martes, 22 de octubre de 2013

La Noche Oscura del Alma ...


A poco de comenzar a leer el libro titulado “Ondas del Espíritu” - Formas prácticas de enfrentar los desafíos de la vida, cuya autoría corresponde a Eileen Caddy (junto con su esposo Peter y con Dorothy Maclean fue fundadora de la Fundación Findhorn, comunidad espiritual del norte de Escocia. Publicó numerosos libros que sirven de guías inspiradoras), una vez más me siento motivada a compartir con todos ustedes, parte de la experiencia y sabiduría de esta Gran Mujer que, como bien dice en la contratapa del libro “... Habiendo transitado desde el concepto de un Dios externo hacia la experiencia profunda de unión con El, Eileen comparte en este libro su sabiduría sobre la Esencia Divina, presente en todos nosotros y en todas las cosas. En su habitual lenguaje directo y sencillo, ella ofrece consejos y asistencia sobre muchos aspectos de la vida ... Ondas del Espíritu incluye varias meditaciones y ejercicios, para ayudar a los lectores a trabajar interiormente en sus vidas. Como lo ha demostrado la propia vida de Eileen, el trabajo interior influye profundamente en las circunstancias externas. Este libro nos muestra cómo dar pasos simples pero seguros hacia un mayor contacto con la Fuente Divina y expresar esa esencia en nuestra vida cotidiana. Sin duda alguna, una Gran Maestra del Espíritu.

Como integrante de la Iglesia Católica, muchas veces sentí una profunda curiosidad por saber exactamente qué era esa tan famosa -y a la vez tan temida- “Noche Oscura del Alma” de la que dan cuenta -entre otros- San Juan de la Cruz, San Francisco de Asís, San Pío de Pietralcina, el Papa Juan XXIII, Madre Teresa de Calcuta y Santa Teresa de Jesús. En una de sus cartas, la Madre Teresa dice: <¡Hay tanta contradicción en mi alma: un profundo anhelo de Dios, tan hondo que hace daño; un sufrimiento continuo, y con ello el sentimiento de no ser querida por Dios, rechazada, vacía, sin fe, sin amor, sin celo... El cielo no significa nada para mí, me parece un lugar vacío!>. Este sufrimiento lacerante, provocado por el vacío de Dios, es el signo de un fenómeno positivo. Es una presencia-ausencia por la que Dios está presente pero no es experimentado. El que la Madre Teresa pudiera pasar horas ante el Santísimo, como dicen los testigos que la vieron, casi extasiada y lo hiciera en estas condiciones, demuestra que es un verdadero martirio, porque para quien no experimenta a Dios y siente ese vacío, estar durante horas quieta ante el Santísimo significa estar entre llamas. No hay que escandalizarse por estos escritos de la Madre Teresa, pues esto hace más grande su figura, no la empequeñece, pues los ateos “normales”, “comunes”, no se afligen por la ausencia de Dios; por el contrario, para la Madre Teresa era la prueba más terrible que podía vivir.

Al respecto, Eileen nos cuenta su experiencia en las páginas 12 a 13 y nos dice que:

"... Me encontré atravesando lo que se denomina la Noche Oscura del Alma, en la que mi fe fue sometida a una prueba suprema. ¿Cómo era mi relación con Dios? ¿Podría soportar todas las pruebas sin bajar los brazos desesperada y echarme a correr? Fue éste un período extremadamente difícil.  

He pasado por varias Noches Oscuras del Alma. En algún momento pensé bastaba con que una persona lo sufriera una vez y luego siguiera adelante, pero al parecer no es así. Recuerdo haberle escrito a un amigo que formaba parte de la Iglesia y preguntarle cuántas veces era preciso hacerlo. Me contestó sugiriéndome que contemplara la situación general y tratase de ver el cuadro completo de lo que pasaba por uno de estos períodos de prueba, lo hacía mucho más rápido que las veces anteriores. Lo que antes me había llevado meses o años, ahora me llevaba semanas o días. No necesitaba revolcarme en las tinieblas durante mucho tiempo.
 
En verdad, en esos negros momentos no ocurría que yo me detuviese y, observando la situación, dijera: <Estoy pasando por una Noche Oscura del Alma>. No. Simplemente era como si hubiese sido despojada de todo, como si Dios me hubiese abandonado y yo hubiese quedado desvalida, librada a mí misma.

¿Cómo lograba avanzar en esas circunstancias? Mediante la plegaria y la meditación. En esos oscuros momentos era muy difícil ver el bosque y no los árboles, y sin esas dos herramientas no habría podido salir a flote.

Unidad, Totalidad

Después de haber sido sometida a pruebas hasta que pensé que no daba más, llegué a un punto en que lo que más ansiaba era ser una persona íntegra. Ya no me satisfacía depender de otro o ser sólo una mitad: quería ser sostenida por mi propia luz y no ser la sombra de nadie. Quería reconocer las energías masculinas/femeninas presentes en mi propio ser. Esto no significa que quisiese ser autosuficiente, sino que deseaba ser <suficiente en Dios>. Al cabo comprendí en lo profundo que <no hay separación, y Yo y mi Padre somos Uno>. Ya no existía Dios y la guía. YO SOY la guía. Dios está en mi interior. Somos Uno. ...”

Antes de concluir este compartir, quiero acercarles una plegaria -a mi criterio- maravillosa, que se encuentra en la página 7 de llibro:

Plegaria Matinal

Cuando nos encontremos hoy con otras personas,
miremos a cada una de ellas con ojos de amor,
escuchémosla con oídos de amor, hablémosle
con voz de amor y toquémosla con manos de amor.

Concédenos la gracia que nos permita abrazar
a todas las personas con comprensión, paciencia y
tolerancia. A través de los cambios que les impusieron
el tiempo y las circunstancias de su vida, veamos al Cristo
en cada rostro y oigamos al Cristo en cada voz.

Sepamos cuándo tenemos que hablar y cuándo debemos
permanecer callados. Sepamos expresar libremente nuestra
herencia divina de la manera más auténtica posible,
y brindemos a otros la misma libertad. Que nuestra fe sea
vigorosa en cualquier situación, y si ella parece flaquear,
sosténla con tu espíritu lleno de gracia y amor.

Que nuestros pensamientos creen la maravilla de
tu mundo, nuestras palabras sean la demostración
de nuestro amor hacia ti y nuestras acciones honren
y glorifiquen tu Nombre. Te agradecemos, Dios, por todos
los seres maravillosos que pueblan nuestro mundo y con
los que compartimos la espléndida experiencia de la vida.
Ojalá seamos dignos de ese amor y sólo reflejemos
para ellos tu luz, tu amor y tu sabiduría.

Así sea. ¡Gracias a Dios!


Bendiciones.


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