Así
se titula uno de los libros cuya autoría corresponde a Mabel Katz (Contadora
Pública que abandonó su redituable profesión para viajar por el mundo enseñando
el arte de Ho’ oponopono; estudió por doce años intensivamente con el Dr.
Ihaleakalá Hew Len y -en la actualidad- disfruta de su éxito como oradora
especial y líder de seminarios con gran demanda en el mundo entero. Es autora y
coautora de varios libros. Como resultado de sus logros personales y su
generosidad de espíritu, Mabel ha recibido premios a nivel local, nacional y es
ahora aclamada a nivel internacional). Gracias a Silvana, una gran amiga y
hermana del Corazón, he tomado contacto con este arte ancestral. “El Camino
más Fácil para Vivir” – Suelta el pasado, vive el presente y cambia tu vida
para siempre, es una lectura absolutamente atrayente, plena de sentido,
rebosante de Sabiduría y muy amena. Nos estimula con una claridad
impresionante. Nos conecta con Dios (el Universo o como cada uno quiera
llamarlo de acuerdo con sus creencias) y nos eleva a alturas insospechadas: nos
pone en línea directa con la Divinidad.
En lo que intenta ser un aporte personal,
voy a compartir con todos ustedes un texto -de dicho libro- que se encuentra en
las páginas 29 a 34 (Capítulo I):
"Eres Perfecto
¿Quién
soy? Esa es la pregunta más importante y la mayoría de nosotros no tiene ni la
menor idea de lo simple que es su respuesta.
Es
esencial recordar que todos venimos del Vacío y que la Luz Perfecta nos creó Perfectos,
ya que algo perfecto no puede crear algo imperfecto. Perfecto significa libre
de opiniones, creencias y juicios.
¡Somos
perfectos! Sin embargo, los pensamientos, creencias, opiniones y juicios son
imperfectos. A lo largo de nuestras vidas, la sociedad y nuestras experiencias
instalan en nuestra conciencia estos programas, estas bases de datos confusas y
restrictivas.
Cuando
nos damos cuenta de que no somos nuestras memorias, podemos comenzar a observar
sin apegarnos al resultado y regresar a nuestro estado de perfección original.
Simplemente,
observa tu respuesta a la gente y a las situaciones sin engancharte ni
reaccionar. A medida que perfecciones este proceso, te volverás más consciente
de tus pensamientos, opiniones y juicios, logrando distanciarte de ellos y
permanecer en paz en todas las situaciones. Te liberarás cuando te vuelvas
capaz de observar sin etiquetar la situación como buena o mala.
Lamentablemente,
nuestra manera normal de funcionar es esperar a que aparezcan ciertas situaciones antes de decidir, actuar
o sentir. Mutamos
de acuerdo con las circunstancias externas y creemos que esto es lo que somos.
Así es como permitimos que las posesiones, los acontecimientos y la información
del exterior definan nuestra identidad.
Para
poder recuperar nuestra conexión con lo Divino y la paz interior debemos
regresar a nuestra verdadera esencia y saber, en nuestro corazón, que ya
tenemos todo. Esto nos permite ser nosotros mismos y comenzar a existir en una
realidad de confianza e inspiración, la cual, a su vez, nos trae todo lo que es
perfecto para nosotros a cada momento.
En
casi todos los casos recibirás más de lo que esperas cuando dejes de definirte
según tus circunstancias externas. Una vez que regreses a tu verdadera esencia,
la gente te valorará más ya que tú te valoras a ti mismo. Los demás te
brindarán reconocimiento por tu amor, respeto y confianza en ti mismo. Este
respeto no tendrá nada que ver con tus títulos profesionales o tus posesiones,
sino que estará completamente basado en TI. Es un proceso simple y natural. En
el momento en que comiences a liberarte, notarás que no es necesario decir
demasiado para que la gente comience a preguntar: <¿Qué te has hecho? ¿Qué
has estado haciendo? ¡Te ves diferente, más joven!>
Marianne Williamson ha dicho:
Nuestro
temor más profundo no es ser inadecuados.
Nuestro
temor más profundo es ser inmensurablemente poderosos. Es nuestra luz, no
nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para
ser brillante, bello, talentoso y fabuloso? En realidad ¿Quién eres para no
serlo? Eres hijo de Dios. Tu humildad no le sirve al mundo. No tiene nada de
iluminado reducirte para que los demás no se sientan inseguros a tu lado. Todos
fuimos puestos aquí para brillar, como los niños. Nacimos para manifestar la
gloria de Dios que llevamos dentro. Esto no está sólo en algunos; está en todo
el mundo. Y, a medida que permitimos que brille nuestra luz, inconscientemente,
damos permiso a los demás para que hagan lo mismo. A medida que nos liberamos
del propio temor, nuestra presencia libera automáticamente a los demás.
Cuando eres tú mismo, permites a los demás que sean ellos mismos en tu presencia.
Tal
vez sea difícil al principio, pero una vez que hayas tenido esta experiencia de
conciencia: la vivencia de estar en cero -libre de opiniones, juicios y
expectativas-, querrás regresar a ello lo más frecuentemente posible, aunque
sea, por un breve segundo. Y cuanto más practiques, más fácil se te hará
permanecer consciente. Tal vez permanezcas consciente por un período corto
porque pronto comenzará a repetirse el próximo dato almacenado, dándote otra
oportunidad para practicar la conciencia y volver a ser tú mismo.
Más
y más te sentirás libre, como un niño que observa todo y admira las maravillas
de la vida. Te volverás puro de corazón (*).
Y, llegado el momento, te requerirá menos
esfuerzo regresar a la vida consciente que seguir la inconsciencia. Estar
consciente y ser uno mismo es fácil. Es un proceso natural y, una vez que
comiences a practicarlo, recordarás la sensación en tu corazón y en tu cuerpo.
Esta regresará cada vez con mayor frecuencia. Este estado de paz y verdadera
alegría se logra momento a momento, dejando ir todo lo que no forma parte de tu
verdadera esencia.
Recuerda:
la seguridad y la felicidad que buscas no están en tus posesiones materiales,
tus títulos o tus relaciones personales. Están mucho más cerca de lo que crees.
Absolutamente
nada de lo que hay en el mundo exterior puede hacerte sentir completo o
perfecto. Todo lo que encuentras en el exterior y que tal vez consideres
necesario en este momento sólo te brinda una emoción pasajera. Es un apego y lo
más probable es que, tarde o temprano, desaparezca o deje de ser interesante
para ti y sufras.
Libérate.
Date cuenta de que ya tienes todo lo que necesitas y no precisas nada más.
Entrégate y permite que la parte tuya que posee la sabiduría te guíe y te
proteja. Regresa a tu identidad perfecta y encontrarás el Reino de Dios y todo
lo que necesitas. ¿Dónde? ¡En tu interior!.”
(*) resaltar es de mi autoría.
Bendiciones.
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