Bajo
la denominación de “Esclavos del amor: <Todo lo que hago, lo hago por
ti>, el siempre magistral Walter Riso (cursó estudios universitarios de
psicología, se especializó en terapia cognitiva y obtuvo una maestría en
bioética; alterna el ejercicio de la cátedra universitaria con la publicación
de textos científicos y de divulgación de diversos medios) aborda una situación
que -supongo- provoca desvelo en la mayoría de los seres humanos. En su libro “Enamorados
o esclavizados” – Manifiesto de liberación afectiva, sigue compartiendo con
todos nosotros, parte de su rica y vasta experiencia profesional y -diría yo-
personal. Una vez más, es un verdadero placer poder acercarles algunas de sus
invalorables reflexiones. Desde hace un par de años (cuando tomé conocimiento
de su existencia) sigo atentamente cada una de sus publicaciones. En mi
opinión, Walter resulta ser un gran Maestro. Dotado de una impresionante
Sabiduría de Vida, es absolutamente claro y preciso a la hora de transmitir sus
experiencias y/o conocimientos. Nunca me canso de recomendar la lectura de
cualquiera de sus libros, sabiendo que ningún lector quedará defraudado.
En
las páginas 136 a 140, nos dice que:
“...
Si hay dependencia, adiós individualidad. Saltarás al compás del otro, de sus
necesidades, caprichos o sugerencias, a costa de ti mismo o sin la menor
autodeterminación: <Sólo importas tú>. Entregarse sin recato ni
principios implica situar el control de la propia vida afuera y esclavizarse.
¿Qué otra cosa podría significar la tan sonada frase <Tus deseos son órdenes
para mí>? Los individuos que piensan de esta manera ponen todas sus
facultades y recursos mentales al servicio de la persona amada y viven atentos
a cada una de sus señales y requerimientos, como si se tratara de una
obligación ineludible. Una paciente me comentaba que, cada vez que el marido
llegaba de trabajar, ella, con solo verlo (en realidad lo <escaneaba>),
ya sabía cómo había sido su día de trabajo, qué problemas tenía y cuál era su estado
de ánimo. Como la mejor de las geishas, corría a su encuentro tratando de
calmar sus ansiedades y darle gusto. Cuando le pregunté si él hacía lo mismo
con ella, esquivó el tema. Yo insistí: <Supongo que usted también se cansa y
se estresa. Hacerse cargo de la casa y de los niños no es cosa fácil... ¿El la
contempla, está pendiente, la ayuda?> Me dijo que no era el estilo de él y
me confesó que en realidad sí le gustaría tener de vez en cuando un
<geisho>. Pero ella estaba ya acostumbrada a su propia frustración:
<Todo lo que hago es por ti, aunque la mayoría de las cosas que tú hagas no
sean por mí>.
Dar
sin esperar nada a cambio acaba con cualquier relación de pareja humana y
terrenal. Tarde o temprano te afectará dar y no recibir, a no ser que el otro
esté enfermo o tenga una limitación incapacitante. Sin reciprocidad no hay
vínculo que aguante o se mantenga en el terreno de lo saludable. <Todo lo
que hago lo hago por ti, y nunca por mí>, no importa el tono en que lo
digas, es falta de amor propio.
Un
adolescente le juraba a su novia:
-Haré
lo que me pidas, con tal que sigamos juntos.
Ella,
ni lerda ni perezosa, se limitó a verificar la propuesta:
-¿Lo que te pida? -preguntó incrédula.
Vaya
a saber qué habrá pasado por su mente, porque no volvieron a la cita. Mucha
desesperación y muy poca autoestima de parte del joven: <Haré lo que me
pidas...> o, lo que es lo mismo: <Haz lo que quieras de mí>. Puro
apego y necesidad imperiosa del otro sin medir consecuencias. Eso no es amor,
sino subordinación emocional. La gente dirá: <¡Cuánto la ama>> Y yo
digo: <¡Qué poco que se ama a sí mismo!>.
Actuar
exageradamente en función del otro y <ver sólo por sus ojos> tiene, al
menos, dos consecuencias negativas para la salud mental: (a) dejar de tenerse
en cuenta a uno mismo y ubicarse en un segundo plano en la relación y (b) hacer
que la pareja se acostumbre a recibir más que a dar. Como dije antes, cuando se
rompe la reciprocidad, aparecen los dictadores y los tiranos. Es difícil estar
con alguien que se comporta como esclavo y no sentirse <amo>. ¡Es tan
cómodo que la persona amada viva en función de uno!
Recuerdo
el caso de una pareja en la que el señor se quejaba porque, según él, la mujer
ya no lo quería como antes. La principal queja del hombre era que su esposa ya
no le cortaba las uñas de los pies ni se los lavaba. Por su parte, la señora se
negaba porque, según ella, él <ya no era tan cariñoso y amable como
antes> y, por lo tanto, en un acto de repudio, había decidido castigarlo. Le
pregunté a la mujer por qué le lavaba los pies todos los días, y me respondió
que no le gustaba verlo con los pies sucios y las uñas largas, pero también
porque lo quería mucho y ésa era una manera de demostrarle su amor. Aceptemos
que existen diferentes formas de manifestar el afecto y que todas son, en
principio, válidas: cada pareja define su contubernio amoroso. Pero el problema
en este caso era que el hombre había convertido el <arreglo de los pies>
en un derecho personal, cuando en realidad no era más que un privilegio, un regalo
que le hacía su mujer. Esa era la razón por la cual estaba más indignado que
triste. En su mente, su esposa había violado un derecho personal de manera
descarada y tenía que repararlo. Traté de hacerlo entrar en razón, pero fue
imposible. Finalmente, el problema logró <solucionarse> cuando el
intercambio de reforzadores logró equilibrarse: él seguiría siendo el centro de
la vida de su señora, repleta de ventajas, a cambio de ser algo más cariñoso
con ella. En lo esencial, la relación siguió desequilibrada, pero ella se
conformaba con muy poco. Ella volvió a lavarle los pies y él bajó sus niveles
de antipatía.
Es
sumamente complicado ser libre si sólo se vive para complacer al otro. Lo que
nunca debes perder es tu punto de control interno,
es decir, la capacidad de hacerte cargo de ti mismo y dirigir tu propia
conducta. Estar atento a ti mismo: quererte, cuidarte, autorreforzarte. Sin
autodirección serás como un barco a la deriva. La solución está en desarrollar
un pensamiento más constructivo, que sea de ida y vuelta: <Me ocupo de ti y también
de mi>, <Pienso en ti y también
pienso en mí>, <Te ayudo y también
me ayudo>. Tu vida no debe girar alrededor de tu pareja como si fueras un
satélite atrapado por la órbita. <Todo lo que hago, lo hago por ti>
esconde una falta de autorrespeto. Amar no es sacrificarse y anularse, es dar y
recibir gozoso, de parte y parte, equilibradamente.
Quédate
con la siguiente autoafirmación. Que te sirva de referencia o, si lo consideras
prudente, coméntasela a tu pareja (aunque te recomiendo darle antes un
tranquilizante):
No existo por y para ti, a cualquier
costo y de cualquier manera. Mi amor por tu persona, mi entrega, mi
solidaridad, tienen límites. No son incondicionales. El día que no me quieras,
que violes mis principios o que afectes mi autorrealización, habremos pasado la
línea roja. El día que yo deba desaparecer o empequeñecerme para que tú
brilles, desde ese momento, no estaré más en tu vida. Te quiero, pero también
me quiero. Esa es la consigna, ésa es la premisa, para que tú, si quieres
seguir conmigo, también la asumas y estemos juntos en paz y armonía....”
¿Quedó claro?. Para mí, está más que claro ...
¡simple y sencillamente clarísimo!.
Bendiciones.
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