martes, 11 de febrero de 2014

Los niveles del apego en nuestra Vida ...

En esta ocasión, comparto con todos ustedes, un texto extraído del libro titulado "Los CINCO NIVELES del APEGO" y cuya autoría pertenece a Don Miguel Ruiz Jr. (a los 14 años empezó a traducir del español al inglés las oraciones, conferencias y talleres de su abuela. A los 27 años, perfeccionó su aprendizaje de la sabiduría tolteca de la mano de su padre. Hoy se ha convertido en uno de los referentes de la tradición familiar para los lectores occidentales).

El interrogante que se plantea en la contratapa del libro: "¿te atreves a abrir los ojos a una nueva realidad?", desde mi punto de vista, es por demás oportuno. En un mundo donde se percibe claramente una crisis en distintos órdenes de la vida cotidiana, quizás necesitemos refrescar nuestra mirada, ampliar los horizontes que nos hemos trazado hasta el presente y animarnos a continuar el viaje por este bendito planeta Tierra, con una nueva perspectiva. 

Acto seguido, entonces, los invito a poner énfasis en las palabras que leerán a continuación (las cuales encontrarán en las páginas 25 a 31):

  
“… Nuestro punto de vista crea nuestra realidad. Cuando nos apegamos a nuestras creencias, nuestra realidad se vuelve rígida, estancada y opresiva. Vivimos condicionados por nuestros apegos, porque no sabemos ver que podemos liberarnos de ellos.

Cuando nos miramos al espejo, oímos en nuestra mente un diálogo sobre lo que vemos, la definición de uno mismo en forma de identidad basada en nuestros <acuerdos>: los pensamientos y las creencias a los que hemos dicho sí. Esta identidad surge de las creencias ideológicas que hemos ido adquiriendo a lo largo de los años procedentes de nuestra familia, cultura, religión, educación, amigos y de otras partes, y estas creencias se han condensado en un sistema de creencias representado en la imagen reflejada de un ser vivo físico, en mi caso de un ser vivo llamado Miguel Ruiz Jr., con un punto de vista propio.

Cada uno de mis acuerdos representa un apego que me he creado a lo largo de la vida. Por ejemplo, cuando me miro al espejo, me veo de esta manera:

Soy…

  • Miguel
  • un tolteca
  • un nagual (un guía espiritual)
  • un mexicanoamericano
  • un americano
  • un mestizo
  • un marido
  • un padre
  • un escritor

y así sucesivamente…

Esta lista de autodefiniciones es mi reflejo, y cuando me miro al espejo, puedo oír las voces de mis acuerdos y las condiciones que se han convertido en mi modelo para aceptarme a mí mismo. Mis pensamientos son las voces de mis apegos, de mi sistema de creencias.

Proyecto en la imagen de mí mismo los valores y atributos que reflejan mis creencias. Y cuanto más apegado estoy a ellas, más me cuesta verme tal como soy en este momento y menos libertad tengo para ver la vida desde una nueva perspectiva y elegir quizás un camino distinto. A medida que mis apegos se vuelven más fuertes y consolidados, voy dejando de ser consciente de mi yo verdadero al verlo a través de los filtros de mi sistema de creencias. En la tradición tolteca lo llamamos el Espejo Humeante: el humo que nos impide ver nuestro yo verdadero.

El amor condicional es lo que le da fuerza a estos apegos. Cuando te miras al espejo, en lugar de aceptarte tal como eres en ese momento, lo más probable es que empieces a decirte por qué eres inaceptable bajo tu forma actual y qué necesitas hacer para aceptarte a ti mismo: para ser merecedor de mi amor, debo hacer realidad mis expectativas.

El deseo de alcanzar a la perfección el modelo arquetípico de cada uno de mis acuerdos distorsiona mi reflejo más aún. Empiezo a juzgarme y a evaluarme según los modelos de mis acuerdos, que a su vez se han convertido en las condiciones para aceptarme a mí mismo. Empleo un sistema de premios y castigos para aprender a alcanzar este modelo arquetípico, y en la tradición tolteca este proceso se conoce como domesticación.

La herramienta principal para domesticarnos son los juicios que nos hacemos sobre nosotros mismos. Usando el modelo arquetípico de lo que se supone significa <yo soy Miguel>, al mirar mi reflejo veo todos los defectos o deficiencias percibidas y mi domesticación entra en acción:

  • <No soy lo bastante listo>.
  • <No soy lo bastante atractivo>.
  • <No tengo bastante dinero>.
  • <Me falta esto o aquello>.
  • Etcétera.

Los juicios que nos hacemos sobre nosotros mismos dependen de hasta qué punto nos aceptemos. Nuestro apego a estas creencias y juicios negativos se acaba volviendo tan normal que ni siquiera nos damos ya cuenta de nuestra autocensura, los aceptamos como parte de quienes somos. Pero en realidad nuestros juicios sobre nosotros mismos vienen de lo que en el fondo creemos sobre nosotros, tanto si nos aceptamos como si nos rechazamos.

De entre todas las creencias a las que no debes apegarte, ésta es la más importante: deja de apegarte a la idea de que para ser feliz debes alcanzar una imagen perfecta. Y no me refiero sólo al aspecto físico, sino también a tu modo de pensar, a la filosofía que sigues, a las metas espirituales que te has fijado y al lugar que ocupas en la sociedad. Todas estas cosas son las condiciones que te has puesto para aceptarte a ti mismo. Crees que para quererte debes estar a la altura de tus expectativas, pero debes comprender que estas expectativas reflejan tus acuerdos y no tu verdadera naturaleza.

Irónicamente, cuando se nos presenta la oportunidad de ver nuestra verdad -al enfrentarnos a nuestro reflejo, tanto si es un espejo como en el mundo exterior-, más chillona se vuelven las voces que oímos en nuestra mente. Sé de personas, y yo soy una de ellas, que se negaron a mirarse al espejo por los ensordecedores juicios que hacían sobre sí mismas. Es imposible estar a la altura de una ilusión, ya seas un adolescente o un adulto. 

Es fácil culpar a los medios de comunicación, a nuestra cultura o a nuestra comunidad de estar creando continuamente imágenes de lo que se espera de nosotros. Estamos inundados de imágenes comerciales y arquetípicas de héroes y heroínas, de hermosas damiselas angustiadas y de atletas profesionales, de ejemplos de fealdad y de cómo no debemos ser. Pero en el fondo no hay nadie a quien culpar, porque un anuncio publicitario, al igual que los juicios que hacemos sobre nosotros mismos, no tiene ningún poder a no ser que aceptemos su mensaje. Nuestra felicidad sólo corre peligro cuando decidimos apegarnos a estas imágenes y distorsiones.

No debemos culparnos por juzgarnos a nosotros mismos. Sólo tenemos  que ver que lo hemos estado haciendo desde niños a través del proceso de domesticación. En cuanto nos damos cuenta de nuestros juicios sobre nosotros mismos, podemos volver a ser libres al elegir dejar el modelo de los premios y castigos que nos hemos impuesto para aceptarnos tal como somos.

Podemos elegir... Este es nuestro poder.

Cuando te miras al espejo, tú eres el único que puede oír las voces en tu cabeza, sólo tú sabes lo que son esos juicios que haces sobre ti. Adquieren la voz y la forma que les des, pero no son más que la expresión de algo a lo que has dicho sí. Puedes elegir liberarte de los modelos que crean una imagen poco realista de ti al saber que tienes el poder de decir no. Cuando dejas de creer en los juicios que haces sobre ti, éstos pierden su poder. Puedes elegir verte desde un estado de aceptación basado en la verdad innegable de que ya eres perfecto y completo tal como ahora eres.

Desde este punto de vista, puedes, si lo deseas, decidir hacer algunos cambios en tu vida, pero ahora la motivación para cambiar no será para llegar a quererte un día, sino porque ya te quieres. Cuando ves tu reflejo desde éste ángulo, los cambios se dan en sincronía con la trayectoria de tu vida y las posibilidades que se te presentan son ilimitadas. Sólo sufres cuando te olvidas de ello. ..."

Palabras que nos revelan una gran Sabiduría. Una lectura apropiada para efectuar una revisión "a nivel personal" absolutamente necesaria -en mi opinión- que nos permita abrir las puertas a nuevas aventuras en nuestra Vida. Una excelente oportunidad de conectarnos con nuestra ESENCIA (tan olvidada o dejada de lado en estos tiempos). Una senda posible de ser transitada por cualquier Ser Humano que se anime al desafío de "conocerse realmente a sí mismo". Como sentenció Aristóteles -hace unos cuantos años-: "Conócete a ti mismo y conocerás al mundo".


Bendiciones.

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