Hace
unos días he recibido como regalo el libro de Caroline Myss titulado “Desafiar
la gravedad” – Cómo vivir sin temor. Asidua lectora de sus magníficas
obras, esta ha vuelto a maravillarme. Absolutamente convencida de que Caroline es
una “Gran Maestra” de nuestro tiempo, su “Genio Divino” la convierte en un
“Manantial de Sabiduría”. Hace fácil de entender lo que -a simple vista-
resulta incomprensible para nuestros sentidos.
Para
quienes no la conocen les comento que Caroline Myss lleva veinte años
investigando en el campo de la medicina energética y la conciencia humana.
Desde 1982 trabaja como médica intuitiva, evaluando la salud del sistema
anatómico energético de las personas. Está especializada en ayudar a la gente a
comprender las razones emocionales, psicológicas y psíquicas por las que su
cuerpo ha desarrollado determinada enfermedad. Da conferencias por todo el
mundo Sus obras Anatomía del espíritu, La medicina de la
energía, El contrato sagrado, El poder invisible en acción y Las siete moradas han
figurado en las listas de libros más vendidos del New
York times.
Es
por ello que hoy me deleito compartiendo, con todos ustedes, el texto que leerán a
continuación y que se encuentra en las páginas 141 a 154:
“ [...] Como médica intuitiva, me di
cuenta de que nuestro apego a los recuerdos, los temores, las supersticiones
procedentes de nuestra herencia religiosa o étnica, o cualquier cosa que drena
nuestra energía nos ancla en el <tiempo>. Es decir, tales apegos nos
obligan a cargar con más peso psíquico en nuestro sistema energético, nuestra
mente y nuestro cuerpo emocional, porque tenemos que alimentar estos viejos y
negativos hábitos de conciencia con energía a medida que van pasando los años.
Piensa en ello en términos de vivir con un <presupuesto energético> del
que pagas asignaciones de energía. Como las deudas, que acumulan intereses si
no las saldamos, en algún momento la acumulación de hábitos negativos del
pasado empezará a consumir la mayoría de tu asignación diaria de energía, dejándote
con menos y menos poder con el que afrontar las demandas de tu vida cotidiana:
tu salud, tu creatividad, tus relaciones y los sutiles movimientos de las leyes
naturales. No te quedará suficiente energía para participar en, digamos, las
exigentes dinámicas de creación de oportunidades para ti mismo o de curación de
una enfermedad. En pocas palabras, tu historia negativa crea peso psíquico, y
cuanto más peso psíquico acarrees, más tendrás que <esperar> para curarte
de algo o, es más, para que algo en tu vida cambie.
Comprometerás
la capacidad de tu alma para sanar como vehículo eterno, porque la densidad
psíquica o temporal de tu ego literalmente prolonga la duración física de
cualquier experiencia, incluidos el sufrimiento, la duración de una enfermedad
o el tiempo que tardas en llevar a cabo una transición vital. Aferrarse a las
heridas del pasado y a lo negativo de la vida de uno no es simplemente un
problema emocional o psicológico; nos drena la energía que necesitamos para
reconstruir el presente de un modo saludable y funcional.
Las
personas se aferran al pasado, durante el proceso de curación por muchas
razones. Algunos simplemente se niegan a renunciar a su conciencia sufriente
porque sin dolor no tienen otra identidad, no tienen otra manera de imaginar
quiénes son en la vida. Otros no son capaces de imaginar una curación rápida;
es decir, su imagen del proceso curativo es que necesariamente <lleva su
tiempo> y, consecuentemente, han previsto su curación a lo largo de un
período de años de procesar las heridas lenta y metódicamente. Tales individuos
no conciben <ser curados> de su dolor interior en un visto y no visto...
aunque eso sea precisamente lo que ellos insisten que persiguen con su trabajo
interno.
Desde
una perspectiva completamente distinta, más mística, quienes se sienten
intimidados por el proceso curativo, y por ello se agarran al pasado como un
modo de ralentizar su curación, se enfrentan al desafío mayor de llegar a una
encrucijada de transformación personal. Me he dado cuenta con el tiempo de que,
independientemente de lo bien que creamos entender lo que debemos hacer para
curarnos -incluido perdonar, practicar ejercicio y seguir una dieta sana-,
siempre hay otra capa en nosotros que combate el proceso de curación. Una vez
más, luchamos contra una parte de nosotros que desafía la gravedad yendo
<más allá de la razón>, pero que reside a la sombra de la razón. Suelo
referirme a la parte de nosotros que pone en peligro nuestra curación como el
arquetipo del Saboteador pero, hasta que miré a través del cristal de la noche
oscura, no comprendí plenamente qué impulsa al Saboteador. Es la batalla entre
el ego y el alma que se origina cuando estamos en una situación con el
potencial para una transformación profunda de nuestra vida.
A
veces nos encontramos inmersos en esa batalla por una enfermedad o una crisis
vital, y a veces un profundo sufrimiento interior arremete contra nosotros sin
que sepamos de dónde procede. Independientemente de qué nos haya llevado hasta
ese punto, ya sea una crisis o la decisión de recorrer la senda espiritual,
este punto interior es, asimismo, la marca entre lo temporal y lo eterno de
nuestra psique. Es el lugar de la psique en que la ley mística y la ley física
se fusionan, permitiendo al sanador canalizar una corriente de gracia lo
bastante poderosa para iniciar una curación <intemporal>, pero aun así en
el reino del tiempo físico.
En
estas encrucijadas nos enfrentamos a nuestras pasiones oscuras con intención de
desmantelar el poder destructivo que cada una en particular tiene en nuestra
vida. Las pasiones oscuras son las corrientes ocultas subyacentes que dirigen
nuestros actos y nuestra conducta. Ellas alimentan los temores de la psique y
nos incapacitan para hacer frente al poder de la verdad. Encontrarnos cara a
cara con las pasiones ocultas nos permite comprender lo ilusorio de nuestras
experiencias, escenario esencial para una fuente incesante de dramas.
Experimentando la esencia de nuestro yo íntimo de un modo tan visceral, estamos
en posición de comprender que somos verdaderamente los responsables del poder
creativo que el alma contiene. En este momento, nos vemos obligados a abandonar
la ilusión de que son los demás los responsables de las dificultades o de las
penurias de nuestra vida. Entonces te ves obligado a renunciar al privilegio de
culpar a otro o sentir que tú te mereces. En tu centro interior de poder, te
enfrentas a la realidad cósmica de que o bien eres responsable de toda tu vida
o no lo eres. ¿Quién si no es el responsable? Si no lo eres tú, ¿quién lo es?
Y, si lo eres tú, entonces ha llegado la hora de evaluar lo bien que has usado
este poder, la fuerza de tu alma, en actos creativos.
Al
igual que existen siete oscuras pasiones, hay siete dones o joyas del alma. Las
pasiones oscuras hacen que nos cueste acceder a estas joyas o siquiera
reconocerlas, mucho más usarlas plenamente. A menudo la gente me dice que teme
tener éxito o que teme su propio poder. Yo diría en cambio que lo que temen es
el poder de sus joyas ocultas, porque son sus verdaderos dones los que
auténticamente desbloquean su más elevado potencial divino. La gente teme el
modo en que cambiará su vida si realmente se permite entender al
<enemigo>, sacudiendo las paredes del corazón para dejar espacio a
aquellos por quienes nunca creímos que sentiríamos compasión y mucho menos amor. Con
estos sentimientos, más hondos, empezamos a ver la verdad más profunda de que
somos una sola humanidad. Al comprenderlo se producen cambios interiores acerca
de quiénes somos y cómo queremos ser y qué queremos hacer en este mundo de
<una sola humanidad>.
Vagamos
pro la vida buscando ese algo especial, esa <cosa> que se supone que
debemos hacer o descubrir, cuando todo el tiempo lo que realmente sentimos es
el impulso que surge del potencial de esos tesoros. Pero permanecen ocultos en
el fondo, dominados por el poder de las pasiones oscuras. Juan de la Cruz
evidentemente no menciona los siete chakras cuando se refiere a los siete
pecados capitales, ni tampoco lo hace Teresa cuando describe las siete moradas de
su castillo interior. Sin embargo, no puedo evitar ver un paralelismo entre los
chakras -los siete centros energéticos que penetran los cuerpos físico y
etérico en la tradición yogui de la India- y los siete pecados capitales u
oscuras pasiones, así como con los siete dones del espíritu. Así que en mi
comentario sobre cada una de las pasiones oscuras he incluido los chakras. En
el quinto capítulo, en el que hablo de los dones del espíritu, encontrarás una
explicación más detallada acerca del modo, en que estos centros energéticos
conectan con nuestra vida espiritual.
La primera pasión: el orgullo
El orgullo, en su forma solapada, suele
llamarse arrogancia. De todos los miedos que tienen una influencia controladora
del comportamiento humano, ninguno es tan poderoso como el temor a ser
humillado, que es, por supuesto, una cuestión de orgullo. Casi siempre, cuando
la gente me habla de sus problemas para perdonar, lo que no puede perdonar es
que alguien la haya humillado. [...] El orgullo es nuestra más vulnerable
terminación nerviosa, porque apunta directamente a nuestro sentido del
propósito y de la identidad, a tener un lugar y un papel en la vida. [...]
Tememos la vergüenza y la humillación tan profundamente que avergonzamos o
humillamos a otros simplemente para proteger nuestro orgullo. Evitamos intentar
cualquier cosa audaz, incluso si de nuestro esfuerzo puede derivarse un
progreso enorme, por temor a que nos humillen. Lo irónico es que esta renuencia
a alcanzar cualquier cosa que quede fuera de nuestra <zona de confort>
puede hacernos sentir vergüenza de acabar siendo <unos segundones>. Por
todo su poder innato, entonces, nos cuesta aprender a manejar el orgullo, que
se vuelve letal cuando está herido.
Aprendemos
de la tribu a estar orgullosos de nosotros mismos, pero es también la tribu la
que nos causa nuestras primeras cicatrices de humillación en la más tierna
infancia. En consecuencia, el orgullo, tanto en el aspecto positivo como en el
negativo, está estrechamente ligado con el primer chakra, al que yo llamo
<chakra tribal>. [...] En las antiguas culturas de determinadas zonas de
Europa, Asia y Oriente Medio, muchas venganzas étnicas llevan tanto tiempo en
curso que los implicados no siempre recuerdan cuál fue la ofensa inicial. Como
individuos, destruiremos a nuestra propia familia por orgullo. Pocos son los
que controlan esta oscura pasión y, cuando la arrogancia controla a una
persona, es como si ésta estuviera poseída. [...]
La segunda pasión: la codicia
Ambicionar lo que otros poseen es una manera
de describir la esencia de la codicia. Es una oscura pasión que se apodera de
ti de manera implacable, con la fuerza de un tsunami. Es una pasión oscura que
todos tenemos que afrontar y, hábil transformista como es, adopta muchas
formas.
Algunas
personas codician dinero, pero hay quien codicia poder, fama, autoridad,
atención... la lista es interminable. La codicia es una forma de locura. Nunca
tiene bastante porque carece de lógica. La codicia es el ejemplo perfecto de
cara oscura de la razón; pregúntale a un multimillonario: <¿Cuánto es
suficiente?>
El
segundo chakra es el que más tiene que ver con la codicia, porque es el centro
de poder del sistema energético humano que gobierna el dinero. El dolor de
riñones, la ciática y los cánceres que se desarrollan en la región del segundo
chakra (riñones y genitales) suelen estar directa o indirectamente relacionados
con los asuntos financieros. [...]
La tercera pasión: la lujuria (sexualidad y <derecho a>)
Juan de la Cruz identificaba el pecado de
la lujuria con la sensualidad, con connotaciones sexuales, y el <sentirse
con derecho a>. Puesto que fue escrito por un monje hace quinientos años, he
reinterpretado la oscura pasión de la lujuria para reflejar los desafíos del
ego. El hecho se sentirse con <derecho a> te lleva a creer que la vida
gira a tu alrededor. [...[ Sentirse con <derecho a> te lleva a tener
expectativas poco realistas acerca de los demás y a estar siempre decepcionado,
por no decir amargado. En su forma más extrema, el <sentirse con derecho
a> equivale a usar a los demás o servirse de cualquier cosa que se le antoje
a uno para alcanzar los propios fines, ya estén relacionados con el placer o con
el poder. [...} La lujuria es la pasión oscura del tercer chakra, que
constituye el centro de la autoestima y del poder personal y se encuentra en el
plexo solar. Numerosas disfunciones físicas y emocionales se deben al estrés
relacionado con la falta de autoestima, como los desórdenes alimentarios, los
problemas gástricos y de colon, la diabetes y los problemas pancreáticos. La
autoestima es la piedra angular del poder personal, sin la que caminamos
descalzos por los caminos de este mundo todos los días de nuestra vida. [...]
La cuarta pasión: la ira
La ira es una rabia extrema, una pasión
destructiva, cruel, impía. La ira es una pasión oscura capaz de destruir vidas
o de destruirte: puedes estar poseído por la ira como por la codicia. Las dos
pasiones son capaces de controlar tu mente racional y convertirla en un arma de
destrucción masiva. A todos nos corre la rabia por las venas; la ira es más
profunda que la rabia, sin embargo, porque es rabia con derecho a destruir. La
rabia puede estallar en un momento, ventilarse verbalmente y luego pasarse. En
una relación sentimental, los miembros de la pareja dicen que no pueden
permanecer mucho tiempo enfadados. Pero la ira habla con una voz que considera
moralmente superior, convence a tu mente -tu razón- de que tienes la razón y
que, por tanto, cualquier acción está justificada. Tu razón se niega a ceder y
aviva el fuego de la rabia constantemente, porque hace falta una gran cantidad
de combustible para mantener la llama de la superioridad moral. La ira acaba
por consumirte en su propia ira.
El cuarto chakra es el centro del
corazón, y un corazón iracundo es un corazón trágico y peligroso, uno que se
vuelve implacable. Un corazón iracundo transforma el amor en tormento,
castigando a quienes creemos que no nos aman lo suficiente o del modo adecuado.
Pero no hay manera correcta de amar a un corazón iracundo, así que el amor
siempre es fútil cuando se mezcla con la ira. Al final la ira expulsa el amor,
una y otra vez. [...]
La quinta pasión: la gula
Juan de la Cruz les describía la gula
espiritual a sus monjes como la tendencia a los extremos espirituales: por
ejemplo al ayuno extremo o a la extrema piedad. Para el propósito que nos
ocupa, la oscura pasión de la glotonería consiste en un consumo
desproporcionado de comida, drogas, alcohol, ideas negativas, ideas ajenas,
bienes materiales o cualquier cosa ajena a uno que se apodera de su voluntad.
Consumir desaforadamente, por el simple placer de consumir, te hace
inconsciente de tus propias acciones o tu propio poder de decisión. [...] El
abuso resulta evidente para todos los demás, así como la incapacidad de esa
persona para frenarlo.
El
quinto chakra, que es el poder de la voluntad y está en la garganta,
corresponde a la oscura pasión de la gula. Controlar la propia voluntad y
mantenerla contra la influencia controladora de otra gente, de miedos externos,
de todas las ilusiones que hacen presa en nosotros, eso significa <volverse
consciente>. Dominar la voluntad significa que eres lo suficientemente
consciente de tus decisiones; que eres lo suficientemente consciente como para
no poner en peligro el poder de tu mente, tu integridad, tu cuerpo y tu alma
para no temer por tu seguridad en este mundo. La pasión de la gula implica la
ausencia de control sobre tu voluntad, lo opuesto de lo cual es ser consciente.
El cuerpo, la mente, las emociones y tu vida entera sufren cuando entregas tu
poder de voluntad a las drogas, a la comida, a la influencia de otros, a la
necesidad de aprobación o a cualquier fuente externa. Tomar las riendas de tu
propia voluntad, de tus propias elecciones, encarna el desafío de tomar conciencia.
[...]
La sexta pasión: la envidia
La oscura pasión de la envidia no ha
cambiado durante los siglos transcurridos desde que san Juan de la Cruz
escribió sobre ella, ni siquiera desde antes de que él lo hiciera. La envidia
puede destruir la mente, poseerla como una fiebre. La envidia hace pensar a las
personas que les han estafado las oportunidades o que deberían tener lo que
otra persona tiene. La gente puede volverse prácticamente loca cuando la
envidia se apodera de su razón. De repente, no son capaces de ver ni de pensar
en otra cosa que en la persona o la situación que constituye el núcleo de su
obsesión, se vuelve una imagen retorcida y tóxica que ven constantemente. No
puedes razonar con la envidia porque es una enfermedad arraigada en la ilusión
de que te han estafado o de que alguien posee algo que tendría que haber sido
tuyo. Esta oscura pasión hace que todo lo bueno en nuestra vida pierda valor.
La orden inherente de que cada uno de nosotros tiene que amar y valorar su vida
es violada por la toxina de la envidia, que nos hace ver únicamente callejones
sin salida.
El
sexto chakra es el de la mente, entendida como intelecto e intuición, un centro
de poder que la oscura pasión de la envidia contamina. La envidia bloquea tu
capacidad para ver las oportunidades; te impide apreciar todo lo que tienes de
maravilloso. [...}
La séptima pasión: la pereza
La
pereza es la tendencia a posponer las cosas, a dejarlas para más tarde. El
perezoso es un mamífero tropical que se cuelga cabeza debajo de las ramas y se
alimenta con indolencia de los frutos y la vegetación. Este animal es la viva
imagen de la holgazanería.
Muchas
personas viven mentalmente, imaginan todo lo que sus vidas podrían o deberían
ser, pero no consiguen que su cuerpo coopere realizando las acciones necesarias
para que sus ambiciones se materialicen. Levantarse de la cama, ir al gimnasio,
devolver llamadas telefónicas y mensajes, desarrollar hábitos de trabajo con
disciplina es todo lo que se interpone entre nosotros y hacer esos sueños realidad.
Mucha gente me ha contado que <sabe> que está predestinada a hacer algo
grande, pero -eh- no sabe qué. Yo sí. Lo que pasa es que están esperando a que
alguien haga realidad por ellos sus sueños, alguien que no tenga miedo de
trabajar duro y asumir la responsabilidad que implica tomar decisiones. Algunas
personas prefieren vivir <mentalmente> porque resulta fácil y seguro y no
pasa nada en realidad.
Como
uno de los pecados capitales, la pereza implica inactividad en la práctica de
la virtud. Que sea la pasión oscura del séptimo chakra se me antoja
extraordinariamente adecuado. El séptimo chakra está en la coronilla, el
<loto de los mil pétalos>, del que se dice que explota como una fuente de
luz en el momento de la iluminación. Pero la mente espiritual perezosa mantiene
la conciencia de Dios a través de los libros y las ideas más que mediante la
acción espiritual; la mente perezosa no se esfuerza por ir más allá de la razón
y entrar en las aguas profundas del alma, sino que se rinde al primer indicio
de incomodidad o desasosiego. Sabe lo que es correcto, pero no lo hace. [...]”
¡Chapeau!
Caroline, simple y sencillamente ¡Chapeau!.
Una recomendación antes de finalizar: acceder a la bibliografía de esta autora.
Bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario