En esta ocasión quiero invitarlos a compartir -nuevamente- algunos
textos del libro titulado “La receta
de la Felicidad” y cuya autoría corresponde al genio indiscutible de
Deepak Chopra (el Doctor Chopra es autor de más de 50
libros traducidos a casi 40 idiomas; es una autoridad internacional en las
disciplinas de superación, espiritualidad, medicina cuerpo-mente y desarrollo
humano).
Cuando se habla de Deepak Chopra toda
expresión resulta escasa. Es por ello que voy a remitirme -acto seguido y sin
más preámbulos- a las páginas 131 a 139, donde nos dice que:
“... Sentirse realizado significa ir más
allá de las experiencias cotidianas. En el fondo, los seres humanos siempre
hemos anhelado el éxtasis, un sentimiento de euforia, alegría, tranquilidad y
amor. La adicción a las drogas y el alcohol demuestra la inanición y el deseo
de nuestra sociedad de alcanzar el éxtasis verdadero. La felicidad cotidiana
solo nos da un pequeño bocado y nos deja con ganas de más. Así pues, la
felicidad es el comienzo de un viaje que busca una satisfacción más elevada.
Muchas
personas han experimentado por accidente la felicidad más intensa, comúnmente
conocida como experiencia cumbre. Dichas experiencias pueden presentarse en
momentos íntimos con la naturaleza, en situaciones con música o baile, en el
juego o al hacer el amor. Lo que distingue a una experiencia cumbre no es su
intensidad, sino su significado: se siente como si se hubiera revelado una
realidad mayor, más libre, más expansiva. Todos los que han tenido una
experiencia cumbre intentan revivirla. La mayoría sufre una decepción, pues un
momento de conciencia más elevada no es lo mismo que adquirirla. Lo que se
necesita es un sendero hacia la transformación, guiado por una visión de las
posibilidades inspiradas por aquel primer bocado.
En
las tradiciones espirituales del mundo, la búsqueda del éxtasis es
completamente natural. El éxtasis es tu estado energético original. Volver a él
es volver a casa para establecerte definitivamente. Este objetivo recibe muchos
nombres: redención, salvación, trascendencia e iluminación. Hay tantos senderos
como dogmas y maestros espirituales. Pero en resumidas cuentas se propugna una
sola verdad: el alma humana anhela volver al lugar donde reside el éxtasis. Ahí
puede hallarse la unión con el misterio de Dios.
¿Es
posible expandir nuestra conciencia hasta que se funda con la de Dios? La
respuesta que proponen las tradiciones espirituales del mundo es que sí lo es,
pero para el individuo la única prueba reside en experimentar esa unión. Para
ello se requiere una decisión de vida. Destellos de intensa felicidad, incluso
un momento de éxtasis, pueden ocurrir espontáneamente: el cielo se despeja y de
repente puedes ver el sol. Pero buscar la iluminación exige que realices un
cambio en tu libre albedrío. En vez de buscar la felicidad debes busca la
dicha. El problema para la mayoría de las personas es que este cambio parece
extremo, impropio, incluso amenazador. Es comprensible. A medida que las tradiciones espirituales cayeron en decadencia,
surgió una falsa creencia acerca de la iluminación. ...
...
Puedes dar un rápido vistazo a la iluminación con un sencillo ejercicio. Cierra
los ojos e imagina un hermoso ocaso sobre el océano. Mira los colores tan intensamente
como te sea posible; observa la luz centelleando sobre la superficie del agua.
Ahora abre los ojos. ¿Has visto el ocaso? Esa imagen no estaba en tu cerebro.
Si miráramos en su interior solo encontraríamos reacciones electroquímicas
recorriendo las redes sinápticas. En el interior de tu cerebro no hay imágenes
que coincidan con lo que ven tus ojos. En la corteza visual no hay ni el más
mínimo destello de luz. Pero cuando cierras los ojos e imaginas un ocaso, lo
que experimentas no son reacciones electroquímicas. ¿Dónde se encuentra
entonces esa imagen del ocaso? No está en el cerebro sino en la conciencia.
Ocurre lo mismo cuando tratas de imaginar algo con los cinco sentidos: el aroma
de una rosa, el sonido del llanto de un recién nacido, la suave textura del
terciopelo o un beso bien plantado en los labios. No hay imágenes, sonidos,
sabores ni olores en el cerebro, solo un oscuro silencio que parpadea con
débiles impulsos eléctricos e intercambios químicos. Todas las sensaciones
existen exclusivamente en la conciencia.
Ahora
extiende este conocimiento a tu cuerpo. Lo experimentas como una serie de
sensaciones: el peso de tus brazos, el ir y venir de tu respiración, el
golpeteo de tu corazón cuando corres. Pero, una vez más, ninguna de estas sensaciones
puede encontrarse en el cerebro, ni siquiera con estudios de tomografía axial
computarizada o resonancia magnética funcional. Lo único que revelan estos
análisis son señales electroquímicas. Así pues, tu cuerpo también existe en tu
conciencia. No hay otro lugar donde pueda experimentarse. ...
... Ahora
plantéate la pregunta definitiva: ¿dónde existes tu? Si el mundo no puede
encontrarse en tu cerebro, mucho menos tú, pues ningún estudio de resonancia
magnética ha encontrado jamás una parte del cerebro que se active cuando te
percibes a ti mismo. Y, sin embargo, sabes que tienes un ser. Para hallarlo
debes pensar fuera del cerebro; de hecho, fuera del tiempo y el espacio. Eres
conciencia pura, que no tiene localización en el tiempo ni en el espacio. Piensa
cómo funciona la televisión. Cuando la miras puedes ubicar la pantalla en tu
sala de estar. Esa imagen solo existe gracias a las señales que transmite el
emisor. Esas señales están en todas partes. Por increíble que parezca, aunque
puedas localizar tu cuerpo en el tiempo y el espacio, tu conciencia está en
todas partes, lo que significa que tú también lo estás. La única razón por la
que tu cerebro se activa es que la conciencia así lo quiere. ...
...
Tú mantienes el mundo unido de una manera muy sutil, la fuente de la creación,
conocida como Dios. Juntos, tú y Dios producís la realidad, y ninguno necesita
esforzarse para hacerlo. Estar iluminado significa estar sintonizado con este
sencillo hecho. Como sustento de la creación, tu papel es ser, nada más. Si
comprendes esto la vida ya no requiere esfuerzo. Estrés, tensión, preocupación,
ansiedad e incertidumbre desaparecen. Así se revela el secreto de la dicha
ilimitada. ...
...
Durante mi niñez en la India recibí algunas lecciones muy simples acerca de la
espiritualidad. Una de ellas era que la iluminación es como correr a los brazos
de tu madre. Cualquier niño puede identificarse con esa sensación, y también
los adultos cuando consideran el significado del sendero espiritual. El
recorrido es una expansión progresiva desde la conciencia ordinaria, con todo
su temor y aislamiento, hasta la conciencia del alma, que es segura, cálida y
acogedora.
Una
vez en los brazos de tu alma estás en casa. Dejas de identificarte con las
fronteras del ego. Descubres que no estás en el mundo: el mundo está en ti.
Todo lo que puede decirse de la conciencia se reduce a esto. Debido a que el
viaje nunca termina, siempre hay más que ganar. Simplemente con la conciencia
de tu ser verdadero progresarás con naturalidad y sin esfuerzo hacia la
conciencia cósmica, que significa estar completamente alerta las veinticuatro
horas del día, aun cuando tu cuerpo y tu cerebro estén durmiendo. Después te
expandirás a la conciencia divina o conciencia de Dios, en la que todo está
hecho de luz.
La
presencia divina emana de todos los objetos, todas las experiencias, todos los
pensamientos. ...
...
Finalmente, llegarás a la conciencia de la unidad, donde terminan todas las
separaciones y divisiones. Todos los momentos son parte de la eternidad. Todas
las experiencias se comparten en el cosmos. ...
...
Con todo este camino por recorrer, considera dónde te encuentras ahora. Si
estás decidido a seguir tu camino, la posibilidad de disfrutar la felicidad se
expande al infinito. Estarás dirigiéndote nada menos que a la iluminación. No
pienses que la iluminación es como suele describirse, como un estado místico.
La realidad es que la conciencia se expande naturalmente. El estado de dicha es
tu derecho de nacimiento. Cuando alcanzas una conciencia más elevada en
cualquier forma, mediante la devoción, la compasión, el servicio o el
conocimiento del ser, estarás en el viaje del que hemos hablado en este libro,
y desde el primer día de nuestra vida. Si la conciencia es tu hogar verdadero,
la iluminación es tu destino verdadero. ...”
Bendiciones.
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