martes, 7 de octubre de 2014

Perdón: si es auténtico, es Radical ...


Mientras me encontraba meditando, surgió en mi mente -hace un par de días- la idea de trabajar sobre el Perdón. Tal vez, este compartir, resulte una forma de plasmarlo en palabras. Es por ello, que hoy quiero hacer referencia al “Perdón”.

Indagando en el Diccionario de la Real Academia Española (en consulta efectuada vía internet), pude obtener las siguientes acepciones de la palabra “Perdón”:

1.- Acción de perdonar.
2.- Remisión de la pena merecida, de la ofensa recibida o de alguna deuda u obligación pendiente.
3.- Indulgencia (remisión de los pecados)
4.- Utilizada para pedir disculpas.
5.- Utilizada para interrumpir el discurso de otra persona y tomar la palabra.
6.- Utilizada en forma interrogativa para expresar que no se ha entendido algo.
7.- Utilizada en forma coloquial significa gota de aceite, cera o material similar que cae ardiendo.
8.- Utilizada en plural (perdones) significa obsequios que se traen de una romería, tales como frutas secas, dulces y otras golosinas.

Se me ocurre pensar que, teniendo en cuenta, el nivel generalizado de violencia mundial, quizás, nos hayamos olvidado de llevar a la práctica el uso del “Perdón” como expresión de la “acción de remisión de las ofensas recibidas, de las deudas u obligaciones pendientes y de los pecados cometidos”.  Y creo estar en lo cierto si digo que -en este aspecto- el “Perdón” bien entendido empieza por casa; es decir que tendremos que comenzar a perdonarnos a nosotros mismos, antes de poder llevar el “Perdón” a nuestros semejantes. Es menester reconocer que en nuestro interior es donde se origina todo nuestro mundo; aunque parezca mentira, ello es verdad. A fin de clarificar el concepto que intento transmitir, voy a contarles una historia que me fue contada hace un tiempo. Espero que el relato guarde fidelidad en su contenido, ya que voy a expresarlo con mis palabras. Aquí va:

“Había una vez un hombre que tenía dos hijas pequeñas, cuyas inquietas mentes hacían que, muchas veces, su progenitor no pudiera gozar de unos minutos de merecido descanso para poder leer el periódico. Por ese motivo decidió, un hermoso día de primavera, llevarlas a un parque cercano a fin de que las pequeñas pudieran retozar libremente.

Una vez llegados al parque, el joven padre se instaló en un banco a la sombra de un frondoso árbol; lugar éste que le permitía observar permanentemente a sus hijas.

Un sabio anciano y vecino de la familia que solía visitar el parque, se encontraba en esos precisos momentos en el lugar; razón por la cual el joven progenitor tuvo la brillante idea de indicarle a sus hijas que recurrieran a él ante cualquier pregunta que quisieran hacer. De este modo, el abnegado padre podría disfrutar de la lectura del periódico.

Inquietas niñas como eran, no tardaron en remitirse al sabio anciano a presentarle sus dudas y consultas sobre aspectos varios. Con mucho amor, él contestaba cada una de las preguntas que se le formulaban, no sin antes, esbozar una amplia sonrisa de complicidad. Adoraba a los niños y los niños lo adoraban a él.

En una ocasión, la más grande de las niñas capturó una hermosa mariposa de colores muy vivos y brillantes. Y tuvo una idea que comentó inmediatamente a su hermana. Irían donde el sabio anciano y le preguntarían: <Señor, entre mis manos tengo una mariposa: ¿está viva o está muerta?>. Si la respuesta del sabio era que estaba viva, apretando sus manitos le daría muerte y así al abrirlas, el anciano comprobaría que había fallado en su respuesta. Si por el contrario, la respuesta del sabio era que estaba muerta, abriría sus manitos inmediatamente para dejar a la mariposa volar en libertad, lo que implicaría que el anciano hubiera fallado en su contestación.

Acto seguido, se dirigieron al sabio y le efectuaron la pregunta. La respuesta no se hizo esperar y, como era de prever, resultó sumamente sabia: <mi querida niña, eso depende de ti, la respuesta está en tus manos>...”

Para una mayor comprensión del valor del “Perdón”, me parece oportuno acercarles algunos pasajes extraídos del libro “Perdón Radical”, cuya autoría corresponde a Colin Tipping (nacido en Inglaterra;  emigró a los Estados Unidos. Fundó junto a su esposa el Institute for Radical Forgiveness Therapy and Coaching. Actualmente se dedica a impartir cursos de formación de coaching y enseñanza de la terapia de Perdón Radical). Creo sinceramente que nadie  mejor que un experto en la materia como él, para aleccionarnos al respecto. Este conocimiento llegó hasta mi hace un par de años, merced a la oportunidad que tuve, por intermedio de Andrea Sydow (coach certificada), de conocer la técnica del Perdón Radical.

El capítulo 11 (página 109) lleva el título “Transformar el arquetipo de víctima”, y nos dice que:

“Como vimos en el capítulo anterior, nuestra misión original es transformar el arquetipo de víctima y elevar la conciencia del planeta. Pero ¿qué significa transformar algo? ¿Y cómo eleva esto la conciencia?

Lo primero que hay que comprender es que podemos cambiar algo sólo cuando lo elegimos como misión espiritual. No decidimos nuestra misión en este mundo, lo hicimos en el mundo de la verdad divina antes de encarnarnos.

En segundo lugar, hemos de darnos cuenta que transformar algo de ninguna manera significa cambiarlo. De hecho, para transformar algo debemos experimentarlo plenamente y amarlo tal como es. Por ejemplo ¿y si tu misión individual implicaba nacer en una familia maltratadora para vivenciar el maltrato de primera mano y conocerlo como víctima o como perpetrador? Recuerda que al encarnarte olvidas haber aceptado la misión. Si recordaras tu misión no podrías experimentar la energía ni los sentimientos de víctima en su plenitud. La vivencia de ser victimizado es lo único que te permite darte cuenta de lo que subyace más allá de la ilusión de víctima y que es la proyección de tu sentimiento de auto-odio. Cuando se es capaz de ver más allá de la ilusión del maltratador, de reconocer en esas acciones una llamada al amor y de responder con amor total y aceptación, la energía de víctima se transforma y se eleva la conciencia de todos los involucrados. Además, la energía que mantiene el patrón de maltrato desaparece y el comportamiento cesa inmediatamente. En esto consiste la transformación.

Por otro lado, si no reconocemos la verdad en la situación o no vemos más allá de la ilusión e intentamos modificar las circunstancias físicas, encadenamos la energía que sostiene el patrón de maltrato en su lugar y nada cambia. Lo que resistes persiste.

Sólo el amor transforma

Sólo el amor tiene la capacidad de transformar energías como el maltrato a los niños, la especulación, el asesinato y el resto de los así llamados males del mundo. Ninguna otra cosa tiene efecto. Las medidas, de por sí humanas, que se tomen para cambiar esas situaciones como sacar a un niño de un entorno nocivo, no generan transformación. La razón es sencilla: en primer lugar derivan del miedo, no del amor. En segundo lugar, nuestra intervención y nuestros juicios mantienen los patrones energéticos del maltrato y los anclan todavía más.

 Esto explica por qué la decisión de transformar algo sólo puede tomarse desde el mundo de la verdad divina. Los seres humanos estamos tan aferrados a nuestras creencias acerca del dolor y el sufrimiento, el miedo y la muerte, que aunque lleguemos a considerar que el alma de cierto niño haya venido a este mundo para vivenciar el maltrato y realmente quiera sentirlo, resulta imposible quedarnos parados y presenciarlo. La misión parece fácil desde el mundo de la verdad divina, pero las cosas se presentan muy diferentes aquí abajo, en el plano físico. ¿A quién se le ocurriría dejar a un niño en un entorno que le maltrata? No podemos evitar intervenir; al fin y al cabo ¡hacerlo es humano!

Como vimos en un capítulo anterior es preciso rendirnos ante la idea de que el Espíritu sabe lo que hace. Si una intervención a su favor no sirviese al supremo interés del niño, las cosas estarían dispuestas pro el Espíritu de tal manera que nadie se enteraría. Si por el contrario, el Espíritu determina que una intervención sirve al bien supremo del alma del niño, la propiciará. No es nuestra decisión pero como seres humanos debemos siempre responder de la manera más humana, afectuosa y compasiva posible sabiendo al mismo tiempo que el amor está contenido en la situación ...”

Como habrán podido observar luego de la lectura efectuada, hay mucho trabajo por hacer dentro de uno mismo. Hoy  me permito sugerirles que una buena forma de comenzarlo es dando lectura completa al libro. Particularmente, lo considero una “Obra Maestra”. A mi me ha ayudado muchísimo en mi despertar espiritual y estoy convencida de que seguirá ayudándome en el futuro.

Quiero finalizar este compartir, recordándoles -una vez más- que “TODO ES UNO”, “TODOS SOMOS UNO”.

 

 Bendiciones.

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