Hace
algunos años, he tenido la oportunidad de asistir a un taller sobre
“Constelaciones Familiares”. Hasta ese momento, nunca había oído hablar del
tema: era todo una incógnita para mi; pero la curiosidad -compañera de vida- me
llevó a indagar sobre el particular desde aquél entonces. Haber asistido al
taller, fue una forma de vivenciar este conocimiento en forma experimental. De
este modo, pude acceder a la bibliografía de Bert Hellinger (estudió filosofía,
teología y pedagogía, y trabajó durante dieciséis años como miembro de una
orden misionera católica en Sudáfrica; luego de lo cual se convirtió en
psicoanalista, llegando a configurar su propia terapia sistémica y familiar a
través de la dinámica de grupos, la terapia primaria, el análisis transaccional
y diversos procedimientos hipnoterapéuticos), mediante la lectura de algunos
libros de su autoría.
Desde
mi punto de vista, Bert presenta un enfoque que dista de lo tradicional, lo
standard, lo conocido. Refleja una nueva forma de abordar la problemática de la
existencia humana, vista de una óptica que trasciende los modelos y paradigmas
actuales; muchos de los cuales -considero- se hallan en franca decadencia y con
pronóstico de extinción. En su libro titulado “Felicidad que permanece –
Claves para lograr el amor en nuestras relaciones”, como bien dice en la
primera página del mismo: “<Ahora te veo. Ahora te respeto. Ahora te amo.
Ahora te doy un lugar en mi corazón.> Dicha con el corazón, una frase tan
simple como ésta desenreda telarañas, anula antiguos conflictos, clarifica
vínculos, y cambia destinos en un orden sutil de la realidad, Bert Hellinger,
creador de las Constelaciones Familiares y maestro en el conocimiento de este
orden, se interroga con nosotros: <¿Qué ocurre en su alma cuando dice esta
frase? ¿Qué pasa en el alma de otro?> ...”
Entendiendo
la importancia que implica para nosotros el acerarnos a este nuevo concepto y
-fundamentalmente- poder aplicarlo a las relaciones humanas de pareja, comparto
con todos ustedes algunos textos que podrán encontrar en las páginas 49 a 55:
“...
LO OTRO EN LA RELACION DE PAREJA
Puede
que diga algo más general sobre relaciones de pareja y el crecimiento en
relaciones de pareja. Porque el crecimiento siempre es ampliación. Quien crece
ha de asumir en su interior algo de fuera. Crece con lo que antes estaba fuera
de él. En cuanto lo asume en su interior crece con ello.
Hombres y mujeres son diferentes
Resulta que un hombre entiende poco de mujeres. ¿Habéis visto alguna vez a un hombre que entienda realmente algo de mujeres? ¿Habéis encontrado alguna vez una mujer que diga: <Mi marido me comprende>? Y viceversa, por supuesto, también. Las mujeres no saben mucho de hombres. Si no, no intentarían todo el tiempo cambiar a los hombres.
Así
que cuando el hombre y la mujer se encuentran, se encuentran con algo extraño,
que ellos mismos no tienen, que tampoco entienden, pero que necesitan. El
hombre necesita a la mujer. ¿Para qué, si no, es hombre? Sin mujer no es
hombre. Viceversa, la mujer necesita al hombre. Sin hombre no es mujer. La
mujer se convierte en mujer mediante el hombre. ¿O no? Todo lo demás es
provisional.
Así
que se encuentran dos que son diferentes. Se complementan mutuamente sin
entenderse, sin entenderse en lo más profundo. Por eso, en una relación de
pareja se mantiene la tensión durante toda una vida. El hombre se maravilla una
y otra vez de su mujer y la mujer se maravilla de su marido. Eso hace viva su
relación.
En
el momento en que el hombre se encuentra con la mujer reconoce que es
incompleto. Ha de renunciar un poco a su convicción de que como hombre sólo es
un ser humano completo. Y, al revés, también la mujer. En cuanto se encuentra
con un hombre se da cuenta: ser sólo mujer no basta. Se necesita algo más. Ha
de renunciar a la convicción de que sola es la encarnación correcta de lo
humano. Porque de pronto tiene enfrente
a uno muy diferente que también es correcto. Ambos son correctos, pero diferentes.
Al reconocerlo renuncian a una convicción anterior y se vuelven humildes. Es
decir que reconocen que están necesitados. Si ambos lo reconocen frente al otro
se dejan enriquecer por él. Y con eso crecen.
El
crecimiento significa: yo asumo en mi interior algo que hasta ahora me era
ajeno y que me desafía a renunciar a mi superioridad. Ambos lo hacen
mutuamente, el hombre y la mujer. Con eso crecen. Esto es el crecimiento.
También las familias son diferentes
A
eso se añade que el hombre procede de otra familia que la mujer y que también
la mujer procede de otra familia que no es la del hombre. Ambas familias son
diferentes. A menudo, el hombre mira por encima del hombre a la familia de la
mujer y la mujer mira por encima del hombro a la familia del hombre. Puede que
ambos digan: <Mi familia es mejor.> Esto forma parte del asunto: porque al
estar vinculados, como estamos, a nuestra familia, esa se convierte en al
mejor. Ha de ser así. Si no, no podríamos sobrevivir.
Pero
esas familias son diferentes entre sí. Al igual que el hombre es correcto a
pesar de no ser mujer y que la mujer es correcta a pesar de no ser hombre, la
familia del hombre es correcta y la familia de la mujer es correcta, a pesar de
ser diferentes entre sí. No obstante, cada uno ha de reconocer la familia del
otro como equivalente. Con eso renuncia a algo. Del mismo modo que el hombre
primero renuncia a algo de su convicción de que sólo el hombre es el ser humano
correcto también renuncia a que sólo su familia es la correcta. Y viceversa.
Ambos asumen en su interior algo diferente y crecen con ello.
Cuán
importante es esto se evidencia cuando la pareja tiene hijos y ha de decidir
cómo hay que educarlos. Entonces existe a veces una rivalidad entre los valores
familiares de uno y los de otro. También en este caso cada uno ha de renunciar
a algo. De ese modo encuentran algo común en un nivel superior, algo que es más
grande que lo que previamente reconocían como lo único correcto. También eso es
crecimiento.
[...]
AMOR DURADERO
El
amor logrado es humano, cercano a lo común. Reconoce que necesitamos a otras
personas, que sin los demás nos marchitamos. Si lo reconocemos mutuamente, le
damos algo al otro y tomamos algo de él. Nos alegramos de recibir algo y nos
alegramos de poder dar algo. Al seguir dando y tomando desde el respeto mutuo,
con benevolencia y el deseo de que le vaya bien tanto al otro como a nosotros,
habremos aprendido lo que significa amar humanamente.
Este
amor empieza con la relación entre hombre y mujer. Todas las demás relaciones
surgen después de ese amor. El es la base de todas las relaciones humanas y
estamos impulsados a él de modo irresistible. Pues el hombre, para estar
completo, necesita a la mujer y la mujer necesita, para estar completa, al
hombre. Es un deseo fuerte el que conduce a uno hacia el otro. Este deseo, que
algunos llaman desdeñosamente instinto, es el movimiento más poderoso de la
vida. Lleva la vida adelante. Por ello, ese deseo y esa ansia están unidos del
modo más profundo con el suelo básico de la vida. Quien afronta ese amor
afronta la exigencia. De ese deseo y ese amor se siguen la más alta fidelidad y
el más profundo dolor. En él crecemos.
Quien
se ha entregado al amor al cabo de cierto tiempo rebosa. Ese amor va mucho más
allá de la relación de pareja, por ejemplo si ese amor produce hijos. Entonces
ese amor prosigue en el amor de los padres por sus hijos. Y el amor que viven
los hijos refluye a sus padres. Así crecen los hijos hasta que ellos mismos
busquen a un hombre o a una mujer y el flujo de la vida sigue fluyendo a través
de ellos.
O
sea que donde empieza el amor, al cabo del tiempo incluye cada vez más cosas.
También abarca a otros. Pero sólo cuando hemos vivido y asentido a ese amor
humanamente en nosotros. En ese aspecto el gran amor es común. Este amor tiene
fuerza y perdura.
[...]
LA ENTREGA
En
la entrega, por una parte, me voy de mí. Libero algo dentro de mí. Por otra
parte voy hacia algo. Me entrego a ello de modo que ya no me pertenezco a mí
sino a ello, a lo que me entrego.
¿Me
pierdo en la entrega? ¿O me reencuentro
en la entrega, sólo que de un modo nuevo, más pleno? Es abandonar y encontrar a
la vez.
La
cuestión es: ¿dónde empieza la entrega? ¿Empieza por mí? ¿Parte de mí? ¿O me
siento antes atraído por algo externo a mí? Mi entrega ¿es sólo respuesta a
algo que le precedió? ¿Por ejemplo la entrega a un trabajo, a un juego, a un
interés, a una música determinada y, por supuesto, ante todo, a personas que
amamos? ¿La entrega, por ejemplo, como niños a nuestros padres, la entrega como
hombre y mujer a la pareja amada, la entrega como padres a nuestros hijos?
La
entrega empieza cuando nos arrebata una conmoción que nos atrae y nos recoge.
En ese momento nos soltamos y nos entregamos a ella. Desde este momento estamos
entregados a sentimientos que toman posesión de nosotros.
Curiosamente,
es en la entrega cuando estamos más profundamente en nosotros mismos. En la
entrega cesa el esfuerzo. En ella estamos tanto fuera de nosotros como en
nosotros, olvidados de nosotros y plenamente presentes. Estamos presentes en
otra cosa y al mismo tiempo en movimiento.
¿Dónde
vivimos del modo más exhaustivo la entrega? Al mirar recogidamente a otro
poderoso que nos atrae y que, no obstante, nos sigue siendo incomprensiblemente
misterioso. Esta mirada es pura entrega sin movimiento. Es entrega permanente,
entrega como puro existir.
INTIMAMENTE
Íntimamente
es dentro. La unión íntima es dentro, de interior a interior. ¿Qué es tan
interior en nosotros? Nuestra alma y nuestro corazón. La unión íntima es de
alma a alma y de corazón a corazón.
¿Qué
alma es ésa? ¿Qué corazón es ése? ¿Es mi corazón? ¿O es un alma común, un
corazón común? ¿Es un alma que va más allá de mí como también de ti? ¿Es un
corazón más grande, que supera mi corazón y tu corazón?
Entonces,
¿dónde nos volvemos íntimos? ¿Dentro de nosotros o fuera? ¿O dentro de algo que
nos abarca a ambos?
Al
mismo tiempo que mutuamente, también nos volvemos íntimos con otra cosa, pero a
distancia. Pues esa otra cosa queda fuera de nosotros. Por eso somos íntimos y,
sin embargo, no íntimos. Pero tampoco íntimos fuera. Somos íntimos en algo que
nos abarca. Intimos, pues, porque al mismo tiempo somos íntimos en otro cosa y,
de ese modo, seguros en nuestra intimidad.
¿Qué
nos ocurre entonces en el amor de hombre y mujer? Estamos dentro porque también
estamos fuera de nosotros. ...”
Como habrán podido apreciar, esta resulta ser una lectura sumamente interesante. Recomendada especialmente para quienes deseen expandir su conciencia y abrirse cada vez más a una Vida Plena, con sentido de Unidad y colmada de Eterna Felicidad. Apropiada para toda Mujer y todo Hombre que se precie de tal ....
Bendiciones.