viernes, 19 de septiembre de 2014

Secretos no tan secretos ...



Hace un par de años, llegó a mis manos un libro que me ha conmovido como pocos en mi vida. El mismo se ha basado en -desde mi punto de vista- una maravillosa idea de solicitar a 15.000 personas de Estados Unidos y Canadá, que recomendaran a personas que ellos consideraban “ancianos sabios”. La respuesta, llegó a la cifra de casi mil nombres. Acto seguido y mediante entrevistas previas, se llegó a la conclusión de hallarse en presencia de 235 personas que habían sido identificadas como “sabias”. Las mismas tenían entre 59 y 105 años. Casi todas eran de América del Norte, pero tenían etnias, culturas, religiones, orígenes y estatus profesionales distintos. Las preguntas que se les realizaron fueron cinco: 1) ¿Qué fue lo que te hizo más feliz? 2) ¿De qué te arrepientes? 3) ¿Qué es lo importante y qué no lo es? 4) ¿Cuáles fueron los momentos cruciales que te cambiaron la vida? 5) ¿Qué te gustaría haber sabido antes?. Al finalizar con las conversaciones, se obtuvieron cinco secretos muy definidos; a saber:

1º - Sé coherente contigo mismo
2º - No tengas de lo que arrepentirte
3º - Sé amor
4º - Vive el momento
5º - Da más de lo que recibes

El libro mencionado se titula “Los cinco secretos que hay que descubrir antes de morir” y su autoría corresponde al talentoso John Izzo (reconocido psicoterapeuta, licenciado en religión y psicología. Ha recorrido el mundo para hablar a más de un millón de personas de cómo hallar la felicidad y el sentido de la vida). Un ser que además -en mi opinión- es una persona “Sabia” y absolutamente “Consciente del Sentido de la Vida”.

Cada tanto, suelo releer algunos relatos elegidos al azar. ¿Qué significa elegir al azar? Pues simple y sencillamente, tomar el libro entre mis manos y abrirlo en cualquier página. Siempre resulta para mí, un verdadero deleite repasar las historias y/o reflexiones que contiene. 

Me parece propicia la ocasión, entonces, para acercarles algunos textos que pueden encontrar en las páginas 78 a 96:


“… El amor como opción

Para hablar del amor, primero debo definirlo. Amor es una palabra con muchos matices. Debemos diferenciar entre el sentimiento de amor y la decisión de amar. El amor es a menudo percibido por la sociedad como una emoción única. Decimos que <está completamente enamorada de él>, que <amamos el golf y la pizza>, que <somos amantes de la juerga>, y así sucesivamente, pero en estos casos nos referimos al sentimiento del amor. Sin embargo, al escuchar a los entrevistados, me empecé a dar cuenta de que, cuando hablaban de la importancia del amor en sus vidas, definían el amor más como una elección que como un sentimiento. El secreto para tener una vida feliz y con sentido era decidir ser una persona con amor, ser amor.

Aunque puede que no tengamos la capacidad de sentir amor cuando queramos, tenemos siempre la facultad de ser amor. Vivimos este secreto de tres formas. Primero, decidimos amarnos a nosotros mismos. Segundo, decidimos actuar con amor hacia las personas más allegadas a nosotros (la familia, los amigos, etc.). Y finalmente tenemos que decidir dar amor en todas nuestras interacciones. […] El amor al que me refiero no es el sentimiento del amor; es la decisión de ser personas que den amor. Al escribir sobre el tercer secreto, que es ser amor, no me refiero al sentimiento del amor sino a la decisión de amar.

Primero, ámate a ti mismo

La primera forma en la que podemos vivir este secreto es decidiendo amarnos a nosotros mismos. Si no tomamos la decisión radical de considerarnos personas dignas, no podremos encontrar la felicidad. El amor a nosotros mismos resulta indispensable para convertirnos en seres humanos espiritualmente sanos. Para algunos, el amor a uno mismo puede resultar algo natural porque la educación y la experiencia nos proporcionan un sentimiento profundo sobre propia valía, pero hay otras personas a las que les cuesta amarse a sí mismas. […] Una  de las formas más importantes en las que decidimos amarnos a nosotros mismos es vigilando cómo nos alimentamos. Dicen que somos lo que comemos pero desde un punto de vista espiritual, somos lo que pensamos. Los seres humanos tenemos una media de 45 mil a 55 mil pensamientos diarios, una auténtica y constante conversación interior. Nos pasamos el día hablando con nosotros mismos. La mayoría de nuestros pensamientos son benignos, pero muchos tienen un gran impacto en cómo nos vemos a nosotros mismos. Por ejemplo, cada vez que nos decimos cosas como <Soy un perdedor>, <No merezco que me amen>, <No soy guapo>, <Tengo que demostrar mi valía frente al resto de personas>, <Estoy gordo>, <No soy un buen padre>, <No soy una buena persona>, estamos minando nuestro amor hacia nosotros mismos. […]

Priorizar el amor

La segunda parte de este secreto es decidir actuar con amor hacia las personas más cercanas y hacer que las relaciones de amor sean una prioridad en nuestra vida. Cuando pregunté a la gente cuál era su mayor felicidad, sus primeras respuestas siempre hacían referencia a sus esposas, maridos, hijos, padres o amigos. Y cuando pregunté sobre el arrepentimiento, las primeras respuestas también tuvieron que ver con sus relaciones, la falta de prioridad que les habían dado o la sensación de no haber actuado con amor hacia lo que más les importaba. Hace muchos años, siendo yo sacerdote, un anciano resentido me dijo: <Me he pasado la mayor parte de la vida centrándome en las cosas. Las personas siempre estaban en un segundo lugar en mi lista de prioridades. Ahora que doy cuenta de que mi BMW no me viene a visitar al geriátrico>. […] Un estudio de una prestigiosa universidad indicaba que en un hogar medio la proporción de mensajes negativos en relación con los positivos es de catorce  a uno; por cada comentario positivo que le hacemos a un miembro de la familia, formulamos casi catorce comentarios críticos. Un estudio parecido señalaba que uno de los elementos comunes en los matrimonios felices y duraderos era una relación de siete a uno de los comentarios positivos frente a los negativos en la comunicación. Y está en nuestras manos cambiar esa proporción. En cada momento, podemos ofrecer amor y afianzar nuestras relaciones. Podemos decidir ver el contexto global. […]

Haz el bien si puedes, pero nunca hagas daño

[…] Al cabo de poco de realizar las entrevistas empecé a darme cuenta de que el tercer secreto no era simplemente obtener amor, o incluso darlo a los que están más cerca de ti, sino que el amor se convirtiera en una forma de ser que abarcara toda nuestra vida. Al actuar con amor, nos transformamos.

La gente me hablaba de cómo, al avanzar en la vida, era cada vez más consciente de la importancia de actuar con amor, de la decisión de ser amable. Lo que aprendí es que actuar con amor no sólo es bueno para los demás, sino que también nos transforma en el proceso. Cuanto más nos centramos en actuar con amor, más encontramos la felicidad. […]

Hace muchos años, una chica de veintitantos me contó una historia conmovedora sobre su madre que resulta un gran ejemplo del poder de este tercer secreto. Me dijo que su padre y su madre habían ido a verla. Al final de la visita los llevó al aeropuerto y embarcaron para su vuelo de cuatro horas de regreso a casa. Ese mismo día su padre la llamó. <Me dijo que tenía muy malas noticias. En el vuelo de regreso mi madre había sufrido un ataque de corazón cuando el avión iniciaba el descenso. Cuando aterrizaron, ya había muerto. Dos días más tarde, tuve que subir a un avión para regresar a casa para el funeral de mi madre.>

Me contó el largo y triste viaje a casa. Mientras observaba el paisaje que sobrevolaba, no podía evitar pensar cómo habrían sido los últimos momentos de su madre. ¿Estaba satisfecha con su vida? ¿Había muerto con un sentimiento profundo de satisfacción o se arrepentía de algo? ¿Tenía miedo o se sentía en paz? ¿Sabía lo mucho que la querían? En numerosas ocasiones los ojos se le llenaron de lágrimas y sollozó.

Al aterrizar, se fue directa al tanatorio y se encontró una sala abarrotada de personas que habían compartido la vida de su madre. Su madre era musulmana, pero aquella sala estaba llena de personas de todos los colores y religiones. La sala estaba repleta de amor. Dado que la hija vivía fuera desde hacía algún tiempo, no conocía a todo el mundo y se pasó todo el rato preguntándole a su padre quién era toda esa gente.

Había una mujer sentada sola en una esquina. Cuando le preguntó a su padre quién era ella, él dijo que no lo sabía. Después de preguntar a algunos de los mejores amigos de su madre, pronto se dio cuenta de que nadie parecía saber quién era la desconocida de mediana edad que estaba sentada sola en una esquina. La chica fue hacia ella, se sentó a su lado y le dijo:
-Soy la hija pequeña, y todos nos estamos preguntando de qué conocía a mi madre porque nadie parece saber quién es usted.
-Siento decir que no conocía a tu madre –contestó la desconocida.
-¿Y por qué está aquí? –le preguntó la chica, perpleja
-Hace muchos años estaba pasando un momento muy difícil en mi vida. Un día estaba tan desanimada que pensé seriamente en quitarme la vida. Había tomado un autobús para ir al centro y me senté junto a una mujer que leía un libro. Pero a mitad de camino lo cerró, lo dejó sobre su regazo, se volvió hacia mí y me dijo: <Señora, me parece que necesita hablar>. No sé por qué, pero fue tan amable y tan abierta que le conté lo que sucedía y lo que pensaba hacer. Cuando llegué a casa, el rato que habíamos pasado juntas me hizo tomar una decisión distinta, que no sólo afectó a mi vida sino a la vida de muchos otros.
-Pero ¿qué tiene esto que ver con mi madre? –preguntó la hija.
-Bueno, estaba tan absorta en mis pensamientos que ni me presenté a aquella mujer, ni siquiera sabía su nombre. Pero hace dos días vi una foto en el periódico y he venido aquí esta tarde porque no conocía a tu madre, ni sabía cómo se llamaba, pero los veinte minutos que pasé con ella me salvaron la vida.

La joven lloró y luego esbozó una sonrisa. Luego volvió a llorar hasta que acabó llorando y sonriendo al mismo tiempo. Me comentó que se dio cuenta de que su madre había vivido toda la vida así. Tanto con sus hijos como con su marido, sus amigos o una desconocida a la que nunca más volvería a ver, el amor y la ternura eran su forma de entender la vida. Eso hizo que fuera una mujer muy feliz, y ahora su hija se daba cuenta de que además había sido muy especial en cosas que nunca hubiera imaginado. <La vida de mi madre giraba alrededor del amor, y así trajo la felicidad a otras personas y la encontró para sí misma. Pronuncié una oración: *Deja que tenga esa misma vida*.> …”

Como habrán podido observar, este libro resulta ser -desde mi punto de vista- un “auténtico Canto a la Vida”. Sin duda alguna, una “Obra Maestra” que debería integrar cualquier plan de estudios. Emocionante. Convincente. Motivadora.

Quiero finalizar este compartir, haciéndome eco de las palabras de la contratapa del libro cuando dice: “¿Por qué esperar un solo día más cuando podemos tener acceso, hoy mismo, a los secretos que garantizan una vida plena y feliz?”.
  

 Bendiciones.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Cuando el Silencio, Habla ...



Retomando la lectura del libro “El silencio habla”, cuya autoría corresponde a Eckhart Tolle (profesor espiritual contemporáneo que no se halla alineado con religión o tradición alguna. Su libro “El poder del ahora” lleva vendidos más de un millón de ejemplares; lo que ubica a dicha obra en la categoría de bestseller. En sus escritos y seminarios transmite el mensaje de los antiguos maestros espirituales: “hay un camino para salir del sufrimiento y sentirse en paz”), me sentí motivada -una vez más- a compartir con todos ustedes, algunas reflexiones y/o conceptos que me han conmovido profundamente.

En el capítulo tres, que se encuentra desarrollado en las páginas 27 a 36, bajo el título de  “El Yo Separado”, Eckhart se expresa con un lenguaje muy elocuente al describir perfectamente bien a nuestro “ego”. Desde mi punto de vista, una explicación contundente que no deja lugar a dudas de “quiénes somos”. Con un vocabulario claro y sencillo, nos hace amena la lectura. Una verdadera radiografía que revela el aspecto más oculto de nuestra personalidad, accediendo a lo más profundo de nuestra “naturaleza humana”.

Los invito -a continuación- a que lo comprueben por ustedes mismos:

“… La mente busca alimento incesantemente, y no sólo para el pensamiento; está buscando alimento para su identidad, para su sentido del yo. Así es como el ego (el yo separado) viene a la existencia y se recrea a sí mismo.

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Cuando piensas o hablas sobre ti, cuando dices <yo>, sueles referirte a <yo y mi historia>. Este es el <yo> de lo que te gusta y de lo que te disgusta, de tus miedos y deseos, el <yo> que nunca está satisfecho por mucho tiempo. Es un sentido de quien eres creado por la mente, condicionado por el pasado y que trata de encontrar su realización en el futuro.

¿Puedes ver que este <yo> es pasajero, que es una formación temporal, como una onda que recorre la superficie del agua?

¿Quién ve que esto es así? ¿Quién es consciente de que tus formas física y psicológica son pasajeras? Yo soy. Este es el <yo> profundo que no tiene nada que ver con el pasado y el futuro.

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¿Qué quedará de todos los temores y deseos asociados con tu problemática situación existencial, que consumen cada día la mayor parte de tu atención? Un guión de varios centímetros de largo entre la fecha de tu nacimiento y la fecha de tu muerte inscritas en tu lápida.

Para el ego, éste es un pensamiento deprimente. Para ti es liberador.

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Cuando cada pensamiento absorbe tu atención completamente significa que te identificas con la voz que suena en tu cabeza. Entonces los pensamientos quedan investidos de un sentido de yo. Esto es el ego, el <yo> creado por la mente. Este yo fabricado por la mente se siente incompleto y precario. Por eso el temor y el deseo son sus emociones predominantes y sus fuerzas motivadoras.

Cuando reconoces que hay una voz en tu cabeza que pretende ser tú y que nunca deja de hablar, estás saliendo de la identificación inconsciente con la corriente de pensamientos.

Cuando notas esa voz, te das cuenta de que tú no eres la voz -el pensador-, sino quien es consciente de ella.

La libertad estriba en conocerte a ti mismo como la conciencia que está detrás de la voz.

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El ego siempre está buscando. Busca añadirse algo más de esto o de lo otro para completarse. Esto explica su preocupación compulsiva por el futuro.

Cuando te des cuenta de que estás viviendo <para el momento siguiente>, ya has salido del patrón mental del ego, con lo que surge la posibilidad de elegir prestar toda tu atención a este momento.

Prestando toda tu atención a este momento, una inteligencia mucho mayor que la inteligencia de la mente egótica entra en tu vida.

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Cuando vives a través del ego, siempre reduces el momento presente a un medio para un fin. Vives para el futuro, y cuando consigues tus objetivos, no te satisfacen, o al menos no por mucho tiempo.

Cuando prestas más atención a lo que haces que al resultado futuro que quieres conseguir con ello, rompes el viejo condicionamiento del ego.

Entonces tu hacer no sólo es mucho más eficaz, sino infinitamente más alegre y satisfactorio.

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Casi cada ego contiene algún elemento de lo que podríamos llamar <identidad de víctima>. La imagen de víctimas que algunas personas tienen de sí mismas es tan fuerte que se convierte en el núcleo central de su ego. El resentimiento y los agravios forman parte esencial de su sentido del yo.

Aunque tus agravios estén completamente <justificados>, te has construido una identidad de víctima que se parece mucho a una prisión cuyos barrotes están hechos de formas mentales. Mira lo que te estás haciendo a ti mismo o, más bien, lo que te está haciendo tu mente. Siente tu apego emocional por tu historia de víctima y date cuenta de la tendencia compulsiva a pensar o hablar de ella. Mantente presente como testigo de tu estado interno. No tienes que hacer nada. Con la conciencia vienen la transformación y la libertad.

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Los hábitos mentales favoritos del ego, los que le fortalecen, son la queja y la reactividad. Buena parte de la actividad emocional-mental de muchas personas consiste en quejarse o reaccionar contra esto o lo otro. Ello hace que los demás, o la situación, estén <equivocados>, mientras que tú <tienes razón>. Teniendo razón te sientes superior, y sintiéndote superior fortaleces tu sentido del yo. En realidad sólo estás fortaleciendo la ilusión del ego.

¿Puedes observar estos hábitos dentro de ti mismo y reconocer tu quejumbrosa voz interior por lo que es?

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El sentido del yo característico del ego necesita el conflicto porque su identidad separada se fortalece al luchar contra esto o lo otro, y al demostrar que esto soy <yo> y eso no soy <yo>.

Es frecuente que tribus, naciones y religiones consigan fortalecer su sentido de identidad colectiva teniendo enemigos. ¿Quién sería <creyente> sin el <infiel>?
 
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En tus tratos con otras personas, ¿puedes detectar ligeros sentimientos de superioridad o inferioridad hacia ellas? Lo que estás viendo es el ego, que vive de la comparación.

La envidia es un derivado del ego, que se siente disminuido cuando a otra persona le pasa algo bueno, o cuando alguien tiene más, sabe más o puede hacer más que tú. La identidad del ego depende de la comparación y siempre quiere más. Se agarra a cualquier cosa. Si todo lo demás fracasa, puede fortalecer tu ficticio sentido del yo sientiéndote más maltratado por la vida o más enfermo que otras personas.

¿Cuáles son las historias, las ficciones de las que derivas tu sentido del yo?
 
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La necesidad de oponerse, de resistirse y de excluir está incorporada a la estructura misma del ego, ya que esto le permite mantener el sentido de separación del que depende su supervivencia. De modo que <yo> soy contra el <otro>, <nosotros> contra <ellos>.

El ego necesita estar en conflicto con alguien o algo. Eso explica por qué buscas la paz, la alegría y el amor, pero no puedes tolerarlos por mucho tiempo. Dices que quieres la felicidad, pero eres adicto a tu infelicidad.

El último término, la infelicidad no surge de las circunstancias de tu vida, sino del condicionamiento de tu mente.

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¿Albergas sentimientos de culpa respecto a algo que hiciste -o dejaste de hacer- en el pasado?

Lo cierto es que actuaste de acuerdo a tu nivel de conciencia, o más bien de inconsciencia, de aquel tiempo. Si hubieras estado más alerta, si hubieras sido más consciente, habrías actuado de otra manera.

La culpa es otro intento del ego de crear una identidad, un sentido del yo. Al ego no le importa que el sentido del yo sea positivo o negativo. Lo que hiciste o dejaste de hacer fue una manifestación de inconsciencia, de la inconsciencia humana. El ego, no obstante, lo personaliza y dice: <Yo hice aquello>, y así te creas una imagen mental de ti mismo como persona <mala>.

A lo largo de la historia, los seres humanos han cometido incontables actos de agresión, crueldad y violencia hacia sus semejantes, y continúan realizándolos. ¿Son todos ellos condenables? ¿Son todos culpables? ¿O dichos actos son expresiones de la inconsciencia, de una etapa evolutiva que ahora estamos dejando atrás?  

Las palabras de Jesús: <Perdónalos porque no saben lo que hacen>, también son aplicables a ti.

Si con el fin de liberarte te marcas metas egóticas que te potencian o te hacen sentirte importante, aunque las consigas, no te sentirás satisfecho.

Márcate metas, pero sabiendo que alcanzarlas no tienen la menor importancia. Cuando algo surge de la presencia, significa que este instante no es un medio para un fin: la acción es satisfactoria por sí misma en cada momento. Ya no reduces el Ahora a un medio para un fin, que es lo que hace la conciencia del ego.

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<Cuando el yo desaparece, desaparecen los problemas>, dijo el maestro budista cuando le pidieron que explicara el significado profundo del budismo. …”

En mi opinión, queda perfectamente claro que “somos precisamente aquello que no creemos y/o pensamos que somos”. Se me ocurre que dos palabras podrían acercarnos a una definición al respecto: “Consciencia Absoluta”. Entiendo que algunas religiones, tradiciones o creencias espirituales encuentran en el término “Dios”, “Ser Superior” o “Divinidad”, una forma de expresar aquello que “realmente somos” al situarnos como “criaturas o creaciones divinas”.

Me parece oportuno que cada uno de nosotros, que cada “Ser Humano” inicie una profunda re-visión de sí mismo; que nos avoquemos a una “intensa búsqueda interior que nos lleve a comprender el sentido de nuestra Vida”; que empecemos a “re-conectarnos” con nuestra “Verdadera y única Esencia”; que demos rienda suelta a nuestra “Verdadera Identidad”, que bien podría traducirse como la “Eternidad del Aquí y Ahora”.

Te invito a que te animes a “adentrarte en el maravilloso mundo del Silencio que Habla” …




Bendiciones.

martes, 9 de septiembre de 2014

Un Faro Muy Especial ...


Hace un tiempo,  leí un relato que me pareció por demás ilustrativo del peligro que entraña dejarse llevar por la soberbia. En un intento por recordar -lo más fielmente posible- la estructura del mismo y de transmitir su espíritu, voy a reproducirlo a continuación:

“Era noche cerrada y por altavoz, se escuchaba desde lejos: <se solicita al capitán del barco que desvíe su curso>. Dicho capitán, ofuscado por la pretensión de realizar una maniobra que él no había ordenado, replicó diciendo: <¡en ejercicio de la autoridad que me ha sido conferida y en mi condición de capitán del barco, le ordeno que sea usted quien se haga a un lado!>. En dirección contraria, se volvió a escuchar por altavoz: <se solicita respetuosamente al capitán del barco que desvíe su curso>. El capitán, para entonces fuera de sí, replicó muy duramente pero -esta vez- agregando una serie de insultos e improperios muy poco dignos -por decirlo de alguna manera- de su rango. Fue entonces que, por última vez, se escuchó decir por altavoz: <se informa al señor capitán del barco, con el  mayor de los respetos que la autoridad que le ha sido conferida me merece,  que la solicitud para que desvíe el curso del barco obedece a una poderosa razón: estamos en un faro>.”

¡Qué importante es tener la humildad suficiente para poder escuchar una advertencia hecha a tiempo! ¡Qué peligroso se torna cuando la soberbia nubla el entendimiento y nuestra mente conecta con la humillación! ¡Cuántas veces creemos que nuestro prestigio es rebajado frente a una voz que nos invita a revisar el curso de nuestro viaje, en pos de nuestro beneficio!

Me pareció muy interesante reflexionar sobre el particular. A todos nos puede suceder; de hecho, creo a todos nos ha sucedido alguna vez en nuestra vida. Si analizamos el curso de los acontecimientos a gran escala, podremos observar que nuestro bendito planeta Tierra se halla amenazado por algo mucho más grande que desastres naturales: se halla amenazado por el accionar de los “Seres Humanos”. Somos absolutos responsables de aquello que nos acontece. Personalmente, creo que estamos muy lejos de poder darnos el lujo de seguir transitando los caminos de la violencia, el miedo, la soberbia, la indiferencia;  en definitiva, el camino del des-Amor.

Día tras día, las noticias que llegan a nuestros oídos -de todas partes de mundo- dan cuenta de una insatisfacción creciente que lleva a toda clase de desmanes, actos de abuso, destrucción, perversión. La enajenación y la alienación están al tope del ranking de las acciones humanas. Y yo me pregunto: ¿no será que la “des-Humanización” nos ha llevado a semejante comportamiento? Un aforismo que leí en un libro de José Narosky dice que: “Las fieras no pueden comprender la ferocidad del hombre”. Bien por José. Coincido.

Quizás, haya llegado el momento de cuestionarnos seriamente el sentido de nuestra vida. ¿Estamos respondiendo a nuestra “Verdadera Esencia”? Mario Benedetti nos ha dejado una excelente reflexión: “Me gusta la gente capaz de entender que el mayor error del ser humano es intentar sacar de la cabeza aquello que no sale del corazón”. Bien por Mario. Coincido nuevamente.

Tal vez, sea tiempo de re-inventarse a uno mismo. Tal vez, sea tiempo de llamarnos a una profunda re-visión en todo sentido. Tal vez, sea tiempo de soltar las amarras que nos atan, nos esclavizan y nos impiden ser “Verdaderamente Libres”.

Hoy quiero invitarlos a que se animen a cuestionarse; a que se animen a sentirse; a que se animen a re-conocerse; a que se animen a superarse. Yo creo que es una meta posible. Si cada uno de nosotros empieza a transformarse personalmente, todo lo demás seguirá nuestros pasos. Tengamos siempre presente que “TODO ES UNO”, “TODOS SOMOS UNO” ...




Bendiciones.