencias negativas profundas, como <No merezco prosperidad>, o <No valgo nada>, etc., que de otra manera seguirían limitándote.

III. Negando tus dudas

El mayor impedimento para manifestar tus sueños es tu propia duda. Sin embargo, superar las dudas exige primero reconocerlas, aceptarlas y estar presentes a ellas. Sólo entonces podemos soltarlas. El antídoto de la duda es la experiencia del éxito, incluso si sólo va llegando a través de pequeños y crecientes pasos. (Veáse capítulo siguiente).

IV. Aferrándose al pasado

Nada rebaja más tus vibraciones que negarte a soltar tu historia de víctima acerca de cosas que ocurrieron en el pasado y por las que guardas resentimiento, pesar, decepción, ira, duelo, etc. Uno de los principales temas del presente libro y del programa Radical Empowerment (no disponible en español pero accesible desde la Manifestación radical - N. de la T. -), es empezar por el Perdón radical que te lleva a transformar totalmente tu historia de víctima al estar dispuesto a reconocer la perfección en lo que ocurrió y darte cuenta de que no hay nada que perdonar….”


Lo que acabo de compartirles a mi me ha parecido “simple y sencillamente ¡magnífico!” ... Y a ustedes, ¿qué les parece? …


Bendiciones.