miércoles, 15 de abril de 2015

Testigos "solidarios" y testigos "silenciosos": partícipes indispensables en el mobbing ...



En esta oportunidad, abordaré un tema que -a mi criterio- merece una especial atención y que, en los tiempos actuales, se viene observando cada vez con mayor frecuencia: me refiero al denominado “mobbing”. Bajo el título “Los sujetos intervinientes en el mobbing, Daniel E. Stortini se explaya sobre este tema tan complejo. Merced a la edición de la Revista Doctrina Laboral y Previsional Nº 355 – Marzo 2015 de Editorial Errepar, he tenido la oportunidad de tomar contacto con este -en mi opinión- magnífico trabajo de doctrina.

Como trabajadora en relación de dependencia que ha sido y sigue siendo objeto de “mobbing” en su ámbito laboral, tanto de parte de personas que ocupan puestos jerárquicos como de compañeros/as de trabajo, me siento motivada a compartir con todos ustedes, algunos de los conceptos vertidos en este excelente trabajo de editorial, en el convencimiento de que muchas personas se sentirán plenamente identificadas con el rol de “blancos de ataque”. Es sabido que tomar consciencia de una situación, es empezar a cambiarla. Gracias a Dios, el hecho de profesar la religión Católica Apostólica Romana y de ser una asidua practicante de la oración, reflexión, meditación y contemplación, me ha servido de inestimable ayuda para poder comprender, compadecer y -fundamentalmente- perdonarlo todo: las agresiones, a los/as agresores/as y a los testigos ya sea solidarios como silenciosos. En definitiva, me he dado cuenta de que si fueran personas Felices, nunca actuarían de ese modo. Si fueran personas cuyos Corazones se encuentran en Paz, jamás recurrirían a semejante forma de manifestarse en la Vida. Si fueran personas Libres, nunca se conducirían de esa manera pues ello significa esclavizar y esclavizarse, porque no caben dudas de que todos ellos terminan absolutamente esclavizados. Si fueran personas Mentalmente Sanas, elegirían comportarse como lo hacen las personas Sabias … ¡Qué pena tan grande derrochar toda una Vida en actitudes y comportamientos tan vanos, tan vacíos de contenido, tan sin sentido! ¡Dios se apiade de sus Almas! …

Me parece, entonces, que ha llegado el momento de remitirlos a las páginas 259 a 266, donde podrán tomar nota de que:


“El acoso psicológico o mobbing está conformado por actitudes sistemáticas y reiteradas de una persona o grupo de ellas a través de distintas exteriorizaciones (palabras, gestos, escritos), capaces de ocasionar una lesión a la dignidad e integridad psicofísica de otra persona, con la finalidad última de que esta se aleje o abandone el lugar de trabajo.

Se trata de un proceder que no se agota en un acto aislado sino que debe repetirse sistemáticamente con cierta duración y finalidad en el autor (recaudo subjetivo). Esto se desprende del propio Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia en cuanto indica que <acosar> significa <perseguir a una persona, sin dar tregua ni reposo> 19a ed. – Ed. Espasa-Calpe – Madrid – 1970).

Adelantamos que en el universo laboral los casos más frecuentes suceden a partir del jefe respecto de un subordinado, pero también se da entre pares de un mismo nivel jerárquico (compañeros de trabajo) e incluso desde los subordinados respecto de un empleado jerarquizado. […]

EL SUJETO ACTIVO

Generalmente el acosador es una persona con ansias desmedidas de poder y gustoso de ser reconocido y elogiado, presentando asimismo una tendencia a acosar, pero con la particularidad de que no lo hace respecto de personas débiles de carácter, sino paradójicamente sobre aquellas que le pueden hacer <sombra> en su quehacer en la empresa, sea por la fuerza de trabajo o la inteligencia o capacidad de gestión. Es decir, personas que puedan llegar a superar la reputación del agresor en el mismo lugar de trabajo.

Suele ser una persona que tiene un notable poder de convencimiento y se relaciona y se exhibe de una manera muy agradable en público, pero en privado adopta de manera antojadiza y caprichosa comportamientos violentos. Desprecia a los demás como también envidia al exitoso o al que tiene méritos propios e idoneidad para el respectivo trabajo. Y ello debido al temor que le suscita perder la ubicación de preponderancia que tiene en el ámbito laboral donde cumple su función.

Pareciera que su perfil sería embestir contra el débil. Pero todo lo contrario, pues se dirige contra el individuo que lo puede desmerecer en su entorno laboral y por ende materializa su voluntad a través de actos agresivos en procura de que esa persona se retire del lugar de trabajo, en lo posible impulsándola para que sea ella misma la que tome la decisión.

Puede advertirse entonces que la persona del agresor presenta características muy definidas. Las más salientes son las siguientes: egocéntrico, egoísta, inseguro, intolerante a las críticas, celoso del éxito de los demás, absolutamente necesitado de que lo admiren por creerse <único>, anhelo de que lo vean como un triunfador, poco o nulo aprecio hacia los demás aunque se muestre amistoso y simpático, etc. Generalmente el acosador ocupa un nivel jerárquico en la empresa (gerente, jefe), no obstante que también pueden ocupar el rol de acosadores -según se dijo al inicio- los compañeros de trabajo e incluso los subordinados.

El ataque siempre va a ser, además de incesante y repetitivo, dirigido en concreto a una sola persona y siempre a la misma (o a un mismo grupo). Recordemos que hay dos elementos que necesariamente deben estar presentes para dar lugar al mobbing: a) la existencia de actos de hostigamiento permanentes durante una cierta secuencia temporal; y b) la finalidad del acosador de que la víctima, al resultar dañada psíquica o moralmente, <se vaya> del concreto ámbito laboral. Este proceder, desarrollado de manera continua y reiterada, puede llegar a afectar la salud del individuo: ansiedad, estrés, depresión, trastornos psicosomáticos, etc. […]

EL SUJETO PASIVO

¿Quién puede ser víctima de mobbing? Es difícil la respuesta, pues puede ser cualquier persona que sea visualizada por el acosador al constituir para él una amenaza en el ejercicio de su tarea en la empresa. A partir de ese momento comenzará a soportar la violencia psicológica del agresor.

Pero intentaremos acercarnos a clarificar, al menos, las características más salientes de la potencial víctima. En una primera aproximación podríamos creer equivocadamente que el agredido es un individuo que carece de personalidad o de méritos para trabajar en la empresa. Sin embargo, esto es un absoluto error.

Llamativamente la víctima es una persona de elevada personalidad, autoestima, confianza en sí misma y llena de energía y aptitudes en el ámbito laboral. Estas cualidades, entre otras, son las que empiezan a motivar la envidia del acosador. Ello se origina porque la potencial víctima comienza a destacarse en la comunidad empresaria por su idoneidad y además por su carisma, su trato agradable y su capacidad para relacionarse con el grupo e imponer el trabajo <en equipo>.

Es común que el perfil de la víctima esté colmado de ideas renovadoras e iniciativas personales en orden a mejorar la organización del establecimiento y la calidad de gestión del grupo, colaborando asimismo con sus integrantes y motivándolos a través del diálogo para elevar el autoestima de ellos y haciéndose cargo de los inconvenientes suscitados (tanto los de él como los de sus compañeros) durante la jornada de trabajo.

Lo que no advierte la víctima es que está siendo seducida por la actitud embrolladora del acosador y así empieza a tener confianza en él. De esta manera comienza, poco a poco, a caer en sus redes sin sospechar para nada esa finalidad destructora que moviliza al agresor. […]

Suele ser la víctima una persona con prestigio en su oficio o profesión, para nada sumiso, con capacidad de decisión propia y de gestión en su labor. Estas condiciones no son bien vistas por el acosador en tanto que -como antes se dijo- puede ensombrecer su papel en el establecimiento.

Como bien sostiene la psiquiatra Marie-France Hirigoyen (especialista en acoso moral), las víctimas, contrariamente a lo que los agresores pretender hacer creer, no son personas afectadas de alguna patología ni presentan una personalidad débil. Al contrario, el acoso empieza cuando el individuo reacciona contra el autoritarismo de un superior y no se deja avasallar. Su capacidad de resistir a la autoridad, a pesar de las presiones, es lo que lo señala como <blanco>. Por ende, las víctimas no son <holgazanas> sino que son muy centradas en su trabajo, desean ser impecables. Se quedan hasta muy tarde en la oficina, no dudan en ir a trabajar durante el fin de semana y no faltan siquiera cuando están enfermos pues tienen, en palabras de la autora, un <presentismo patológico> (Hirigoyen, Marie-France: <El acoso moral> - 13a ed. - Ed. Paidós - Bs. As. - 2008 - pág. 50). […]

LOS TESTIGOS <SOLIDARIOS> Y LOS TESTIGOS <SILENCIOSOS>

Es necesario remarcar -aunque parezca extraño- que en el mobbing intervienen, además del agresor y la víctima, otras personas a las que vamos a integrar en dos grupos que denominaremos, por un lado, los testigos <solidarios> y, por el otro, los testigos <silenciosos>, a los cuales hemos detectado en nuestra investigación sobre esta problemática social.

Aunque no se crea, es difícil que exista mobbing sin la presencia de estos individuos aparentemente ajenos a la relación entre el sujeto activo y el sujeto pasivo.

En el primer grupo encontramos a los testigos <solidarios> que, de una u otra manera, avalan la actitud del agresor porque, luego de la reiteración de actos peyorativos durante un tiempo, los compañeros de trabajo llegan a creer en los dichos del acosador. Por ende, estas personas <acompañan> -por así decirlo- la gestión permanente y perversa del agresor, suscitando en el lugar de trabajo una situación sumamente engorrosa y crítica en la medida en que la víctima se convierte en <punto> de todo el personal que así se <solidariza> con el acosador.

Los testigos <silenciosos>, en cambio, son los que permanecen callados no obstante que ven el reiterado proceder arbitrario del acosador; es decir que nada dicen, pero así lo hacen en su propio beneficio por temor a ser perjudicados en su empleo e incluso despedidos.

En otras palabras, el agresor comienza el procedimiento con un cuestionamiento perverso acerca del modo de trabajar o el carácter o la personalidad de la víctima. El resto del personal, en un principio, se ve confundido acerca de la certeza o no de los asertos maliciosos del acosador, pero  luego paulatinamente, ante la reiteración sistemática de esos actos hostiles, empieza a creer que esas manifestaciones desmerecedoras son verdaderas.

Al mismo tiempo, el panorama negativo se va profundizando respecto de la conducta laboral de la propia persona acosada. Ella misma va a ir perdiendo su autoestima y confianza e incluso va a dudar de sus aptitudes, lo cual la lleva a incurrir en equívocos en orden a su desempeño laboral (es decir, errores que antes no cometía). Ya no tendrá un rendimiento laboral óptimo porque ha perdido poco a poco su autoestima como también su capacidad de concentración en la tarea. Todo esto favorecerá el objetivo final del agresor.

A partir de dicho momento, los compañeros de trabajo comenzarán a criticarla en razón del escaso rendimiento o eficacia de su labor y se olvidarán de cómo era la víctima antes de que empezaran los actos hostiles. El acosador, en definitiva, la ha convertido en lo que pretendía y ha obtenido su propósito.

Los propios compañeros de tareas finalmente darán crédito a las aseveraciones infundadas del agresor y de esa manera todo el personal pensará que la acosada es incompetente e incumplidora o que no presta atención o que tiene un pésimo carácter o que no recepta o no entiende las <amables> órdenes e instrucciones de trabajo dadas por el jefe. Es decir que los comentarios adversos de los compañeros de tareas aumentarán la pérdida de autoestima del afectado y finalmente él terminará por creer que es merecedor de esos ataques.

En suma, el entorno laboral adquiere cierta solidaridad con el acosador al justificar las críticas efectuadas a la víctima y consecuentemente complementan la persistente actividad hostil del agresor. Paralelamente, otro sector del personal adopta un temperamento silencioso o <mudo> (no ven ni oyen nada) y asumen esa actitud por temor a las represalias del acosador y, en definitiva, a perder ellos el empleo.

Los integrantes de la comunidad de trabajo que en un primer momento valoraban y justipreciaban las cualidades personales y laborales de la acosada, finalmente comparten el proceder del agresor, ya sea por convertirse en solidarios o por silenciar y no inmiscuirse en esa actividad hostil (empezarán a decir que <por algo será> o <algo habrá hecho>).

CONCLUSION

Una conclusión a la que hemos arribado es que el proceder del agresor está dirigido, en un comienzo, a ir eliminando la posibilidad de comunicación de la víctima con sus compañeros por cuanto ella se irá aislando cada vez más y, al no mantener contacto verbal con los restantes miembros de la empresa e incluso con los clientes y proveedores, se irá deteriorando en su aspecto psicológico a punto tal de creer ella misma que el acosador tiene razón.

También hemos extraído de nuestra investigación sobre esta temática que, como consecuencia de esas agresiones, pueden originarse diversas dolencias y trastornos físicos o psicológicos que pueden encontrar nexo causal con el trabajo debido al acoso y conformar así una enfermedad profesional dentro del marco normativo, sea de la ley especial y tarifada (L. 24567 de riesgos del trabajo) o mediante una reparación integral y plena con fundamento en las disposiciones del Código Civil que determinarán la responsabilidad del acosador y/o el empleador, haya o no actuado como ejecutor del acoso psicológico. […]


Llegados a este punto, sólo me resta decirle a la Editorial Errepar y al Señor Daniel E. Stornini: ¡chapeau!, simple y sencillamente ¡chapeau!.


Bendiciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario