Prescindiendo de cualquier rima que se
nos pueda llegar a ocurrir en este momento, me imagino que puede resultar
sumamente interesante sumergirnos en los desconocidos significados que los
vocablos -en análisis- nos invitan a descubrir, sobretodo para aquellas
personas -entre las cuales me incluyo- que poco o nada saben de estas palabras.
Cuántas
veces habremos escuchado decir que algo o alguien “está al garete”, sin tener una
idea precisa de lo que semejante expresión ha querido significar.
Pues
bien, indagando en las ilustrativas páginas del diccionario he podido sumar un
conocimiento más en esta materia. Resulta ser que a la palabra “garete” se la vincula con el francés (être égaré) y se le atribuye
el significado de “andar extraviado”.
Desde
el punto de vista coloquial, se usa como sinónimo de “fracasar o malograrse”.
Por extensión, se entiende “ir a la deriva, sin dirección o propósito fijo”. Y
en el ámbito marítimo se denomina así a “una embarcación sin gobierno, que es
llevada por el viento o la corriente”.
Bien
podríamos decir entonces de una persona -por ejemplo- que se encuentra “al garete”, entendiéndose -por
tanto- que “no tiene un proyecto de vida, que no sabe qué caminos transitar,
que está a merced de los vaivenes del ánimo”. En este aspecto, opino que hay
“un sin-sentido” que opera desde la sombra y que -con frecuencia- impulsa al
ser humano a poner el timón de su “barca” (llamémoslo “destino”, “camino”,
“vida”, etc.) en manos de otra u otras personas. Muchas veces, la tentación de
emular a otros a quienes idolatramos, nos lleva a desviarnos del camino que nos
conduce a nuestra plenitud, a nuestra realización, a nuestra auténtica
naturaleza. Por elección propia o por imposición ajena, algunas personas son
arrastradas por la corriente de las adicciones y terminan atrapadas en un
sinfín de conductas que los llevan a “fracasar y a malograrse”. Se convierten
en “personas con fecha de vencimiento”: la vida los vive en lugar de ellos
vivir la vida.
Dice
el refrán que “Dios los cría, ellos se juntan y el viento los amontona”.
También podríamos decir que “Dios los crea, ellos se conchaban y el respetuoso
viento los amontona”. Me pregunto si alguno de ustedes tiene idea del
significado del término “conchabar” (derivación
del latín conclave). Para aquellos
que ya están familiarizados con este vocablo, mis más sinceras felicitaciones
por el enorme caudal de conocimientos que demuestran con respecto a la lengua
castellana; para aquellos que no lo están, acto seguido los pongo al corriente
al decirles que según el diccionario, “conchabar”
responde a la idea de “unir, juntar, asociar”. Bien se puede decir, entonces,
de dos o más personas que se han reunido entre sí para conseguir algún fin, que
se encuentran “conchabadas”. Hace un tiempo, leyendo en una revista de
actualidad el reportaje que le habían hecho a una actriz muy conocida, me
sorprendió la expresión utilizada: “…nos conchabamos para…”. Como tenía muy en
claro que la palabra seguramente había sido bien empleada, la curiosidad me
llevó a indagar acerca de su significado. Y me llevó también a emplearla en
varias oportunidades, lo cual me permitió cosechar una amplia gama de
expresiones faciales de desconcierto (algunas más desopilantes que otras) y a
instruir a unos cuantos congéneres acerca de lo que dicho vocablo viene a
significar. De hecho, entre quien en este preciso momento esté leyendo estas
líneas y yo, existirá una cierta “conchabanza” (unión) a través de su lectura.
Sólo me resta, entonces, invitarlos a probar
suerte con esta palabra en el uso diario y a divertirse con las anécdotas y
experiencias que -con el tiempo- irán cosechando, más allá del propósito que
cada uno pueda estar otorgando a su vida...
Bendiciones.
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