jueves, 24 de octubre de 2013

Cambia, todo cambia ... la Mentalidad también ...


A medida que voy avanzando en la lectura del libro “Volver al amor” cuya autoría  corresponde a Marianne Williamson (auténtica celebridad en Estados Unidos, donde expone sus ideas sobre espiritualidad y enseña los principios básicos de Un curso de milagros. Es fundadora de organizaciones sin ánimo de lucro que proporcionan servicios no médicos a personas con enfermedades graves) mayor es mi entusiasmo por los conceptos, experiencias y reflexiones que contiene. Y mayor, también, es la inspiración que me invita a seguir compartiendo -con todos ustedes- algunos textos, como el que puede leerse en las páginas 162 a 169.
  
"... Cambiar la mentalidad

<El cambio fundamental ocurrirá cuando el pensador cambie la mentalidad.>

El objetivo fundamental de la práctica espiritual es la recuperación plena, y sólo de una cosa es preciso recuperarse: del sentimiento fracturado de uno mismo. Nadie puede convencerte de que eres una persona válida si tú no te lo crees. Si los demás actúan como si lo fueras, tú no les creerás, o bien llegarás a depender hasta tal punto de que te lo aseguren continuamente que lo único que conseguirás mediante esa dependencia será que cambien de opinión. De cualquiera de las dos maneras, tú te quedas convencido de que no eres una persona váldia. ... 

... Mediante tu deseo de ver la perfección en los demás te despiertas a tu propia perfección, aunque a veces esto no es fácil. Cuando siento que la vieja y conocida oscuridad empieza a descender sobre mí, cuando por ejemplo un hombre hace un comentario que racionalmente reconozco que es bastante inocente, pero que me hace sentir abandonada, dejada de lado o rechazada, ya he pasado por bastantes situaciones así en mi vida como para saber que el mal no está en lo que él acaba de decir. El no es el enemigo. El enemigo es este sentimiento que en el pasado me ha llevado a atacarlo o a defenderme hasta el punto de hacer que él sienta exactamente lo que yo siento que él siente, aunque en realidad él no lo estuviese sintiendo. Pero puedo optar por ver la situación de diferente manera. Esta es mi muralla. Es el punto donde debemos ser muy conscientes y llamar a Dios pidiendo un milagro: <Dios amado, ayúdame, por favor. Es esto. Aquí mismo. Ahí es donde la espada me entra en el corazón. ...>

El momento en que el dolor es más intenso es una oportunidad maravillosa. El ego preferiría que jamás mirásemos directamente al dolor. Cuando estamos en crisis, hay una buena probabilidad de que nos descuidemos y pidamos ayuda al Cielo. Al ego le gustaría que nunca estuviéramos en crisis. El prefiere que por el fondo de nuestra vida corra un calmado río de desdicha, no tan malo como para hacernos pensar si no serán nuestras propias opciones lo que provoca el dolor. Sólo cuando el dolor está aquí, tenemos la oportunidad de <derrotar a Satán y expulsarlo para siempre>.

-Marianne –me dijo una vez un hombre-, tú sabes que puedes trabajar en este asunto con tu terapeuta, con Un Curso de milagros, con tu editor, con el que da las charlas sobre relaciones humanas y con todas tus amigas, pero nadie te dará la magnífica oportunidad que tienes de trabajar en ello conmigo.

Lo que quería decir, por supuesto, era que con los demás podría describir el dolor, pero con él podría sentirlo. Y en aquel momento, si yo no elegía la opción pueril y narcisista de eludir la responsabilidad y abandonarlo, sino que me quedaba a afrontar el miedo y superarlo, se cumpliría la finalidad de la relación. Cuando llevamos nuestra oscuridad a la luz y la perdonamos, entonces podemos seguir adelante.

Sanamos por medio del descubrimiento y la plegaria. La conciencia sola no nos sana. Si el análisis pudiera, por sí solo, sanar nuestras heridas, ya estaríamos todos sanos. Nuestras neurosis están profundamente incrustadas en nuestro psiquismo, como un tumor que envuelve a un órgano vital.

El proceso de cambio milagroso es doble:

  1. Veo mi error o pauta negativa.
  2. Pido a Dios que me libere de ello.
El primer principio sin el segundo es impotente. Como dicen en Alcohólicos Anónimos, <tus buenas ideas son las que te han traído aquí>. Tú eres el problema, pero no la solución.

El segundo principio tampoco es suficiente para cambiarnos. El Espíritu Santo no puede tomar de nosotros lo que no queremos entregarle. El no trabaja sin nuestro consentimiento. No puede quitarnos los fallos de carácter si nosotros no queremos, porque eso sería violar nuestro libre albedrío. Nosotros escogimos esas pautas, y por más equivocados que estuviéramos cuando lo hicimos, El no nos obligará a renunciar a ellas.

Al pedir a Dios que te sane, te comprometes a dejarte sanar. Esto significa que optas por cambiar, y la resistencia del ego al cambio es intensa: quiere que pensemos que somos demasiado <viejos> para cambiar. Decir que estás enojado porque eres alcohólico, por ejemplo, quizá describa tu enojo, pero no lo justifica. La única ventaja de saber que estás enojado es que puedes elegir estar de otra manera. Puedes pasarte años en terapia, pero hasta que no decidas actuar de un modo distinto, no harás más que dar vueltas en círculo. Por supuesto que te sientes raro mostrándote dulce cuando has sido áspero durante toda tu vida, pero eso no es excusa para no intentarlo.

Un curso de milagros afirma que la manera más eficaz de enseñarle a un niño no es diciéndole <No hagas eso>, sino <Haz Esto>. No llegamos a al luz mediante un interminable análisis de la oscuridad. Llegamos a la luz eligiendo la luz. Luz significa comprensión, y sólo comprendiendo sanamos.

Si el propósito de una relación es que la gente sane, y la sanación sólo puede producirse cuando mostramos nuestras heridas, entonces el ego nos enfrenta a un callejón sin salida: <Si no me muestro tal como soy, no habrá crecimiento, y sin crecimiento llegará en última instancia el aburrimiento, que es la muerte de la relación; pero si me muestro con sinceridad, entonces quizá pareceré poco atractiva y mi pareja me dejará>.

El narcisismo del ego nos mantiene esperando que aparezca la persona perfecta. El Espíritu Santo sabe que la búsqueda de la perfección en los demás no es más que una cortina de humo que oculta nuestra necesidad de cultivar la perfección en nosotros mismos. Y si hubiera una persona perfecta ahí afuera -que no la hay-, ¿le gustarías tú? Cuando renunciamos a la obsesión pueril de escudriñar el planeta en busca de la persona perfecta, podemos empezar a cultivar la habilidad de tener relaciones compasivas. Dejamos de juzgar a los demás para relacionarnos con ellos. Antes que nada, reconocemos que no nos relacionamos para concentrarnos en lo bien o lo mal que los demás aprenden sus lecciones, sino para aprender las nuestras.

El ego se defiende del amor, no del miedo. El dolor que se siente en las relaciones puede ser perversamente cómodo, porque ya lo conocemos. Nos hemos acostumbrado a él. Una vez oí una cinta grabada por el maestro espiritual Ram Dass en la que decía que había leído un artículo sobre un bebé maltratado a quien habían separado de su madre. Mientras la asistencia social intentaba llevárselo, el niño pugnaba por seguir en los brazos de su madre. Aunque ella lo golpeaba, era la única persona que él conocía. Estaba acostumbrado a ella y quería permanecer en territorio familiar.

Esta historia ejemplifica nuestra relación con nuestro propio ego. El ego es nuestro dolor, pero es lo único que conocemos, y nos resistimos a abandonarlo. Con frecuencia, el esfuerzo necesario para dejar atrás las pautas dolorosas es más incómodo que mantenerse dentro de ellas. Y el crecimiento personal también duele, porque nos hace sentir avergonzados y humillados al enfrentarnos a nuestra propia oscuridad. Pero el objetivo del crecimiento personal es el viaje de salida de las oscuras pautas emocionales que nos causan dolor, para encaminarnos a las que nos proporcionan paz. El libro Psychoterapy: Purpose, Process and Practice [Psicoterapia: propósito, proceso y práctica] afirma que en última instancia la religión y la psicoterapia se convierten en lo mismo. Ambas representan la relación entre pensamiento y experiencia, y el Espíritu Santo se vale de ellas para celebrar una de las potencialidades humanas más gloriosas: nuestra capacidad de cambiar. ...

... Como un actor que lee las líneas de un guión, yo puedo escoger una respuesta nueva ante la vida, una lectura nueva. Hay gente que a estas alturas clamaría: <¡Negación!>. Pero lo que estamos negando es el impostor que llevamos dentro. El hecho de que tengamos un sentimiento sincero no significa que sinceramente seamos <eso>. Yo no soy mi rabia. ¿Tengo que reconocerla? Sí, pero sólo para ir más allá. Una vez que he visto mi rabia, estoy en condiciones, como dicen en Alcohólicos Anónimos, de <actuar como si> fuera capaz de hacerlo de diferente manera. Porque lo soy. Nuestro ego se ha inventado un personaje de ficción al que ahora consideramos como nuestra personalidad. Pero la personalidad es algo que estamos creando continuamente, y si lo decidimos, podemos re-crearla constantemente. ...

... Nuestro verdadero ser de puro amor es indestructible. ... Aunque haya experiencias, como los traumas de la niñez, que pueden desviarnos de nuestra verdadera naturaleza, el Espíritu Santo nos guarda la verdad en depósito hasta que decidamos volver. ...”

Una apasionante lectura -desde mi punto de vista- que nos enriquece la Vida. Una invitación a “despertarnos” al AMOR (así con mayúsculas). Una caricia para el Alma que clama ser escuchada. Un “oasis” en medio de tanto egocentrismo. La Humanidad está ávida de “Paz”. Una “Paz” que sólo es posible si cada uno de nosotros apuesta a un “profundo cambio de mentalidad” en favor de la evolución personal. Recordemos que: TODO ES UNO. TODOS SOMOS UNO.



 
Bendiciones.



No hay comentarios:

Publicar un comentario