miércoles, 15 de mayo de 2013

El Martín Fierro y un país moderno, pero para todos ...


“... Antes que un <poema épico>, Martín Fierro es una obra de denuncia, con una clara intención: oponerse a la política oficial y proponer la inclusión del gaucho dentro del país que se estaba construyendo:

Es el pobre en su orfandá
de la fortuna el desecho
porque naides toma a pecho
el defender a su raza.
Debe el gaucho tener casa,
Escuela, Iglesia y derechos.

Y Martín Fierro cobró vida más allá de la intención del autor, convirtiéndose en el prototipo del perseguido por un sistema injusto y excluyente. En los versos del poema se hizo carne cierta sabiduría popular recibida del ambiente, y así en Fierro habla no sólo la conveniencia de promover una mano de obra barata, sino la dignidad misma del hombre en su tierra, haciéndose cargo de su destino a través del trabajo, el amor, la fiesta y la fraternidad.

A partir de aquí, podemos empezar a avanzar en nuestra reflexión. Nos interesa saber dónde apoyar la esperanza, desde dónde reconstruir los vínculos sociales que se han visto tan castigados en estos tiempos. El cacerolazo fue como un chispazo autodefensivo, espontáneo y popular (aunque forzar la reiteración en el tiempo le hace perder las notas de su contenido original).

Sabemos que no alcanzó con golpear las cacerolas: hoy lo que más urge es tener con qué llenarlas. Debemos recuperar organizada y creativamente el protagonismo al que nunca debimos renunciar, y por ende, tampoco podemos ahora volver a meter la cabeza en el hoyo, dejando que los dirigentes hagan y deshagan. Y no podemos por dos motivos: porque ya vimos lo que pasa cuando el poder político y económico se desliga de la gente, y porque la reconstrucción no es tarea de algunos sino de todos, así como la Argentina no es sólo la clase dirigente, sino todos y cada uno de los que viven en esta porción del planeta.

¿Entonces, qué? Me resulta significativo el contexto histórico del Martín Fierro: una sociedad en formación, un proyecto que excluye a un importante sector de la población, condenándolo a la orfandad y a la desaparición, y una propuesta de inclusión. ¿No estamos hoy en una situación similar? ¿No hemos sufrido las consecuencias de un modelo de país armado en torno a determinados intereses económicos, excluyente de las mayorías, generador de pobreza y marginación, tolerante con todo tipo de corrupción, mientras no se tocaran los intereses del poder más concentrado? ¿No hemos formado parte de ese sistema perverso, aceptando, en parte, sus principios mientras no tocaran nuestro bolsillo, cerrando los ojos ante los que iban quedando fuera y cayendo ante la aplanadora de la injusticia, hasta que esta última, prácticamente, nos expulsó a todos?

Hoy debemos articular, sí, un programa económico y social, pero fundamentalmente un proyecto político en su sentido más amplio.

¿Qué tipo de sociedad queremos? Martín Fierro orienta nuestra mirada nuestra vocación como pueblo, como Nación. Nos invita, a darle forma a nuestra deseo de una sociedad donde todos tengan lugar: el comerciante porteño, el gaucho del litoral, el pastor del norte, el artesano del Noroeste, el aborigen y el inmigrante, en la medida en que ninguno de ellos quiera quedarse él solo con la totalidad, expulsando al otro de la tierra. ...”

“... Depreciada, devaluada y hasta atacada por muchos, la tarea cotidiana de todos aquellos que mantienen en funcionamiento las escuelas, enfrentando dificultades de todo tipo, con bajos sueldos y dando mucho más de lo que reciben, sigue siendo uno de los mejores ejemplos de aquello a lo cual hay que volver a apostar, una vez más: la entrega personal a un proyecto de un país para todos. Proyecto que, desde lo educativo, lo religioso o lo social, se torna político en el sentido más alto de la palabra: construcción de la comunidad.

Este proyecto político de inclusión no es tarea sólo del partido gobernante, ni siquiera de la clase dirigente en su conjunto, sino de cada uno de nosotros. El <tiempo nuevo> se gesta desde la vida concreta y cotidiana de cada uno de los miembros de la Nación, en cada decisión ante el prójimo, ante las propias responsabilidades, en lo pequeño y en lo grande, cuanto más en el seno de las familias y en nuestra cotidianeidad escolar o laboral.

Más Dios ha de permitir
que esto llegue a mejorar
pero se ha de recordar
para hacer bien el trabajo
que el fuego pa calentar
debe ir siempre por abajo.

Pero esto merece una reflexión más completa. ..."


Este texto que acaban de leer fue extraído del libro “El Jesuita”- La historia de Francisco, el Papa argentino -páginas 176 a 180-, cuya autoría corresponde a Sergio Rubin (periodista que realizó decenas de viajes con el Papa Juan Pablo II, la cobertura de sus funerales y la elección de Benedicto XVI) y a Francesca Ambrogetti (periodista y psicóloga social que colabora con diversos medios internacionales, entre ellos Radio Vaticana). Como ya he dicho en un compartir anterior (titulado Francisco I: un Jesuita de pura cepa ...) este libro resulta ser una lectura altamente recomendable para quienes deseen disfrutar de un relato apasionante, sumamente elocuente y que deja traslucir una inmensa Sabiduría de Vida.

Un conjunto de talentos reunidos (Francisco, Sergio y Francesca) para dar forma a una parte del proyecto que Dios tiene para cada uno de sus hijos, entre los cuales nos encontramos todos nosotros; es decir: la entera “HUMANIDAD”. Todos somos "UNO". Todo es "UNO".




Bendiciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario