jueves, 11 de abril de 2013

Sentirse pleno, sentirse realizado ...


En esta ocasión quiero invitarlos a compartir -nuevamente- algunos textos del libro titulado “La receta de la Felicidad” y cuya autoría corresponde al genio indiscutible de Deepak Chopra (el Doctor Chopra es autor de más de 50 libros traducidos a casi 40 idiomas; es una autoridad internacional en las disciplinas de superación, espiritualidad, medicina cuerpo-mente y desarrollo humano).

Cuando se habla de Deepak Chopra toda expresión resulta escasa. Es por ello que voy a remitirme -acto seguido y sin más preámbulos- a las páginas 131 a 139, donde nos dice que:

“... Sentirse realizado significa ir más allá de las experiencias cotidianas. En el fondo, los seres humanos siempre hemos anhelado el éxtasis, un sentimiento de euforia, alegría, tranquilidad y amor. La adicción a las drogas y el alcohol demuestra la inanición y el deseo de nuestra sociedad de alcanzar el éxtasis verdadero. La felicidad cotidiana solo nos da un pequeño bocado y nos deja con ganas de más. Así pues, la felicidad es el comienzo de un viaje que busca una satisfacción más elevada.

Muchas personas han experimentado por accidente la felicidad más intensa, comúnmente conocida como experiencia cumbre. Dichas experiencias pueden presentarse en momentos íntimos con la naturaleza, en situaciones con música o baile, en el juego o al hacer el amor. Lo que distingue a una experiencia cumbre no es su intensidad, sino su significado: se siente como si se hubiera revelado una realidad mayor, más libre, más expansiva. Todos los que han tenido una experiencia cumbre intentan revivirla. La mayoría sufre una decepción, pues un momento de conciencia más elevada no es lo mismo que adquirirla. Lo que se necesita es un sendero hacia la transformación, guiado por una visión de las posibilidades inspiradas por aquel primer bocado.

En las tradiciones espirituales del mundo, la búsqueda del éxtasis es completamente natural. El éxtasis es tu estado energético original. Volver a él es volver a casa para establecerte definitivamente. Este objetivo recibe muchos nombres: redención, salvación, trascendencia e iluminación. Hay tantos senderos como dogmas y maestros espirituales. Pero en resumidas cuentas se propugna una sola verdad: el alma humana anhela volver al lugar donde reside el éxtasis. Ahí puede hallarse la unión con el misterio de Dios.

¿Es posible expandir nuestra conciencia hasta que se funda con la de Dios? La respuesta que proponen las tradiciones espirituales del mundo es que sí lo es, pero para el individuo la única prueba reside en experimentar esa unión. Para ello se requiere una decisión de vida. Destellos de intensa felicidad, incluso un momento de éxtasis, pueden ocurrir espontáneamente: el cielo se despeja y de repente puedes ver el sol. Pero buscar la iluminación exige que realices un cambio en tu libre albedrío. En vez de buscar la felicidad debes busca la dicha. El problema para la mayoría de las personas es que este cambio parece extremo, impropio, incluso amenazador. Es comprensible. A medida que las tradiciones espirituales cayeron en decadencia, surgió una falsa creencia acerca de la iluminación. ...

... Puedes dar un rápido vistazo a la iluminación con un sencillo ejercicio. Cierra los ojos e imagina un hermoso ocaso sobre el océano. Mira los colores tan intensamente como te sea posible; observa la luz centelleando sobre la superficie del agua. Ahora abre los ojos. ¿Has visto el ocaso? Esa imagen no estaba en tu cerebro. Si miráramos en su interior solo encontraríamos reacciones electroquímicas recorriendo las redes sinápticas. En el interior de tu cerebro no hay imágenes que coincidan con lo que ven tus ojos. En la corteza visual no hay ni el más mínimo destello de luz. Pero cuando cierras los ojos e imaginas un ocaso, lo que experimentas no son reacciones electroquímicas. ¿Dónde se encuentra entonces esa imagen del ocaso? No está en el cerebro sino en la conciencia. Ocurre lo mismo cuando tratas de imaginar algo con los cinco sentidos: el aroma de una rosa, el sonido del llanto de un recién nacido, la suave textura del terciopelo o un beso bien plantado en los labios. No hay imágenes, sonidos, sabores ni olores en el cerebro, solo un oscuro silencio que parpadea con débiles impulsos eléctricos e intercambios químicos. Todas las sensaciones existen exclusivamente en la conciencia.

Ahora extiende este conocimiento a tu cuerpo. Lo experimentas como una serie de sensaciones: el peso de tus brazos, el ir y venir de tu respiración, el golpeteo de tu corazón cuando corres. Pero, una vez más, ninguna de estas sensaciones puede encontrarse en el cerebro, ni siquiera con estudios de tomografía axial computarizada o resonancia magnética funcional. Lo único que revelan estos análisis son señales electroquímicas. Así pues, tu cuerpo también existe en tu conciencia. No hay otro lugar donde pueda experimentarse. ...

... Ahora plantéate la pregunta definitiva: ¿dónde existes tu? Si el mundo no puede encontrarse en tu cerebro, mucho menos tú, pues ningún estudio de resonancia magnética ha encontrado jamás una parte del cerebro que se active cuando te percibes a ti mismo. Y, sin embargo, sabes que tienes un ser. Para hallarlo debes pensar fuera del cerebro; de hecho, fuera del tiempo y el espacio. Eres conciencia pura, que no tiene localización en el tiempo ni en el espacio. Piensa cómo funciona la televisión. Cuando la miras puedes ubicar la pantalla en tu sala de estar. Esa imagen solo existe gracias a las señales que transmite el emisor. Esas señales están en todas partes. Por increíble que parezca, aunque puedas localizar tu cuerpo en el tiempo y el espacio, tu conciencia está en todas partes, lo que significa que tú también lo estás. La única razón por la que tu cerebro se activa es que la conciencia así lo quiere. ...

... Tú mantienes el mundo unido de una manera muy sutil, la fuente de la creación, conocida como Dios. Juntos, tú y Dios producís la realidad, y ninguno necesita esforzarse para hacerlo. Estar iluminado significa estar sintonizado con este sencillo hecho. Como sustento de la creación, tu papel es ser, nada más. Si comprendes esto la vida ya no requiere esfuerzo. Estrés, tensión, preocupación, ansiedad e incertidumbre desaparecen. Así se revela el secreto de la dicha ilimitada. ...

... Durante mi niñez en la India recibí algunas lecciones muy simples acerca de la espiritualidad. Una de ellas era que la iluminación es como correr a los brazos de tu madre. Cualquier niño puede identificarse con esa sensación, y también los adultos cuando consideran el significado del sendero espiritual. El recorrido es una expansión progresiva desde la conciencia ordinaria, con todo su temor y aislamiento, hasta la conciencia del alma, que es segura, cálida y acogedora.

Una vez en los brazos de tu alma estás en casa. Dejas de identificarte con las fronteras del ego. Descubres que no estás en el mundo: el mundo está en ti. Todo lo que puede decirse de la conciencia se reduce a esto. Debido a que el viaje nunca termina, siempre hay más que ganar. Simplemente con la conciencia de tu ser verdadero progresarás con naturalidad y sin esfuerzo hacia la conciencia cósmica, que significa estar completamente alerta las veinticuatro horas del día, aun cuando tu cuerpo y tu cerebro estén durmiendo. Después te expandirás a la conciencia divina o conciencia de Dios, en la que todo está hecho de luz.

La presencia divina emana de todos los objetos, todas las experiencias, todos los pensamientos. ...

... Finalmente, llegarás a la conciencia de la unidad, donde terminan todas las separaciones y divisiones. Todos los momentos son parte de la eternidad. Todas las experiencias se comparten en el cosmos. ...

... Con todo este camino por recorrer, considera dónde te encuentras ahora. Si estás decidido a seguir tu camino, la posibilidad de disfrutar la felicidad se expande al infinito. Estarás dirigiéndote nada menos que a la iluminación. No pienses que la iluminación es como suele describirse, como un estado místico. La realidad es que la conciencia se expande naturalmente. El estado de dicha es tu derecho de nacimiento. Cuando alcanzas una conciencia más elevada en cualquier forma, mediante la devoción, la compasión, el servicio o el conocimiento del ser, estarás en el viaje del que hemos hablado en este libro, y desde el primer día de nuestra vida. Si la conciencia es tu hogar verdadero, la iluminación es tu destino verdadero. ...”




Bendiciones.

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