viernes, 27 de abril de 2012

Pecados Capitales

Según aparece en algunos registros muy antiguos, el significado original de la palabra “pecado” sería “errar, no dar en el blanco, equivocarse”. Desde este punto de vista, los “pecados capitales” podrían interpretarse como “las mayores equivocaciones, los más grandes yerros” que puede llegar a cometer el ser humano. La tradición nos dice que son siete. Recordemos, entonces, cuáles son dichos “pecados capitales”:

  • “Lujuria”: se la identifica con pensamientos o deseos obsesivos o excesivos de orden sexual.
  • “Gula”: se la vincula con el consumo excesivo de comida y bebida aunque en la antigüedad se la utilizaba para indicar toda clase de excesos.
  • “Avaricia”: el término remite a una especie de lujuria o gula pero aplicada a la adquisición y acumulación de riquezas.
  • “Pereza”: se la define como la “tristeza de ánimo” que nos aleja de la posibilidad de disfrutar de los dones espirituales y/o divinos.
  • “Ira”: se la describe como un sentimiento de enojo, privo de orden y control.
  • “Envidia”: si bien se la relaciona con la avaricia, en este caso estamos frente al deseo de algo que otra persona tiene y que interpretamos nos hace falta.
  • “Soberbia”: u orgullo, ha sido definida como el deseo por ser más importante o atractivo que otros congéneres; de ello resulta ser el más grave de todos los pecados capitales y -por ende- fuente de los demás.

A la luz de esta enunciación, me planteo la posibilidad de jugar con la imaginación y adentrarme en los desconcertantes aspectos del alma humana, a fin de re-crear nuestras equivocaciones, desaciertos, errores o “pecados capitales”, proponiendo un nuevo enfoque para estas debilidades humanas. Si dicen que la moneda tiene dos caras, entonces ¿por qué no aplicar este pensamiento a nuestros fallos y comenzar a trabajar con los “aciertos capitales”?.
Desde este lugar,  me animo a elaborar una nueva interpretación para las distintas facetas que presenta el alma humana pero, esta vez, enfocada en la “unidad” o “compleción”:

  • “Lujuria-Decoro”: capacidad del alma humana para disfrutar de la sexualidad, a través de la integración de la dualidad materia-espíritu. Por ejemplo: “hacer el amor en lugar de tener sexo”.
  • “Gula-Templanza”: capacidad del alma humana para disfrutar de todo, sin apegarse, sabiendo que el Universo nos provee de todo aquello que necesitamos para ser felices. Por ejemplo: “degustar un buen vino, saborear una buena comida en lugar de emborracharme y empacharme”.
  • “Avaricia-Generosidad”: capacidad del alma humana para disfrutar de todos los bienes, sean materiales o espirituales, considerándonos como aquello que somos: administradores temporales. Por ejemplo: “cualquier bien que tenga, lo cuido y lo valoro pero evito identificarme con él”.
  • “Pereza-Diligencia”: capacidad del alma humana para disfrutar de toda actividad, en todo tiempo y lugar, principalmente de aquella que me permite encontrarme con mi esencia, mi semejanza con la divinidad. Por ejemplo: “admirar el amanecer, gozar con el canto de un pájaro, reír frente a la travesura de un niño”.
  • “Ira-Serenidad”: capacidad del alma humana para reconocer cuando estamos recorriendo un camino equivocado y es preciso que corrijamos la marcha y revisemos el trayecto. Por ejemplo -como dijo San Agustín-: “si gritas, gritarás con Amor ... Ama y haz lo que quieras ...”.
  • “Envidia-Conformidad”: capacidad del alma humana para disfrutar de todo lo que tenemos, al tiempo que compartimos la Vida con los demás. Por ejemplo: “si compro un regalo para agasajar a quien cumple años, lo elijo desde el corazón, con la misma disposición como si fuera para mi”.
  • “Soberbia-Humildad”: capacidad del alma humana para disfrutar de la Vida en toda su plenitud, reconociendo que somos los co-creadores de todo aquello que vivimos. Por ejemplo: “si toco el piano como los dioses, será porque los dioses lo están tocando conmigo”.

 


Bendiciones.

martes, 24 de abril de 2012

Nuestra Sombra

Alguien dijo alguna vez que “hace falta vicio para que la virtud resulte agradable”.  Ciertamente, cuando traspasamos nuestros límites y miramos hacia atrás, es cuando nos encontramos con “nuestra sombra”, esa parte de todo ser humano que tanto y tan bien nos encargamos de negar, reprimir y que intentamos -por todos los medios- alejar de nosotros; tarea que resulta absolutamente imposible. ¿Qué es la “sombra”?. La “sombra” es el término con el cual  -en el ámbito de la psicología- se conoce a todos los aspectos de nuestra personalidad que nos resultan indeseables y que -por tanto- intentamos ocultar a la vista de los demás. En nuestro vano accionar para que solamente aquellos aspectos que consideramos aceptables por nuestro entorno o por la sociedad sean los que salgan a la luz, la “sombra” va ejecutando, en secreto, el proceso que deja al descubierto nuestro lado más temido, menos explorado y más negado. El “santo” y el “pecador” conviven en cada uno de nosotros, en un ensamble perfecto que nos permite evolucionar de acuerdo a nuestro camino de integración de ambos aspectos. Es la “unidad” o “compleción” que estamos llamados a descubrir en cada uno de nosotros. Las dos caras de una misma moneda. Los polos opuestos que se complementan. A medida que vamos transitando el camino del “auto-conocimiento” nos encontrarnos con una poderosa herramienta de trabajo: “las proyecciones”. Amante del juego de las escondidas, la “sombra” se vuelve camaleónica y encuentra su hábitat preferido en ellas. ¿Qué son las “proyecciones”?. Pues bien, simplemente son los aspectos que -a nuestro entender- son indeseables y que adjudicamos a nuestros semejantes. Por ejemplo, si yo creo que “ser distraída” es un defecto mal visto por la sociedad o por mi entorno, extremaré los recaudos a tomar a fin de mantener siempre el control en todo, al tiempo que tendré la mirada siempre puesta hacia quienes se “distraen”. Tal vez, alguna experiencia de mi niñez me haya llevado a semejante creencia y ella haya quedado tan arraigada en mi inconsciente, que ya la he perdido de vista y -por ende- ha pasado a incrementar el caudal de mi sombra. Pero resulta que -tanto para este caso como para cualquier otro- “yo no soy mis estados de ánimo ni mis emociones”“yo no puedo ser distraída” sino “estar distraída” y como estado, mi distracción puede aparecer o desaparecer conforme se vayan suscitando diversas circunstancias en mi Vida. Todos los seres humanos tenemos posibilidades de generar las mismas emociones, los mismos sentimientos, todo está en cada uno de nosotros, desde lo que consideramos vicio hasta lo que consideramos virtud. El conflicto se inicia cuando nos identificamos con la emoción o con el sentimiento en lugar de experimentarlo en toda su plenitud y -por ende- dejar que fluya, que siga su curso natural y así nos informe acerca de una situación que nos invita a evolucionar. Para saber si estamos proyectando o no, deberemos analizar si la persona o hecho en que nos enfocamos “nos informa”, es decir si lo que recibimos nos sirve como información o si “nos afecta”. Si nos informa, es muy probable que no haya proyección; por el contrario, si nos afecta, es altamente probable que la proyección exista. Creo que, después de leer estas líneas, es un buen momento para preguntarte:

  • ¿Cómo te llevás con tu sombra?
  • ¿Sos consciente de su existencia?
  • ¿Has logrado ya integrar unos pocos, unos cuantos o todos los aspectos que alberga el alma humana?
  • ¿Has estado o estás tratando de escaparle a tu sombra?
  • ¿Cuáles te parecen que pueden ser tus virtudes y tus vicios más arraigados?
  • ¿Alguna vez te has planteado realizar algún cambio y el intento ha sido infructuoso?
  • ¿Qué tal si te planteas hacer un nuevo intento comenzando por iluminar “tus sombras” y por reconocer “tus proyecciones”?
 

 

Bendiciones.