Hace unos días comencé la lectura del libro titulado "Curación y Recuperación" cuya autoría corresponde al Dr. David R. Hawkins (pionero de la medicina y de la investigación de la
conciencia; maestro espiritual y conocedor profundo de las tradiciones
que ha recibido -por esta obra- elogios de numerosos científicos, premios Nobel y otras personalidades destacadas como Madre Teresa de Calcuta) . Conocedora de algunas obras de este -en mi opinión- "Gran Maestro" y "Magnífico Autor", estaba convencida de haber adquirido un libro de inmenso valor -no por su costo en dinero- sino por la riqueza contenida en el mismo. Y desde las primeras palabras leídas descubrí que el Dr. Hawkins nos aleccionaba, una vez más, con una claridad indiscutible propia de un "Ser de Luz", sobre expresiones que habitualmente se escuchan por doquier pero que quizás no sepamos bien de qué se trata: mente, psique, cuerpo y espíritu.
Un tema que me sorprendió sobremanera y que me motiva hoy a compartirlo con todos ustedes, versa sobre el denominado "hipoglucémico funcional". Quien escuche esta expresión tal vez interprete que tiene relación directa con la ciencia médica simplemente por ser un proceso que se verifica en un cuerpo humano. Pero lo que quizás no sepa es el origen de tal fenómeno. Entendiendo que puede resultar de tanta importancia contar con un conocimiento más profundo de esta problemática -sobre todo para quien tenga que lidiar con ella-, a continuación, les acerco algunas reflexiones que -desde mi punto de vista- pueden servir de gran ayuda a quien las esté necesitando.
(páginas 284 a 300)
"...El hipoglucémico funcional
Antes de explicar el miedo y la ansiedad como un nivel de conciencia emocional (el origen principal), es importante identificar que, frecuentemente, estas emociones tienen una base física. Una causa frecuente de ira y otras emociones negativas es el problema fisiológico conocido como "hipoglucemia funcional" (bajo nivel de azúcar en sangre) asociado a una reacción excesiva al consumo de azúcar que hacemos en nuestra dieta. También se le llama "hiperinsulismo", una reacción excesiva a la glucosa y sacarosa. El descenso repentino del nivel de azúcar en sangre puede precipitar reacciones emocionales de ira, furia, temor, temblor, pánico o incluso violencia.
El diagnóstico clínico puede hacerse de manera simple deteniendo cualquier ingesta de azúcar y notando la desaparición de los síntomas negativos. Esto puede verificarse con una prueba de tolerancia al azúcar de cinco horas. En la persona normal, los niveles de glucosa primero suben rápidamente y después descienden lentamente. Por otra parte, el patrón hipoglucémico muestra un descenso rápido en el nivel de glucosa y, seguidamente, esta caída rápida puede precipitar emociones negativas de moderadas a severas o temblores físicos, debilidad e incluso desmayo. También pueden dar como resultado el deseo de tomar alcohol o sedantes. Esta alteración es bien conocida en los programas de recuperación como Alcohólicos Anónimos. Un libro famoso que trata este tema es Sugar Blues, de William Duffy (1986).
Cuando mis futuros pacientes llamaban a mi consulta yo les decía que detuvieran completamente la ingesta de azúcar (y alcohol) hasta que les viera en consulta. A lo largo de los años, el veintiocho por ciento de los pacientes se <habían curado> (asintomáticos) para cuando les veía. Debido a la amplia prevalencia de esta dolencia y sus diversas formas de expresión, merece la pena investigarla como elemento que contribuye a todos los desórdenes emocionales. Incluso puede activar episodios psicóticos, así como de violencia física. Algunas personas que no han sido diagnosticadas pueden acabar en la cárcel o en prisión por asalto y otros delitos violentos. Es una causa frecuente de disputas maritales y de otros tipos, de fricciones familiares y de desórdenes conductuales. [...]
El miedo es un nivel de conciencia que debe ser abordado allí donde está -no en su expresión y extensión hacia el mundo (miedo de esto o de lo otro)- y no se debe tratar de gestionarlo en el nivel de lo particular, sino más bien como nivel de conciencia. Esto se hace tomando conciencia de lo que somos, que es más grande que el miedo, y aprendiendo a desidentificarnos de la emoción para no ser ella. Nosotros somos el campo general donde el miedo está siendo experimentado. Así, el miedo se convierte en una cosa pequeña que ocurre dentro de un contexto mayor, en el que tomamos conciencia de nosotros mismos como eso que realmente somos.
Uno de los mayores obstáculos para gestionar y soltar el temor es el miedo al miedo mismo. Vamos a describir una técnica que hace desaparecer el miedo al miedo. Cuando ya no tenemos miedo al miedo, la cosa se vuelve muy simple. ¿No es el miedo al miedo el que es el problema? La persona teme al miedo, tal como la persona que va al dentista teme el dolor; ese es el miedo inicial. Cuando empezamos a examinar la naturaleza del miedo, podemos ver que el número de temores es interminable; por lo tanto, las personas se sienten víctimas y están convencidas de que la fuente del miedo está fuera de ellas.
Si la persona piensa que el origen o la fuente del temor está fuera de ella, hay muy poco que pueda hacer al respecto. De hecho, en realidad, no se puede hacer nada. Mientras persista la creencia de que la fuente es externa, el sujeto siempre será víctima del miedo; hasta que empiece a darse cuenta de que es una condición presente dentro de él y que él es la fuente del temor que proyecta hacia el mundo. Por supuesto, la persona está convencida de que lo ve <ahí fuera>, porque lo ha proyectado ahí fuera.
Cuando miramos al miedo, vemos que puede estar por doquier. Si nos damos cuenta de que el temor es un nivel de conciencia, vemos que, desde ese nivel de conciencia, el miedo puede estar pegado a todo tipo de cosas. Intentar superar miedos particulares puede tener cierto valor limitado, pero no le cambia a uno como persona temerosa, como personalidad ni como ser humano. El miedo a un temor específico puede ser valioso a nivel clínico y puede ser útil a nivel práctico en la propia vida, pero no altera quien uno es. Las condiciones del miedo pueden cambiar para que uno deje de sentirse como un pequeño yo impotente que es la víctima del miedo mismo.
El temor puede ser como un prefijo adosado a cualquier cosa. [...] A medida que abordamos el campo de energía del miedo, empezamos a darnos cuenta de que podemos tener miedo a cualquier cosa de nuestra vida. No hay nada en nuestra experiencia global como seres humanos a lo que no se pueda adherir el miedo. Amamos a nuestra madre y entonces surge el miedo: <¿Qué pasaría si la perdiéramos?>. Amamos nuestro cuerpo y surge el temor a la muerte o a la enfermedad. Amamos nuestro dinero y surge el temor a perderlo o a que nos consideren avaros. Pensemos lo que pensemos, el miedo puede estar adosado a ello. Amamos nuestro automóvil y surge el temor a un accidente. La persona temerosa asocia el temor a todo; por lo tanto, todo lo que llega a su mente llega al campo de energía del miedo y es coloreado por dicho miedo. Incluso podemos tener miedo a la vida misma, como indica la canción: <Temeroso de vivir y temeroso de morir>. En otras palabras, ahora este campo de energía lo ha contaminado todo.
Si nosotros somos la fuente de este campo de energía, todas nuestras experiencias entran en el campo del miedo y podemos tener miedo a todas las cosas de nuestra vida. El futuro nos da miedo: la vejez, el proceso de envejecer... ¿Qué les ocurrirá a nuestro cuerpo, a nuestras finanzas, a nuestras relaciones, a nuestra familia, a nuestra cuenta bancaria, a nuestro país y al mundo?
Las personas que sienten un miedo global hablarán de su temor a la aniquilación, a las guerras intergalácticas, a los meteoros o a los cataclismos del <final de los tiempos>. La expansión del miedo no cambia el hecho de que sigue siendo solo miedo. Presentarlo con glamur y hacer que suene dramático no cambia el hecho de que es únicamente miedo. Los miedos a la guerra intergaláctica, el fin del ser humano y de la raza humana no son diferentes del miedo del niño a la oscuridad o a que un perro pueda morderlo. A nivel de la experiencia, el miedo siempre es la misma emoción.
La característica común de todo esto es el campo de energía denominado miedo. En realidad, no tiene importancia a <qué> tengamos miedo. Tenemos que aprender a alejarnos de los pensamientos y examinar los sentimientos. De hecho, tenemos que mirar por debajo de los sentimientos al campo de energía donde se originan y aprender a gestionarlo. Cuando lo hacemos, perdemos el miedo al miedo y, a medida que esto ocurre, empezamos a aprender a gestionarlo directamente. Es muy simple de manejar en cuanto nos familiarizamos con algunas técnicas bastante fáciles.
En gran medida, el mundo gobierna a la gente a través del miedo, porque las vidas personales de los individuos también suelen estar gobernadas por el temor. Pero cuando aprendemos a no dejarnos arrinconar por él, empezamos a trascender el mundo y el papel de víctima, porque el mundo solo puede amenzarnos por medio del miedo. Si inmovilizan nuestra cuenta bancaria, nos hacen una auditoría, nos abandonan, se alejan de nosotros o nos despiden, el arma que apunta a nuestra cabeza es siempre la misma: el miedo. Podemos tener miedo a perder alguna parte del cuerpo: la cantidad de temores no tiene fin, pero el temor puede tener un final, como también puede tenerlo el ser su víctima.
[...] El problema no es el miedo en sí, sino el campo de energía del temor. Podemos empezar a ver que tenemos el control sobre él porque nosotros somos su fuente. Empezamos admitiendo la verdad de que <yo soy la fuente de mis temores>. Sabemos que, cuando estamos en otro estado de ánimo, lo que nos da miedo deja de dárnoslo. Podemos decir con respecto a lo que nos atemoriza: <Tengo miedo de esto>, pero cuando estamos acompañados o en otro estado de ánimo, por ejemplo: de buen humor, y nos lo estamos pasando bien y riéndonos, entonces esa cosa ya no nos da miedo, de modo que la fuente del miedo no está fuera, en el mundo.
No hay manera de superar nuestro miedo al mundo porque no tenemos manera de controlar el mundo para acabar con nuestro miedo y tampoco podemos superar nuestros temores cambiando la sociedad, las leyes o las reglas. La fuente del miedo está dentro de nosotros. [...]
La mayoría de la gente experimenta el miedo de una manera bastante física, de modo que lo primero que hay que hacer en una experiencia de miedo es dejar de prestar atención al pensamiento. Una sensación de temor puede engendrar, literalmente, miles de pensamientos. Y los pensamientos temerosos son inacabables porque surgen del campo de energía del miedo mismo. Hablando a nivel clínico, gestionar los pensamientos concretos tiene un valor limitado, el temor generará más pensamientos más adelante, de modo que queremos usar una técnica para gestionar el miedo mismo. [...]
La técnica consiste en soltar la resistencia a la experimentación de lo que está siendo experimentado de manera literal. Suelta la resistencia a la sequedad en la boca. Deja que esté allí y dale la bienvenida. Deja de resistirte a la sensación del estómago y al temblor en brazos y piernas. Cuando hacemos esto, alejamos la atención de los pensamientos sobre lo que estamos experimentando. Los soltamos completamente y nos rendimos a ser esas sensaciones. Este dejar ir es como ser un sauce llorón al viento.
La antigua sabiduría del taoísmo declara que el roble, que se resiste al viento, es suceptible de romperse; y que el sauce, que se dobla con él, sobrevive. Como el sauce, nosotros nos doblamos con la experiencia entrante. Dejamos que sea, nos doblamos con ella y le damos la bienvenida. Decimos: <Tengamos más de esto>. Al hacerlo, descubriremos que, para nuestra sorpresa, la <cantidad> de esa sensación es limitada. Es como si la cantidad de miedo que tenemos fuera limitada. ¿Cómo es posible? Es como si este miedo fuera un tanque a presión que contiene todo el miedo reprimido que hemos sentido a lo largo de nuestra vida, desde la infancia. Ahí está todo el temor que no nos hemos permitido experimentar o expresar, o que no se nos ha permitido expresar. No se nos ha permitido tener esa emoción. [...]
Temores de los que no éramos conscientes han surgido por cientos en nuestra vida. El miedo surge y nosotros, sin darnos cuenta, enderezamos la espalda. Empujamos el temor fuera de la conciencia o martilleamos el escritorio con los dedos. Reprimimos el miedo con tanta rapidez que ni siquiera nos damos cuenta de que estaba ahí. A medida que pasan los años, hemos ido acumulando la energía de estos miedos. Esta energía de los miedos incrementa la presión y, cuando alcanza cierto punto, es como si la aguja llegara a la zona roja del medidor, ahora la presión empieza a expresarse. Rebosa y se derrama sobre nuestra experiencia y comienza a colorearla. Si no lo examinamos, pensamos que el miedo viene del mundo y culpamos al mundo por él. Pensamos que una experiencia atemorizante está ocurriendo ahí fuera. No nos damos cuenta de que es nuestro propio temor el que está siendo proyectado en el mundo.[...]
Lo único con lo que tenemos que lidiar son estas sensaciones; experimentando con esta técnica, aprendemos que solo tenemos que lidiar con lo que experimentamos dentro de la conciencia misma, tanto si está localizado en el cuerpo como en otra parte. Después de meditar y emplear esta técnica, notaremos que, en realidad, la experiencia está ocurriendo por doquier, de manera general y difusa. El fenómeno del estómago revuelto, de la tensión y la boca seca está siendo experimentado por doquier de manera vaga y difusa. Nosotros simplemente permitimos que la experiencia esté presente, sin resistirnos a ella. Como estamos enfocados en esto, el temor empieza a disminuir porque ya no estamos prestando atención a los pensamientos: los pensamientos mismos engendran más temor.
Si estamos muy ocupados practicando esta técnica, o soltando la resistencia al miedo, ahora nos estamos enfocando en el campo de energía mismo. Detrás de este miedo hay una energía, y estamos dejando de resistirnos a la liberación y descarga progresivas de dicha energía. Al hacer esto, perdemos el miedo al miedo. Ya no es un terror abrumador que nos despierta en medio de la noche. No es más que una experiencia emocional interna cuyas sensaciones podemos gestionar fácilmente. Podemos preguntarnos: <¿Verdaderamente puedo soportar tener la boca seca? Por supuesto que puedo>.
Otra técnica para eliminar las emociones negativas consiste en soltar las imágenes mentales que atraen y amplifican las emociones asociadas. Simplemente, niega la imagen y cancela la tentación de regodearse en ella. [...] Soltar las resistencias es muy eficaz porque nos atrapan en cierto estado de conciencia; la resistencia está dentro. [...] Mientras racionalicemos y digamos que la fuente del temor está <ahí fuera>, no podremos superarlo. Cuando aceptamos que somos el experimentador, que nosotros somos los que establecemos cómo experimentamos las cosas, nos convertimos en maestros de la situación. Esto afecta a nuestra autoestima. Ya no somos víctimas ni estamos sujetos al miedo. Somos otra cosa distinta al miedo. El miedo no es sino una experiencia en la conciencia, nosotros ya no tenemos que darle realidad etiquetándola como miedo a algo, lo cual puede dar lugar a un proceso interminable.
Los temerosos asocian el miedo a todas las cosas del mundo. Cambiar el mundo no nos lleva a afrontarlo. Una persona puede tener mucho miedo en una situación muy segura y no tener ningún temor en otra situación hipotéticamente mucho más peligrosa. Por ejemplo, una persona está siendo asaltada, esto es una cosa; después está el miedo a ser asaltado, que es otra muy distinta. El miedo a ser asaltado no es lo mismo que realmente serlo. Es muy posible vivir circunstancias muy desafortunadas en nuestra vida y no experimentar temor en absoluto. De hecho, podríamos experimentar que solo somos el testigo del fenómeno. [...]
También hay otra técnica para soltar más miedo, a la que llamo <el peor escenario posible>. Si hacemos un seguimiento de nuestros temores y nos preguntamos: <¿Por qué tengo miedo de esto?>, veremos que eso nos lleva a otro miedo. ¿Por qué tenemos miedo de conducir un coche? Podríamos tener un accidente. ¿Por qué tenemos miedo de un accidente? Podríamos salir heridos. ¿Qué pasaría si saliéramos heridos? Podríamos sentir dolor, y así sucesivamente. Descubriremos que todos nuestros temores acaban conduciéndonos al miedo a la muerte, al temor a que el cuerpo muera. También nos conducen al temor a no gustar a otros, o a que no estén de acuerdo con nosotros. Si seguimos examinando el miedo y continuamos preguntándonos qué miedo produce eso y qué miedo está en la base de ello, finalmente llegamos al peor escenario posible.
Imaginamos el peor escenario posible y seguimos con la práctica. Si entramos dentro de nosotros y seguimos dejando de resistirnos a la experiencia interna que va surgiendo, muy pronto el miedo al peor escenario se agotará. Si continuamos con esta práctica el tiempo suficiente, finalmente nos sentaremos y podremos gestionar <el temor más grande>, que es imaginarnos dentro del ataúd con la gente pasando a nuestro lado. Para la mayoría de la gente, este es el peor escenario posible: la muerte física.
Solemos creer que somos nuestro cuerpo material y que eso es lo único que somos. Antes o después, llegaremos a este miedo, y, al hacerlo, podremos estar con él tal como hemos estado con cualquier otro. Soltamos la muerte, que es una etiqueta, un pensamiento y un concepto. No tenemos ninguna experiencia de su realidad, sólo fantasías, pensamientos y creencias; por lo tanto, tenemos que etiquetarla como únicamente una fantasía en nuestra mente. Lo que la gente experimenta al imaginarse la muerte y soltar la resistencia a esos sentimientos y sensaciones es algo muy sorprendente. Cuando viven el proceso y se convierten en eso que es más grande que la experiencia entera, se dan cuenta de que han sobrevivido al peor escenario posible...."
Sin duda alguna, este libro resulta ser "una verdadera Obra Maestra". Una lectura altamente recomendada para toda persona que cuente con el coraje suficiente como para enfrentarse a sus "propios miedos" y vencerlos, trascenderlos...... sólo es cuestión de animarse y entregarse a la experiencia... se puede, sí se puede...
Bendiciones.
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