domingo, 24 de marzo de 2013

Soledades antiguas, soledades modernas ...

A poco de comenzar a leer el libro “Las nuevas soledades” cuya autoría pertenece a Marie-France Hirigoyen (psiquiatra, psicoanalista y psicoterapeuta familiar autora del libro titulado “El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana” quien también colabora con numerosas instituciones, participa en talleres de formación y ha formado parte de un grupo de estudio relativo al tema), me siento inspirada -como otras tantas veces- a compartir con ustedes, parte de los conceptos y reflexiones de esta genial especialista en la materia. Profunda en sus análisis, esta talentosa autoridad en el tema de las relaciones interpersonales, aporta una mirada fresca y desestructurada, al sumergirse -esta vez- en el laberíntico mundo de las relaciones entre hombres y mujeres.

A continuación, reproduzco partes del texto que puede leerse en la contratapa del libro:

“En todas las sociedades desarrolladas, la soledad se ha convertido en un fenómeno social de creciente importancia. Paradójicamente, las interacciones entre individuos son permanentes e incluso invasivas, pero una gran cantidad de personas experimenta un doloroso sentimiento de aislamiento. Y al mismo tiempo, muchas otras toman decisiones de vivir solas. En este libro, la psicóloga Marie-France Irigoyen muestra que esta realidad es fruto de una profunda mutación en las relaciones entre hombres y mujeres que aún no ha llegado a su fin. A pesar de que las mujeres han obtenido una nueva autonomía, tanto en el trabajo como en la sexualidad, su independencia todavía no se ha integrado plenamente en las mentalidades. De ahí la crisis de los papeles masculino y femenino y la precarización de los vínculos íntimos: un matrimonio de cada dos acaba en una ruptura, sobre todo por iniciativa de la mujer. Asimismo se comprueba un endurecimiento de las relaciones en la pareja. Y el sobreesfuerzo que requiere la relación amorosa va acompañado por una práctica creciente de la <pareja en contrato temporal>…”.

Y acto seguido, reproduzco parte del texto de la Introducción (páginas 11 a 15):

“… No cabe duda de que el incremento de la soledad constituye un fenómeno social que se desarrolla en todos los países ricos del planeta, especialmente en las grandes ciudades. Pero si la soledad forma parte de la historia de la humanidad, con el paso del tiempo ha experimentado una profunda transformación. Por exceso o por defecto, la relación con el otro se ha convertido en el tema de preocupación fundamental de nuestra época. ... Nos encontramos ante una paradoja: un mismo término remite al mismo tiempo al sufrimiento y a una aspiración de paz y libertad. Por un lado, se nos dice que la soledad es uno de los males de nuestro siglo y que hay que crear a cualquier precio vínculos y comunicación; y por otro, se nos predica la autonomía. No obstante, a pesar del individualismo de nuestros contemporáneos, la soledad sigue arrastrando una imagen negativa, que ignora la importancia de la interioridad. La mayoría de las veces, se considera que permanecer solo es una especie de consecuencia de un fracaso relacional, o si, produce la apariencia de una elección, se percibe como un camino garantizado al ascetismo y la desdicha. ...

... Aun cuando el celibato se ha puesto <de moda>, la pareja, oficial o no, sigue siendo la norma. Los medios de comunicación pregonan las <nuevas parejas>, el amor y las vías fáciles a la felicidad. Pero apenas hacen el recuento de frustraciones, porque los vínculos amorosos se han vuelto más complejos, y el número de separaciones y divorcios no deja de crecer. La autonomía de las mujeres ha implicado un cambio importante de las relaciones hombre/mujer y una precarización de los lazos íntimos y sociales. Actualmente, hombres y mujeres zigzaguean entre su necesidad de amor y su deseo de independencia.  ... El resultado es que la pareja tradicional desaparece y las nuevas parejas que ocupan su lugar son cada vez menos fusionales y cada vez más efímeras. ...

... Indudablemente, existe un aislamiento producido por la sociedad moderna. Pregonado como un valor supremo, el individualismo lleva consigo una inseguridad en todos los terrenos. La degradación de las condiciones de trabajo y el empobrecimiento de la vida social conducen a desconfiar de uno mismo y de los demás, a dudar antes de comprometerse. Nuestra sociedad centra a las personas en los éxitos materiales, la importancia del tener y del consumo. Pero la multiplicación de elecciones, la abundancia de la información y la obligación de la felicidad no consiguen llenar a los individuos que se muestran decepcionados, frustrados y desencantados.

Podría pensarse que Internet y las páginas de encuentros vendrían a paliar el déficit de vínculos. Pero también ahí el individuo se encuentra como uno entre una multitud de <mismos>, de los que le cuesta diferenciarse. Los encuentros permitidos por estas páginas a menudo son frustrantes, ya que los candidatos desconfían, dudan en comprometerse y experimentan en ocasiones el sentimiento de servir para usar y tirar. ...

... Inevitablemente, las nuevas generaciones de hombres y mujeres estarán cada vez más solas. Sin embargo, los vínculos sociales no desaparecen, únicamente se han transformado. Si la vida contemporánea, por la multiplicidad de las elecciones que propone, ha traído consigo un mayor aislamiento de las personas, asimismo ha abierto el acceso a otros tipos de encuentros que pueden conducir a vínculos diferentes. Nuevas formas de sociabilidad se han desarrollado para oponerse a la precariedad de nuestro mundo. Y la pareja ya no es el único lugar de inversión afectiva, porque se puede estar igualmente unido a los otros de diferentes maneras: pequeños grupos asociativos no tradicionales, intensas amistades, camaraderías calurosas y solidaridades de proximidad. Lo que permite adaptar cada vínculo a las diferentes facetas de la personalidad, a fin de que cada uno pueda realizarse mejor. ...

... Tras haber explicitado, en un capítulo preliminar, el aumento general del <sentimiento de soledad> y del <aislamiento relacional>, el libro se desarrollará en tres partes. En la primera, mostraré cómo mujeres y hombres se <hacen cargo> de sí mismos afectiva y socialmente con esta mutación, las primeras con mayor facilidad que los segundos, a menudo confrontados a un endurecimiento inédito para ellos de las relaciones con su(s) compañera/o(s), más emancipada/o(s) que ayer. E insistiré en las diferencias entre las vivencias de estos cambios según las generaciones.

En la segunda parte, abordaré los efectos de las contradicciones producidas por el auge del individualismo, la intensificación del trabajo y las ilusiones nacidas de la expansión de nuevas técnicas de comunicación y de lo virtual, que siguen conviviendo con el imaginario patriarcal de ayer. El fenomenal atractivo de las páginas de Internet y las decepciones que la mayoría de las veces procuran son una de sus manifestaciones.

Sin embargo -y esto será objeto de la tercera parte-, también se experimentan nuevas prácticas de relaciones íntimas entre las personas. Algunas son radicales, como la elección de una vida sin sexo, pero todas trazan el camino de un nuevo modo de ser, en el que la ausencia de compromiso, la capacidad de estar solo y la soledad escogida pueden convivir serenamente con los períodos de <vida en pareja>. …”

Un libro cuya lectura recomiendo a todos aquellos que deseen sumarse a la consigna de “privilegiar la calidad de las relaciones interpersonales”, fundamentalmente en tiempos en los cuales el “touch and go” (toco y me voy) parece resultar el parámetro con el cual se miden las relaciones placenteras; desde mi punto de vista, sinónimo de “te uso y te descarto, me uso y me descarto”. Coincido con Marie-France cuando expresa que: “Quienes han elegido la soledad son más exigentes con la calidad de las relaciones que mantienen con los otros. Frente a un mundo en que las relaciones humanas tienden a reducirse al trabajo y al sexo, se han desarrollado nuevas formas de sociabilidad, distintos modos de relación más íntimos, de solidaridad, de amistad: relaciones desinteresadas, sólo por el placer de estar juntos. Es una forma de mantenerse aparte de la superficialidad de los encuentros efímeros, para privilegiar las amistades profundas”. 


Bendiciones.

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