viernes, 14 de marzo de 2014

Pasión y Curación ...



Hace unos días he recibido como regalo el libro de Caroline Myss titulado “Desafiar la gravedad” – Cómo vivir sin temor. Asidua lectora de sus magníficas obras, esta ha vuelto a maravillarme. Absolutamente convencida de que Caroline es una “Gran Maestra” de nuestro tiempo, su “Genio Divino” la convierte en un “Manantial de Sabiduría”. Hace fácil de entender lo que -a simple vista- resulta incomprensible para nuestros sentidos.

Para quienes no la conocen les comento que Caroline Myss lleva veinte años investigando en el campo de la medicina energética y la conciencia humana. Desde 1982 trabaja como médica intuitiva, evaluando la salud del sistema anatómico energético de las personas. Está especializada en ayudar a la gente a comprender las razones emocionales, psicológicas y psíquicas por las que su cuerpo ha desarrollado determinada enfermedad. Da conferencias por todo el mundo Sus obras Anatomía del espíritu, La medicina de la energía, El contrato sagrado, El poder invisible en acción y Las siete moradas han figurado en las listas de libros más vendidos del New York times.

Es por ello que hoy me deleito compartiendo, con todos ustedes, el texto que leerán a continuación y que se encuentra en las páginas 141 a 154:

“ [...] Como médica intuitiva, me di cuenta de que nuestro apego a los recuerdos, los temores, las supersticiones procedentes de nuestra herencia religiosa o étnica, o cualquier cosa que drena nuestra energía nos ancla en el <tiempo>. Es decir, tales apegos nos obligan a cargar con más peso psíquico en nuestro sistema energético, nuestra mente y nuestro cuerpo emocional, porque tenemos que alimentar estos viejos y negativos hábitos de conciencia con energía a medida que van pasando los años. Piensa en ello en términos de vivir con un <presupuesto energético> del que pagas asignaciones de energía. Como las deudas, que acumulan intereses si no las saldamos, en algún momento la acumulación de hábitos negativos del pasado empezará a consumir la mayoría de tu asignación diaria de energía, dejándote con menos y menos poder con el que afrontar las demandas de tu vida cotidiana: tu salud, tu creatividad, tus relaciones y los sutiles movimientos de las leyes naturales. No te quedará suficiente energía para participar en, digamos, las exigentes dinámicas de creación de oportunidades para ti mismo o de curación de una enfermedad. En pocas palabras, tu historia negativa crea peso psíquico, y cuanto más peso psíquico acarrees, más tendrás que <esperar> para curarte de algo o, es más, para que algo en tu vida cambie.

Comprometerás la capacidad de tu alma para sanar como vehículo eterno, porque la densidad psíquica o temporal de tu ego literalmente prolonga la duración física de cualquier experiencia, incluidos el sufrimiento, la duración de una enfermedad o el tiempo que tardas en llevar a cabo una transición vital. Aferrarse a las heridas del pasado y a lo negativo de la vida de uno no es simplemente un problema emocional o psicológico; nos drena la energía que necesitamos para reconstruir el presente de un modo saludable y funcional.

Las personas se aferran al pasado, durante el proceso de curación por muchas razones. Algunos simplemente se niegan a renunciar a su conciencia sufriente porque sin dolor no tienen otra identidad, no tienen otra manera de imaginar quiénes son en la vida. Otros no son capaces de imaginar una curación rápida; es decir, su imagen del proceso curativo es que necesariamente <lleva su tiempo> y, consecuentemente, han previsto su curación a lo largo de un período de años de procesar las heridas lenta y metódicamente. Tales individuos no conciben <ser curados> de su dolor interior en un visto y no visto... aunque eso sea precisamente lo que ellos insisten que persiguen con su trabajo interno.

Desde una perspectiva completamente distinta, más mística, quienes se sienten intimidados por el proceso curativo, y por ello se agarran al pasado como un modo de ralentizar su curación, se enfrentan al desafío mayor de llegar a una encrucijada de transformación personal. Me he dado cuenta con el tiempo de que, independientemente de lo bien que creamos entender lo que debemos hacer para curarnos -incluido perdonar, practicar ejercicio y seguir una dieta sana-, siempre hay otra capa en nosotros que combate el proceso de curación. Una vez más, luchamos contra una parte de nosotros que desafía la gravedad yendo <más allá de la razón>, pero que reside a la sombra de la razón. Suelo referirme a la parte de nosotros que pone en peligro nuestra curación como el arquetipo del Saboteador pero, hasta que miré a través del cristal de la noche oscura, no comprendí plenamente qué impulsa al Saboteador. Es la batalla entre el ego y el alma que se origina cuando estamos en una situación con el potencial para una transformación profunda de nuestra vida.

A veces nos encontramos inmersos en esa batalla por una enfermedad o una crisis vital, y a veces un profundo sufrimiento interior arremete contra nosotros sin que sepamos de dónde procede. Independientemente de qué nos haya llevado hasta ese punto, ya sea una crisis o la decisión de recorrer la senda espiritual, este punto interior es, asimismo, la marca entre lo temporal y lo eterno de nuestra psique. Es el lugar de la psique en que la ley mística y la ley física se fusionan, permitiendo al sanador canalizar una corriente de gracia lo bastante poderosa para iniciar una curación <intemporal>, pero aun así en el reino del tiempo físico.

En estas encrucijadas nos enfrentamos a nuestras pasiones oscuras con intención de desmantelar el poder destructivo que cada una en particular tiene en nuestra vida. Las pasiones oscuras son las corrientes ocultas subyacentes que dirigen nuestros actos y nuestra conducta. Ellas alimentan los temores de la psique y nos incapacitan para hacer frente al poder de la verdad. Encontrarnos cara a cara con las pasiones ocultas nos permite comprender lo ilusorio de nuestras experiencias, escenario esencial para una fuente incesante de dramas. Experimentando la esencia de nuestro yo íntimo de un modo tan visceral, estamos en posición de comprender que somos verdaderamente los responsables del poder creativo que el alma contiene. En este momento, nos vemos obligados a abandonar la ilusión de que son los demás los responsables de las dificultades o de las penurias de nuestra vida. Entonces te ves obligado a renunciar al privilegio de culpar a otro o sentir que tú te mereces. En tu centro interior de poder, te enfrentas a la realidad cósmica de que o bien eres responsable de toda tu vida o no lo eres. ¿Quién si no es el responsable? Si no lo eres tú, ¿quién lo es? Y, si lo eres tú, entonces ha llegado la hora de evaluar lo bien que has usado este poder, la fuerza de tu alma, en actos creativos.

Al igual que existen siete oscuras pasiones, hay siete dones o joyas del alma. Las pasiones oscuras hacen que nos cueste acceder a estas joyas o siquiera reconocerlas, mucho más usarlas plenamente. A menudo la gente me dice que teme tener éxito o que teme su propio poder. Yo diría en cambio que lo que temen es el poder de sus joyas ocultas, porque son sus verdaderos dones los que auténticamente desbloquean su más elevado potencial divino. La gente teme el modo en que cambiará su vida si realmente se permite entender al <enemigo>, sacudiendo las paredes del corazón para dejar espacio a aquellos por quienes nunca creímos que sentiríamos compasión y mucho menos amor. Con estos sentimientos, más hondos, empezamos a ver la verdad más profunda de que somos una sola humanidad. Al comprenderlo se producen cambios interiores acerca de quiénes somos y cómo queremos ser y qué queremos hacer en este mundo de <una sola humanidad>.

Vagamos pro la vida buscando ese algo especial, esa <cosa> que se supone que debemos hacer o descubrir, cuando todo el tiempo lo que realmente sentimos es el impulso que surge del potencial de esos tesoros. Pero permanecen ocultos en el fondo, dominados por el poder de las pasiones oscuras. Juan de la Cruz evidentemente no menciona los siete chakras cuando se refiere a los siete pecados capitales, ni tampoco lo hace Teresa cuando describe las siete moradas de su castillo interior. Sin embargo, no puedo evitar ver un paralelismo entre los chakras -los siete centros energéticos que penetran los cuerpos físico y etérico en la tradición yogui de la India- y los siete pecados capitales u oscuras pasiones, así como con los siete dones del espíritu. Así que en mi comentario sobre cada una de las pasiones oscuras he incluido los chakras. En el quinto capítulo, en el que hablo de los dones del espíritu, encontrarás una explicación más detallada acerca del modo, en que estos centros energéticos conectan con nuestra vida espiritual.

La primera pasión: el orgullo


El orgullo, en su forma solapada, suele llamarse arrogancia. De todos los miedos que tienen una influencia controladora del comportamiento humano, ninguno es tan poderoso como el temor a ser humillado, que es, por supuesto, una cuestión de orgullo. Casi siempre, cuando la gente me habla de sus problemas para perdonar, lo que no puede perdonar es que alguien la haya humillado. [...] El orgullo es nuestra más vulnerable terminación nerviosa, porque apunta directamente a nuestro sentido del propósito y de la identidad, a tener un lugar y un papel en la vida. [...] Tememos la vergüenza y la humillación tan profundamente que avergonzamos o humillamos a otros simplemente para proteger nuestro orgullo. Evitamos intentar cualquier cosa audaz, incluso si de nuestro esfuerzo puede derivarse un progreso enorme, por temor a que nos humillen. Lo irónico es que esta renuencia a alcanzar cualquier cosa que quede fuera de nuestra <zona de confort> puede hacernos sentir vergüenza de acabar siendo <unos segundones>. Por todo su poder innato, entonces, nos cuesta aprender a manejar el orgullo, que se vuelve letal cuando está herido.

Aprendemos de la tribu a estar orgullosos de nosotros mismos, pero es también la tribu la que nos causa nuestras primeras cicatrices de humillación en la más tierna infancia. En consecuencia, el orgullo, tanto en el aspecto positivo como en el negativo, está estrechamente ligado con el primer chakra, al que yo llamo <chakra tribal>. [...] En las antiguas culturas de determinadas zonas de Europa, Asia y Oriente Medio, muchas venganzas étnicas llevan tanto tiempo en curso que los implicados no siempre recuerdan cuál fue la ofensa inicial. Como individuos, destruiremos a nuestra propia familia por orgullo. Pocos son los que controlan esta oscura pasión y, cuando la arrogancia controla a una persona, es como si ésta estuviera poseída. [...]


La segunda pasión: la codicia


Ambicionar lo que otros poseen es una manera de describir la esencia de la codicia. Es una oscura pasión que se apodera de ti de manera implacable, con la fuerza de un tsunami. Es una pasión oscura que todos tenemos que afrontar y, hábil transformista como es, adopta muchas formas.

Algunas personas codician dinero, pero hay quien codicia poder, fama, autoridad, atención... la lista es interminable. La codicia es una forma de locura. Nunca tiene bastante porque carece de lógica. La codicia es el ejemplo perfecto de cara oscura de la razón; pregúntale a un multimillonario: <¿Cuánto es suficiente?>

El segundo chakra es el que más tiene que ver con la codicia, porque es el centro de poder del sistema energético humano que gobierna el dinero. El dolor de riñones, la ciática y los cánceres que se desarrollan en la región del segundo chakra (riñones y genitales) suelen estar directa o indirectamente relacionados con los asuntos financieros. [...]

La tercera pasión: la lujuria (sexualidad y <derecho a>)


Juan de la Cruz identificaba el pecado de la lujuria con la sensualidad, con connotaciones sexuales, y el <sentirse con derecho a>. Puesto que fue escrito por un monje hace quinientos años, he reinterpretado la oscura pasión de la lujuria para reflejar los desafíos del ego. El hecho se sentirse con <derecho a> te lleva a creer que la vida gira a tu alrededor. [...[ Sentirse con <derecho a> te lleva a tener expectativas poco realistas acerca de los demás y a estar siempre decepcionado, por no decir amargado. En su forma más extrema, el <sentirse con derecho a> equivale a usar a los demás o servirse de cualquier cosa que se le antoje a uno para alcanzar los propios fines, ya estén relacionados con el placer o con el poder. [...} La lujuria es la pasión oscura del tercer chakra, que constituye el centro de la autoestima y del poder personal y se encuentra en el plexo solar. Numerosas disfunciones físicas y emocionales se deben al estrés relacionado con la falta de autoestima, como los desórdenes alimentarios, los problemas gástricos y de colon, la diabetes y los problemas pancreáticos. La autoestima es la piedra angular del poder personal, sin la que caminamos descalzos por los caminos de este mundo todos los días de nuestra vida. [...]

La cuarta pasión: la ira


La ira es una rabia extrema, una pasión destructiva, cruel, impía. La ira es una pasión oscura capaz de destruir vidas o de destruirte: puedes estar poseído por la ira como por la codicia. Las dos pasiones son capaces de controlar tu mente racional y convertirla en un arma de destrucción masiva. A todos nos corre la rabia por las venas; la ira es más profunda que la rabia, sin embargo, porque es rabia con derecho a destruir. La rabia puede estallar en un momento, ventilarse verbalmente y luego pasarse. En una relación sentimental, los miembros de la pareja dicen que no pueden permanecer mucho tiempo enfadados. Pero la ira habla con una voz que considera moralmente superior, convence a tu mente -tu razón- de que tienes la razón y que, por tanto, cualquier acción está justificada. Tu razón se niega a ceder y aviva el fuego de la rabia constantemente, porque hace falta una gran cantidad de combustible para mantener la llama de la superioridad moral. La ira acaba por consumirte en su propia ira.

El cuarto chakra es el centro del corazón, y un corazón iracundo es un corazón trágico y peligroso, uno que se vuelve implacable. Un corazón iracundo transforma el amor en tormento, castigando a quienes creemos que no nos aman lo suficiente o del modo adecuado. Pero no hay manera correcta de amar a un corazón iracundo, así que el amor siempre es fútil cuando se mezcla con la ira. Al final la ira expulsa el amor, una y otra vez. [...]

La quinta pasión: la gula


Juan de la Cruz les describía la gula espiritual a sus monjes como la tendencia a los extremos espirituales: por ejemplo al ayuno extremo o a la extrema piedad. Para el propósito que nos ocupa, la oscura pasión de la glotonería consiste en un consumo desproporcionado de comida, drogas, alcohol, ideas negativas, ideas ajenas, bienes materiales o cualquier cosa ajena a uno que se apodera de su voluntad. Consumir desaforadamente, por el simple placer de consumir, te hace inconsciente de tus propias acciones o tu propio poder de decisión. [...] El abuso resulta evidente para todos los demás, así como la incapacidad de esa persona para frenarlo.

El quinto chakra, que es el poder de la voluntad y está en la garganta, corresponde a la oscura pasión de la gula. Controlar la propia voluntad y mantenerla contra la influencia controladora de otra gente, de miedos externos, de todas las ilusiones que hacen presa en nosotros, eso significa <volverse consciente>. Dominar la voluntad significa que eres lo suficientemente consciente de tus decisiones; que eres lo suficientemente consciente como para no poner en peligro el poder de tu mente, tu integridad, tu cuerpo y tu alma para no temer por tu seguridad en este mundo. La pasión de la gula implica la ausencia de control sobre tu voluntad, lo opuesto de lo cual es ser consciente. El cuerpo, la mente, las emociones y tu vida entera sufren cuando entregas tu poder de voluntad a las drogas, a la comida, a la influencia de otros, a la necesidad de aprobación o a cualquier fuente externa. Tomar las riendas de tu propia voluntad, de tus propias elecciones, encarna el desafío de tomar conciencia. [...]

La sexta pasión: la envidia


La oscura pasión de la envidia no ha cambiado durante los siglos transcurridos desde que san Juan de la Cruz escribió sobre ella, ni siquiera desde antes de que él lo hiciera. La envidia puede destruir la mente, poseerla como una fiebre. La envidia hace pensar a las personas que les han estafado las oportunidades o que deberían tener lo que otra persona tiene. La gente puede volverse prácticamente loca cuando la envidia se apodera de su razón. De repente, no son capaces de ver ni de pensar en otra cosa que en la persona o la situación que constituye el núcleo de su obsesión, se vuelve una imagen retorcida y tóxica que ven constantemente. No puedes razonar con la envidia porque es una enfermedad arraigada en la ilusión de que te han estafado o de que alguien posee algo que tendría que haber sido tuyo. Esta oscura pasión hace que todo lo bueno en nuestra vida pierda valor. La orden inherente de que cada uno de nosotros tiene que amar y valorar su vida es violada por la toxina de la envidia, que nos hace ver únicamente callejones sin salida.

El sexto chakra es el de la mente, entendida como intelecto e intuición, un centro de poder que la oscura pasión de la envidia contamina. La envidia bloquea tu capacidad para ver las oportunidades; te impide apreciar todo lo que tienes de maravilloso. [...}

La séptima pasión: la pereza


La pereza es la tendencia a posponer las cosas, a dejarlas para más tarde. El perezoso es un mamífero tropical que se cuelga cabeza debajo de las ramas y se alimenta con indolencia de los frutos y la vegetación. Este animal es la viva imagen de la holgazanería.

Muchas personas viven mentalmente, imaginan todo lo que sus vidas podrían o deberían ser, pero no consiguen que su cuerpo coopere realizando las acciones necesarias para que sus ambiciones se materialicen. Levantarse de la cama, ir al gimnasio, devolver llamadas telefónicas y mensajes, desarrollar hábitos de trabajo con disciplina es todo lo que se interpone entre nosotros y hacer esos sueños realidad. Mucha gente me ha contado que <sabe> que está predestinada a hacer algo grande, pero -eh- no sabe qué. Yo sí. Lo que pasa es que están esperando a que alguien haga realidad por ellos sus sueños, alguien que no tenga miedo de trabajar duro y asumir la responsabilidad que implica tomar decisiones. Algunas personas prefieren vivir <mentalmente> porque resulta fácil y seguro y no pasa nada en realidad.

Como uno de los pecados capitales, la pereza implica inactividad en la práctica de la virtud. Que sea la pasión oscura del séptimo chakra se me antoja extraordinariamente adecuado. El séptimo chakra está en la coronilla, el <loto de los mil pétalos>, del que se dice que explota como una fuente de luz en el momento de la iluminación. Pero la mente espiritual perezosa mantiene la conciencia de Dios a través de los libros y las ideas más que mediante la acción espiritual; la mente perezosa no se esfuerza por ir más allá de la razón y entrar en las aguas profundas del alma, sino que se rinde al primer indicio de incomodidad o desasosiego. Sabe lo que es correcto, pero no lo hace. [...]”

¡Chapeau! Caroline, simple y sencillamente ¡Chapeau!. 

Una recomendación antes de finalizar: acceder a la bibliografía de esta autora.

Bendiciones.

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