martes, 30 de abril de 2013

AMAR ES DAR TODO ...


En esta oportunidad quiero compartir, con todos ustedes, una hermosísima historia -de autor desconocido- que puede leerse en el libro titulado “Cuentos con Alma”, el cual responde a la intención de Rosario Gómez de reunir una serie de cuentos que inspiran, enseñan o divierten; ya sean antiguos o modernos; ya sean anónimos o no. Como bien dice en la contratapa del libro “(...)Es universal todo lo que viene a enseñarnos AMOR, porque el AMOR traspasa las fronteras y domina todos los idiomas, es incluyente, es palabra de Dios. Esta es una recopilación de Cuentos con Alma, para disfrutar, compartir y aprender de esta palabra tan cortita, tan fácil de pronunciar y tan gratificante de vivir ... que es: EL AMOR.”

Sin duda alguna, una lectura que aporta caricias para el Alma. Una lectura que se percibe con todos los sentidos y que penetra hasta lo más profundo del Corazón. Una lectura que nos pone en conexión con nuestro verdadero SER. Una lectura que nos transporta hasta el Paraíso. Un camino que podemos recorrer en la página 144 y 145, cuando dice que:

“El hombre estaba tras el mostrador, mirando la calle distraídamente. Una niñita se aproximó a la tienda y apretó la naricita contra el vidrio del escaparate. Los ojos de color del cielo brillaban cuando vio un determinado objeto. Entró en la tienda y pidió ver el collar de turquesa azul.
- Es para mi hermana. ¿Puede hacer un paquete bien bonito?-dijo ella.
El dueño de la tienda miró desconfiado a la niñita, y le preguntó:
- ¿Cuánto dinero tienes?
Sin dudar, sacó del bolsillo de su ropa un pañuelo todo atadito y fue deshaciendo los nudos. Colocó el dinero sobre el mostrador, y dijo feliz:
- ¿Esto alcanza?-eran apenas algunas monedas las que exhibía orgullosa-. ¿Sabe?, quiero dar este regalo a mi hermana mayor. Desde que murió nuestra madre ella cuida de nosotros y no tiene tiempo para ella. Es su cumpleaños y estoy segura que quedará feliz con el collar, que es del color de sus ojos.
El hombre fue hacia la trastienda, colocó el collar en un estuche, lo envolvió con un vistoso papel rojo e hizo un trabajado lazo con una cinta verde.
- Toma-dijo a la niña. Llévalo con cuidado.
Ella salió feliz, corriendo y saltando calle abajo.
Aún no acababa el día cuando una linda joven entró en la tienda. Colocó sobre el mostrador el ya conocido envoltorio, desecho, e indagó:
- ¿Este collar fue comprado aquí? ¿Cuánto costó?.
- ¡Ah!-habló el dueño de la tienda-. El precio de cualquier producto de mi tienda es siempre un asunto confidencial entre el vendedor y el cliente.
La joven exclamó:
- Pero mi hermana tenía solamente algunas monedas. El collar es auténtico, ¿no? Ella no tendría dinero para pagarlo.
El hombre tomó el estuche, lo envolvió de nuevo con extremo cariño, colocó la cinta y lo devolvió a la joven. Le dijo:
- Ella pagó el precio más alto que cualquier persona puede pagar:

<ELLA DIO TODO LO QUE TENIA>

El silencio envolvió la pequeña tienda y dos lágrimas rodaron por la faz emocionada de la joven en cuanto sus manos tomaban el pequeño envoltorio.

Autor desconocido


La verdadera donación es darse por entero, sin restricciones. La gratitud de quien ama no conoce límites para los gestos de ternura. Agradece siempre, pero no esperes el reconocimiento de nadie. Gratitud con amor no sólo reanima a quien recibe, reconforta a quien ofrece.


 Bendiciones.

jueves, 25 de abril de 2013

Francisco I: un Jesuita de pura cepa ...


A poco de ser elegido Papa el cardenal Jorge Bergoglio, ahora llamado Francisco I, adquirí el libro titulado “El Jesuita”- La historia de Francisco, el Papa argentino, cuya autoría corresponde a Sergio Rubin (periodista que realizó decenas de viajes con el Papa Juan Pablo II, la cobertura de sus funerales y la elección de Benedicto XVI) y a Francesca Ambrogetti (periodista y psicóloga social que colabora con diversos medios internacionales, entre ellos Radio Vaticana). Me parece oportuno aclarar que, mis creencias religiosas se hallan asentadas sobre la base de la religión Católica Apostólica Romana. No obstante ello, en los últimos tiempos, debo admitir que sentía una suerte de frialdad por parte de las autoridades eclesiásticas más encumbradas. Tal vez, podría decirse que fuera una vivencia mía, muy particular; un parecer muy personal. Pero el hecho es que, en charla con otros creyentes católicos, las objeciones a cierto proceder de la Santa Sede, se hacían muy evidentes. Aparentemente, no era yo la única persona que experimentaba tal sentimiento. Sin embargo y, cuando -quizás- menos se esperaba, algo cambió. Dios había decidido que un Jesuita de pura cepa, ocupara el trono que, allá a lo lejos y hace tiempo, fuera ocupado por San Pedro.

Debo reconocer que poco y nada conocía acerca del cardenal Bergoglio. Movida por una cierta curiosidad, me encontré comprando el libro. Como dice en la contratapa del mismo: “... En base a una serie de charlas mantenidas con él a lo largo de dos años, dos periodistas de larga trayectoria y conocimiento en los temas religiosos procuran desentrañar su pensamiento no solo acerca de cuestiones espirituales, sino también sobre aquellas vinculadas al devenir de un país y un mundo turbulentos. Y conocer sus sentimientos y preferencias. De un modo ágil y ameno, el libro muestra quién es este jesuita de vida casi monacal y bajo perfil, ahora consagrado como Francisco, el nuevo jefe de la casa de Pedro.”. Una lectura altamente recomendable para quienes deseen disfrutar de un relato apasionante, sumamente elocuente y que deja traslucir una inmensa Sabiduría de Vida.

A continuación y, merced a la importancia que -en mi opinión- es menester otorgarle al tema de la educación, reproduzco una parte del texto que puede leerse en las páginas 62 a 65:

(P) "... – Hablando de valores, es inevitable apelar a la vieja figura del maestro que daba ejemplo, que marcaba pautas, que sabía interpretar a los alumnos y establecía una relación humana con cada uno.
(F) – Creo que la educación se <profesionalizó> demasiado. Es necesario, sin duda, estar al día y la actitud profesional es sana, pero no debe hacer olvidar la otra actitud, la que acompaña, que sale al encuentro de la persona, que considera al alumno en todos sus aspectos.
(P) – ¿Lo puede ejemplificar con algún caso concreto que le haya tocado vivir?
(F) – Sí, recuerdo que a comienzos de los años noventa, siendo vicario de Flores, una chica de un colegio de Villa Soldati, que cursaba el cuarto o quinto año, quedó embarazada. Fue uno de los primeros casos que se planteó en la escuela. Había varias posturas acerca de cómo afrontar la situación, que contemplaban hasta la expulsión, pero nadie se hacía cargo de lo que sentía la chica. Ella tenía miedo por las reacciones y no dejaba que nadie se le acercase. Hasta que un preceptor joven, casado y con hijos, un hombre al que yo respeto mucho, se ofreció para hablarle y buscar con ella una solución. Cuando la vio en un recreo le dio un beso, le tomó la mano y le preguntó con cariño: ¿<Así que vas a ser mamá? Y la chica empezó a llorar sin parar. Esa actitud de proximidad la ayudó a abrirse, a elaborar lo que le había pasado. Y permitió llegar a una respuesta madura y responsable, que evitó que perdiera la escolaridad y quedara sola con un hijo frente a la vida, pero también -porque era otro riesgo- que las compañeras la consideraran una heroína por haber quedado embarazada.
(P) – ¿Se encontró la solución a través del acercamiento y no del rechazo?
(F) – Sí. Lo que hizo el preceptor fue salir testimonialmente a su encuentro. Corrió el riesgo de que la chica le contestara con un <¿y a vos que te importa?>, pero tenía a su favor su gran humanidad y que buscó acercarse desde el amor. Cuando se quiere educar solamente con principios teóricos, sin pensar en que lo importante es quién tenemos enfrente, se cae en un fundamentalismo que a los chicos no les sirve de nada ya que ellos no asimilan las enseñanzas que no están acompañadas con un testimonio de vida y una proximidad y, a veces, a los tres o cuatro años, hacen una crisis, explotan.
(P) – ¿Tiene alguna fórmula que recomiende para procurar no caer en el rigorismo frío y distante en la transmisión de valores, ni tampoco en la demagogia de querer ganarse la simpatía fácil del alumnado aplicando un relativismo que admite todo?
(F) – Fórmula, ninguna. Pero, tal vez, esto que les voy a contar pueda servir. Suelo decirles a los curas que cuando están en el confesionario no sean rigoristas,  ni <manga ancha>. El rigorista es aquel que aplica, sin más, la norma. <La ley es ésta y punto>, dice. El <manga ancha> la deja de lado. <No importa, no pasa nada, total la vida es así, seguí adelante>, considera. El problema es que ninguno de los dos se hace cargo de quien tenía delante; se lo sacan de encima. <Y entonces, padre, ¿qué debemos hacer?, me preguntan. Y les respondo: <Ser misericordioso>. ...”




(F) "... Hoy los padres, los docentes, los alumnos, los gremios, el Estado, las confesiones religiosas no tiran para un mismo lado, como debiera ser, y el que paga las consecuencias es el chico. Hace falta una acción concertada.
(P) - Hay una estadística que dice que el 68% de faltas de los docentes se debe a motivos psicológicos. Están, ante todo, sobrecargados por el hecho de que muchos padres descuidan su papel, pasando parte de sus responsabilidades al colegio.
(F) - Es cierto. No hace mucho escuché a algunos miembros de la Vicaría de Educación de la arquidiócesis que contaban que los alumnos están desesperados por hablar con el docente; evidentemente, les falta diálogo en su casa, sienten cierto desamparo. Es importante dejar hablar al chico, que necesita orejas, aunque consideremos que muchas veces son pavadas. Pero de las cien cosas que dice hay una que lo identifica como singular y, en el fondo, está buscando eso: que lo reconozcan en sus particularidades, que le digan “vos sos así”. A mí me interesa mucho lo de la edad de los por qué, que es cuando el chico está despertando al mundo y se siente muy inseguro. En esa etapa, el aprendizaje que experimenta es muy grande, no a nivel intelectual, sino de conocimiento de su lugar en un mundo que lo amenaza. Entonces, lo que necesita no es tanto la respuesta explicativa, sino la mirada del papá o la mamá que le dé seguridad; necesita hablar para que lo miren, lo identifiquen. Eso también le pasa más adelante.
(P) – Además, los docentes se sienten con frecuencia desautorizados por padres que no permiten que se le diga nada a su hijo...
(F) En nuestra época, y esto no significa que haya sido mejor o peor, cuando llegábamos a casa con una observación la “ligábamos”. Ahora, en cambio, muchos padres consideran que el problema es del docente que la aplicó y van a hablar con él para defender al nene. Al actuar de ese modo, evidentemente, le sacan autoridad al docente; el chico ya no lo respeta. Y cuando se quita autoridad se quita un espacio de crecimiento. Autoridad viene de augere que quiere decir hacer crecer. Tener autoridad no es ser una persona represora. La represión es una deformación de la autoridad que, en su recto ejercicio, implica crear un espacio para que la persona pueda crecer. Alguien con autoridad es alguien capaz de crear un espacio de crecimiento.
(P) – Acaso el término se desvirtuó...
(F) Claro. Pasó a ser sinónimo de acá mando yo. Es curioso, pero cuando el padre o el maestro tiene que decir: <acá el que manda soy yo> o <acá el superior soy yo> es porque ya perdió la autoridad. Y entonces, la tiene que afianzar con la palabra. Proclamar que uno tiene la <manija> de algo implica que se dejó de tenerla. Y tener la <manija> no significa mandar e imponer, sino servir. ...”


(P) y (F) son indicadores de la persona que está preguntando o respondiendo en ese momento; ya sea el cardenal Bergoglio por aquél entonces -hoy Papa Francisco I- identificado como (F) o el/la periodista, identificado/a como (P).

¿Qué más se podría agregar frente a semejantes talentos?. Dios nos ha bendecido, ciertamente, al enviarnos a Jorge o Francisco -como cada uno quiera llamarlo-: un verdadero “ANGEL” o mensajero; y, también, a los portavoces que se encargaron de entrevistarlo.


Bendiciones.

Ha nevado sobre mi cabeza ...


Poco a poco, casi sin darme cuenta, he entrado en este período de la vida, el último, que se llama vejez. Poco a poco, también sin darme cuenta, se ha hecho mi andar más pesado: pronto tendré que pensar en la ayuda de un bastón. Cuando hago las compras tengo la impresión de que los kilos pesan cada vez  más y los metros son cada vez más largos. Algún diablillo travieso ha debido transformar las calles, antes bien llanas, en “cuestas” que me hacen perder el aliento. Si alguna vez se me ocurre arrodillarme para recoger algo, para levantarme, tengo que apoyarme en un mueble.

Mis gestos se han hecho lentos, y a menudo torpes: las agujas no se dejan enhebrar, los caracteres de los diarios se han puesto ridículamente pequeños, mi aparato de televisión debe ser de mala calidad, porque la pantalla me devuelve imágenes cada día más borrosas, los locutores no hablan con claridad, todos hablan entre dientes, decididamente ya no se enseña a articular, a modular, a hablar lento y con claridad.

Me miro en el espejo. Veo bastante bien, todavía, como para constatar el irreparable ultraje de los años. Mi cuerpo se ha deformado, ya no tengo cintura y la cara que me sonríe en el cristal está, por cierto, bastante ajada, ya no hay producto de belleza que pueda disimular sus arrugas.

Pero un semblante sin arrugas, ¿qué sería? Una página blanca en la que nada se hubiera escrito. Esos miles de pequeños surcos cuentan una larga historia hecha, como todas las historias humanas, de alegrías y dolores, de sonrisas y de lágrimas, de esperanzas y decepciones.

¿Por qué asociamos a menudo la vejez con tristeza? ¿Acaso no son, tanto la vejez como la juventud partes integrantes de la vida? ¿Y no merece la vida ser apasionadamente vivida hasta el final?.

He vivido una primavera con flores y alegrías, con risas despreocupadas, con amigos fieles, con alumnos y gente que conocí: entonces, descubrí el Amor. Vinieron después los frutos del verano: los tres hijos que llevé dentro de mí, que alimenté, cuidé y eduqué, vi marcharse una al cielo, los otros dos volaron como pájaros para construir, a su vez, sus propios nidos y transmitir la vida. Gocé la plenitud de esa estación en que la naturaleza se adorna con los colores más cálidos, del castaño al oro, en el esplendor de la madurez.

Ahora estoy en invierno: el tiempo en que se guarda la cosecha y la naturaleza se despoja de todo lo inútil. Rechazando los recuerdos amargos y los remordimientos estériles, rememoro y puede revivir como si estuvieran presentes, muchos momentos de los largos años que se fueron y hacer de ellos un cántico de acción de gracias a Dios.

El pasado, pasado está. El tiempo transcurre inexorable. Se han producido vacíos: marido, una hija, padres, parientes, amigos, tantas veces más jóvenes que yo... Una tras otra, las personas de mi generación dejan su morada terrestre para ir a la Casa del Padre, y sólo Dios sabe, cuantos días de vida me quedan a mí aquí en la tierra.

Pero cuando ya no pueda caminar, ni mis ojos ver, ni mis oídos oír, siempre me quedará un arma contra la tristeza: la sonrisa, y una riqueza que los años no me pueden quitar: el amor. Haber amado a todo lo largo de la vida, haber sido amada, ser todavía amada y amar siempre: amar las cosas y las gentes, amar la vida... hasta el fin.

Gualeguaychú; 19 de marzo de 1933 – 19 de marzo de 2013


Esta hermosa “historia de VIDA” (así con mayúsculas) tiene a Julia como protagonista. Su sobrina Diana, la exhibe en lo que resulta ser una suerte de portarretrato. Según parece, hacía un tiempo que estaba allí pero, a mis ojos, fue visible recién hace unos pocos días. Me conmovió tanto que decidí pedirle permiso a Diana, una gran mujer y amiga, para sacar una fotocopia del escrito. Hoy lo quiero compartir con todos ustedes. Sin duda alguna, Julia es expresión de “SABIDURIA encarnada”. El AMOR de DIOS hecho Mujer. Coincido plenamente con ella; sobretodo en amar las cosas y las gentes, amar la vida ... hasta el fin.

Julia
 ¡Gracias por existir! ¡Eres una bendición de DIOS!


  Bendiciones.

miércoles, 17 de abril de 2013

AMOR INCONDICIONAL: UNA VIDA SIN LIMITES ...


Sucedió como al pasar. Fue algo inesperado aunque, pensándolo mejor, pueda llegar a decir  que -en realidad- yo estaba esperando algo, buscando algo y que ese algo podría llamarse una “Revelación”. Esa tarde, algo me llevó hacia El. Algo dentro de mí, guiaba mis pasos. De repente, me vi entrando. Una vez allí, comencé a mirar entorno. Esquivé graciosamente algunas mesas y, por fin, me dirigí hacia una de ellas. Había una gran variedad de opciones, pero una en particular concentró toda mi atención: allí estaba El. Su porte erguido. Su sonrisa sincera. Su rostro angelical. Me sentí inmediatamente atraída por El. Y entonces, ni lerda ni perezosa, lo tomé entre mis manos. No hizo falta efectuar un pormenorizado análisis del mismo para darme cuenta que -sin duda alguna- había encontrado una verdadera joya de incalculable valor. Una Amorosa sensación de Paz inundó mi Alma en esos mágicos instantes. Presurosa caminé hacia el mostrador, y le indiqué al empleado de turno que lo había elegido para llevármelo. Una vez concluido el trámite pertinente, saludé y salí a la calle portando una gran sonrisa en mis labios y una maravillosa sensación en todo mi Ser; una experiencia sensible que podría definirse como “de estar profundamente enamorada”.

Su nombre es Nick Vujicic (conferencista motivacional y director de la organización sin fines de lucro Life Without Limbs.). Autor del libro titulado “Una vida sin límites”, y tal como puede leerse en la contratapa del mismo, “… Nick nos cuenta la historia de sus discapacidades físicas y de la batalla emocional que ha librado para enfrentarlas como niño, adolescente y, ahora, como adulto. … Nick comparte con nosotros cómo su fe en Dios ha sido una fuente central de fuerza y explica que una vez que encontró su propósito -inspirar a los demás para hacer de sus vida y del mundo algo mejor-, descubrió la confianza suficiente para construir una existencia productiva y provechosa ¡sin límites!. También ofrece consejos prácticos para disfrutar a diario de momentos de satisfacción y felicidad confiando en los demás, construyendo relaciones benéficas y encontrando fuerza en el camino. Motiva al lector mediante su experiencia, demostrando cómo aprendió a aceptar aquello que no podía controlar y enfocándose en lo que sí podía transformar para tener una vida plena.”


Atraída por el título y la foto impresa en la portada del libro, comencé su lectura casi de inmediato. Nada más leer unas palabras suyas escritas en la solapa interior de la tapa, fue suficiente para que me embargara una increíble emoción:

“De verdad creo que mi vida no tiene límites. Quiero que tú te sientas igual respecto a tu existencia sin importar cuáles sean tus retos y tus obstáculos. Antes de comenzar este viaje juntos, quiero que te tomes un momento para pensar en las limitaciones que tú te has impuesto o aquellas que otros han puesto en tu camino. Ahora, piensa cómo sería sentirse libre de esas limitaciones.¿Cómo sería tu vida si cualquier cosa fuera posible?.” (*)

Y a medida que avanzaba con la lectura de las páginas, las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas.

¡Cuánto AMOR INCONDICIONAL me transmitía! ¡Cuánta FE y ESPERANZA se renovaban en mi Corazón ante el testimonio de una VIDA tan PLENA, tan FECUNDA, tan AUTENTICA! ¡DIOS me hablaba a través de la existencia de Nick, en toda su humanidad!.

Más que motivada por semejante manifestación o, también podría decirse, “revelación de DIOS”, decidí compartir con ustedes algunos fragmentos extraídos del libro. Fragmentos que -a mi entender- pueden operar como una suerte de “propulsores de la transformación”, para quienes así lo deseen.

“… Había tenido un mal día en la escuela y, cuando se lo dije a mamá, lloró conmigo. Le dije que estaba cansado de no tener brazos ni piernas. Compartió mis lágrimas y me dijo que ella y papá habían logrado entender que Dios tenía un plan para mí y que algún día El mismo me lo revelaría. (…) Yo ya era bastante inseguro, pero enterarme de que mi propia madre ni siquiera había soportado verme, fue… bueno, imagínate cómo te sentirías. Me sentí herido y rechazado, pero luego pensé en todo lo que mis padres habían hecho por mí. Me habían demostrado su amor incontables veces. (…) Hemos seguido compartiendo nuestros sentimientos y temores. Mis padres me han ayudado a entender cómo fue que su fe les permitió ver que yo estaba destinado a servir a un propósito de Dios. En general, fui un niño con determinación y entusiasmo. Mis maestros, otros padres y algunos desconocidos les dijeron a mis padres que mi actitud era inspiradora. Por mi parte, logré ver que, sin importar la dimensión de mis desafíos, mucha gente tenía cargas más pesadas que la mía.

Hoy en día, en mi viajes alrededor del mundo, puedo presenciar un sufrimiento avasallador; eso me hace sentir agradecido por lo que tengo y disminuye mi inclinación a enfocarme en aquello de lo que carezco. He visto niños huérfanos con enfermedades atroces, mujeres jóvenes forzadas a vivir en la esclavitud sexual, hombres que fueron encarcelados por ser pobres y no poder pagar una deuda….”

En la introducción, nos encontramos con una declaración que nos deja sin palabras, la cual voy a resaltar y subrayar:

“… Mis padres son cristianos devotos; sin embargo, cuando nací sin brazos ni piernas se preguntaron qué era lo que Dios había planeado al crearme. Al principio asumieron que no habría esperanza ni futuro para alguien en mis condiciones, que nunca podría tener una vida normal o productiva.

No obstante, hoy mi vida es mucho más grande de lo que pude haber imaginado. Todos los días conozco a gente nueva por medio del teléfono, el correo electrónico, los mensajes de texto y de Twitter. La gente se me acerca en los aeropuertos, hoteles y restaurantes. Me abrazan, me dicen que, de alguna manera, he tocado sus vidas. He sido profundamente bendecido. Soy espectacularmente feliz. …

… Cuando entré en los difíciles años de la adolescencia, el tiempo en que todos nos preguntamos cuál es nuestro sitio, mis circunstancias me causaron desesperación, la sensación de que nunca sería <normal>. No había manera de ocultar que mi cuerpo era diferente al de mis compañeros de clase. Aunque traté de realizar actividades ordinarias como nadar y andar en patineta, sólo lograba darme cuenta, cada vez más, de que sencillamente había cosas que nunca podría hacer.

Claro que tampoco fue de gran ayuda que algunos chicos crueles me llamaran <engendro> y <alienígena>. Por supuesto, soy demasiado humano y deseaba ser como los demás a pesar de que no tenía gran oportunidad de lograrlo. Quería que me aceptaran, pero sentía el rechazo. Quería pertenecer, pero no parecía ser posible. Al final, me había topado con un muro.

Me dolía el corazón, estaba deprimido y los pensamientos negativos me abrumaban; no le encontraba ningún sentido a mi existencia. Incluso cuando estaba rodeado por mi familia y mis amigos, me sentía solo. Me preocupaba ser siempre una carga para aquellos a quienes amaba.

Pero estaba muy, muy equivocado. Podría llenar un libro enumerando todo lo que ignoraba en aquellos días oscuros: un libro como el que sostienes ahora. En las siguientes páginas te ofreceré métodos para encontrar esperanza aun en medio de los más arduos desafíos y las peores tribulaciones. Voy a iluminar el camino que lleva al otro lado de la pena, ahí en donde puedes resurgir con más fuerza, determinación y poder para buscar la vida que deseas y, tal vez, para que incluso encuentres una vida más grande de lo que te imaginas.

Si tienes el deseo y la pasión para hacer algo y si esa es la voluntad de Dios, lo lograrás. (*) La anterior es una frase muy poderosa, pero, para ser honestos, yo no siempre creí en mí. Si has visto alguna de mis charlas en internet, te puedo decir que la felicidad que ahí muestro y que brilla a través de esos videos es resultado de un viaje que he realizado. Al principio no tenía todo lo que necesitaba, por lo que tuve que conseguir varios atributos importantes en el camino. Descubrí que para vivir sin límites necesitaba lo siguiente:

  • Un poderoso sentido de mi propósito.
  • Esperanza inquebrantable.
  • Fe en Dios y en las posibilidades infinitas.
  • Actitud con altura.
  • Un espíritu valeroso.
  • Disposición a cambiar.
  • Un corazón confiado.
  • Ansia de oportunidades.
  • La habilidad de evaluar riesgos y de reírme de la vida.
  • La misión de servir primero a otros.

Cada capítulo de este libro se enfoca en uno de estos atributos. Los he explicado de forma que puedas aplicarlos en tu propio viaje hacia una vida plena y llena de significado. Te los ofrezco porque comparto el amor que Dios tiene por ti y porque deseo que experimentes todo el gozo y la plenitud que El te ha otorgado.

Si tú eres una de las muchas personas que luchan a diario, recuerda que, más allá de mis batallas, a mí me esperaba un propósito en la vida. Ese propósito ha demostrado tener un alcance mucho, mucho, muchísimo más grande del que yo jamás hubiera imaginado.

Podrás encontrarte con momentos difíciles, podrás caer y sentir que no tienes fuerza para levantarte: yo conozco esa sensación porque todos la hemos experimentado. La vida no siempre es fácil, pero cuando nos sobreponemos a los desafíos nos hacemos más fuertes y agradecemos las oportunidades que se nos han presentado. En realidad, lo que más importa son aquellas vidas que tocas a lo largo del camino y la manera en que terminas tu viaje.

Yo amo mi vida tanto como tú la tuya. Juntos, podemos lograr más, el número de posibilidades que nos esperan es ridículo. Así que, ¿qué dices?, ¿lo intentamos, amigo? …”.

(*) resaltar y subrayar es de mi autoría.

¿Qué más podría agregarse?. Particularmente, creo que está todo dicho. Sin embargo, aun me queda por decir:

NICK VUJICIC

UN MAESTRO
UN ANGEL
AMOR DE DIOS EN UN CUERPO DIVINO

¡GRACIAS POR EXISTIR!


Bendiciones.

jueves, 11 de abril de 2013

Sentirse pleno, sentirse realizado ...


En esta ocasión quiero invitarlos a compartir -nuevamente- algunos textos del libro titulado “La receta de la Felicidad” y cuya autoría corresponde al genio indiscutible de Deepak Chopra (el Doctor Chopra es autor de más de 50 libros traducidos a casi 40 idiomas; es una autoridad internacional en las disciplinas de superación, espiritualidad, medicina cuerpo-mente y desarrollo humano).

Cuando se habla de Deepak Chopra toda expresión resulta escasa. Es por ello que voy a remitirme -acto seguido y sin más preámbulos- a las páginas 131 a 139, donde nos dice que:

“... Sentirse realizado significa ir más allá de las experiencias cotidianas. En el fondo, los seres humanos siempre hemos anhelado el éxtasis, un sentimiento de euforia, alegría, tranquilidad y amor. La adicción a las drogas y el alcohol demuestra la inanición y el deseo de nuestra sociedad de alcanzar el éxtasis verdadero. La felicidad cotidiana solo nos da un pequeño bocado y nos deja con ganas de más. Así pues, la felicidad es el comienzo de un viaje que busca una satisfacción más elevada.

Muchas personas han experimentado por accidente la felicidad más intensa, comúnmente conocida como experiencia cumbre. Dichas experiencias pueden presentarse en momentos íntimos con la naturaleza, en situaciones con música o baile, en el juego o al hacer el amor. Lo que distingue a una experiencia cumbre no es su intensidad, sino su significado: se siente como si se hubiera revelado una realidad mayor, más libre, más expansiva. Todos los que han tenido una experiencia cumbre intentan revivirla. La mayoría sufre una decepción, pues un momento de conciencia más elevada no es lo mismo que adquirirla. Lo que se necesita es un sendero hacia la transformación, guiado por una visión de las posibilidades inspiradas por aquel primer bocado.

En las tradiciones espirituales del mundo, la búsqueda del éxtasis es completamente natural. El éxtasis es tu estado energético original. Volver a él es volver a casa para establecerte definitivamente. Este objetivo recibe muchos nombres: redención, salvación, trascendencia e iluminación. Hay tantos senderos como dogmas y maestros espirituales. Pero en resumidas cuentas se propugna una sola verdad: el alma humana anhela volver al lugar donde reside el éxtasis. Ahí puede hallarse la unión con el misterio de Dios.

¿Es posible expandir nuestra conciencia hasta que se funda con la de Dios? La respuesta que proponen las tradiciones espirituales del mundo es que sí lo es, pero para el individuo la única prueba reside en experimentar esa unión. Para ello se requiere una decisión de vida. Destellos de intensa felicidad, incluso un momento de éxtasis, pueden ocurrir espontáneamente: el cielo se despeja y de repente puedes ver el sol. Pero buscar la iluminación exige que realices un cambio en tu libre albedrío. En vez de buscar la felicidad debes busca la dicha. El problema para la mayoría de las personas es que este cambio parece extremo, impropio, incluso amenazador. Es comprensible. A medida que las tradiciones espirituales cayeron en decadencia, surgió una falsa creencia acerca de la iluminación. ...

... Puedes dar un rápido vistazo a la iluminación con un sencillo ejercicio. Cierra los ojos e imagina un hermoso ocaso sobre el océano. Mira los colores tan intensamente como te sea posible; observa la luz centelleando sobre la superficie del agua. Ahora abre los ojos. ¿Has visto el ocaso? Esa imagen no estaba en tu cerebro. Si miráramos en su interior solo encontraríamos reacciones electroquímicas recorriendo las redes sinápticas. En el interior de tu cerebro no hay imágenes que coincidan con lo que ven tus ojos. En la corteza visual no hay ni el más mínimo destello de luz. Pero cuando cierras los ojos e imaginas un ocaso, lo que experimentas no son reacciones electroquímicas. ¿Dónde se encuentra entonces esa imagen del ocaso? No está en el cerebro sino en la conciencia. Ocurre lo mismo cuando tratas de imaginar algo con los cinco sentidos: el aroma de una rosa, el sonido del llanto de un recién nacido, la suave textura del terciopelo o un beso bien plantado en los labios. No hay imágenes, sonidos, sabores ni olores en el cerebro, solo un oscuro silencio que parpadea con débiles impulsos eléctricos e intercambios químicos. Todas las sensaciones existen exclusivamente en la conciencia.

Ahora extiende este conocimiento a tu cuerpo. Lo experimentas como una serie de sensaciones: el peso de tus brazos, el ir y venir de tu respiración, el golpeteo de tu corazón cuando corres. Pero, una vez más, ninguna de estas sensaciones puede encontrarse en el cerebro, ni siquiera con estudios de tomografía axial computarizada o resonancia magnética funcional. Lo único que revelan estos análisis son señales electroquímicas. Así pues, tu cuerpo también existe en tu conciencia. No hay otro lugar donde pueda experimentarse. ...

... Ahora plantéate la pregunta definitiva: ¿dónde existes tu? Si el mundo no puede encontrarse en tu cerebro, mucho menos tú, pues ningún estudio de resonancia magnética ha encontrado jamás una parte del cerebro que se active cuando te percibes a ti mismo. Y, sin embargo, sabes que tienes un ser. Para hallarlo debes pensar fuera del cerebro; de hecho, fuera del tiempo y el espacio. Eres conciencia pura, que no tiene localización en el tiempo ni en el espacio. Piensa cómo funciona la televisión. Cuando la miras puedes ubicar la pantalla en tu sala de estar. Esa imagen solo existe gracias a las señales que transmite el emisor. Esas señales están en todas partes. Por increíble que parezca, aunque puedas localizar tu cuerpo en el tiempo y el espacio, tu conciencia está en todas partes, lo que significa que tú también lo estás. La única razón por la que tu cerebro se activa es que la conciencia así lo quiere. ...

... Tú mantienes el mundo unido de una manera muy sutil, la fuente de la creación, conocida como Dios. Juntos, tú y Dios producís la realidad, y ninguno necesita esforzarse para hacerlo. Estar iluminado significa estar sintonizado con este sencillo hecho. Como sustento de la creación, tu papel es ser, nada más. Si comprendes esto la vida ya no requiere esfuerzo. Estrés, tensión, preocupación, ansiedad e incertidumbre desaparecen. Así se revela el secreto de la dicha ilimitada. ...

... Durante mi niñez en la India recibí algunas lecciones muy simples acerca de la espiritualidad. Una de ellas era que la iluminación es como correr a los brazos de tu madre. Cualquier niño puede identificarse con esa sensación, y también los adultos cuando consideran el significado del sendero espiritual. El recorrido es una expansión progresiva desde la conciencia ordinaria, con todo su temor y aislamiento, hasta la conciencia del alma, que es segura, cálida y acogedora.

Una vez en los brazos de tu alma estás en casa. Dejas de identificarte con las fronteras del ego. Descubres que no estás en el mundo: el mundo está en ti. Todo lo que puede decirse de la conciencia se reduce a esto. Debido a que el viaje nunca termina, siempre hay más que ganar. Simplemente con la conciencia de tu ser verdadero progresarás con naturalidad y sin esfuerzo hacia la conciencia cósmica, que significa estar completamente alerta las veinticuatro horas del día, aun cuando tu cuerpo y tu cerebro estén durmiendo. Después te expandirás a la conciencia divina o conciencia de Dios, en la que todo está hecho de luz.

La presencia divina emana de todos los objetos, todas las experiencias, todos los pensamientos. ...

... Finalmente, llegarás a la conciencia de la unidad, donde terminan todas las separaciones y divisiones. Todos los momentos son parte de la eternidad. Todas las experiencias se comparten en el cosmos. ...

... Con todo este camino por recorrer, considera dónde te encuentras ahora. Si estás decidido a seguir tu camino, la posibilidad de disfrutar la felicidad se expande al infinito. Estarás dirigiéndote nada menos que a la iluminación. No pienses que la iluminación es como suele describirse, como un estado místico. La realidad es que la conciencia se expande naturalmente. El estado de dicha es tu derecho de nacimiento. Cuando alcanzas una conciencia más elevada en cualquier forma, mediante la devoción, la compasión, el servicio o el conocimiento del ser, estarás en el viaje del que hemos hablado en este libro, y desde el primer día de nuestra vida. Si la conciencia es tu hogar verdadero, la iluminación es tu destino verdadero. ...”




Bendiciones.