domingo, 18 de octubre de 2015

Los Inadaptados: ¿ellos o nosotros? ...

Enterada de una nueva publicación del Dr. Deepak Chopra (es médico y se especializó en medicina interna y endocrinología; se desempeña además como investigador científico y es autor de más de 65 libros) me propuse adquirirla a la mayor brevedad. Nada más leer el título del libro, "Dios" - Una historia de revelaciones, intuí que me encontraba -una vez más- frente a una exquisita obra. Y efectivamente, puedo decirles que así es; no sólo por su autor sino también por la temática que aborda.

Desde mi punto de vista, Deepak es un "Gran Maestro" de nuestro tiempo y, particularmente, creo que en el prólogo del libro deja muy en claro su visión de la Vida cuando dice que: "La cercanía con Dios es una constante, no sólo en la historia humana sino también en la naturaleza humana. Si estamos en contacto con nuestra alma, la conexión es permanente, aun si nuestra conciencia flaquea. Pensarnos en Dios cambia, quizá porque nuestra propia percepción espiritual aumenta o disminuye. Mientras tanto, los mensajes siguen llegando y Dios sigue mostrándose con distintos rostros. A veces la noción de lo divino queda oculta cuando las fuerzas seculares toman la batuta e intentan dirigir la orquesta por sí solas. Sin embargo, la fuerza de la espiritualidad nunca se rinde por completo. Dios representa nuestra necesidad de conocernos a nosotros mismos, así que, a medida que la conciencia evoluciona, también evoluciona Dios. Es un viaje que no terminará jamás. En este momento, en algún lugar del mundo, alguien acaba de despertar a la mitad de la noche al escuchar un mensaje que parece extraño, como si proviniera de otra realidad. De hecho, todas las noches debe haber visitas de este tipo, y quienes dan un paso al frente para anunciar lo que han oído forman un grupo variopinto de locos, artistas, avatares, rebeldes y santos. Siempre he deseado ser parte de tan variopinto grupo, por lo que en las siguientes páginas intento imaginar que pertenezco a él. ¿Acaso no deseamos todos, en cierto modo, unirnos a los inadaptados? Sus historias nos desgarran el corazón y elevan nuestra alma. Las lecciones que han aprendido han llevado a la raza humana por caminos desconocidos. Hay cosas peores en la vida que saltar la barda de contidianidad y seguirlos."

En el capítulo 7, bajo la denominación de GIORDANO BRUNO - Todo es luz (páginas 195 a 218) Deepak recrea una parte de la historia de la humanidad, con el talento que lo caracteriza y con la genialidad propia de su nivel de evolución de conciencia. 

Es por ello que quiero compartir hoy, con todos ustedes, una de las revelaciones que, en mi opinión, nos invita a una profunda revisión interna; nos invita a adentrarnos en lo más recóndito de nuestro "Ser" y a encontrar la "Verdad" que anida en cada uno de nosotros.

"... Revelando la visión

Con la vida y la muerte de Giordano Bruno dos mundos chocan entre sí, y las repercusiones siguen entre nosotros. La fe y la ciencia empezaron siendo enemigas, pues los hechos amenazaban con derrocar la fe. Esta amenaza era evidente para las autoridades eclesiásticas, quienes arremetían contra los descubrimientos científicos como si fueran herejías. Un hecho no puede ser herético a menos que lo fuerces a serlo. Uno puede concebir una Iglesia que acepte la ciencia como una nueva forma de glorificar la creación divina, y la Iglesia podría haber permitido que Dios fuera el Creador racional que trabajaba usando las leyes naturales. Esta no era la Iglesia a la que Bruno intentaba adaptarse, ya fuera mimetizándose como monje, enseñando como profesor o incitando como científico. 

Uno de los problemas de todas sus tácticas era que Bruno tenía muchas ideas desquiciadas; de hecho, su aprendiz aristócrata de Venecia lo traicionó y lo denunció a la Inquisición, pues Bruno se negó a enseñarle las artes sobrenaturales. Bruno se consideraba a sí mismo un experto en estas artes, e incluso jugaba con <matemáticas mágicas>. Se debe hurgar entre un revoltijo de fantasía y especulación para encontrar la espiritualidad revolucionaria de Bruno, pero, una vez que se logra, sus apreciaciones siguen impresionando.

El veía lo que otros místicos habían descubierto: que la naturaleza es un campo de luz que emana de la divinidad. Pero lo que lo hace profético es que él no dependía de la fe, sino puramente de la mente para ver lo que veía, y por eso representa la mente humana como parte de la mente de Dios. Hoy en día seguimos peleando por determinar si la espiritualidad es consistente con la razón. Ser científico no te convierte automáticamente en ateo, pero sí te conduce a un camino pantanoso donde la fe puede hundirse como sobre arenas movedizas.

El día que Bruno fue quemado en la hoguera, el 17 de febrero de 1600, era una mañana clara desbordante de vendedores de flores en medio de un mercado romano. Uno casi puede imaginar a las amas de casa en mandil comprando rosas de invierno. El caso de Bruno se había vuelto infame, por lo que la reacción del público debe haber sido una combinación de abucheos y lágrimas. Fue el telón final de un drama largo, cruel y lento que había durado siete años. Bruno era un pensador lo suficientemente importante como para sobrevivir tanto, y su abjuración habría sido muy significativa para el papa y para el Santo Oficio.

El juicio en la corte que sostuvo que Bruno había negado la divinidad de Cristo no estaba errado. Bruno había coqueteado con la herejía arriana, la cual cuestionaba si Cristo era igual a Dios. Pero es improbable que ésta haya sido más que una fase pasajera en el viaje mental de Bruno, el cual fue caprichoso, temerario, inspirador, ridículo, noble y extraño, dependiendo desde dónde se le mire. Es recordado hoy en día como un mártir de la libertad intelectual, en especial por los científicos, quienes lo agrupan junto a Kepler y a Galileo, valientes seguidores de la nueva astronomía que comenzó cuando Copérnico declaró que la Tierra giraba alrededor del Sol.

Ahora bien, Bruno no era científico. Durante su vida, fue mejor conocido por su sistema de técnicas mnemónicas que interesaron incluso a reyes y a reinas, como Isabel I de Inglaterra. En tanto persona pública, no era capaz de complacer a quienes estaban en el poder y lograba alienar a todas las cortes a las que se vinculaba, por lo que hubo ocasiones en que incluso fue expulsado del país en el que estaba. Era un inconformista, y quienes lo recordaban decían que era introvertido e inclinado hacia la melancolía.

Al final, después de tan horripilante muerte, el relato lastimoso de Giordano Bruno se convirtió en un símbolo, aunque ambiguo. Yo me sentí atraído hacia su lado místico. Inspirada por los nuevos descubrimientos que se hacían sobre las estrellas y planetas, la mente de Bruno dio brincos sorprendentes. Estaba convencido de que había mundos infinitos, de que había vida en esos mundos y quizá también ángeles. En lugar de haber quedado fija el séptimo día de la creación divina, la naturaleza estaba en movimiento constante. De hecho, el cosmos probablemente se estaba expandiendo a una velocidad fantástica, lo que significaba que la creación era un proceso continuo. Dar esos saltos le permitió a Bruno sonar sorprendentemente como uno de nuestros contemporáneos, como cuando escribe: <En todas partes hay cambio relativo e incesante de posición a lo largo del universo, y el observador es siempre el centro de las cosas>. Ese es Bruno con su camiseta de científico, pero en sus tiempos no había suficiente ciencia para sustentar un brinco tan temerario. Su verdadero viaje fue hacia lo trascendente, hacia el campo de la luz que en su mente se fundía con Dios, la naturaleza y el cielo estrellado: <La luz divina está siempre en el hombre, y se presenta a los sentidos y a la comprensión, pero el hombre la rechaza>.

A medida que el futuro se fue desenvolviendo, los dominios de la ciencia se fueron definiendo. La astronomía se separó de la astrología y la evolución reemplazó al Génesis, así que es natural que Bruno no pueda ser mártir en ambos campos, a no ser que... en esa expresión final pudiera estarse gestando otra revolución. Como  personas modernas, heredamos la revolución científica. La conquista de la superstición es parte y parcela de esa revolución, como también lo es la separación del razonamiento y de la irracionalidad. Es escalofriante leer que más brujas fueron quemadas en Inglaterra después de la muerte de Shakespeare en 1616 que antes; esa persecución descabellada no sólo ocurría en Salem, Massachusetts.

Durante cuatro siglos nos hemos alejado del campo de luz de Bruno para regresar al principio. La unidad de la luz es el fotón, y la física reconoce que todas las interacciones responsables de la materia y la energía en el cosmos involucran al fotón. Dicho de otro modo, los humanos existimos en el campo de la luz, y nuestros cuerpos provienen, literalmente, del polvo estelar. Yendo aún más lejos, algunos físicos previsores se preguntan si el universo tiene mente; según ellos, actúa como si fuera un ser vivo a medida que evoluciona y se desarrolla en forma más compleja. El cerebro humano, hasta donde sabemos, es la cosa más compleja de la existencia. ¿De verdad fue producto del azar el transcurso de trece mil millones de años? A un científico se le ocurrió que creer en la aleatoriedad como la única fuerza creativa en la naturaleza era como decir que un huracán cruzó un tiradero de basura y construyó con ella un avión.

Lamento que las dos palabras clave, inteligente y diseño, fueran apropiadas por fundamentalistas religiosos con el propósito de defender el relato creacionista hallado en el Génesis. No hay duda de que el Génesis en realidad es un mito sobre la creación, y es muy hermoso. Existe para decirnos algo sobre nosotros mismos a nivel mítico; por lo tanto, no deber ser rechazado. Pero es más fascinante una visión liberada de la inteligencia y el diseño, la cual podría derivar en un cosmos vuelto a nacer.

Bruno fue testigo de la última vez que eso ocurrió. En el renacimiento del universo gracias a Copérnico, Bruno tuvo la visión de posibilidades más extendida y declaró cosas que podrían estar tomadas directamente de Shankara y de la antigua tradición védica de India: <Entiendo el Ser en todo y sobre todo, puesto que no hay nada sin participación en el Ser>. 

Es nuestra pérdida que el Ser haya dejado de ser un misterio, como lo fue para Bruno y para todos los místicos. <Ser> parece dado por sentado, vacío. <Soy> simplemente implica presencia actual. Sin embargo, el Ser adquiere de pronto su misterio de nuevo cuando nos sumergimos en la física moderna y descubrimos que el universo entero emergió del vacío. Este tema surge con frecuencia conforme abordamos a los visionarios de este libro, pero aun así debe destacarse que el vacío que precedió al universo es un hecho. Todo lo que parece sólido y familiar en realidad es producto del misterio.

El notable neurólogo inglés sir John Eccles expresó su postura con claridad austera: <Quiero que se den cuenta de que en el mundo natural no existe color ni sonido. No existe nada de ese tipo; ni texturas, ni patrones, ni belleza, ni aroma>. Cualquier cualidad de la naturaleza es todo menos reconfortante; pertenece a una ilusión de la realidad de la que nos rodeamos. Cuando dos amantes se toman de la mano, parece como si dos objetos cálidos y maleables se envolvieran, pero es pura ilusión. Todas las sensaciones se crean en nuestra propia conciencia a partir de propiedades invisibles, como el electromagnetismo. De hecho, los átomos, que son los ladrillos del universo, no tienen propiedades físicas en lo absoluto; por lo tanto, nada que esté hecho de átomos puede ser físico.

Bruno era una rara combinación de místico y racionalista, lo cual le permitió enfrentar desde el inicio la ilusión de la realidad. Había sido expulsado de la orden dominica, pero se mantuvo firme en su creencia en Dios y asumía que, cuando hablaba de la naturaleza, estaba hablando de Dios al mismo tiempo: <No hay ser sin esencia. Por lo tanto, nada puede estar libre de la Presencia Divina... La naturaleza no es más que Dios en las cosas>.

¿Esta última oración es verdad en términos literales? Al buscar a <Dios en las cosas>, dejamos de usar las gafas de la cristiandad, sin embargo no hay duda de que la búsqueda sigue siendo la misma. ¿Qué gafas necesitamos? Hay muchas respuestas flotando en torno de la comunidad científica y espiritual; algunos optimistas creen que ambas se fundirán tan pronto reconozcan que van en busca del mismo unicornio: una visión de Dios y de la naturaleza que borre todas las fronteras y contenga la respuesta definitiva a los acertijos de la naturaleza.

Si eso ocurre, la historia de Bruno encontrará su justificación, no como relato de un mártir que necesita compasión, sino de un profeta que merece ser reconocido. Para redimirlo por completo, debemos aceptar otro de sus dichos visionarios: <Es manifiesto... que cada alma y espíritu tiene una cierta continuidad con el espíritu del universo>. Bruno observó esta verdad con una claridad valerosa que no podemos más que envidiar. Con el tiempo, a Dios se le permitió convertirse en un Creador racional. La Iglesia lamentó su fase de persecución, y hoy en día es permisible predicar que los hechos glorifican las maravillosas obras de Dios. Sin embargo, aunque evolucionó para hacer las paces con la gravedad y la termodinámica, Dios sigue frunciendo el ceño ante las células madre y los primeros días de vida en el vientre materno, o eso sostiene la Iglesia. La tregua entre fe y hechos sigue siendo fluctuante. ..."

 
Al igual que Deepak, confieso que yo también "siempre he deseado ser parte de tan variopinto grupo"; es decir, el de "los inadaptados" porque "sus historias nos desgarran el corazón y elevan nuestra alma". Y también creo que "hay cosas peores en la vida que saltar la barda de contidianidad y seguirlos"... cosas peores como "existinguirnos o embrutecernos simplemente por el hecho de negarnos a evolucionar". 


Bendiciones.






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