Era una hermosa noche de primavera. Estaba esperando que pasaran a buscarme para compartir una velada que prometía ser encantadora. Mientras tanto, había ingresado en una librería para adquirir un libro. Una vez hecho el pago correspondiente, me había encaminado hacia la salida cuando -de repente- algo me hizo volver sobre mis pasos para comentarle a la empleada que me había atendido, que me interesaba hechar un último vistazo a las novedades que se exhibían en el fondo del local. No era mi intención efectuar otra compra; pero el título de un libro por demás sugestivo me atrapó completamente: "Maravillosamente Imperfecto, Escandalosamente Feliz". ¡Cuán grande fue mi sorpresa al darme cuenta de que se trataba de la obra de un autor sumamente admirado por mí! Nada más y nada menos que Walter Riso. Para quienes no lo conocen, les comento que cursó estudios univesitarios de psicología, se especializó en terapia congnitiva y cuenta con una maestría en bioética; es autor de publicaciones que incluyen textos científicos. ¡Toda una garantía de calidad y excelencia! Y desde mi punto de vista "un Gran Maestro" de nuestro tiempo. Está de más decir que, ni lerda ni perezosa, adquirí un ejemplar del mismo.
¡Estaba tan contenta con esta adquisición que hice gala de ella en la cena!. Y ¿adivinen que sucedió?... terminé regalando el libro a un caballero que, mientras lo abría al azar y leía una frase, presurosamente comentó: "¡este libro es para mí!"... ¿Casualidad o causalidad?... Feliz de saber que estaba en buenas manos, me propuse adquirir otro ejemplar a la brevedad. Y así lo hice. Y ¿adivinen que sucedió?... Ni bien comentar el título con una amiga del Alma ¡quedó encantada!... y terminé regalándole el libro... Nuevamente feliz de saber que también estaba en buenas manos, ese mismo día, compré dos más: uno para mi y otro para regalar a el/la próximo/a destinatario/a...
Me parece buena idea, a modo de resumen sobre la temática que aborda este libro, hacerme eco de las palabras de la contratapa: "Muchas personas son víctimas de lo que Walter Riso denomina mandatos irracionales perfeccionistas o <antivalores exitosos>. Estos mandatos pretenden que seamos <hombres y mujeres que han alcanzado el top ten>, es decir, seres excepcionales en algún área, no importa el costo emocional que eso implique. Preceptos publicitados y transmitidos que se convierten en una forma de autoexigencia o en la búsqueda de una <perfección psicológica> agotadora e irracional. Un sufrimiento inútil que se instala y echa raíces en nuestra mente, con la anuencia y premeditación de una cultura obsesionada por los <ganadores> y <los fuera de serie>. El objetivo del presente libro es rebelarse contra esos mandatos y promover una autoaceptación incondicional y sin excusas. Su consigna -aunque los amantes de la excelencia entren en crisis- es categórica: puedes se escandalosamente feliz en medio de tu maravillosa imperfección."
El texto que hoy quiero compartir con todos ustedes (pueden encontrarlo en las páginas 58 a 73), es el siguiente:
"... La comparación que inspira vs. la comparación que plagia
Aceptemos que ciertas comparaciones pueden ser herramientas motivadoras, pero deben ser inspiradoras y no simplemente fuentes de imitación. Aunque reproducir la conducta de un modelo adulto es uno de los principales métodos de aprendizaje en la niñez, la imitación obsesiva en los que ya no son niños, tiende a corromper el verdadero <yo>. En estos casos, la conducta no se produce desde adentro, ni se desprende de los propios talentos o de las convicciones más profundas, es una mera copia y un comportamiento sin sustento.
Cuando hablo de la <buena comparación>, no me refiero a <copiar>, sino a que adaptes las conductas y pensamientos del modelo a tu realidad única e intransferible. No se trata de plagiar, sino de transitar por la senda que te suscitan, según tu modo y parecer. Que el referente inspirador sea un horizonte que entusiasma y no un proceso que te convierte en un clon o en un triste identikit. Clonarse es reconocer que uno ya no tiene identidad propia, que se ha vendido a alguien <especial>. Debes elegir entre ser una reproducción o ser un original, entre ser alumno de un maestro, lo cual es bueno, o ser su fan.
[...] Apóyate en las musas que te genera la gente que admiras y, a partir de ahí, reinvéntate sin ser la sombra de nadie.
Isaac Newton, en una carta dirigida a Robert Hooke, afirmaba lo siguiente: <Si he visto más lejos, es porque estoy sentado sobre los hombros de gigantes>. Y esos gigantes habían sido, entre otros, Galileo Galilei, Johannes Kepler y Nicolás Copérnico. No reprodujo ni calcó lo que hicieron esos colosos de la ciencia, a quienes admiraba sin duda: se fundamentó en los descubrimientos de ellos, para hacer los suyos.
Esculpir tu propia estatua
Nuestra sociedad es una máquina de crear gente insegura, porque el <yo verdadero> casi siempre tiene que competir con un <yo prestado>. [...] El crecimiento personal puede verse como una estética de la existencia: recrearte a ti mismo como una obra única, en la que eres arte y parte. En mi librio El camino de los sabios, cito a Plotino, un filósofo romano del siglo III d.C., quien aconsejaba un método para hallar la belleza o la virtud interior:
Regresa a ti mismo y mira: si aún no te ves bello, haz como el escultor de una estatua que debe llegar a ser hermosa: quita, raspa, pule y limpia, hasta que hagas aparecer un bello rostro en la estatua. También retira todo lo superfluo, endereza todo lo que sea tortuoso, limpia todo lo que esté oscuro, abrillántala y no ceses de esculpir tu propia estatua hasta que aparezca en ti el divino esplendor de la virtud. Hasta que veas la sabiduría en pie sobre su sagrado pedestal. ¿Has llegado a esto? ¿Has visto esto? (pág.27).
Quizás no estemos acostumbrados a mirar la cosa de este modo. La idea que tenemos es que el aprendizaje implica <agregar> algún tipo de conocimiento, más que eliminar y/o depurar el que ya poseemos y no sirve. La pregunta clave es: ¿Qué le sobra a mi mente y qué debería echar a la papelera de reciclaje? Cuando eliminamos un miedo, prescindimos de un mal hábito, extirpamos una adicción, sin darnos cuenta, en términos de Plotino, estamos esculpiéndonos a nosotros mismos. Desaprender, para aprender. [...] Duplicar a otra persona es perderse en un espacio psicológico que no nos pertenece, tratando de hallar alguna similitud que calme la ansiedad de no ser tan <imperfectos>. No es lo mismo ser un muy buen pintor que falsifique La Gioconda a ser Leonardo Da Vinci, al menos en lo que a originalidad se trata. Si vas a esculpir tu estatua, hazlo a partir de tu propio mármol.
Apropiarse de uno mismo
[...] Es un hecho: la comparación excesiva y ambiciosa te aleja de tu ser auténtico. [...] Raspa tu mente, tu historia, escucha tu voz interior. Pregúntate qué cosas de las que haces te apasionan de verdad. ¿Qué te nace? ¿Cuáles son los atributos o cualidades que posees y casi siempre te han acompañado? Cuando toques la tecla apropiada, te asombrarás, porque todo fluirá sin tanto esfuerzo: no habrá inseguridad, sino evidencia. Te celebrarás a ti mismo y sentirás un profundo deseo de agradecer lo que eres. Descubrirás que no hay nada mejor ni nada más intenso que ser fiel a uno mismo. [...]
Algunos antídotos para evitar la comparación injusta e inncesaria
Existen al menos cuatro factores que te harán menos vulnerable a los efectos devastadores de la comparación excesiva y/o injusta. Cuatro esquemas o maneras de ser que disminuyen la tendencia a <copiar a los mejores>: (a) la seguridad en uno mismo, (b) reconocer el valor personal, (c) ser auténtico y (d) defender la propia naturaleza.
LA SEGURIDAD EN UNO MISMO
La cultura de la perfección sostiene que eres valioso si eres el mejor en algo, así sea clavar clavos o rascarte la barriga. El problema surge cuando comienzas a darte cuenta de que te alejas de ese estándar ideal y tu <yo verdadero> no concuerda con tu <yo soñado>. Cuanto mayor sea la distancia entre lo que percibes que eres y lo que te gustaría o ansías ser, más serán tus sentimientos de inseguridad. Con un agravante: esta discrepancia no te servirá de motivación; por el contrario, te hundirá cada vez más en una percepción insufrible de incapacidad. Tu mantra será: <No soy capaz>.
Me pregunto qué pasaría si cambiáramos de objetivo e intentáramos ser felices, escandalosamente felices, lejos de los grandes modelos y de los individuos considerados <superiores>. ¿Y si hiciéramos añicos los ideales prestados? No hablo de ser mediocre, sino de avanzar con un crecimiento razonable y propio: <Voy para adelante con lo que en realidad tengo y soy, con mi lado bueno y el malo. No niego ni oculto mis "imperfecciones", porque sería negarme a mí mismo>. Dejemos de mirar a los destacados, hagamos un time out a los mediáticos y festejemos lo que somos, no importa el puesto que ocupemos en la lista de los más vendidos o condecorados. Insisto: la seguridad personal se logra cuando tu <yo idealizado> coincide con tu <yo real>. Ese es el secreto: estar sincronizado, interiormente, en lo básico.
RECONOCER EL VALOR PERSONAL
¿Cuánto vales? ¿Tienes precio? ¿Te venderías al mejor postor? Una persona segura de sí misma no solo se acepta como es, también tiene claro que su valía individual está más allá de cualquier precio. No se considera mercancía y se niega a ser cosificado. Así que siéntete orgulloso u orgullosa de lo que eres, sin miedo, sin excusas, sin disculpas. Que tus <imperfecciones> no mermen tu valor intrínseco. Ubícate más allá de las apariencias y del temor que a veces te invade por no ser como te indican los preceptos sociales. [...] Reconocer el valor personal es conocer las propias fortalezas y los talentos que posees y ponerlos a trabajar sin comparaciones absurdas y sin esperar el visto bueno de nadie. Cuando quieres a una persona de verdad no estás comparándolo con alguien para saber si lo amas. [...] Como leí alguna vez: <No amas a alguien porque es valioso, lo ves valioso porque lo amas>. Cambia en la frase anterior la palabra <alguien> por <ti mismo> y tendrás una proposición que exaltará tu amor propio saludablemente.
SER AUTENTICO
Ser auténtico es pensar y actuar de acuerdo con lo que verdaderamente eres, de manera honesta y sin disfraces. Es mostrarte de manera completa, obrar conforme al propio ser y según lo sientas y pienses. Una persona auténtica es genuina y por lo tanto confiable, y es fiel a su propia identidad en cada acto de su vida, sencillamente porque le nace. La persona auténtica no responde a modas o patrones externos establecidos, sino a la concordancia interior.
Cuando eres auténtico las cosas fluyen sin tanto esfuerzo porque no hay nada que ocultar. Al no ser una copia, lo original se manifiesta libremente. Una vez más: no tienes que ser un premio Nobel o que te colmen de reconocimientos, solo basta ser tú mismo con el mayor ímpetu posible. Recuerda que al ser como eres, sin pretextos y de frente, además de tus atributos positivos saldrán a flote también tus defectos naturales, pequeños o grandes, que alimentarán la crítica de los chismosos. Ser auténtico es ser bellamente imperfecto e íntegro hasta la médula, digan lo que digan.
La gente que se traiciona a sí misma queriendo adoptar una personalidad o una condición que no le corresponde, tarde o temprano mostrará problemas de identidad. [...]
DEFENDER LA PROPIA NATURALEZA
Cada quien tiene una naturaleza que comparte con su especie, pero también tiene una que le es propia y se personaliza en su verdadero ser. Cuando la descubres, querrás mantenerte allí, porque ese estado será de tranquilidad y equilibrio interior. No se negocia la identidad, se cuida y se potencia. [...]
Posees una esencia que te define, unas características que te son propias. Esos atributos y ese carácter son tu identidad. Es verdad que no es inmutable y que puedes moldearte a ti mismo, pero existe un núcleo duro que te define en tanto humano, o mejor, dos núcleos, que estarán acompañándote siempre: tu capacidad de amar y tu capacidad de pensar sobre lo que piensas. Tu humanidad radica en ellas. Tómalas como un regalo y hazlas tuyas: desarróllalas, explótalas, estrújalas hasta sacarle el mayor aprendizaje posible y, sobre todo, disfruta la dicha de tenerlas. Esa es tu naturaleza, defiéndela. [...]"
Quizás no estemos acostumbrados a mirar la cosa de este modo. La idea que tenemos es que el aprendizaje implica <agregar> algún tipo de conocimiento, más que eliminar y/o depurar el que ya poseemos y no sirve. La pregunta clave es: ¿Qué le sobra a mi mente y qué debería echar a la papelera de reciclaje? Cuando eliminamos un miedo, prescindimos de un mal hábito, extirpamos una adicción, sin darnos cuenta, en términos de Plotino, estamos esculpiéndonos a nosotros mismos. Desaprender, para aprender. [...] Duplicar a otra persona es perderse en un espacio psicológico que no nos pertenece, tratando de hallar alguna similitud que calme la ansiedad de no ser tan <imperfectos>. No es lo mismo ser un muy buen pintor que falsifique La Gioconda a ser Leonardo Da Vinci, al menos en lo que a originalidad se trata. Si vas a esculpir tu estatua, hazlo a partir de tu propio mármol.
Apropiarse de uno mismo
[...] Es un hecho: la comparación excesiva y ambiciosa te aleja de tu ser auténtico. [...] Raspa tu mente, tu historia, escucha tu voz interior. Pregúntate qué cosas de las que haces te apasionan de verdad. ¿Qué te nace? ¿Cuáles son los atributos o cualidades que posees y casi siempre te han acompañado? Cuando toques la tecla apropiada, te asombrarás, porque todo fluirá sin tanto esfuerzo: no habrá inseguridad, sino evidencia. Te celebrarás a ti mismo y sentirás un profundo deseo de agradecer lo que eres. Descubrirás que no hay nada mejor ni nada más intenso que ser fiel a uno mismo. [...]
Algunos antídotos para evitar la comparación injusta e inncesaria
Existen al menos cuatro factores que te harán menos vulnerable a los efectos devastadores de la comparación excesiva y/o injusta. Cuatro esquemas o maneras de ser que disminuyen la tendencia a <copiar a los mejores>: (a) la seguridad en uno mismo, (b) reconocer el valor personal, (c) ser auténtico y (d) defender la propia naturaleza.
LA SEGURIDAD EN UNO MISMO
La cultura de la perfección sostiene que eres valioso si eres el mejor en algo, así sea clavar clavos o rascarte la barriga. El problema surge cuando comienzas a darte cuenta de que te alejas de ese estándar ideal y tu <yo verdadero> no concuerda con tu <yo soñado>. Cuanto mayor sea la distancia entre lo que percibes que eres y lo que te gustaría o ansías ser, más serán tus sentimientos de inseguridad. Con un agravante: esta discrepancia no te servirá de motivación; por el contrario, te hundirá cada vez más en una percepción insufrible de incapacidad. Tu mantra será: <No soy capaz>.
Me pregunto qué pasaría si cambiáramos de objetivo e intentáramos ser felices, escandalosamente felices, lejos de los grandes modelos y de los individuos considerados <superiores>. ¿Y si hiciéramos añicos los ideales prestados? No hablo de ser mediocre, sino de avanzar con un crecimiento razonable y propio: <Voy para adelante con lo que en realidad tengo y soy, con mi lado bueno y el malo. No niego ni oculto mis "imperfecciones", porque sería negarme a mí mismo>. Dejemos de mirar a los destacados, hagamos un time out a los mediáticos y festejemos lo que somos, no importa el puesto que ocupemos en la lista de los más vendidos o condecorados. Insisto: la seguridad personal se logra cuando tu <yo idealizado> coincide con tu <yo real>. Ese es el secreto: estar sincronizado, interiormente, en lo básico.
RECONOCER EL VALOR PERSONAL
¿Cuánto vales? ¿Tienes precio? ¿Te venderías al mejor postor? Una persona segura de sí misma no solo se acepta como es, también tiene claro que su valía individual está más allá de cualquier precio. No se considera mercancía y se niega a ser cosificado. Así que siéntete orgulloso u orgullosa de lo que eres, sin miedo, sin excusas, sin disculpas. Que tus <imperfecciones> no mermen tu valor intrínseco. Ubícate más allá de las apariencias y del temor que a veces te invade por no ser como te indican los preceptos sociales. [...] Reconocer el valor personal es conocer las propias fortalezas y los talentos que posees y ponerlos a trabajar sin comparaciones absurdas y sin esperar el visto bueno de nadie. Cuando quieres a una persona de verdad no estás comparándolo con alguien para saber si lo amas. [...] Como leí alguna vez: <No amas a alguien porque es valioso, lo ves valioso porque lo amas>. Cambia en la frase anterior la palabra <alguien> por <ti mismo> y tendrás una proposición que exaltará tu amor propio saludablemente.
SER AUTENTICO
Ser auténtico es pensar y actuar de acuerdo con lo que verdaderamente eres, de manera honesta y sin disfraces. Es mostrarte de manera completa, obrar conforme al propio ser y según lo sientas y pienses. Una persona auténtica es genuina y por lo tanto confiable, y es fiel a su propia identidad en cada acto de su vida, sencillamente porque le nace. La persona auténtica no responde a modas o patrones externos establecidos, sino a la concordancia interior.
Cuando eres auténtico las cosas fluyen sin tanto esfuerzo porque no hay nada que ocultar. Al no ser una copia, lo original se manifiesta libremente. Una vez más: no tienes que ser un premio Nobel o que te colmen de reconocimientos, solo basta ser tú mismo con el mayor ímpetu posible. Recuerda que al ser como eres, sin pretextos y de frente, además de tus atributos positivos saldrán a flote también tus defectos naturales, pequeños o grandes, que alimentarán la crítica de los chismosos. Ser auténtico es ser bellamente imperfecto e íntegro hasta la médula, digan lo que digan.
La gente que se traiciona a sí misma queriendo adoptar una personalidad o una condición que no le corresponde, tarde o temprano mostrará problemas de identidad. [...]
DEFENDER LA PROPIA NATURALEZA
Cada quien tiene una naturaleza que comparte con su especie, pero también tiene una que le es propia y se personaliza en su verdadero ser. Cuando la descubres, querrás mantenerte allí, porque ese estado será de tranquilidad y equilibrio interior. No se negocia la identidad, se cuida y se potencia. [...]
Posees una esencia que te define, unas características que te son propias. Esos atributos y ese carácter son tu identidad. Es verdad que no es inmutable y que puedes moldearte a ti mismo, pero existe un núcleo duro que te define en tanto humano, o mejor, dos núcleos, que estarán acompañándote siempre: tu capacidad de amar y tu capacidad de pensar sobre lo que piensas. Tu humanidad radica en ellas. Tómalas como un regalo y hazlas tuyas: desarróllalas, explótalas, estrújalas hasta sacarle el mayor aprendizaje posible y, sobre todo, disfruta la dicha de tenerlas. Esa es tu naturaleza, defiéndela. [...]"
Sin duda alguna, puedo afirmar que, me encuentro esculpiendo la estatua de Mi Vida sentada sobre los hombros de gigantes de la talla de: Walter Riso, Deepak Chopra, Caroline Myss, Carlos Vallés, Anthony De Mello, Papa Francisco y tantos otros/as "Maestros/as de Vida" de quienes estoy aprendiendo a ser "Escandalosamente Imperfecta y Maravillosamente Feliz"... A todos ellos: ¡Gracias por existir!.
Bendiciones.
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